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Language:
Español
Stats:
Published:
2024-04-19
Updated:
2024-05-28
Words:
35,641
Chapters:
5/?
Comments:
19
Kudos:
5
Hits:
219

Cadenas malditas

Summary:

Athena y sus caballeros han vuelto a nacer, con sus recuerdos y cosmos sellados en lo más profundo de su alma. Hades, sediento de venganza, pretende recuperar el cuerpo de Shun, su antiguo portador; sin embargo, Ikki impedirá que vuelva a cumplir con su voluntad, pagando el más alto precio.

SeiyaxSaori; HyogaxErii; ShiryuxShunrei; ShunxJune; IkkixPandora/Caballeros dorados.

Notes:

Hola, queridos lectores. He decidido comenzar una nueva historia en este fandom que también amo. Lo dudé por un tiempo, pero ya mi corazón se decidió y quiero expresarlo para ustedes.

El contexto de esta historia se da cinco siglos después de la guerra santa contra Hades, con la única diferencia que Seiya no queda en coma, sino que muere.

Hades ha vuelto a elegir a la reencarnación de Shun como su cuerpo… pero ocurre algo inesperado que le impide tal posesión y eso altera la estrategia que tenía en su cabeza.

Si ya leyeron el prólogo demo, “Lagunas del pasado”, se darán una idea de qué temas voy a tocar y de los personajes que se verán involucrados. Sin embargo, en esta historia multicapítulos también tendrán protagonismo todos los caballeros de oro del manga (original, Next Dimension, Zero, Origin, Destiny), y anime oficial, a pesar de que usaré ciertas referencias spin off oficiales como Lost Canvas, Soul of Gold, etc. Caballeros de plata también tendrán su espacio aquí.

La muerte de los caballeros de oro, hasta el día de hoy, duele en mi corazón, a criterio personal fue inútil e innecesaria, y por esa razón pienso darles mucha importancia en este fic.

Por ser una historia con aventura, drama y romance, habrá escenas sugerentes, pero suaves y dentro del debido respeto.

No sé si en estos nuevos tiempos de modernidad se siga llamando “lime”, pero utilizaré ese recurso para narrar los encuentros.

Las parejas que se desarrollarán aquí serán:

SeiyaxSaori; HyogaxErii; ShiryuxShunrei; ShunxJune; IkkixPandora, AioriaxMarin; MiloxShaina; Máscara de MuertexHelena; CamusxSinmone (la hermana menor de Surt); AiacosxVioleta.

Los demás caballeros dorados también tendrán pareja o dramas personales, pero eso prefiero que lo vayan descubriendo a medida que la trama avance.

La historia será narrada en omnisciente, sin embargo, puede que haya capítulos narrados en primera persona.

Suelo ser algo constante en las publicaciones, por lo que quizás publique dos capítulos al mes.

Antes de comenzar la historia, tomar en cuenta lo siguiente:

- Los cambios de escena se darán con la barra que posee el editor de esta página.
- Los pensamientos estarán en cursiva.
- Los flashbacks se abrirán y se cerrarán con el siguiente símbolo: *.*.*.*.*
- Los sueños serán relatados en primera persona. Se iniciarán y finalizarán con tres puntos: …

Disclaimer: Saint Seiya y sus personajes pertenecen a Masami Kurumada.

Chapter 1: Olvidada identidad

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Athena, tú también eres una diosa, y tarde o temprano te darás cuenta de que el amor no es más que una fantasía que crearon los humanos para engañarte. El amor es algo que no se puede ver y nadie cree en él, porque no existe.

¡No existe!

Las palabras de Hades, mi peor enemigo, no se desvanecen sin antes lanzarme una sentencia.

Los campos Elíseos se destrozan, el Inframundo se acaba… al igual que las pocas partes de mi corazón.

Caballeros de bronce… caballeros dorados. Todo ha terminado.

Y Seiya… no pude salvarte por más que lo intenté, ni tampoco pude confesar mi sentir por ti. Mi incompetencia se fusionó con la espada de Hades que te hirió, la que te separó de mi lado de manera cruel y despiadada.

Mi amor y aliado desde la era mitológica, el más cercano y fiel… Nunca te merecí.

Mis amados caballeros de la esperanza son los únicos sobrevivientes de esta sangrienta guerra, lo único que me queda, pues los caballeros dorados, otra parte irremplazable de mi corazón, ya no existe, y una vez más por mi inutilidad y poca fortaleza.

¿Cómo podré seguir viviendo con tantas muertes, dolor y sacrificios encima de mis hombros?

Mientras ustedes, caballeros de bronce, siguen en su camino a la tierra, llevando a un fallecido Seiya en sus brazos, decido convertir estas ruinas en mi última morada. Uso las pocas fuerzas que me quedan para que, nunca más, tengan que retorcerse entre la sangre de las personas que aman.

Mi humanidad ha llegado a su fin, mas no mi divinidad, la que renacerá cada vez que la tierra suplique por amor y justicia.

Yo, Athena, decreto que en la siguiente era nadie morirá bajo mi mando. Crearé para ustedes cadenas de flores tejidas de deseos de amor, hermandad, justicia y compañerismo.

Mis queridos caballeros de la esperanza… Mis queridos caballeros de oro… Ese es el destino que escribo para su próxima vida, atentando incluso con los caprichos de los dioses malignos. Quizás no pueda liberarlos del sufrimiento, las separaciones o los conflictos humanos, pero estaré ahí para protegerlos y no permitir que los deseos de sus corazones se destrocen.

La dama abrió los ojos, mientras las lágrimas la sobrepasaban.

-           Otra vez ese sueño… ¿Por qué? – se preguntó angustiada. – ¿Qué significa?

Hace poco había cumplido veinticinco años, y aun así, aquel sueño la había visitado desde que tenía uso de razón.

-           Seiya…

-           ¿Saori?

Una dama entró en la habitación de la joven, causando que esta sonriera, pues solo ella era capaz de aliviar su corazón atormentado por las pesadillas.

Aquella mujer gozaba de una gran belleza, y no por su piel pálida, cabello lacio y castaño, con caída hasta los hombros, ni tampoco por esos ojos tan azules como un calmado lago, sino por la hermosura de su alma, una bondad casi divina para tratar a los demás.

-           Mamá, ¿qué haces despierta? – preguntó sorprendida.

-           No lo sé, tuve una corazonada de entrar. – respondió la mujer, con una cálida sonrisa.

La dama se acercó a su hija y la abrazó, sintiendo como su corazón latía desbocado y asustado debido a la pesadilla. La joven se dejó calmar bajo su protección, mientras notó algo extraño en el brazo de su madre.

-           ¿Y esa herida, mamá? – preguntó Saori, preocupada.

-           Me raspé con algunas ramas mientras podaba las plantas, no es nada impor…

La mujer no terminó su frase, pues su herida cerró instantáneamente en el momento en que su hija colocó una mano encima de esta. Cualquiera se habría sorprendido con semejante irrealidad, mas la madre no pareció así.

-           Ya está sana.

-           Gracias, hija. – respondió sonriendo. – Siento la calidez de tu esencia en tu maravilloso don de sanación.

-           ¿Esencia? – preguntó confundida.

-           ¿Lo has olvidado? – preguntó. – Como siempre te lo he dicho, dentro de ti duerme un inconmensurable universo, uno que aún no explotas del todo, pero ese día está muy cerca. Tendrás que enfrentar lo implacable, pero mientras te aferres a ese cosmos, saldrás victoriosa.

Cosmos… aquella palabra retumbó en la cabeza de la dama.

-           ¿Por qué siempre me dices eso? – preguntó sorprendida.  – A pesar del paso de los años, nunca te he entendido ni tampoco me lo has explicado. Papá, que en paz descanse, también me decía lo mismo.

-           Eso lo sabrás apenas tu corazón se ilumine. – respondió. – Sobre todo cuando comprendas la importancia de proteger lo que se ama.

Saori solo sonrió, sabiendo que las metafóricas palabras de su madre no serían explicadas.

-           Presumes de beneficiarte de mi don, pero sabes bien que mi mejor amigo lo conoce.

-           ¿Ah?

-           Shun… Él también conoce este secreto, y ni siquiera a su querido hermano se lo ha contado. – dijo Saori.

La mujer cambió su sonrisa a una mueca de tristeza en el momento que su hija mencionó a su amigo.

-           ¿Cómo está Shun?

-           Está profundamente triste, pues hoy se cumplen cinco años de la muerte de sus padres. – dijo Saori, entristecida.

-           Shun y su hermano mayor tuvieron la suerte de nacer en una familia amorosa, acomodada y sin privaciones. – dijo la dama. – Sin embargo, nada de lo material reemplazará aquel amor de sus padres.

-           Absolutamente nada. – respondió su hija. – Legalmente él y su hermano heredaron todos sus bienes. Hace poco, Shun terminó su carrera de medicina, por lo que ahora deberá afrontar la administración de la clínica de sus padres, quienes fueron médicos de prestigio.

-           Lo sé muy bien, pues fueron los encargados de hacer hasta lo imposible por sanar la enfermedad de tu padre, sin pedirnos nada a cambio.

-           Siempre estaré agradecida con Shun y su familia, pues, a pesar de ser económicamente más privilegiada que nosotras, siempre me dieron la mano, sin discriminarme. – mencionó Saori, conmovida. – Desde la escuela, siempre ha estado conmigo.

-           Yo también me siento muy agradecida con él y su familia. – dijo la mujer. – Ahora que Shun va a ejercer su carrera, estoy segura de que hará un excelente trabajo. Además, su hermano lo apoyará.

En ese momento, Saori guardó un incómodo silencio, cosa que su madre notó.

-           ¿Aún no hay noticias de Ikki? – preguntó la madre.

-           No. – respondió apenada. – Una que otra vez le escribe una carta para decirle que está bien, pero desde hace cinco años no sabe nada de él. Fue una situación demasiado extraña, pues al día siguiente de enterrar a sus padres, Ikki se fue de la casa, sin dar más razones que una nota diciéndole a Shun que regresaría cuando fuera más fuerte.

La madre de Saori no dijo nada al respecto, se perdió en el mar de pensamientos que invadían su cabeza.

-           Estoy segura de que pronto regresará. – dijo sonriendo. – Ikki ama a su hermano menor y no lo dejará solo.

-           Ikki siempre fue el protector mío y de Shun. – recordó emocionada. – Cuando otros niños molestaban a Shun o a mí por estudiar en un colegio de élite, gracias a una beca, él siempre nos defendía, incluso hasta golpeaba a los que se metían con nosotros. Ikki es muy fuerte y valiente.

-           Un joven que usa sus dones para proteger a los que ama.

Saori quedó en silencio por unos segundos, pues la frase de su madre le hizo pensar en una situación que ya tenía años planeando, y que esta vez se iba a realizar.

-           Mamá, no te lo quise decir hasta que sea un hecho… – dijo nerviosa, pero decidida. – Ya tengo todo listo para irme a Atenas. Shun me acompañará.

-           Has soñado con ir allá desde que eras niña. – dijo la madre, riéndose. – Por suerte, Atenas no está lejos de Santorini, donde vivimos actualmente.

-           Sabes que siempre he sentido que tengo algo que recordar o recuperar... – respondió riéndose. – Y creo que la respuesta está en Atenas.

-           ¿Qué cosa estás buscando exactamente?

-           No lo sé. – respondió confundida. – Pero hay algo que me impulsa a buscar ahí, que me causa ansiedad. Sobre todo, en estos últimos meses, ese deseo se ha vuelto casi una obsesión.

La madre cambió su dulce semblante a uno neutro, sin sonrisa o desagrado. Saori lo notó de inmediato.

-           ¿Pasa algo?

-           Nada, hija. – respondió la madre, regresando la sonrisa a su rostro. – Sé que este viaje que tienes planeado no es casualidad, por lo que estoy segura de que ahí encontrarás las respuestas que tanto necesitas.

-           Gracias. – respondió Saori. – Partiré en unos días, antes del amanecer.

-           Estaré para despedirte y darte mi bendición… Mi querida Saori.

Madre e hija, por esa noche, se despidieron con un abrazo. Una vez fuera de la habitación, la mujer colocó su mano en su pecho, tratando de calmar el dolor y las preocupaciones de su alma.

-           Falta poco …


Todo el que pisaba Alemania, aunque sea por poco tiempo, visitaba la belleza de la tierra de Baviera, con casas y campos sacados de cuentos de hadas, y flores y árboles creciendo por doquier, cual paraíso celestial.

Sin embargo… solo un lugar era ajeno a tal belleza y esplendor.

Heinstein, el castillo de la oscuridad, era el sitio prohibido para las personas desde hace aproximadamente veinte años, pues cualquiera que lo pisara, terminaría muerto… O al menos eso manifestaban los rumores.

Nadie conocía que en este castillo vivía una solitaria, amargada, pero hermosa mujer.

-           Pandora. ¿Dónde estás?

La dama, portando con elegancia su vestido negro con bordes de plata, se acercó hasta el lúgubre cuarto de música, donde la esperaba otra mujer de igual belleza, pero letal y despiadada. Un ser, literalmente, ajena al mundo.

-           Estoy aquí. – respondió la mujer, arrodillándose. – Disculpe la tardanza… Diosa Ker.

Ker, la diosa del destino maldito, experta y amante de las notas del violín, dejó de lado su instrumento para responder a Pandora. Se acomodó su corto cabello negro y su vestido, de igual color, para sentarse mejor, mientras fijó atentamente su morada y etérea mirada en su servidora.

-           Han pasado más de cincuenta años desde que desperté de mi letargo, y en todo este tiempo he planeado lo necesario para vengar a nuestro señor Hades, dios del inframundo, quien por culpa de Athena, hace medio milenio, perdió su cuerpo físico. – dijo la divinidad, sonriendo con malicia, para después cambiar a una mueca de desagrado.  – Y lo más terrible para mí… la culpable del completo fin de mis amados hermanos mayores, Thanatos e Hypnos, quienes, al no poseer la misma divinidad de mi señor de la oscuridad, no pudieron reencarnar. Y es por eso que yo continuaré con esta venganza.

La diosa, llena de rabia, comenzó a soltar lágrimas, las que al caer al suelo lo llenaron de agujeros, como si se tratara de letal ácido. Tocó la estrella de su frente, recordando que aquella marca la uniría por siempre a sus difuntos hermanos, después bajó los dedos a su mejilla izquierda, la que tenía una línea de cicatriz; su rostro cambió a completo fastidio, como si le recordara a un suceso desagradable.

Pandora, sin mostrar ápice de preocupación, se mantuvo en silencio en la espera de la calma de su señora.

-           Por culpa de la infeliz de Athena los humanos dejaron de recibir el castigo divino después de la muerte; el Inframundo y sus diferentes infiernos dejaron de existir con la muerte de Hades. – dijo indignada. – Ahora resulta que todos los pecadores pueden ser salvados, mientras se arrepientan “de corazón” e ir un supuesto descanso eterno en el paraíso. Solo los dioses tienen derecho a gozar de la gracia de los campos Elíseos y la paz, no los vulgares mortales.

-           Con el regreso del alma del señor Hades, el Inframundo está retornando a la vida. – dijo Pandora. – Los ocho círculos del infierno se están llenando de muertos dependiendo de sus pecados, mientras que el Elíseo se está quedando vacío.

-           Las cosas volverán a ser como antes. El infierno estará presente en la Tierra y en el Inframundo, donde la muerte será una condena y no descanso… mucho menos reencarnación.

-           Me parece admirable todo el trabajo que está realizando para el regreso del rey. – dijo Pandora.

-           El señor Hades habrá perdido su cuerpo físico, mas eso no impide que pueda regresar a este mundo usando un recipiente y poner las cosas en orden. – dijo Ker. – Pandora, ¿cómo va ese asunto?

-           El elegido como cuerpo de nuestro señor se encuentra en Grecia. – respondió la dama.

-           ¿Ahora se encuentra en ahí? – preguntó la deidad, sorprendida. – ¿Ya no es un pobre japonés muerto de hambre?

-           Todo lo contrario, señora Ker. Nació en una familia acomodada. – dijo Pandora. – Y aun así, la pureza de su corazón está intacta, y es por eso que, una vez más, ha sido elegido como el cuerpo del señor Hades.

-           Vaya inmerecido destino para esos imbéciles. – dijo la diosa, fastidiada. – Todos esos malditos caballeros merecían nacer en la completa miseria y soledad.

-           Como usted comentó la vez pasada, los caballeros renacieron con una vida distinta a la anterior, por la voluntad de Athena. – dijo Pandora, seria. – Ella decretó que sean felices y con vidas normales.

-           Puede ser que Athena les regaló vidas supuestamente estables, pero de todas maneras, nada de eso me impidió hacer mis pequeñas travesuras ¡Ja! – comentó rebosante de dicha. – Oro, plata y bronce… en esta era han sido víctimas de mis maldiciones, y ni se lo imaginan. Solo que esta vez lo hice de manera distinta al pasado, pues en nombre de mis hermanos, no me voy a equivocar.

La diosa se deleitó con todo lo que pasaba por su mente en referencia a los caballeros, como castigo por haber sido partícipes de la anterior derrota de Hades.

-           Por ahora contamos con los tres jueces del Inframundo, algunos espectros y esqueletos. – afirmó la diosa. – ¿Ha habido más despertares?

-           Los jueces se están encargando con sus espectros de despertar a más estrellas malignas. – respondió Pandora. – Tal y como ordenó, solo nos hemos centrado en los más fuertes.

-           ¡Así es! – afirmó Ker. – Tener 108 espectros es una estupidez, un desperdicio de tiempo y recursos, por eso fuimos vencidos en el pasado por tan pocos caballeros, sobre todo los dorados. – manifestó la deidad, fastidiada. – En estos casos, menos es más.

-           Los jueces están haciendo todo lo posible para cumplir lo más rápido posible con sus deseos. – dijo Pandora.

-           La estúpida de Athena aún no despierta, a pesar de que, de manera inconsciente, ha manifestado su cosmos… Así que esta es la oportunidad para aniquilarla y tomar el cuerpo del señor Hades. – dijo Ker, sonriendo satisfecha. – Además, de continuar los planes con los caballeros. Ellos serán el golpe más terrible para esa maldita mocosa, ni siquiera se lo espera.

-           En pocos días, uno de nuestros más fieles sirvientes irá por su cabeza.

-           No tengo que decírtelo, Pandora… No quiero errores. – dijo la diosa con mirada implacable. – Aunque admiré a mis hermanos, yo no soy como ellos, pues no perderé de manera tan humillante. No tendré clemencia ante las fallas de nadie.

-           No las habrá, pues desde hace quince años estoy bajo su servicio, calculando todo. – dijo la dama, seria. – Desde que usted apareció en mi presencia, he entregado cuerpo y alma a esta empresa.

-           Lo sé, pues has tenido la bendición de que, por ser parte de la familia Heinstein, heredas la voluntad del señor Hades. ¿No es maravilloso?

Pandora agachó la cabeza, sin decir ni una sola palabra o sonreír. Se puso de pie, dio una reverencia y se retiró.

-           Una herencia infernal... – pensó mortificada, cerrando la puerta de la estancia.


No me siento orgulloso de actuar de manera tan nefasta y arrogante… pero todo es por Athena y la paz del mundo. No importa la deshonra, la vergüenza o mancillar nuestros cuerpos con la repugnancia de estos sapuris. Haremos lo que sea para derrotar a Hades, pasando sobre quien sea.

Jamás imaginé que, como anterior Patriarca y caballero dorado de la guerra santa de hace 243 años, estaría a los pies de la sangre derramada de Athena. Sí, era lo que buscaba, mas no esperé que ella tomaría su vida por decisión propia. Como Pontífice, mi deber es estar a un paso delante de los dioses… y esto no lo pude calcular debido a mi inutilidad.

Quizás mi error fue creer que el Santuario estaría desprotegido, olvidándome de los jóvenes de sangre ardiente que estarían cuidándolo incluso de sus propios compañeros y hermanos.

A mi costado yacen heridos y humillados los cuatro jóvenes de bronce, quienes destrozados, con lágrimas desparramadas y la esperanza acabada, pretendieron derrotarme para vengar la supuesta muerte de su diosa. Admiro tanto tal espíritu de lucha, pero como su máxima autoridad no puedo permitir que emociones banales los acaben, sobre todo ahora que la guerra ha comenzado.

-           ¡Tranquilícense, mocosos! – exigí furioso. – Con actitudes infantiles no van a regresarle la vida a Athena. Son tan débiles y sentimentales.

-           ¿Cómo te atreves a insultarnos? – reclamó un herido Andrómeda. – ¡No eres más que un maldito traidor!

-           No vamos a perdonarles la muerte de Athena. – dijo el herido Pegaso, el más afectado de todos. – Así perdamos la vida… los acabaremos.

-           ¡Se callan! – ordené furioso.

Camino hasta la sangre derramada de Athena, y es en ese instante en el que, ahora yo me convierto en un imbécil sentimental y débil. El dolor me carcome el alma, las lágrimas inundan mi rostro y mi corazón se agrieta. Lo único que yo deseaba era seguir con mi macabra actuación, llegar a Athena y revelarle la clave para derrotar a Hades, cuyo origen y secretos solo eran conocidos por mí, el Patriarca.

Athena, tan dulce y piadoso fue tu corazón para unos supuestos traidores, que decidiste acabar con tu vida para librarnos de nuestro sufrimiento.

-           ¿Por qué estás llorando? – preguntó el caballero Dragón, indignado. – No solo tuviste la osadía de enfrentarte a tú mejor a amigo, a mi maestro, sino que lloras por la muerte de tu víctima.

-           ¿No era eso lo que querías? – preguntó un indignado caballero Cisne.

-           ¡Ustedes no entienden nada! – grité enfurecido. – ¡No son más que unos tontos impulsivos que no quieren escuchar!

Puedo sentir como Pegaso está a punto de golpearme, pero Andrómeda detiene su brazo. Al parecer, ese muchacho es el más empático de todos.

-           Espera… Escuchemos lo que va a decir.

Aun en el piso, llorando ante la sangre de mi diosa, comienzo mi relato.  

-           Ni yo, el Patriarca y anterior caballero de oro, ni tampoco lo demás, traicionaríamos a Athena.

- ¿Qué? – preguntaron los jóvenes, sorprendidos.

-           En nuestro eterno sueño, Hades vino a nosotros y nos hizo una oferta. – dije, calmando mi dolor. – Si le traíamos la cabeza de Athena, nos liberaría del mundo de los muertos y nos daría la vida eterna. Estábamos muy desconcertados ante eso, pero lo aprovechamos para llegar hasta ella y brindarle nuestro último aliento de ayuda. Fingimos aceptar la promesa solo para regresar al santuario.

- No… eso no puede ser. – manifestó Pegaso, con la voz casi quebrada.

- Les dije a mis caballeros que seríamos catalogados como traidores… por todos y por siempre, y aun así aceptaron la oferta por amor a este mundo, por Athena.

- Eso quiere decir que la exclamación de Athena…– habló el cisne, perturbado.

- ¡Así es! – afirmé. – Por eso ellos, con esa técnica prohibida, se condenaron y tuvieron que ocultar la verdad a Hades, aun cuando eso les implicaba caer en la desgracia eternamente.

En ese momento, todos los jóvenes comienzan a llorar…

-           ¿¡PUEDEN USTEDES IMAGINAR SU DOLOR!? – pregunté, explotando mi amargura.

-           No… no sabíamos. – manifestó Andrómeda, desbordado en lágrimas.

-           No pudimos leer sus corazones. – dijo Pegaso, atormentado.

-           ¿Cómo no fui capaz de haber leído el alma de mi maestro? – dijo el Cisne. – ¡Cuánto egoísmo de mi parte!

-           Solo nos enfocamos en querer derrotarlos, olvidando la esencia de todos como caballeros de Athena. – continuó el Dragón, dolido.

En ese momento, manifiesto mi autoridad como Patriarca y derramo la sangre de Athena en la estatua para obtener su armadura. Poco después, hago lo mismo en la vestimenta de los jóvenes, restaurándola.

-           Sus armaduras ahora son más poderosas y les revelarán grandes secretos, siempre y cuando sus cosmos brillen hasta el límite. – manifesté, mientras entregaba a Pegaso la armadura de Athena. – Ahora, sigan a los caballeros dorados hasta el castillo de Hades y entreguen a nuestra diosa lo que le pertenece.

Al finalizar mis palabras, un espantoso dolor de cabeza me invade, por lo que caigo al suelo. Los caballeros, alarmados, se acercan hasta mí.

-           ¿Qué le ocurre? – preguntó Pegaso, intentando ayudarme.

-           Nada… Solo que mi vida está llegando a su fin. – manifesté aturdido. – Pero eso no importa, ahora deben cumplir con su misión y alcanzar a Athena. ¡Rápido! ¡Ya no queda tiempo!

Aunque preocupados, los caballeros deciden cumplir con su misión e ir al castillo de Hades. Intento ponerme de pie, pero no lo consigo, sin embargo, siento como unas manos me ayudan a levantarme, mientras un aura dorada me rodea.

Alzo mi vista y, aunque no me sorprende verlo, no puedo evitar conmoverme ante su compasiva acción.

-           Permíteme, amigo mío, en este poco tiempo hacer mío tu dolor.

-           Do… Do…

Yo… nunca más… volveré a ser visto como un traidor.

Shion, asustado, abrió los ojos, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Una y otra vez, aquel misterioso sueño lo visitaba para perturbarlo, para llenar de más dudas su confundido corazón, con el que había tenido que lidiar desde su infancia. Ahora, a sus treinta y cinco años de edad, aún no había logrado llenar el vacío de su alma, el motivo de su existencia.

El hombre, con el corazón latiendo a mil, se levantó de la cama y se dirigió al balcón de su habitación para respirar aire y calmarse.

-           ¿Por qué sueño con Athena, la diosa griega de la mitología? – se preguntó consternado. – Siempre he sentido que he olvidado cosas importantes sobre mí, y que si no las recupero seguiré cayendo en este profundo hueco.

Shion creció en Jamir entre los lujos opulencia, pero con un padre maltratador y caprichoso por dominar su vida… el culpable de su soledad y amargura.

Solo una cosa aquel malsano padre no pudo arrebatarle, el don que lo acompañaba desde su nacimiento y que solo su difunta madre conocía.

Desde su niñez, el hombre, de largo cabello verde y mirada magenta, sentía una energía inmensa vivir dentro de su cuerpo, tan magnífica como el resplandeciente oro y tan infinita como el universo. Además de eso… podía influir en la materia sin tener interacción física.

Telequinesis… como alguna vez le explicó su madre.

El hombre estiró la mano y a esta llegó volando el reloj de su mesa, el cual marcaba las cuatro de la madrugada. ¿Cómo era posible algo como eso? Él no era más que un simple humano.

Sin embargo, aparte de aquella habilidad, percibió algo más profundo que intentaba explotar, sin éxito.

-           Madre, dejaste este mundo cuando cumplí quince años y no pudiste resolver mis dudas. – dijo apenado. – Y como te lo prometí, no le comenté nada a mi padre para que no me castigara. No importa cuántos años pasen, siempre me harás falta.

Sin embargo, no solo su madre vagaba en los recuerdos del hombre, sino otra mujer que se manifestó en su vida cuando el dolor lo consumió… Aquel único remanso de paz que su padre desapareció del mapa por simple odio.

- No pude encontrarte nunca más…

Shion decidió dejar de lado aquel pasado sentir. Se levantó de la cama y se dirigió a buscar un vaso con agua, caminando antes por los oscuros y largos pasillos de su solitaria casa. Es ahí que, encima de la chimenea, el cuadro de un hombre que la decoraba tomó su atención.

El retrato mostraba a un caballero de piel canela y cabello blanco ondulado, similar a un carnero sagrado. Su imagen transmitía hombría, honor, justicia y poder absoluto, pero al mismo tiempo misericordia y piedad. Según su madre, el fue un antiguo héroe dorado de Jamir, su antepasado.

-           Avenir de Aries…

El día que su madre le habló de aquel personaje, fue cuando dio sus primeros signos de telequinesis; torpes, inmaduros, pero llamativos.

-           Este héroe estuvo relacionado con nuestra familia desde la época del mito, reencarnado una y otra vez para defender la tierra. – Tú, mi querido Shion, parece que has heredado su gracia y sus deseos. Y por eso, mantendremos este secreto entre tú y yo. – recordó el hombre con melancolía.

“¿Su gracia y sus deseos?”

Nunca entendió a qué se refería su madre, pero aquellas palabras calaron en lo más profundo de su alma.

Shion colocó una mano en la antigua pintura, y es en ese momento que su corazón se detuvo por un segundo, mientras a su mente llegaba una frase.

- Templo de Delfos…

Un ruido sacó de su trance a Shion, provocando que voltee y vea en una de las ventanas algo inesperado…

-           ¿Un búho albino?

No era común que en las tierras de Jamir se visualicen búhos, mucho menos en las casas a horas de la madrugada. Sin entender por qué, se acercó hasta la ventana para visualizar mejor al ave, sin embargo, esta empieza a escapar.

-           ¿A dónde va? – se preguntó alarmado.

No comprendió razones, pero Shion corrió hasta la puerta y la abrió con desesperación, mientras la misteriosa ave se posicionaba en la rama de un árbol. El hombre se perdió en la mirada del búho, adentrándose a lo más profundo de su ser.

-           Cuentan algunas leyendas que los búhos hipnotizan a las personas una vez que su mirada se cruza con la de ellos. – dijo el joven, sintiéndose mareado y confuso. – ¿Será que caí en algún tipo de embrujo?

-           No temas, caballero… no vengo a hacerte daño.

Shion recuperó la cordura al escuchar al ave hablar, sin embargo, eso provocó que se sienta más asustado y confundido.

-           Seguramente no me he despertado y estoy soñando. – se dijo a sí mismo, riéndose.

-           Soy tan real como el miedo que tienes. – dijo el ave. – Soy el mochuelo de Athena, y vengo a darte una indicación.

Al oír el nombre de la diosa, Shion ya no iba a discutir sobre la realidad o ficción, simplemente decidió callar y escuchar.

-           Las respuestas a tus olvidos, a tus poderes y origen, solo las vas a encontrar en Grecia, en el templo de Delfos.

Al escuchar aquel nombre, la piel del hombre se erizó por completo.

-           Sí, el mismo que te acaba de mencionar tu antepasado, de quien has de heredar su verdadera esencia y yace dormida en tu interior. – dijo el ave. – Si quieres terminar con las perturbaciones de tu alma, ve sin dudar al templo de Delfos. Ahí se revelará tu destino.

-           Tonterías… – manifestó el joven, soltando una carcajada, queriendo ser más realista. – Yo no puedo hacer caso a cosas como esta, menos de un ave parlante.

-           Athena es tan generosa que no piensa obligar a nadie a seguir por su sendero, así lo decretó hace 500 años. – respondió el mochuelo. – La decisión es tuya, ya sea despertar tu verdadera alma o seguir en el hoyo negro de la incertidumbre.

El ave abrió sus alas y comenzó el vuelo, causando que Shion se altere.

-           ¡Espera!

-           Si vas al templo de Delfos, te aseguro que nos volveremos a ver…

El mochuelo desapareció entre la niebla de la noche, mientras que Shion cayó de rodillas al suelo, conmocionado y confundido.

-           ¿Qué acaba de pasar?

Su corazón latía con prisa, con miedo, y en ese momento otra frase llega a su mente que termina de sobresaltarlo.

-           El Patriarca siempre está a un paso de los dioses.

Aquella frase no había llegado sola, pues salió de la voz de aquella imagen en la que se perdió minutos atrás.

-           Avenir fue quien me habló…

-           Hazlo… por Athena.

Aun sobresaltado, Shion decidió regresar a su cama. Quizás al día siguiente asimilaría que todo se trataba de un desquiciado sueño.


Aunque pasaron tres días de aquel suceso, Shion no pudo sacárselo de la cabeza, por lo que tomó una decisión… Partió a Atenas en el primer vuelo que se le presentó. No comprendió sus acciones, pues solo se dejó llevar por el impulso de llegar a aquel sitio, sabiendo que no tenía nada que perder ni a quien avisar; nadie lo esperaba ni de ida ni regreso. Estaba solo y así iba a seguir.

Después de eternas ocho horas, llegó a su destino, y lo primero que hizo fue preguntar sobre el templo de Delfos; se sorprendió de la rapidez con la que le dieron la información, pues para los habitantes eran uno de los sitios turísticos más comunes y visitados de su país.

- Cada vez me convenzo más que esto fue un sueño. – se dijo a sí mismo. – Es imposible que encuentre respuestas en un sitio lleno de turistas.

No sabía lo equivocado que estaba…

Finalmente, Shion llegó al templo de Delfos, el que para su sorpresa estaba completamente vacío.

-           No puede ser… Es pleno mediodía y no hay ni un alma por aquí. – dijo sorprendido, sintiendo escalofríos por todo su cuerpo.

El hombre se adentró un poco más al supuesto templo, el que estaba formado por un redondel de pilares griegos, nada ajeno al país en el que se encontraba. Comenzó a sentirse inquieto, mareado, casi como el día que se encontró con el supuesto búho de Athena.

-           ¿Qué es eso? – se preguntó sorprendido al ver una extraña estructura frente a él.

Adentrándose más al templo, detiene su paso y se encuentra con un objeto tan común, pero al mismo tiempo fuera de sitio.

-           Un espejo…

Un espejo de cuerpo entero, con filos de oro, se encontraba reflejando su imagen. Por pocos segundos nada parecía fuera de lo normal, sin embargo, todo comenzó a cambiar.

Se vio a sí mismo portando una especie de vestimenta dorada…

- ¿Qué?

Tomó aquella visión como resultado de su cansancio, por lo que se restregó los ojos para volver a mirarse… y fue peor.

Ahora su imagen usaba una especie de vestimenta sagrada; una túnica blanca con elegantes collares, sin embargo, lo más llamativo era el casco dorado, con un ave sobre su cabeza.

Confundido, el hombre miró su actual vestimenta… seguía usando el mismo pantalón y blaszer azul con camisa blanca por dentro.

-           ¿¡Acaso estoy enloqueciendo!? – se intrigó espantado, agarrando los mechones de su cabeza.

En ese momento, se disponía a salir corriendo del templo, sin embargo, el ambiente de Delfos se oscureció, como si un eclipse hubiera cubierto todo.

-           Sabía que vendrías, caballero…

El mochuelo de Athena le habló a Shion desde uno de los pilares, causando más asombro en el asustado hombre.

-           ¿Qué es lo que quieres? – preguntó Shion, ya perdiendo los estribos. – Ni siquiera sé si eres real o qué me impulsó a hacerle caso a un ave parlante. ¡Así que me largo!

-           Típico del caballero de Aries… tan calmado, refinado, pero también impaciente y tenaz. – dijo el búho. – Cálmate, pues tu cosmos se está saliendo de control.

-           ¿Cosmos? ¿Caballero? – preguntó confundido. – ¿De qué estás hablando? ¡Responde!

Shion guardó silencio al sentir una presencia detrás de él. Por alguna extraña razón, la percibió familiar, pero al mismo tiempo amenazante, como si la muerte lo rondara terriblemente.

-           Si quieres respuestas a todas las dudas de tu corazón… tendrás que vencer a este hombre. – dijo el búho.

Shion no supo en qué momento recibió un golpe en la nuca, provocando que caiga al suelo y la inconsciencia comience a apoderarse de él… No sin antes ver el rostro de su agresor.

-           Tanto tiempo sin vernos… querido amigo.

Ahí, delante de él, se encontraba el hombre de vestimenta dorada al que le entregó su dolor.

Notes:

Y este fue el primer capítulo, no solo el prólogo de la guerra santa, sino el encuentro de todos los caballeros dorados con su pasado.

Sobre cómo los caballeros despertarán sus raíces… Solo recuerden que los caballeros dorados ya nacen con el séptimo sentido desarrollado, son considerados superdotados, así que en base a esa información canon es que se desarrollará cada personaje, incluidos los de otros rangos.

Tengo planeado para todos los personajes una vida antes del encuentro con su destino, y por esa razón también decidí hacer ciertas modificaciones en las edades. Debido a los temas que voy a tocar, no puedo incluir a niños de 13 años; aquí el rango de edades será variado, pero siempre sobre la mayoría de edad, lo que me parece más coherente. Solo en unas pocas excepciones meteré a menores de edad, ya sabrán por qué. Igual no creo que eso sea motivo de espanto, pues lo que pienso abarcar es muy suave o común en comparación a lo que hacen algunos jóvenes de este tiempo (ojo, algunos, no todos).

La mayoría de los fans de esta serie somos de entre los 80s-90s, (yo soy de 1991), por lo que, creo yo, podremos entender a los personajes de mejor manera si se encuentran en este rango de edad. Siguen siendo jóvenes, así como lo somos nosotros, jeje.

Hades es el antagonista principal y tendrá más apariciones que en la serie/manga. Ker será la diosa menor a su cargo, la que tendrá mucha relevancia en la historia y destino de algunos personajes. Si en el manga fue digna de odio, aquí será el triple, y quiero sacarle todo el potencial que se me venga a la cabeza.

Antes de que me corrijan sobre el origen de Avenir de Aries (Lost Canvas), sé que él no es de Jamir, pues no tiene las cejas iguales a las de Shion; sin embargo, en mi historia si cuenta con ellas, para así relacionarlo más con su descendiente.

Espero que este capítulo les haya gustado. Haré lo posible para actualizar pronto.

Un abrazo,

Artemiss

Chapter 2: Promesa de flores

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Todo aquel que llegue a esta puerta, debe abandonar toda esperanza.

Ya son varios años en los que me ha tocado caminar por este valle oscuro, lleno de vientos negros, suelo bañado por lava incandescente y con nauseabundo olor.

A dónde quiera que vayas… te voy a encontrar…

¿Quién me está llamando? Mi cuerpo se mueve atraído por una extraña energía de la que siempre he querido escapar, pero por alguna razón, nunca he podido, pues es más fuerte que yo y me absorbe como si se tratara de un agujero negro.

A pesar del miedo que me invade, sigo caminando sin meditar por qué o para dónde voy; solo continuó por el averno que ha fulminado mi voluntad.

Nunca podrás escapar de mí…

Mis pasos se detienen cuando me doy cuenta de que he llegado a un templo, cuyo techo se encuentra decorado con un ángel caído blandiendo una espada maldita. La ansiedad en mi pecho me envenena, pero aun así me adentró a esta cueva de la muerte.

Frente a mí se encuentra un trono con alas de gárgola, y su huésped no es otro más que mi reflejo.

Soy yo… bañado en la oscuridad.

Del cuerpo que me imita sale un alma negra y maldita, la que me mira con malicia, y al mismo tiempo, satisfacción. Mi cuerpo se paraliza, mis piernas no responden ante el temor que me produce aquel monstruo, cuyos ojos son tan enigmáticos como un hondo y abismal lago.

¿Cómo es posible que tanta podredumbre se esconda en una mirada tan pura?

- El día de nuestra fusión está cerca. – dijo el engendro, levitando frente a mí. – Pronto seremos uno solo… tal y como se ha repetido en todas nuestras vidas.

- ¿Quién eres? – pregunté.

- Soy el rey de la muerte, el maestro de la oscuridad que gobernará sobre la vida. – respondió frío. – Y tú eres el recipiente que tendrá el honor de resguardar mi alma.

- Mi cuerpo es solo mío… No te pertenece.

- Tu vida y la mía siempre han estado enlazadas, y nada ni nadie podrá romper ese lazo. Resistirse es inútil.

- No… No te acerques.

Mi cuerpo se ha paralizado ante el dios de la muerte, mientras siento como mi espíritu se minimiza con su presencia.

¿Es mi destino ser el anfitrión de un dios maligno? ¿Tengo que aceptar su voluntad? ¿Nada puedo hacer para revertir esta condena?

Siento una energía brotando desde mi interior, un universo que quiere explotar para repeler a este enemigo, pero mi parálisis me ha bloqueado, aterrorizado y anulado. No soy más que un cobarde a punto de ser devorado por su depredador.

Debo… aceptar… mi sentencia…

- Los humanos tenemos la capacidad de cambiar nuestro destino…

Aquella voz que suena detrás de mí, libera mi perturbada alma, causando que el dios de la muerte gruña con furia, odio y rencor.

- ¡No estorbes, imbécil! ¡Nadie puede ir en contra de mi voluntad!

Esa voz tan reconfortante… la que me vio nacer, crecer y sufrir… la voz de la misma sangre que corre por mis venas.

- Te lo dije antes y te lo volveré a decir… Yo siempre te protegeré, hermano.

...

Su corazón saliendo del pecho se encargó de despertarlo, causándole un gran dolor físico, pero sobre todo emocional. Shun había vuelto a tener otro sueño perturbador, diferente a los anteriores, pero con el mismo protagonista de siempre, el dios de la muerte.

- Cada vez se vuelven más seguidos estos sueños. – mencionó Shun, incómodo. – Si no aparece mi hermano, está esa pálida mujer de cabello oscuro que toma mi mano, o la otra de pelo rubio para rescatarme… pero siempre está ese dios presente, acosándome.

El joven cerró los ojos para calmar su ansiedad, intentando pensar de la manera más lógica posible.

- Si mis colegas me vieran alterado por simples pesadillas, seguramente se burlarían de mí. – se dijo a sí mismo, avergonzado. – No puedo perder la compostura por estas tonterías.

Sin embargo, aunque quisiera engañarse, no podía hacerlo. Las extrañas visiones lo acompañaban desde su adolescencia, y por alguna ilógica razón, nunca se lo pudo contar a nadie; ni a sus padres, a su hermano, Ikki, o su mejor amiga, Saori.

- Saori…

Alarmado, tomó el reloj de la mesa para ver la hora, descubriendo que estaba próximo a marcar el mediodía.

- ¡Soy un tonto! ¡Saori me debe estar esperando en el aeropuerto!

Por suerte, el joven tenía listo su equipaje, por lo que solo tuvo que tomar un baño y alistarse.

Preparado para partir, se disponía a salir de su casa, pero recordó que olvidaba algo muy importante, por lo que regresó a tomarlo. El colgante de estrella de cinco picos que siempre lo cuidaba.

- Perdóname, mamá… Prometo no volver a olvidarte.


Mientras todos los caminantes se dirigían tranquilos a su destino, un alborotado y despeinado joven corría como si su enemigo lo estuviera persiguiendo. Shun estaba desesperado, pues hace veinte minutos debía haber llegado, pero finalmente, pudo reunirse con la amiga que lo estaba esperando, quien no se veía nada contenta.

- ¡Shun! ¡Por fin llegas! – expresó la dama, impaciente. – Llevo casi una hora esperándote.

- ¡Lo siento, Saori! – suplicó el joven, juntando sus manos como ruego.

- ¿Cuál es tu excusa? – preguntó ella, cruzando sus brazos en señal de molestia.

- Yo… me quedé dormido. – dijo apenado.

La joven mantuvo su rostro enojado por unos segundos, pero después lo cambió por una cálida sonrisa.

- No te preocupes. Sé que ayer trabajaste hasta tarde revisando los temas de tu incorporación a la clínica. Además, aún tenemos un poco de tiempo antes de partir. – dijo Saori, invitando a su amigo a sentarse a su lado. – Más bien, lamento tanto que tengas que interrumpir tus actividades para acompañarme.

- No es ninguna molestia, sino un gusto. – dijo el joven, sentándose junto a la dama. – Tú eres mi mejor amiga, mi deber es cuidarte y acompañarte siempre. Recuerda que esa fue la promesa que hicimos.

El joven enseñó a su amiga su mano izquierda, cuya muñeca estaba cubierta por una pulsera bastante particular.

- La promesa…

La mente de Saori se trasladó a una época que, aunque fue difícil, también fue una de las más felices de su vida. En ocasiones, su corazón deseaba retroceder el tiempo y regresar a ese sentimiento de ingenuidad e inocencia.

*.*.*.*.*

Desde que tenía memoria, Saori, de diez años, amaba sentarse en el floreado césped, bajo la sombra del manzano cercano a su casa, pues no solo la protegía de los fuertes rayos del sol, sino porque sentía, o quizás imaginaba, percibir el crecimiento de sus flores y frutos. Cuando alguna vez se lo comentó a alguien, se burlaron de ella o la tacharon de tonta, sin embargo, sus padres apoyaron su supuesto don, de la misma manera que sus cercanos amigos.

- Shun, ya te dije que no me duele nada. – dijo una juvenil y masculina voz, restando importancia a su situación. – Es una simple herida.

- Ikki, volviste a pelearte con esos bravucones para defendernos a Saori y a mí. – dijo Shun, vendando el lastimado brazo de su hermano, el que hace poco había dejado de destilar sangre. – Gracias… y lamento no ser tan fuerte como tú.

- Ya serás fuerte algún día. Solo eres un niño de diez años, en cambio, yo acabo de cumplir quince. Soy todo un hombre. – dijo Ikki, aparentando orgullo y soberbia. – No puedo permitir que esos estúpidos se metan contigo o con Saori. Mi deber es protegerlos.

La pequeña Saori, sin intervenir, escuchó la charla entre los hermanos, pues en esos momentos estaba concentrada en una importante actividad en la que depositaba todo su corazón y buenas intenciones.

- ¿Qué estás haciendo, Saori? – preguntó Shun, curioso. – Desde que llegamos aquí, no has dicho ni una sola palabra.

- ¿Esos mocosos te dijeron algo más? – preguntó Ikki a Saori, preocupado. – ¡Tú solo dime y en este momento los pongo en su lugar!

- Un momento…

La pequeña tomó unos minutos más de tiempo para terminar su trabajo, y una vez que estuvo listo, se lo entregó a sus amigos.

- ¿Qué es esto? – preguntó Shun.

- Hice estas pulseras de flores para nosotros, para que nuestra amistad sea eterna y siempre estemos protegidos. – respondió la niña. – Deben colocarla en su muñeca izquierda, pues es la que tiene camino directo al corazón.

- ¿En serio? – preguntó Shun, tomando la pulsera. – ¿Y los hombres si podemos usar esto?

- Claro que sí, Shun. – dijo Ikki, tomando el regalo de la niña. – La masculinidad de los verdaderos hombres no se debilita por usar flores, además, Saori se esforzó en hacerlas. Muchas gracias, pequeña.

- Tienes razón, hermano. – aceptó Shun, sonrojado. – Sin embargo, es una pena que van a marchitarse.

- Estas flores no se van a marchitar nunca, pues he depositado en ellas toda mi alma y corazón. – respondió Saori. – Ni siquiera los dioses podrán deshacerlas, pues son tan fuertes como una promesa.

- ¿Promesa? – preguntaron Shun e Ikki al mismo tiempo.

- Shun, muchas gracias por ser mi mejor, e Ikki, gracias por protegernos de lo que nos quiera dañar. – mencionó la pequeña, emocionada. – Por ese motivo, quiero que con estas pulseras prometamos que siempre nos cuidaremos los unos a los otros, y que si algo llega a pasar o nos tenemos que separar, lucharemos hasta el final para rescatarnos y volver a reunirnos.

Los ojos de la pequeña se llenaron de lágrimas, con las emociones desbordando desde el fondo de su corazón por la hermosa relación que deseaba cuidar. Shun, igual de conmovido, la abrazó, y compartiendo el mismo sentir, pero más controlado, Ikki también los rodeo con sus brazos.

- Nos cuidaremos los unos a los otros… Pase lo que pase. – afirmó el mayor del grupo.

- Gracias por este regalo, Saori. – dijo Shun, emocionado. – Prometo cuidarlo siempre.

Una vez que los amigos se separaron, Shun notó que Saori tenía en sus manos una pulsera adicional, razón por la que sintió curiosidad.

- ¿Por qué tienes otra pulsera? – preguntó el pequeño. – ¿Piensas dársela a alguien más?

- Siento que a futuro haré más pulseras para proteger a otros, pero esta la quiero conservar para dársela a… – la niña comenzó a tartamudear debido a los nervios y sonrojo. – Bueno… tú sabes…

- ¿¡Sigues soñando con ese tal “príncipe”!? – preguntó Shun, riéndose. – ¿Con el que tiene alas de Pegaso?

- Parece que la pequeña Saori está viendo muchas películas románticas…

- ¡No es cierto, Ikki! – se defendió la pequeña, sonrojada y apenada. – Pero yo sé que existe y cuando lo conozca, le daré esta pulsera para protegerlo.

Los hermanos se rieron ante la ingenuidad, pero al mismo tiempo inocencia de la niña, causando que las mejillas de ella se pongan más rojas y comience a jalonear a Shun por burlarse de su fantasía.

*.*.*.*.*

Saori volvió a sentir las emociones brotar de su espíritu, pero a diferencia del pasado, contuvo las lágrimas para no preocupar a Shun. Unió su muñeca izquierda con la de su amigo para enlazar aquellas pulseras que con tanto cariño había hecho.

- Gracias por tener presente nuestra promesa, Shun. – dijo Saori, conmovida. – Ese es uno de los recuerdos más lindos que tengo.

- ¿Por nosotros o por tu “príncipe”?

Saori lanzó una carcajada ante la pregunta de Shun, aunque no quiso reconocer que removió algo minúsculo en su mente.

- Eso solo fue una fantasía infantil que no regresará. – respondió, para después desviar el tema. – ¿Shun, crees que Ikki aún conserve la pulsera?

- Hasta el día que estuvo en casa, la tenía, así que estoy seguro de que hoy sigue siendo así. – respondió el médico, mostrándose melancólico al recordar a su hermano, pero se esforzó por no demostrar pesar. – Tal y como lo dijiste, las pulseras nunca se marchitaron. Las hiciste muy bien.

- Por algo soy la diseñadora estrella del atelier de mi mamá. – dijo Saori, fingiendo presumir.

- Sé que eres muy buena en lo que haces, pero percibo en ti algo más allá que una simple habilidad.

- ¿A qué te refieres? – preguntó la dama con curiosidad. – Un médico, científico y escéptico como tú, ¿hablando de eso?

- Si creo en la irracional vitalidad de una pulsera de flores de más de diez años, soy capaz de peores cosas. – respondió el joven entre risas, recordando también sus misteriosas pesadillas. – Me refiero a algo que a mí me pasa casi siempre… ¿No sientes una especie de energía dentro de ti? Como un universo a pequeña escala. Yo siento eso, además de la sensación de que tengo que recordar algo importante, y por más que me esfuerzo, no puedo hacerlo.

La dama se mantuvo en silencio pensando en lo último que su amigo le había preguntado, pues era exactamente lo mismo que le pasaba a ella. Sin embargo, no pudo agregar nada más debido a que escucharon que el vuelo a Atenas estaba a punto de salir.

- Ya tenemos que irnos. – dijo Shun. – Vamos, Saori.

- Sí… Vamos.

Saori no podía creer que, después de tantos años, por fin podría visitar aquel sitio que siempre llamó su atención, el que probablemente iba a responder todas las dudas de su corazón.


Siento que voy a enloquecer por tanta falsedad y por participar en este maldito teatro. Evité enfrentarme a todos los que alguna vez me juraron fidelidad, pero sobre todo afecto y amistad… Pero al parecer fue inútil, y no tengo más remedio, debido a la constante vigilancia, que jurar lealtad a la asquerosa maldad que me reviste de cuerpo entero y aniquilar al que fue, en vida, mi hermano y mejor amigo.

Llegar a Athena es lo más importante, así tenga que matar al anciano que me bloquea el paso.

- Shion, mientras esté aquí, no irás a ninguna parte.

Dohko, mi viejo amigo, mi hermano de combate, precisamente por todo lo que significas en mi vida, es que quise dejarte para el final… pero ya no me queda mucho tiempo, así que tarde o temprano tendré que eliminarte.

Espero que, cuando nos reunamos en el otro mundo, puedas perdonarme…

Entre nosotros comienza una fiera lucha, sin embargo, los resultados saltan a la vista en poco tiempo, pues mi falsa juventud me permite llevarle ventaja a mi adversario, quien no se rinde a pesar de las heridas que le he infligido.

El anciano ha caído derrotado al suelo, pero es socorrido por un joven, el caballero del Dragón, que llegó a rescatarlo. El muy iluso pretende luchar contra mí para salvar a su maestro, sin embargo, en pocos segundos lo pongo en su sitio y le hago ver nuestra diferencia de niveles.

- Estás ciego y tu armadura está destrozada. – comenté al joven, burlándome. – ¿Qué pretendes hacer? ¿Qué podrías hacer?

- No voy a permitir que asesines a mi maestro. Yo seré tu oponente.

Sin embargo, el muchacho se ve interrumpido por su superior, comenzando con él una discusión que, para ser sincero, me conmovió desde lo más profundo, aunque no lo pueda demostrar. Dohko y su discípulo han creado un lazo tan fuerte como el de un padre y su hijo, el que, para mi desgracia, tendré que aniquilar.

- ¿Ya terminaron de despedirse, par de cursis? – pregunté con sarcasmo. – Qué conmovedor, pero no se preocupen, pues pronto los enviaré juntos a la tierra de la muerte.

- El único que va a regresar a la tierra de la muerte, eres tú, Shion. – amenazó Dohko.

Decido elevar mis brazos para producir mi más poderoso ataque, sin embargo, me veo bloqueado por una incandescente luz dorada que casi me lleva a ceguera, hasta que al poco tiempo descubro de qué se trata.

- ¡Maestro! ¡La armadura de libra llegó para protegernos! – exclamó el Dragón, impactado.

- Dohko, tu armadura acaba de salvar tu vida… Pero es muy triste. – dije, mirando con mofa y desprecio a mi adversario. – No te es útil ahora, pues no la puedes usar con ese decadente cuerpo… ¡Ese cuerpo viejo! Morirás al no ser capaz de manejar su poder.

Me rio a carcajadas ante la patética situación frente a mis ojos, causando que el muchacho de bronce ose, una vez más, en intentar ponerme una mano encima. Sin embargo, el anciano toma la delantera.

- ¿Eso crees? – preguntó Dohko, hablando de una manera más firme y fortalecida.

- ¡Ya deja de ser tan imbécil! – reclamé impaciente. – Es hora de ser compasivo contigo y acabar con tu miserable vida. ¡Muere, Dohko! ¡REVOLUCIÓN ESTE…!

¿Qué es lo que está pasando? Por alguna razón mi cuerpo se ha paralizado, no puedo mover ni un dedo. El cuerpo de Dohko se ve rodeado por un cosmos totalmente diferente al que he estado sintiendo todo este tiempo…

- ¿Qué ocurre? – pregunté confundido.

Esta energía que Dohko emana no es el viejo cosmos de antes, es tal y como el que poseía cuando era joven, fuerte, valiente y digno… como cuando usaba esa armadura.

- ¿Qué le pasa, maestro? – preguntó Dragón.

- Shion, voy a demostrarte la razón por la que permanecí frente a la cascada de los Cinco Picos por más de 240 años.

¡Imposible! El cuerpo del anciano comienza agrietarse como si se tratara de un cascarón, provocando el nacimiento de un ser que nunca creí que volvería a ver, y mucho menos en ese estado.

Ya no queda nada del cuerpo caduco que osó a enfrentarme. Has recuperado la juventud, mi querido amigo.

Dohko de Libra…

...

Shion se levantó del suelo como si su cuerpo fuera un resorte, a pesar de que la cabeza le martillaba horrorosamente. Ahora sabía que la visión que tuvo le había revelado un hecho de su alma, el que había arrastrado hasta la actual era en una reencarnación.

Aunque aún no era suficiente, el hombre había recuperado un poco de ese “algo” que creía perdido.

Alzó la mirada para encontrarse con su agresor… El amigo que lo acompañó en su pasado y ahora estaba en su presente, portando su legítima armadura dorada.

- Dohko… – habló impactado, sin moverse y con los nervios traicionándolo. – Tú eres mi mejor amigo, el compañero de armas que acabo de recordar.

Sin embargo, no recibió respuesta de parte de él. Libra estaba con la mirada perdida en el suelo, como si su cuerpo fuera un recipiente sin alma.

- Shion, veo que tienes una idea de quién eres, mas aún hay dudas en tu corazón.

El mochuelo de Athena intervino, causando que Shion vuelva a alterarse al no entender nada de lo ocurrido.

- Sé que este hombre es un viejo compañero de guerra, ya lo he recordado. – respondió con firmeza. – ¿Por qué me ha atacado? ¿Por qué se encuentra en este estado?

- Está bajo el influjo del poder de Hades.

El hombre de Jamir no tuvo tiempo de hablar, pues un fuerte golpe en su estómago terminó por quitarle el aire de los pulmones, causándole uno de los dolores más espantosos que había experimentado en su vida. Después, Dohko lo agarró del cuello y lo elevó por encima de él, lo que empeoró más su respiración.

-           Dohko… ¿Por qué…?

-           Solo estoy saludando a mi mejor amigo después de siglos sin vernos – respondió Libra, mostrando una sonrisa perturbada. – ¿No te da gusto este reencuentro, Shion?

Sin clemencia alguna, el caballero de Libra lanzó a su víctima a uno de los pilares del templo, provocando que el dolor de cuerpo de Shion se intensificase y la sangre saliera disparada de su boca. Con ese terrible golpe debió haber muerto de inmediato, y no comprendía por qué, a pesar de sentirse en pedazos, seguía con vida.

-           Defiéndete, Shion. – ordenó el ave. – Tienes un cuerpo fuerte, lo que significa que sí tienes buen estado físico. ¿No puedes hacer nada?

La mayor parte de su vida, Shion, por simple gusto, había aprendido técnicas de ataque y defensa personal, siendo el entrenamiento más duro el que le tocó enfrentar cuando, a los dieciséis años, su padre lo refundió como castigo en un internado en Canadá. Sin embargo, todos esos conocimientos no eran más que manotazos de ahogado al lado de la descomunal fuerza del caballero de Libra, quien, una vez más, había quedado en estado de trance, pero esta vez de rodillas al suelo y respirando con dificultad.

-           ¡Ya déjate de tantos misterios, pájaro! – reclamó, Shion, atormentado por el dolor y el miedo. – ¿Qué le pasa a Dohko? ¿Por qué no se acuerda de mí?

-           De la misma manera que contigo, yo busqué a este hombre en su natal China, lo cité en este sitio para que se reencuentre contigo y recupere su vida. – relató el mochuelo. – Sin embargo, tuve una corazonada al ver que tardaba demasiado en llegar aquí, así que cuando fui a verlo, me di cuenta de que estaba siendo atacado por un espectro de Hades.

-           ¿Cómo? – preguntó Shion, espantado.

-           Hades, el dios de la muerte, al igual que Athena, ha regresado a esta era para vengarse de su pasada derrota y acabar con la tierra, pero esta vez lo ha hecho por medio de Ker, diosa de los destinos malditos. – continuó respondiendo el ave.

Dohko seguía en estado de trance, y esta vez agarrando su cabeza con sufrimiento. Por otra parte, Shion procesaba las palabras del mochuelo.

-           Ker no solo tiene bajo su mando a los más poderosos hombres que han heredado las estrellas malignas de los espectros de Hades, sino que ahora pretende usar su poder para causar en los caballeros de Athena un despertar fallido.

-           ¿Despertar fallido?

-           A las pocas horas que el caballero dorado de Libra dejó su hogar para venir acá, un espectro de Hades lo acorraló e intentó sembrar en él la semilla del mal. – dijo el búho. – Ese espantoso proceso provoca una perturbación en el cosmos, donde lo llena de oscuridad y lo vuelve fiel a Hades, en contra de su voluntad; es una especie de lavado de cerebro.

El ave no pudo seguir con su relato, pues Dohko había recuperado la supuesta cordura y se abalanzó a Shion para fulminarlo; sin embargo, el confundido hombre logró lo impensable.

-           ¿Qué es esto?

Shion, como mecanismo inconsciente de defensa, había extendido los brazos para intentar cubrir su cuerpo, y fue ahí que sintió el impacto de Libra rebotando a su lado contrario. Sin saber cómo, ahora estaba protegido por una barrera.

-           Esto es… – mencionó Shion, sintiendo como su mente y boca se llenaban del significado de aquella defensa. – El muro de cristal.

-           La más poderosa defensa de Aries. – dijo el búho. – Casi impenetrable.

Al estar formando el ataque, Shion sintió arder de adentro hacia afuera aquella energía que desde siempre lo acompañó, la que su madre le reveló como la supuesta herencia de Avenir.

-           Este es el cosmos…

Dohko se había recuperado del golpe, por lo que de nuevo se puso de pie para continuar torturando a su víctima.

-           Muy bien, Shion, usaste tu más poderosa técnica defensiva. – elogió Dohko, recuperado y acercándose lentamente. – Sin embargo, tu situación es lamentable. Eres muy joven, pero eres tan vulnerable y débil como un decrépito anciano de más de 200 años. Irónico, ¿no? La vida da muchas vueltas.

-           ¡Dohko, no quiero pelear contigo! ¡Detente!

Una vez más, el caballero dorado se abalanzó hasta su oponente, sin embargo, Shion se armó de valor y lo detuvo golpeándolo con una patada en la barbilla y así alejarse de él para analizar otra manera de defenderse. Vio algunos pilares rotos a su alrededor, por lo que se le ocurrió una idea.

-           Tengo que intentarlo…

Por primera vez y de manera consciente, hizo arder su cosmos lo más que pudo, mientras se concentraba en levantar con su telequinesis aquellos pilares, y justo cuando Dohko se había recuperado de su golpe, le cayeron todos encima, casi sepultándolo.

-           ¡Búho, dime cómo salvar a Dohko! – pidió con desesperación.

-           La única manera es derrotándolo…

-           ¡No voy a matarlo! ¡Olvídalo! – negó con furia. – Además, ni en sueños podría hacerlo, es demasiado poderoso.

-           En eso tienes razón. – dijo el ave. – Además, con ese cosmos tan descontrolado, el vencido serás tú.

-           ¡Tiene que haber alguna manera! – exclamó perturbado, con la voz casi quebrada. – Quiero salvarlo de ese estado tan deshonroso. Además, si renacimos en esta época es por algo muy valioso, así que asesinarlo no es una opción…

-           Lo único que tienes a tu favor, es que el fallido despertar no pudo concretarse.

-           ¿Cómo?

-           Llegué un poco antes de que el espectro culmine el proceso, y es por esa razón que el caballero de Libra tiene estadios intermitentes de confusión. – dijo el ave, despertando un poco de esperanza en Shion. – Mi poder no me permitió acabar con el enemigo, pero sí rescatar al hombre y traerlo hasta aquí.

-           Entonces aún puedo hacer algo…

-           ¿Y qué piensas hacer? – cuestionó el ave, casi en tono de burla. – Estás lleno de miedo y con tu cosmos confundido, y así como vas, el que terminará muerto serás tú. Quizás me equivoqué al haberte buscado.

-           ¡No me importa lo que digas! – afirmó el hombre. – Así te hayas equivocado, aunque me muera de miedo o si mi cosmos está inmaduro, voy a luchar por lo que creo justo.

Aún no daba crédito de la fortaleza y palabras que nacían de su corazón, sin embargo, no iba a dar marcha atrás. No solo se trataba de rescatar a su viejo amigo o de supuestamente servir a Athena, sino de recuperarse a sí mismo, de reencontrarse con aquel espíritu que yacía dormido en su interior desde hacía siglos.

La mayor parte de su vida estaba marcada por la pérdida, el desamor y la soledad, así que al menos, por esta vez, iba a recuperar un poco de su humanidad.

Dohko, una vez que volvió a recuperar la conciencia, dirigió su mirada a su enemigo.

-           ¿Así que estás decidido a vencerme, mi querido amigo? – preguntó Libra, sonriendo. – Ten un poco de dignidad y acepta tu derrota, eso también es de caballeros.

Shion intentó dar un paso adelante, sin embargo, el dolor de su estómago volvió a molestarlo, sumado a la sangre que seguía brotando por su boca.

-           ¿Te duele? – preguntó Dohko, irónico. – No te preocupes, pues en honor a los viejos tiempos, te daré una muerte rápida con mi técnica más poderosa.

El caballero de Libra estiró sus piernas lo más que pudo, mientras colocaba sus manos a la misma altura. Shion se aterró ante tal posición, pues de inmediato recordó su significado.

-           ¡No lo hagas, Dohko!

-           ¡LOS CIEN DRAGONES!

Cientos de dragones se dirigieron hasta Shion a la velocidad de la luz, quien invocó su muro de cristal para defenderse…

-           ¡Es inútil, Shion! – expresó Libra, exaltado. – ¡Tu muro de cristal es basura para los colmillos de mis cien dragones! ¡Muere!

La cristalina defensa fue derribada por los dragones, enviando a Shion volando por los aires, hasta que un pilar, que terminó destruido, detuvo su caída.

Dohko se acercó hasta su pobre víctima, quien yacía en el suelo, caído boca abajo, mientras la sangre teñía por montón el verde pasto del templo.

-           Descansa en paz, amigo…

Mientras Dohko se alejaba, el cosmos de Shion comenzaba apagarse como una vela, al igual que sus sentidos y su mente. Todo a su alrededor estaba completa oscuridad.

-           ¿Esto se siente morir? No me duele nada, no siento nada… Y hasta es agradable. Quizás este resultado sea el mejor, pues la vida para mí no ha sido más que hechos fallidos…

Por ese instante, decidió darse por vencido y dejar que la llama de su vida se consuma, sin embargo, algo aún lo molestaba, y eso no era más que los recuerdos de su pasado cayendo como una cascada en su mente y alma.

-           Yo… Yo… ¿Quién soy? ¿Qué son todas estas imágenes que llenan mi mente? Las siento tan mías…

La oscuridad estaba presente en todo su entorno, sin embargo, un punto de luz se observaba en la lejanía, minúsculo y casi insignificante, pero lo suficientemente atrayente para descolocarlo.

Shion estiró la mano para alcanzar aquella luz, la que a medida que se acercaba se transformaba en una cadena de estrellas con una forma que le costó reconocer al inicio, pero que se hacía cada vez más clara.

-           Yo soy… Yo soy…

Sus dedos lograron acariciar la constelación de estrellas brillando frente a él, relevándose en forma de carnero sangrado.

Dohko detuvo sus pasos al sentir una extraña sensación naciendo a sus espaldas, tan poderosa que casi lo paralizó.

-           ¿¡Qué es esta espantosa cosmoenergía!? – preguntó Libra, mientras se daba la vuelta. – ¿¡Acaso viene de este perdedor!?

El caballero de Libra no daba crédito a lo que veían sus ojos. El cuerpo de Shion se encontraba bañado en un cegador cosmos dorado.

-           ¡Imposible! – expresó Libra, sorprendido. – Estaba agonizando hasta hace unos segundos y ahora deslumbra de vida y poder. ¿Qué significa esto?

El brillo del cosmos llegó a su cúspide, dejando a Dohko paralizado. Shion ya no era más un hombre común, pues ahora se encontraba vestido con una armadura de oro tan imponente como la de él, mientras que en su brazo derecho sostenía un casco dorado con un ave, que no hacía juego con su atuendo, pues pertenecía a una jerarquía superior.

-           No puede ser… ¿Acaso tú…?

-           Yo soy Shion, caballero de oro de Aries y el Gran Patriarca que representa a Athena... Ahora lo sé.

La respiración de Dohko comenzó a agitarse, mientras apretaba sus brazos con ansiedad debido a sus delirios. Se sentía totalmente perdido. Por otra parte, la inseguridad o miedo habían desaparecido del semblante de Shion, quien había recuperado su verdadera identidad y encontrado el camino para terminar con su presente misión.

-           ¡Maldito! ¡Así estés usando esa armadura, acabaré contigo!

Bañado por la furia, Libra se posicionó para volver a invocar su técnica más poderosa, sin embargo, el caballero de Aries no mostró ápice de duda, sino todo lo contrario. Estiró ligeramente su mano derecha, mientras que la izquierda la mantuvo a la altura de su abdomen.

-           ¿Qué clase de posición es esa? – preguntó Dohko, interrumpiendo su ataque.

-           Dohko de Libra, mi querido amigo. – habló Shion, mostrando una ligera sonrisa. – Es momento de que despiertes y vuelvas a ser el mismo de antes.

-           ¡NOOO!

-           ¡REVOLUCIÓN DE POLVO ESTELAR!

Miles de estrellas fugaces, a la velocidad de la luz, nacieron de las manos del nuevo patriarca, las que impactaron de lleno en el cuerpo de Libra, lanzándolo por los aires.

El renacido caballero dorado de Aries había cumplido su promesa…

-           ¡Dohko!

Shion corrió hasta su inconsciente amigo y lo incorporó con cuidado para verificar su estado. Se sintió aliviado de ver que seguía con vida, a pesar de la herida de su cabeza. Sin embargo, su mayor satisfacción fue ver su semblante tranquilo, libre de todo control.

-           Bienvenido a la vida, Gran Patriarca y caballero dorado de Aries, Shion. – reconoció el mochuelo de Athena, con orgullo al ver que el guerrero había superado el desafío.

-           Lo logré… Yo pude…

El patriarca no pudo emitir una palabra más, pues su cuerpo cayó inconsciente en el suelo. Su alma se trasladó a la última de sus vivencias, la misma que en esos momentos también estaba naciendo en Dohko.


Después de casi dos horas de viaje, Shun y Saori llegaron a Atenas.

La dama no cabía en la felicidad de estar ahí, pues sentía como si estuviera regresando a un hogar que tuvo que abandonar. Lo que ella no sabía, es que Shun sentía lo mismo, solo que sus emociones estaban teñidas de ansiedad y desolación, como si presintiera el inicio de algo siniestro.

A pesar de que el médico le recomendó a su amiga que tome las cosas con calma, esta hizo caso omiso. Apenas llegaron al hotel a dejar sus cosas, comieron algo rápido y se vistieron con ropa más cómoda para soportar el implacable calor que hacía a esa hora. Saori quería explorar los alrededores cuánto antes, sin perder más tiempo.

- ¿Me queda bien este vestido? – preguntó Saori, nerviosa. – Mi mamá lo hizo para que lo use en este viaje.

- El azul siempre te ha quedado bien... – dijo Shun, sonriendo. – Pero estás tan ansiosa como si fueras a tener una cita.

Shun por su parte, solo estaba vestido con un pantalón negro y una camisera verde, nada especial.

- Tendré una cita con muchas preguntas, por eso quiero verme bien. – respondió ella, sonrojada. – Tú también deberías preocuparte por tu imagen, pues quién sabe si en el camino encuentras a la mujer de tu vida.

El joven se sonrojó ante la locura que dijo su amiga, para después cerrar los ojos y sonreír. Su manera de ser nunca le había permitido socializar con alguna mujer que pudiera ser de su interés, por lo que la posibilidad que planteaba Saori la veía absurda.

- Sabes que nunca he tenido suerte con las chicas… – reconoció apenado.

- No digas eso, pues muchas mujeres te han perseguido, pero ni las has volteado a ver.

- Es que… no han llamado mi atención…

- ¿Quién sabe? – preguntó Saori, colocando una mano en su mentón. – Quizás, gracias a mí, conozcas a esa chica que te haga cambiar de opinión… Una que sea lo opuesto a ti.

- ¿Qué?

Saori decidió terminar el tema para dejar a su amigo con dudas, provocando que la cara de este se ponga más roja de lo normal.

- ¿A dónde vamos? – preguntó el médico, intentando calmar sus nervios.

- Por ahí…

- No podemos salir simplemente “por ahí”, Saori. – reclamó el joven, preocupado. – Yo no conozco mucho esta ciudad, podríamos perdernos.

- No te compliques tanto, solo dejemos que la vida nos guíe. ¿Sí?

Shun solo soltó un suspiro, para después sonreír con resignación, pues una vez más iba a solapar las locuras de su amiga.

Ya con todo decidido, salieron del hotel para explorar los alrededores.


La pareja de amigos desconocía por cuánto tiempo había caminado, pero su camino los llevó a una aldea llamada Rodorio, la que a era supuestamente popular, pero ellos nunca habían escuchado hablar de ella… O al menos eso creían.

El pueblo era pequeño y sencillo, pero acogedor por las personas, hogares y mercados que lo formaban. Shun sintió que en ese sitio solo estaban perdiendo el tiempo, por lo que pensó que lo mejor era finalizar el recorrido de una vez.

- No hay nada interesante aquí, así que creo que lo mejor es…

Shun interrumpió su sugerencia al ver que su amiga se alejó de su lado, ingresando a una pequeña arboleda cercana a la aldea. Shun, sin dudar, la siguió.

Los jóvenes llegaron a los que parecía un camino sin salida, sin embargo, una entrada con enredaderas se encontraba frente a ellos. También podían visualizarse varios letreros con señales de prohibición de paso.

- Shun… mira esto…

Saori, sintiendo su corazón latiendo desbocado, se acercó a un letrero que era distinto a los demás, en el que estaba escrito un nombre.

- Santuario de Athena…

La dama colocó una mano en su pecho al leer el nombre, mientras las emociones la consumían con ansiedad. Shun, a diferencia de ella, comenzó a sentirse tenso y con enormes deseos de huir de ahí.

- Saori, según tengo entendido, este santuario lleva cerrado muchos siglos y su entrada está prohibida. – dijo preocupado, tomando la mano de la chica. – Es mejor que nos vaya...

Nada de lo que dijo Shun tuvo importancia para la dama, pues se soltó de su agarré e ingresó a la entrada, traspasando las enredaderas como si fueran invisibles o inexistentes. El médico no dio crédito a lo que habían visto sus ojos.

- No puede ser… ¿Qué es esta energía que se percibe en este lugar?

No quiso analizar nada, pues de la misma manera que Saori, Shun ingresó por la puerta para poder alcanzarla, pues un horrible presentimiento lo atormentaba desde que habían puesto un pie en Atenas.


Una vez que Saori llegó al final del pasillo, se dio cuenta de que el misterioso santuario se encontraba en la cima un monte, y debajo de este un camino ascendente de construcciones que parecían pequeños templos o casas.

En ese instante, a la chica le comenzó a doler la cabeza, pues a su mente llegó una ráfaga de imágenes inexplicables, pero que le causaban un sin número de emociones; alegría, victoria, amor y amistad; pero al mismo tiempo, también experimentó la tristeza, el dolor, la soledad, el sacrificio y la muerte. Estas últimas emociones se reflejaban con la imagen de un cuerpo perverso que destruía todo a su paso, el que solo era capaz de manifestar oscuridad.

La forma de ese monstruo infernal provocó en ella inmenso terror.

- No… No regreses…

Ya no pudo más. Su cuerpo comenzó a desvanecerse, mientras su conciencia se perdía. Sin embargo, sintió un remanso de salvación en unos brazos que la acogían con vehemencia.

Por un momento, pensó que se trataba de Shun, pero su suposición fue desmentida al ver, por poco tiempo, los ojos de su salvador, los que poseían el color de brillantes meteoros.

- ¡Saori!

Shun, alterado, llegó hasta donde se encontraba su inconsciente amiga, quien estaba siendo cargada por un muchacho que le rogaba que despierte.

- Tú… Tú eres…

Shun sintió conocer a aquel joven de ojos y cabello color castaño…

Notes:

Un gusto saludarlos. Espero que se encuentren bien.

En este segundo capítulo, he tocado uno de mis temas favoritos, la pulsera o cadena de flores. Sé que todos lo saben, pero no está de más aclarar que esta idea siempre fue original de Kurumada, y no de la creadora de Lost Canvas; pero reconozco que el spin off puso más sentimiento en este recurso.

En mi caso, pienso darle mucha importancia a la cadena de flores, pues deseo crear en Athena una verdadera diosa capaz de luchar para proteger a los que ama y no cometer los errores del pasado. No me malinterpreten, me gusta la Saori de la historia original, pero considero que como deidad pudo evitar muchas tragedias y muertes innecesarias, pues no olvidemos que Atenea era la diosa de la guerra, pero a nivel estratégico y sabio, mas no violento. Espero poder lograr ese desarrollo de personaje. Adicional, el que la pulsera esté amarrada en las muñecas de los personajes es una inspiración de lo visto en el manga ND, pues cuando los caballeros de bronce van a buscar a Athena al pasado, se encuentran protegidos por la cadena.

Sobre la pelea entre Shion y Dohko, la hice como un homenaje a la ocurrida en a la saga de Hades, pero siendo más realista con el contexto de esta historia. Al menos, a mi criterio, es normal que Dohko le haya dado una paliza a Shion, pues este aún no tenía desarrollado su cosmos y había vivido una vida casi completa como un humano “ordinario”, así que, por esa razón, Libra no tuvo que esforzarse mucho para lastimarlo de gravedad.

Como comenté en el capítulo anterior, en esta historia, todos los caballeros habrán desarrollado su cosmos desde temprana edad; tendrán que despertarlo y recuperar sus vidas de diferentes maneras. Sin embargo, en el caso de los dorados, la situación es bastante especial, pues recordemos que ellos son considerados superdotados por haber nacido con el séptimo sentido ya desarrollado. En el caso de Shion, al ser patriarca, contará con un nivel superior a los demás.

En el siguiente capítulo no solo aparecerán nuevos personajes o situaciones, sino que daré una explicación sobre cómo los caballeros pueden despertar sus armaduras y por qué Shion está portando la armadura de Aries, puesto que esta le pertenece a quien fue su discípulo.

Espero que el capítulo les haya gustado. Siempre intento que no sean ni muy largos o muy cortos para que sean agradables de leer.

Les mando un abrazo.

Artemiss

Chapter 3: Nostalgia

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Después de tres otoños de concentración y búsqueda, Pandora pudo encontrar lo que más anheló desde que había cumplido sus quince años, aquel día que Ker apareció ante ella para encomendarle la misión que por herencia pertenecía a su familia… Una maldición.

Con mar de lágrimas y sacrificio, la chica localizó el cuerpo elegido por Hades, el de un joven llamado Shun, con la edad de quince años, quien era el dueño del corazón y alma más puros sobre la tierra. De la misma manera que ocurrió en el pasado, el dios de la oscuridad reclamó a su mismo receptor como voluntariosa señal para retar a Athena, demostrando así que él podía hacer lo que le plazca, sin importar lo que ella determinara.

Pocos días habían transcurrido desde que la dama había llegado a Grecia, a la ciudad de Santorini, pues ahí vivía su objetivo, quien en esos momentos se encontraba finalizando su jornada escolar, o más bien su clase extra. Ya tenía analizados todos sus movimientos.

- Ahí está…

La escuela se encontraba prácticamente desierta, mientras por el gran portón salía un joven de cabello verde y ojos esmeralda; era tal y como lo recordaba, y quizás mejor, pues debido a que ahora poseía una vida tranquila y acomodada, con una familia que lo amaba, su semblante era más relajado.

- Un muchacho afortunado, con una familia…

El corazón de Pandora se estrujó al mencionar la última palabra, pues le parecía mentira que años atrás ella se encontraba en su misma situación… Sin embargo, decidió tragarse su dolor, pues para cumplir con su objetivo necesitaba un corazón frío, pero sobre todo un alma despiadada.

Sin dudar, ni un minuto más, se acercó al joven con descaro y fingida inocencia.

- Disculpa…

Shun detuvo su andar al encontrarse con la misteriosa niña, la que por alguna extraña razón se le hizo terroríficamente familiar, pero no supo descifrar por qué.

La vio bonita, vestía una blusa blanca y falda negra, y su piel tan pálida le hizo imaginar que no era griega como él, sino de otra nacionalidad.

- ¿Me hablas a mí? – preguntó Shun, sorprendido.

- Claro que sí. – respondió la joven, riéndose. – ¿O ves a alguien más por aquí?

- Tienes razón, qué tonto soy. – respondió con timidez.

El joven comenzó a sentirse extraño ante la joven, sobre todo cuando cruzó sus ojos con los de ella, los que parecían que lo estaban embrujando de manera hipnótica. Todo su cuerpo comenzó a pesarle, mientras el mareo se hacía presente para molestarlo.

- ¿Te pasa algo? – preguntó Pandora, acercándose a tocar el rostro del joven, mientras fingía preocupación por su estado.

La dama había logrado lo deseado. Gracias a su poder de manipulación mental, poco a poco, había comenzado a dominar al joven para que este hiciera su voluntad, sin necesidad de recurrir a la más mínima violencia.

- Me siento mal… Todo me da vueltas. – dijo Shun, dejando caer su cabeza en el hombro de Pandora.

- Tranquilo, quizás necesitas un poco de aire. – sugirió ella con fingida sorpresa. – Pareces estresado, así que caminar nos hará bien.

Pandora tomó la mano de Shun y se alejó de la escuela, adentrándose con él a un profundo y solitario callejón, el que sabía los llevaría a un abandonado parque que había descubierto hace poco. A medida que avanzaban, el chico iba sintiéndose mejor, pero aun con la confusión molestándolo.

Shun no comprendía en qué momento pasó de salir de su escuela a caminar de la mano con una total extraña; tenía presente la típica advertencia de sus padres, nunca hablar con desconocidos, pero por alguna enigmática razón no podía separarse de ella, pues lo atraía como un imán violento y despiadado, dispuesto a hacer lo que ella quisiera.

- ¿Ya te sientes mejor? – preguntó Pandora.

- Sí… un poco mejor. – respondió Shun. – Gracias por haber evitado que me desmaye.

- ¿Cómo te llamas?

- Shun.

- Yo me llamo Pandora. – respondió, esbozando una cálida sonrisa. – Soy de Alemania, y hace poco vine de vacaciones con mi familia a conocer esta ciudad, es muy hermosa… Salí a dar un paseo y me encontré contigo de casualidad. ¿Qué hacías en la escuela a esta hora?

Shun comenzó a sentirse más confundido a medida que seguía caminando con la chica, y se sintió peor al saberse dispuesto a responder su pregunta, como si fuera alguien de confianza.

- Estaba en mi clase de defensa personal – dijo Shun, mostrando mueca de desagrado.

- Parece que la clase no te agrada…

- No me gusta pelear, así sea para defenderme, pero estoy ahí por presión de mis padres, pues mi hermano, no sé cómo, los convenció de que me inscriban a ese curso. – respondió el joven, frustrado.

Pandora escuchó con atención el dolido rechazo de Shun hacia la violencia, cosa que le hizo percibir con más fuerza la pureza de su corazón, corroborando así el cometido de su misión. No había dudas de que no se había equivocado en detectar al elegido de Hades.

Mientras tanto, Shun seguía perdiéndose y mareándose por la mirada de Pandora.

- ¿Hay algo que quieras decirme? – preguntó la joven, conteniendo la risa ante el estado de su víctima. – Me miras de una manera extraña.

- Es que… – Shun intentó responder, pero varias ideas pasaban por su mente y no las podía ordenar. – No entiendo qué hago aquí y por qué estabas por mi escuela.

- Me perdí… – mintió, fingiendo angustia. – Salí a dar un paseo por mi cuenta y ya no sé cómo regresar al hospedaje. ¿Podrías ayudarme?

Shun iba a responder, pero se silenció al ver que había llegado con Pandora al parque abandonado que ella ya tenía como objetivo para quedarse a solas con él.

- Este lugar está abandonado, no deberíamos estar aquí. – comentó el chico, preocupado.

Pandora no hizo caso a su advertencia, pues apretó con más fuerza su mano y lo obligó a seguirla, hasta que llegaron a una parte del desgastado jardín que estaba lleno de coloridas flores.

- Aun te ves cansado, siéntate conmigo. – ordenó la chica, sentando al joven en el césped. – No entiendo cómo puede estar abandonado este parque tan lindo, tiene flores de hermosos colores.

- Sí… nunca las había visto… son hermosas…

El mareo de Shun comenzó a intensificarse, mientras su mirada comenzaba a nublarse. Sin duda alguna, sabía que su vida corría peligro, sin embargo, ni las fuerzas ni la voluntad le daban para alejarse de Pandora, pues seguía perdiéndose en la hipnosis de su mirada.

- Tranquilo, pronto vas a estar bien. – dijo Pandora, tomando con sus manos el rostro de Shun.

- Yo… yo…

Un hilo de sangre salió de los labios de Shun, mientras sus palabras se convertían en balbuceos; finalmente se desmayó en los brazos de Pandora, quien sonreía satisfecha ante el resultado de sus acciones.

- Esto fue demasiado sencillo. Ahora…

Sin embargo, la mueca de victoria de Pandora se desvaneció al sentir los latidos del corazón de Shun, acompañados de una extraña energía dentro de su ser, tan inmensa y cálida que la transportaba a la paz y felicidad de los días que vivió en su infancia.

- ¿Un cosmos? – preguntó impactada. – No puede ser… Este chico me transmite una paz que hace mucho tiempo no siento. ¿Qué significa esto?

Intentó luchar contra sus sentimientos, pero la compasión se apoderó de ella al sentir la enorme bondad del muchacho, la que le hizo preguntarse a sí misma si estaba siguiendo el camino correcto. ¿Cómo era posible que ella fuera el nexo para arruinar la vida de un ser humano tan bueno? Pensó que su corazón ya se había desprendido de emociones tan mundanas, pero al parecer aún quedaba algo.

- No, no puedo detenerme ahora. – dijo con conflicto y remordimiento. – Si quiero terminar con todo esto, el ciclo debe seguir sin interrupciones. Shun, lo siento, pero esta es la voluntad de un dios.

Con cuidado, Pandora recostó el cuerpo de Shun y limpió el hilo de sangre de sus labios con la punta de los dedos; colocó una mano en su cuello para maldecirlo con su destino, con el colgante de estrella de cinco picos que lo iba a enlazar con Hades por toda la eternidad.

- “Tuyo por siempre”. – leyó Pandora como leyenda del collar. – A partir de ahora, tu cuerpo le pertenece al señor Hades, eres su reencarnación. En pocos años, se romperá el sello de su alma y vendrá por ti, y nada ni nadie podrá impedirlo.

Pandora siguió contemplando el calmado semblante de Shun, quien ni siquiera se imaginaba el espantoso destino que se había marcado en su vida.

- Una vez que abras los ojos, no vas a asociar este collar ni con Hades ni conmigo, hasta que llegue el tan esperado día. – decretó, mientras colocaba un dedo en la frente de Shun. – Y todo el que se relacione contigo caerá en el mismo enredo.

Una vez más, el remordimiento quiso apoderarse de ella; colocó una mano en la mejilla del joven, mientras que el maldito colgante resplandecía al sentirse cerca de su legítimo portador.

- Lo siento tanto…

- ¡SHUN!

El corazón de la muchacha se disparó al escuchar aquel grito, pues pensó que el parque estaba totalmente solo. ¿Cómo pudo cometer semejante error? Había calculado todo para que su ritual no se vea interrumpido.

Al inconsistente niño se acercó un joven de veinte años, dos más que Pandora. Por su terrible preocupación, estaba segura de que se trataba de su hermano, del que solo conocía su existencia, mas no su aspecto físico.

- ¿¡Qué le hiciste a mi hermano!? – reclamó el muchacho, enfurecido. – ¿¡Por qué estás con él en este lugar!?

Pandora no supo qué responder, pues aparte del miedo que le provocaba, tuvo una sensación conocida al tenerlo cerca por la fiereza de su mirada, por el apasionamiento de sus reclamos. Ya había visto esos ojos y desordenado cabello azul en la corta vida que le fue arrebatada en el pasado.

- Es él… ¿Cómo pude olvidarlo? ¿Cómo no lo tuve presente en la vida de Shun? – pensó impactada, mientras su corazón latía con prisa y emoción. 

- ¡Responde! – reclamó el hermano de Shun.

El alterado joven se calmó al sentir movimientos en el cuerpo de su hermano, quien comenzaba a recuperar el conocimiento. Pandora seguía enmudecida e inmóvil ante la imagen de ambos.

- Ikki… – habló Shun, sonriendo al ver a su hermano.

- ¡Shun! – exclamó con emoción el joven, abrazando con fuerza a su hermano menor. – ¡Por fin reaccionas! ¿Qué te pasó? No entiendo qué haces aquí con esta chica.

- ¿Cómo supiste dónde estaba? – preguntó el muchacho.

- Tú sabes que puedo sentir cuando estás en peligro. – dijo Ikki, sonriendo a su hermano. – Siempre ha sido así...

Ikki volvió a mirar con furia y desconfianza a Pandora, quien aún seguía en su impactado estado.

- Ella me ayudó, hermano. – afirmó Shun, incorporándose y colocando una mano en el hombro del alterado Ikki.

- ¿Qué?

Pandora puso especial atención a lo que Shun iba a contarle a su hermano, para comprobar si su técnica había resultado exitosa.

- Esta mañana, a lo que llegué a la escuela, me di cuenta de que había perdido el collar que mamá me regaló.

- ¿Collar? – preguntó Ikki, confundido.

Shun enseñó a su hermano su colgante de estrella, y tal y como Pandora lo había planeado, la confundida mirada de Ikki cambió a una de familiaridad, como si ese objeto fuera común para él. El hechizo de la joven no solo confundía a su víctima con una vida ficticia, sino que haría lo mismo con cualquier persona con la que se relacionara.

Hermanos, padres, amigos o conocidos de Shun, cualquiera se convencería de que el origen de ese collar no era más que una herencia familiar.

- Qué bueno que encontrarse el collar de mama, Shun. – dijo Ikki, mostrando alivio, para después volver a mirar con desconfianza a la desconocida muchacha.

- Cuando salí de la escuela para buscarlo, me encontré con esta chica llamada Pandora. – dijo Shun, presentándola a su hermano, como si se tratara de una gran amiga. – Ella viene de Alemania y está de vacaciones con su familia, pero salió a dar un paseo y se perdió.

- ¿Y eso qué tiene que ver con todo esto?

- ¡Hermano, no seas impulsivo! – rogó Shun, pidiendo a Ikki que le permita seguir con su relato! – No puedes ser tan desconfiado, pues en este mundo aún hay gente buena.

Pandora volvió a sentir malestar por el relato de Shun. A pesar de que esperaba una mentira para cubrir sus acciones, no se imaginó que el joven la defendería con tal convicción y bondad. Sin duda alguna, su noble corazón traspasaba cualquier mala intención o maldad.

- Ella prometió ayudarme a encontrar mi collar, y como en la mañana pasé por este parque, se me ocurrió buscar por aquí.

Ikki no comprendía por qué su hermano había pasado por el camino del parque abandonado, pero la inconsciente confusión que tenía, a causa de Pandora, no le permitió preguntar nada más.

- Pandora encontró mi colgante, pero no sé qué me pasó, comencé a sentirme mal y me desmayé. – dijo Shun, sonrojándose debido a la vergüenza.

- ¿Te desmayaste?

- Perdón por intervenir… – dijo Pandora, nerviosa ante la intensa mirada de Ikki. – En el camino, Shun me contó que ha estado entrenando muy duro, así que por eso se sintió mal. Creo que, como su hermano mayor, deberías vigilar que no se exija tanto a sí mismo.

- Si no hubiera sido por Pandora, quizás me habría roto la cabeza del golpe. – dijo Shun, mirando con simpatía a la muchacha. – Así que no seas grosero y pídele una disculpa.

Ikki cerró los ojos para asimilar todo lo que su hermano le había contado, mientras la vergüenza lo invadía. Poco después, se acercó hasta Pandora.

- Disculpa mis modales, pero me preocupé mucho por mi hermano menor y no supe cómo actuar al verlo con una desconocida.

Pandora solo asintió, pues no podía moverse al perderse en la mirada de Ikki, más avasalladora y determinante de lo que sus vagos recuerdos le mostraban.

- Vamos por un helado… – dijo Shun.

- ¿¡Qué!? – expresó Pandora, confundida al ver el abrupto cambio de tema.

- Cuando mi hermano se porta mal, siempre compra helado para mí y mi mejor amiga, así que ahora debe hacer lo mismo. ¿No es así? – dijo el joven, notando sonrojo en las mejillas de Ikki.

- Así es, es un compromiso adquirido. – dijo el joven, dejando de lado su seriedad para sonreír y mirar a la muchacha. – Vamos primero por el helado, y después te acompañaremos a tu hospedaje para que llegues segura.

El rostro de Pandora se sonrojó terriblemente ante tal proposición, podía ser la más sencilla, pero jamás se la esperó. Sin embargo, su corazón volvió a ser envuelto por esa calidez de afecto y bondad que perdió años atrás con la llegada de Ker, la que le provocaba inmensas ganas de llorar.

Por un breve instante, su vida dejó de verse gris desde los apasionados y bondadosos ojos de Ikki.

*.*.*.*.*

La mente de Pandora regresó a su oscuro presente, dejando atrás los recuerdos de diez años atrás. A sus actuales veintiocho años no había vuelto a experimentar una emoción semejante, el que alguien se preocupara por ella o le invitara a comer algo agradable. Era algo impensable.

A pesar del paso de los años, la sonrisa de Ikki, acompañada de esa mirada tan determinada, no se iba de su cabeza.

-           Ya estoy aquí, señorita Pandora…

La chica esfumó sus ridículos recuerdos, mientras cerraba la cortina del ventanal de su despacho. Ahora debía centrarse en quién había enviado a llamar para seguir con las órdenes de la diosa Ker.

-           Tardaste demasiado, Rhadamanthys. – expresó la dama, molesta.

Frente a Pandora se encontraba arrodillado uno de los tres jueces del infierno, letal y sanguinario; un hombre de aproximados cuarenta y cinco años, de apariencia atractiva, ojos ámbares y cejas pobladas, pero de mirada agresiva, seria y tosca, y a pesar de su postura, se podía distinguir su cuerpo atlético y gran estatura. Vestía ropa formal y sencilla; pantalón y chaqueta larga, color negra, y camisa gris por dentro.

-           Lamento la tardanza, pero regresé hace poco porque logré despertar a otra de mis estrellas malignas.

-           ¿Y este nuevo espectro también va a fallar? – preguntó la chica con sarcasmo.

-           Señorita Pandora… – el juez infernal, humillado, no supo qué responder. – Sobre el caballero dorado…

-           ¡Lo ocurrido con el caballero de Libra fue inaceptable! – reclamó la joven, enfurecida, causando que el juez se sienta intimidado. – No sé a qué espectro inútil habrás enviado, pero es imperdonable que hayas permitido que escape.

-           ¡Sé que no tengo excusa! – se disculpó el juez, agachando la mirada. – Según el informe del espectro, todo iba bien en el corrupto despertar de ese caballero, pero algo ocurrió que lo hizo desaparecer, algo o alguien lo salvó.

-           ¡No me interesa! – reclamó Pandora. – No te ordeno que aniquiles a ese inservible espectro porque aún no despertamos a todas las estrellas malignas, pero al siguiente fracaso, lo asesinas. ¡Más te vale que así sea!

-           Así será… No tenga dudas de eso.

-           Te voy a encomendar lo más importante, Rhadamanthys. – dijo Pandora, bajando sus niveles de furia. – El sello del señor Hades está a punto de romperse, así que tenemos que tener en nuestro poder su cuerpo elegido, cuanto antes. Ya sabes cómo localizarlo, pues el poder de su colgante de estrella te permitirá encontrarlo donde quiera que esté, así sea en otra galaxia.

-           ¿Se refiera al muchacho que vive en Grecia?

-           Así es, me refiero a Shun. – afirmó Pandora. – Tráelo de inmediato.

El juez se puso de pie, determinado a seguir con la misión que su señora le había encomendado.

-           Según sus propias palabras, el cuerpo elegido del señor Hades no es más que un mocoso pacifista y tranquilo. – expresó el hombre, sonriendo con burla. – No será difícil atraparlo.

-           Yo no estaría tan confiado, Rhadamanthys. Por eso fracasas tanto.

Un nuevo hombre había llegado al despacho de Pandora, de aproximados treinta y cinco años, pero en un estado físico igual de fuerte que el de Rhadamanthys. Poseía ojos color morado, cabello negro y violáceo hasta la altura de los hombros; sin embargo, más que sus atributos físicos, se distinguía más por su mirada sanguinaria y humor fastidioso, el que parecía irritar a su par, pues también se trataba de un juez del infierno.

Vestía de una manera similar a Rhadamanthys, con la diferencia de que su chaqueta era de cuero, más corta, y en su cabeza tenía una boina negra. 

-           Aiacos… – habló la chica, sorprendida.

-           Disculpe la interrupción, señorita Pandora. – dijo el hombre, arrodillándose con educación. – No pude evitar escuchar su importante orden, así que, por favor, le pido que me la encomiende a mí.

-           ¡Maldito Aiacos! – cuestionó Rhadamanthys, enfurecido. – ¡Esta es mi misión! ¿¡Cómo te atreves a intervenir!?

-           Rhadamanthys, esta misión es muy delicada y la estás subestimando solo porque se trata de un simple chico. – dijo el juez, sin perder la compostura. – Ni siquiera pudiste traer de nuestro lado al caballero de Libra y dejaste escapar la valiosa oportunidad de contar con el poder de ese hombre.

-           ¡Cállate! No me importa lo que digas, yo soy el que se encargará de esto.

-           Minos y yo ya contamos, cada uno, con un caballero de Athena bajo nuestras órdenes… y los que faltan... – presumió el juez. – En cambio, tú…

-           ¿Acaso te haces el idiota? Sabes que de mi lado tengo a uno de los caballeros más poderosos y letales de todos… – refutó el juez.

-           Él no cuenta, pues tú no lo corrompiste, él llegó a ti hace años como un compasivo regalo. – continuó Aiacos, disfrutando de la furia de su compañero. – ¿O ya olvidaste que la diosa Ker…?

-           ¡Basta! – reclamó Pandora, enfurecida. – ¡Me harté de escuchar estupideces! ¡Dejen de discutir y centrémonos en lo importante!

-           Lo siento, señorita. – dijeron los jueces al unísono.

-           Aiacos, mi decisión está tomada. Rhadamanthys se encargará de traer el cuerpo del muchacho aquí para que el señor Hades lo posea.

-           En ese caso, quiero pedirle un favor.

-           ¿Qué cosa?

-           Si Rhadamanthys fracasa, permítame a mí encargarme.

-           ¡Imbécil, no voy a fracasar! ¡Te vas a quedar sentado esperando!

-           Permiso concedido, Aiacos. – dijo Pandora, causando una mueca de desagrado en Rhadamanthys. – Pero espero que no sea necesario, pues nuestra anhelada vida eterna depende de eso. Si comentemos un solo error, la diosa Ker nos cortará la cabeza. ¡Téngalo claro!

-           ¡Sí, señorita!

-           ¡Ya vete, Rhadamanthys! – ordenó Pandora. – ¡Espero resultados!

Los dos jueces del infierno dieron una reverencia y se retiraron del despacho, mientras que Pandora se dirigió a contemplar una de las pinturas que se encontraba en el sitio, una que reflejaba el pasado más profundo y doloroso de su vida. Se vio a sí misma en la imagen, mientras sonreía en compañía de sus padres y hermano menor.

Movió el cuadro ligeramente, exponiendo una entrada secreta que escondía un arma, la que le fue entregada años atrás por la diosa Ker para cumplir con su destino.

-           Con este tridente acabaré con todo esto… por eso nada debe salir mal.

La dama abrazó el arma con fuerza, mientras las lágrimas se asomaban a atormentarla.


Shun sabía que haber entrado por la puerta prohibida fue una pésima idea, pero al igual que su amiga Saori, una fuerza le obligó a hacerlo, como si una verdad sobre sí mismo se encontraba cercana a él para encararlo con su realidad, como si tuviera que recuperar un pedazo desgarrado de su alma y corazón.

-           ¿Cómo pude perder de vista a Saori? – se preguntó a sí mismo, preocupado, mientras seguía corriendo por el camino.

Shun comenzó a gritar el nombre de su amiga, esperando recibir una respuesta y así terminar con la angustia. Minutos, que parecieron horas, solo evidenciaron silencio.

-           ¡Saori!

Finalmente, su ansiedad se vio calmada al haber encontrado a la dama, pero en circunstancias distintas a las pensadas, pues estaba desmayada en los brazos de un extraño joven.

-           Tú… Tú eres…

Por milésimas de segundos, Shun sintió una extraña sensación de familiaridad por el hombre que tenía frente a él. Sin embargo, rápidamente salió de su trance y regresó al contacto con la realidad.

-           ¿La conoces? – preguntó el joven con la muchacha en sus brazos.

-           ¡Sí, ella es mi amiga! – expresó Shun, preocupado y acercándose hasta el muchacho. – ¿Qué le pasó?

-           No lo sé, se desmayó y alcancé a detener su caída. – respondió el chico, preocupado.

-           Gracias por haberla ayudado. – dijo Shun, intentando tomar a la joven en sus brazos. – Permíteme, la voy a sacar de aquí.

-           ¡Por favor, déjame ayudarte! – expresó el muchacho, sin intenciones de soltar a la dama.

-           No… No tienes que hacerlo… Yo…

-           Por favor… No voy a quedarme tranquilo hasta ver que está bien.

El muchacho no comprendía la razón por la que se sentía preocupado por la desconocida joven, pero, aun así, no quería deslindarse de la situación, deseaba ayudarla a ella y a su angustiado amigo. No era la primera vez que intervenía en asuntos ajenos, pero ahora este lo sentía diferente, casi como si fuera suyo. Además, al igual que Shun, también lo percibía como alguien conocido.

-           ¿Nos hemos visto antes?

Shun se sorprendió ante la pregunta del joven de cabello castaño, pues él sentía lo mismo, pero su mente no era capaz de descifrar aquella sensación. Lo que sí estaba seguro, es que no se trataba de una mala persona.

-           No lo creo, pero si estás aquí no debe ser casualidad, así que aceptaré tu ayuda. – dijo el joven, sonriendo con calidez. – Mi nombre es Shun.

-           Yo me llamo Seiya.

Los jóvenes volvieron a sentir su alma tambalear al escuchar el nombre del otro, pero no tuvieron tiempo de decir más al escuchar la débil voz de Saori.

-           Seiya… – mencionó Saori, totalmente inconsciente de sus acciones.

-           Vaya, parece que reaccionó al escuchar mi nombre. – dijo Seiya, lanzando una carcajada. – No le soy indiferente.

-           ¡No es momento de bromas! – expresó Shun, preocupado, aunque por dentro tuvo deseos de reírse. – Saquémosla rápido de aquí. ¿No dijiste que ibas a ayudarme?

-           ¡Tienes razón, Shun! – dijo Seiya, avergonzado. – Saquémosla de este sitio que… es extraño.

-           Yo soy su médico, así que voy a ver qué le sucede.

Entre los dos jóvenes, cargaron a Saori y salieron del misterioso santuario, sin saber que el lugar, en ese momento, había comenzado a dar señales de vida.


La vida es preciada y efímera, al igual que la última llama que brilla débilmente en el reloj de fuego del santuario, el que ha estado marcando hora por hora el trascender del dolor, la traición, vergüenza y muerte.

Me costó entender el motivo de este doloroso camino, y es por eso que en estos momentos me encuentro haciendo mío el dolor de un amigo, de un hermano que desde hace más de dos siglos me ha acompañado en cada etapa de mi vida, feliz o dolorosa.

Shion, nunca me imaginé que volvería a verte para enfrentarme a ti en una guerra a muerte, donde las heridas del alma superaron a las físicas. Recuperé mi juventud, pero al parecer algo de inexperiencia se filtró en mi espíritu, pues fue incapaz de identificar tu sufrimiento y las invisibles lágrimas de sangre que resbalaban por tus mejillas sin parar, durante estas doce horas de tormento.

Amigo, mis brazos serán tu soporte hasta que tú lo necesites, hasta que sientas que tu alma va a trascender.

Con dificultad, decides dar un último esfuerzo para incorporarte y mirar todo lo que te rodea.

-           ¿Qué ves? – pregunté con curiosidad.

-           El santuario… y todo en este mundo. – respondiste con voz tranquila y serena.

A pesar de que el santuario se está desmoronando por la ausencia del cosmos de nuestra diosa, tú lo contemplas como si se tratara de un paisaje, mientras el alba está a punto de cubrirlo.

-           Así es. – respondí serio, intentando mantener la calma. – Los caballeros de bronce tuvieron que volver a pelear en nuestro lugar.

-           Quiero ofrecerles disculpas... – dijo Shion, apenado. 

-           Nada ni nadie habría sido capaz de detenerlos. – respondí, soltando una pequeña risa. – Sin embargo, lamento no haberlos podido ayudar a despertar el octavo sentido.

-           La única forma de llegar al mundo de los muertos con vida y de no estar sujeto a las leyes de la muerte. El cosmos final.

-           Esos muchachos han elevado sus cosmos hasta el infinito, incluso más que nosotros…

En ese momento, escucho un quejido de dolor saliendo de ti, lo que significa el poco tiempo que te queda. Me acerco para volver a prestarte mi hombro y que te apoyes, brindándote así el último abrazo de despedida.

-           Dohko, antes de irme, quisiera hacerte una pregunta…

-           Te escucho…

-           Si llegamos a reencarnar algún día, ¿qué es lo que más desearías?

En mis más de doscientos años, nunca me había cuestionado algo como eso, sin embargo, ahora que he conocido a muchas personas, experimentado tantas emociones y perdido a seres queridos, tengo una respuesta.

-           Me gustaría tener personas a quienes amar y proteger. – respondí serio. – Quizás esa familia que no pude lograr en estos dos siglos.

-           ¿Tú? ¿Un padre de familia? ¡No me hagas reír!

-           ¡Para que lo sepas, yo sería un excelente padre! – respondí riéndome, a pesar de que la tristeza me consumía. – Por algo adopté a esa joven a la que he criado y eduqué a mi discípulo con tanta dedicación.

A pesar de su estado, Shion también se rio, lo que causó que le devuelva la pregunta.

-           ¿Y tú? ¿Qué deseas hacer?

-           Lo mismo que tú… siempre lo quise. – respondió serio. – Amar, tener algo mío y protegerlo para siempre. Incluso se lo comenté a mi discípulo antes de despedirnos.

-           Hasta en eso nos parecemos…

La llama del reloj de fuego comienza a debilitarse con rapidez, lo que corroboro al sentir que tu cuerpo se está volviendo más ligero, casi transparente.

-           Dohko… – me llamaste, mientras mi hombro se iba sintiendo menos pesado. – Desearía seguir hablando contigo, pero…

-           No te preocupes…  – respondí soltando una risa, aunque por dentro me estaba destrozando. – Pronto volveremos a vernos.

Me separo de ti para ver tu rostro el poco tiempo que se pueda, y veo que sigues con la misma cálida sonrisa de siempre.

-           Tienes razón… Esperamos doscientos cuarenta y tres años, un poco más no significa mucho.

-           Así es… Ese tiempo no es nada.

En ese momento, el cuerpo de mi hermano del alma se ve envuelto por luz dorada, mientras que su cosmos se desfragmenta en polvo de estrellas que viaja hasta el cielo, desapareciendo poco a poco. Es ahí donde las lágrimas que llevaba reprimiendo por tanto tiempo salen a flote, reviviendo, una vez más, el dolor de perder a un ser querido.

-           Shion, mi querido amigo, nos volveremos a ver… Hasta pronto.

El intenso dolor de cuerpo le obligó a levantarse, mientras su corazón latía con prisa. Dohko, confundido, tocó su rostro, no solo para sentir que sus ojos estaban llenos de lágrimas, sino que su frente estaba manchada de sangre, como si hubiera sido víctima de una agresión.

-           ¿Qué… qué pasó?

En ese momento, su mente comenzó a rebosar de imágenes y recuerdos de su pasado y presente, causando que un dolor de pecho lo martirice por pocos segundos, pero que para él parecieron eternos. A pesar de haber llenado muchos espacios de su vida, siempre sintió que debía recuperar algo, y ahora su mayor deseo se estaba dando, pero de una manera traumática y dolorosa.

-           Yo... yo… Ya sé quién soy…

Lamentablemente, la manera en la que recordó los hechos no fue la más óptima, pues cuando se encontraba de camino a Grecia, fue brutalmente atacado por un enemigo desconocido, el que lo lanzó de manera violenta a su verdadera realidad, al punto de casi corromper su alma.

-           Ya recuerdo… – mencionó Dohko, agarrando su cabeza con fuerza. – Yo salí del Pico de los Cinco Ancianos para encontrarme con el Mochuelo de Athena, y me atacó ese monstruo espantoso… Luego de eso comencé a recordar cosas, hasta que me encontré con…

Su corazón se tambaleó con violencia al recordar el enfrentamiento que había tenido momentos antes, el que logró devolverle la cordura. Después de cientos de años, volvió a encontrarse con el amigo que vio desvanecerse frente a sus ojos en aquella vida llena de guerra y sangre que le tocó afrontar.

Shion, su hermano de alma, lo había salvado de las garras de la oscuridad.

-           No… No puede ser… ¡Shion!

Desesperado, el hombre se puso de pie para encontrar a su compañero, quien aún seguía en el suelo inconsciente, con sangre y lágrimas cubriendo su rostro. Dohko se acercó hasta él para reanimarlo, pensando lo peor.

-           No… No pude haberlo matado… – expresó conmocionado, mientras movía los hombros de su compañero para que despierte. – ¡Maldita sea, Shion! ¡Despierta!

Los violentos movimientos causaron que el caballero de Aries comience a abrir los ojos lentamente, causando que el alivio invada a su compañero.

-           Dohko… – llamó Shion con dificultad debido al dolor, pero sonriendo. – Ya estás bien, qué gusto me da.

-           ¡Imbécil! ¿Por qué no despertabas? ¡Creí que te había matado! – reclamó Libra, con lágrimas en los ojos.

Dohko ayudó a Shion a ponerse de pie, mientras aún seguía asimilando lo que había pasado; todos los recuerdos que invadían su alma y se hacían uno solo con su vida presente.

-           ¿Tú? ¿Matarme? – preguntó Shion, limpiando con sus dedos la sangre de su rostro. – Un anciano como tú, ¿qué podría hacerme?

Libra quiso darle un golpe a su amigo, pero en lugar de eso, se conmovió y lo abrazó con fuerza, causando que Shion también le devuelva el gesto, mientras las lágrimas lo acompañaban. Los grandes compañeros de armas habían vuelto a reunirse, y esta vez sin tiempo limitado, sin traiciones ni con el peso de la edad encima. Todo era un nuevo empezar.

-           Te dije que nos volveríamos a ver. – dijo Dohko, tranquilizándose y separándose del abrazo.

-           Así es, y veo que no has cambiado en nada. – dijo Shion. – Sigues siendo el mismo impulsivo y sensible de siempre.

-           Tan sensible que te recibí con la paliza de tu vida…

Shion cerró los ojos, avergonzado, pero no pudo refutar nada de lo que su compañero le dijo, pues aún seguía sufriendo las secuelas de los golpes de la lucha.

-           Gracias por haberme salvado, Shion. – dijo Dohko, colocando una mano en el hombro de su amigo. – A pesar de que estaba fuera de mí, recuerdo absolutamente todo lo que pasó.

-           Lo sabía, siempre supe que estabas consciente, a pesar de no poder controlarte. – respondió Aries. – Seguramente fue espantoso.

-           Fue terrible… lamento todo lo que te hice pasar.

-           Gracias a eso pude recuperar mi vida y renacer mi cosmos. Fue necesario.

-           Así es, fue totalmente necesario…

Los hombres se dieron la vuelta para encontrarse con el Mochuelo de Athena, quien se había posicionado en uno de los pilares para hablar con ellos. Ya con las cosas más claras y saber que el ave se relacionaba con la diosa, decidieron arrodillarse ante ella para rendirle respeto, pero sobre todo para escucharla.

-           Lamento tanto que dos buenos amigos hayan tenido que enfrentarse. No era lo que tenía planeado, pero al final el resultado fue el deseado. – dijo el búho, con seriedad. – Shion, el Patriarca apoderado de Athena, por fin ha regresado; y Dohko, el caballero dorado de Libra, su mano derecha, y el representante de la balanza de la justicia en el santuario de la diosa, ha renacido para cumplir con su destino. Ustedes dos son claves para el éxito de esta empresa, para apoyar a Athena en esta nueva guerra contra Hades, quien ha regresado no solo para llenar al mundo de oscuridad, sino para vengarse.

-           Creí que Athena, al haber destruido su cuerpo físico, lo habría sellado para siempre. – dijo Shion, preocupado. – Sin embargo, los dioses nunca mueren, así que era de esperarse.

-           Ker, diosa de los destinos malditos, hermana menor de Thanatos e Hypnos, ha decidido apoyar en esa venganza. – dijo el ave, preocupada. – Hace 500 años, antes de que Athena se despida del mundo terrenal, ella dispuso nuevas vidas para todos sus caballeros, pero aun así, Ker intervino de muchas maneras en el destino de cada uno de ellos, y eso es algo que irán descubriendo en el camino. Sin embargo, lo más terrible, es que está causando que los caballeros que fueron fieles a nuestra diosa, sean corrompidos a favor de Hades, queriendo así humillarnos a todos.

-           Tal y como lo intentaron conmigo. – dijo Dohko, enojado e impotente, mirando al ave. – Aun no puedo creer que recuerde todo lo que me pasó. Ni siquiera vi venir al espectro, simplemente se abalanzó a atacarme y no me dio oportunidad para defenderme. De todas maneras, gracias a ti no pudo corromperme por completo.

-           Lamentable eso no pudo evitar que escape. – respondió el búho. – Aún sigue con vida.

En ese momento, el rostro de Dohko palideció de pánico, cosa que su amigo notó de inmediato.

-           ¿Qué tienes, Dohko?

-           ¡Ese maldito me atacó cerca de mi hogar! – exclamó aterrorizado. – ¡Mi esposa y mi hija estaban ahí!

-           No tienes nada que temer, él se marchó de la región. – respondió el ave. – Seguramente ha sido castigado o asesinado por haber fallado en su misión.

Un largo suspiro de alivio salió de la boca de Dohko, el alma le había regresado al cuerpo al saber que su familia estaba bien. Shion observó esa imagen con curiosidad, pero sobre todo melancolía, pues recordó cuando él y su amigo desearon reencarnar con una vida diferente a la anterior, con personas que amar y una familia que proteger.

Lastimosamente, en el caso del caballero de Aries, las cosas no fueron así…

-           ¿Shion?

-           ¿Ah? – el hombre volvió en sí al llamado de su compañero. – Me distraje por un momento, lo siento.

-           Aries, hay algo que debes saber sobre tu posición actual.

Shion puso atención total atención a lo que el ave iba a decirle.

-           Shion, tu destino es ser el Gran Patriarca al servicio de Athena, el que siempre irá a un paso de ella y guiará a la victoria, como líder, a los futuros caballeros. – indicó el ave. – La armadura que tienes solo es temporal…

-           ¿Temporal? – preguntó extrañado.

-           Así es, hasta que encuentres a su legítimo dueño. – afirmó el ave.

- Pero...

Shion se sintió muy confundido ante la revelación del búho, pero decidió no hacer preguntas para no terminar peor.

– Ninguno de ustedes recuerda la apariencia o el nombre de los caballeros que lucharon con ustedes en el pasado, pero eso se aclarará una vez que los encuentren, y eso será por medio de su constelación.

- ¿Constelación? – preguntó el patriarca, sorprendido. – Yo pude ver la constelación de Aries cerca de mí, y gracias a eso pude recuperar la armadura.

- Como ustedes saben, las armaduras tienen vida propia, y cada una de ellas ha estado durmiendo por todo este tiempo en lo más profundo de su alma y corazón. – dijo el búho. – Una vez que recuperaron su vida, su constelación protectora los reconoció cuando sus cosmos se encendieron con fuerza, y por eso logró separar la vestimenta de ustedes, convirtiéndola en algo independiente, pero al mismo tiempo complementario.

- ¿Eso quiere decir que el alma de la armadura sigue dormida en otros caballeros y ni siquiera lo imaginan? – preguntó Dohko.

-           Así es, y esa fue otra disposición de Athena, para así evitar que malas intenciones intenten robarlas. – confirmó el mochuelo. – Es por eso que los espectros están interesados en apoderarse de los caballeros, pues dentro de ellos se encuentra despertando el cosmos, lo que significa el renacer de la armadura y el completo poder de ellos.

Dohko y Shion se miraron preocupados, sabiendo que habían pensado lo mismo.

-           ¡Eso quiere decir que hay caballeros en peligro de ser corrompidos! – exclamó Dohko, espantado.

-           Actualmente, hay dos dilemas, el cual tendrán que resolver. – dijo el ave. – Hay un hombre que, a pesar de que aún no ha despertado su cosmos por completo, lo ha desarrollado increíblemente con el paso de los años. Incluso más rápido que ustedes.

-           ¿¡Qué!? – preguntaron los hombres, horrorizados.

-           El otro dilema, es que la vida de Athena también se encuentra en peligro, pues ella es muy cercana al cuerpo elegido para la reencarnación de Hades, y es cuestión de tiempo para que la asesinen.

-           ¡No! ¡Tenemos que evitarlo como sea! – exclamó Dohko, alterado.

-           ¡Tranquilízate! – pidió Shion. – Primero tenemos que analizar el primer paso a seguir. Así no podremos hacer nada. 

El ave apareció ante Shion un pergamino, el que al abrirlo descubrió una serie de mapas y constelaciones casi inentendibles. Como patriarca, solo él podía descifrarlo.

-           Caballero de Aries, concéntrate en descifrar los secretos de ese pergamino.  – ordenó el ave. – Ahí encontrarás todas las respuestas para la misión encomendada, y recuerda que la única guía para eso es el cosmos.

-           ¿Con cuánto tiempo cuento para eso?

-           El tiempo es solo cuestión de ti…

Sin decir nada más, el ave se retiró, dejando a los dos compañeros solos con la preocupación.

Shion estaba dispuesto a llegar al fondo del asunto con relación al pergamino, pero antes quería verificar que su amigo se encontrara totalmente sereno, pues como su mano derecha, lo necesitaba muy involucrado en la misión.

-           ¿Ya te sientes más tranquilo con respecto a tu familia?

-           Sí. Me aterroricé al pensar que ese espectro podría haberles hecho daño, pero me alegra saber que no fue así.

-           Dohko… cumpliste tu sueño en esta época. – dijo Shion, cerrando los ojos, conmovido.

-           ¿Lo recuerdas? – preguntó Libra, emocionado. – Fue uno de nuestros últimos deseos antes de morir, y me siento muy feliz de haberlos cumplido. Por cuarenta años he tenido una vida tranquila. Me dedico a la agricultura, pero además soy maestro de artes marciales y varios jóvenes errantes me buscan para retarme y medir su fuerza. Estoy enamorado de mi esposa desde hace veinte años y tengo una hermosa hija de la misma edad. No he tenido riquezas, pero el destino ha sido muy bueno conmigo.

-           Me alegro mucho por ti…

-           ¿Y tú, Shion? – preguntó Dohko. – ¿También lograste formar esa familia que tanto querías?

El rostro de Shion cambió radicalmente ante la pregunta, mientras su alma se quebraba al recordar todo el camino de espinas que le tocó recorrer desde los dieciséis años, hasta aquella marca de separación y soledad que en la actualidad lo perseguía.

Aún podía escuchar los enfurecidos los gritos de su progenitor… el día que lo marcó totalmente.

-           ¡Prefiero verte muerto antes que enredado con esa maldita mocosa! ¡No la volverás a ver!

-           Te lo suplico, papá… Yo la amo, no puedo separarme de ella.

-           Ya tengo otros planes para ti… Ese será tu castigo por haberte burlado de mí…

Nunca iba a perdonar a su padre los maltratos emocionales y físicos, pero sobre todo el que lo haya separado de lo que más amó en su vida.


Shun tuvo la intención de regresar al hotel para poder revisar mejor a Saori, sin embargo, en el camino, ella comenzó a recuperar el conocimiento, por lo que detuvieron su andar y se sentaron para esperar a que despierte por completo.

-           Por fin despiertas… – expresó Shun, más tranquilo al ver que su amiga comenzaba a recuperar la conciencia. – ¿Cómo te sientes?

Seiya se encontraba detrás de la muchacha, mientras la sostenía por los hombros. Shun revisaba que su pulso se estuviera normalizando y la respiración se encontrara estable; para su tranquilidad, todo estaba en rangos normales.

-           ¿Qué me pasó? – preguntó confundida.

-           Sufriste un desmayo, pero ya estás mejor. – respondió Shun, sonriendo. – Mientras te cargábamos, comenzaste a despertar.

-           ¿“Cargábamos”?

Fue en ese instante que Saori sintió unos brazos sostenerla, por lo que, alarmada, se levantó con prisa y se encontró con la mirada del nuevo integrante de su grupo.

-           Me alegra ver que ya estás mejor. – dijo el muchacho, nervioso al ver a la chica.

-           Yo… Yo…

-           Él te encontró desmayada y evitó tu caída. – dijo Shun a su amiga. – Su nombre es Seiya.

El cuerpo de la dama comenzó a temblar, pero no sabía si era debido a que aún se sentía débil o por la imagen del joven que se encontraba frente a ella, sobre todo por su nombre. No había duda que le transmitía sensaciones terriblemente conocidas, como si fuera un amigo del pasado o algo más cercano y sagrado.

-           Seiya… – pronunció la joven, estirando su mano para saludarlo. – Yo me llamo Saori.

Seiya tomó su mano para devolver el saludo, sin embargo, sintió su rostro sonrojarse al percibir nostalgia y viejos recuerdos en la dama, sobre todo por su nombre. Sus incógnitas sobre por qué había querido ayudarla se acrecentaron aún más, al mismo tiempo que la confusión por verla.

Entre ellos se estaba llevando a cabo un milenario y desconocido reencuentro desde lo más profundo de sus corazones.

-           Muchas gracias por haberme ayudado. – dijo Saori, avergonzada y sonrojada. – Es una pena que hayas tenido que dejar tus asuntos por mí.

-           Este… yo… – Seiya comenzó a balbucear, sin saber cómo seguir la conversación. – Yo solo quise ayudar, nada más.

-           Nunca debimos entrar a ese sitio, Saori. – dijo Shun, mostrando un poco de molestia. – Nos diste un gran susto.

-           Lo lamento tanto... – dijo ella, apenada.

-           ¿Qué estaban haciendo dentro del santuario? – preguntó Seiya.

-           Solo quise ver como era por dentro, nada más… – respondió Saori, respondiendo algo que ni ella misma entendía.

-           ¿Y tú, Seiya? – preguntó Shun. – ¿Por qué estabas ahí?

Seiya no se había dado cuenta, pero hasta ese momento, seguía sosteniendo la mano de Saori, por lo que soltó una avergonzada risa y la dejó de inmediato, causando que la joven se sonroje. Las razones que lo llevaron a ese sitio eran igual de desconocidas, pero algo en su interior le señalaba que podía confiar su triste historia al par de jóvenes que acababa de conocer.

-           La verdad… Me llamó la atención que la entrada estuviera prohibida, me dio curiosidad, así que entré, pero luego me perdí. Es complicado de explicar. – respondió Seiya, colocando una mano detrás de su nuca.

-           ¿De dónde eres?

-           Nací aquí, en Atenas, pero mi familia y yo nos mudamos a Japón cuando yo era bebé, ni siquiera me acuerdo de eso. – comenzó el joven a relatar su historia. – Y bueno, he regresado aquí después de veinticinco años porque estoy buscando a alguien.

-           ¿A quién? – preguntó Saori, temiendo meterse más de la cuenta en la intimidad del joven.

Seiya se quedó callado por unos segundos para volver a meditar si era conveniente seguir con su relato, pero la pureza en la mirada de Saori lo cautivó por completo, hasta el punto de darle miedo. Nunca en su vida se había topado con unos ojos tan hermosos, tan profundos que deseaba perderse para siempre en ellos.

-           Busco a mi hermana mayor. – respondió Seiya, apenado.

El joven sacó una fotografía de su hermana para enseñársela al par de amigos, pero estos, apenados, negaron con la cabeza el haberla visto.

-           Se llama Seika, y desde que murieron mis padres, hace diez años, es todo lo que tengo. – comentó el joven, intentando no mostrar malestar en su voz. – Ella y yo nos hemos dedicado al boxeo profesional, y hace cinco años, cuando finalizamos un torneo, simplemente desapareció. Solo me dejó una carta para decirme que debía irse porque necesitaba hacerse más fuerte, nada más.

Shun sintió empatía por el relato de Seiya, sobre todo porque lo entendía a la perfección, pues también su hermano había desaparecido en esa misma época y por razones bastante similares. Por un momento, la casualidad de la situación le pareció extraña, pero no quiso darle tanta importancia.

-           Lamento mucho la desaparición de tu hermana. – comentó Shun, apenado.

-           ¿Y qué te hace creer que tu hermana puede estar por aquí? - preguntó Saori.

En ese momento, el semblante de Seiya cambió a uno molesto e incómodo, y en el fondo, hasta podría interpretarse como cómico.

-           Hace tres meses me llegó una carta sin remitente, pero por la letra supe que era de este país. – comentó enojado. – Ahí me informaron que mi hermana se casó.

-           ¿¡QUÉ!? – exclamaron Shun y Saori al unísono, sorprendidos.

Seiya iba a seguir quejándose, sin embargo, se detuvo al ser invadido por una sensación extraña, espantosa y peligrosa, lo que provocó que su sentido de alerta se agudice.

-           ¿Qué pasa, Seiya? – preguntó Shun, preocupado.

-           ¡CUIDADO!

Para su espanto, Seiya vio como una especie de tentáculos se colocaron alrededor de Shun para atraparlo, lo que provocó que tome de la mano a Saori y empuje a Shun a un lado para alejarlo de la extraña amenaza.

Los tres jóvenes cayeron al suelo, adoloridos y confundidos, pues no comprendían lo que estaba pasando en ese momento.

-           JAAAAA JA JA JA JA JA JAAAAAAA

Una carcajada siniestra invadió la arboleda, causando que los jóvenes se llenen de terror ante lo que estaba apareciendo frente a sus ojos. Un hombre deforme, vestido con una armadura oscura y con varios tentáculos saliendo de su tronco.

Nunca en su vida se habían cruzado con un ser tan extraño. Por un momento, los jóvenes creyeron estar soñando.

-           ¿¡Qué es esa cosa!? – preguntó Seiya, confundido.

Los tentáculos volvieron a atacar hacia donde ellos se encontraban, pero esta vez en dirección a Shun, cosa que él notó. De inmediato, el joven médico esquivó el ataque para evitar que pudiera lastimar a Seiya o a Saori.

-           JAJAJAJAJAJAJA – volvió a reír el asqueroso ser. – ¡Por fin te encontré, mocoso!

-           ¿Qué es lo que eres? – preguntó Shun, asustado y alejándose más. – ¿Por qué nos atacas?

-           Soy Raimi de Gusano, de la estrella terrestre de lo oculto. – se presentó el monstruo. – Soy un espectro de Hades y vengo por ti…

-           ¿Qué? ¿Hades?

-           ¡Shun, cuidado! – gritó Saori, aterrorizada y confundida.

El espectro se disponía a lanzar uno de sus gusanos para atrapar a Shun, sin embargo, se incapacitó al recibir un golpe en la cara de parte de Seiya, quien se había reincorporado. Enfurecido, Raimi lo agarró del brazo, incrédulo de que la agresión le hubiera causado dolor.

-           ¿¡Cómo te atreves a intervenir, engendro!? – preguntó el espectro, apretando con fuerza el brazo de Seiya.

-           ¿¡No tienes espejo!? ¡Tú eres el engendro! – preguntó Seiya, burlándose del monstruo, pero aguantando el dolor de su brazo debido a su tentáculo. – No sé qué clase de cosa seas, pero no dejaré que lastimes a mis amigos.

-           ¿Cómo es posible que un tipejo como tú haya podido golpearme? – preguntó ofendido. – ¡Te mataré antes de llevarme el cuerpo del mocoso!

-           ¡Suelta a Seiya! – gritó Shun, ahora enfurecido ante el espectro. – ¡No permitiré que le hagas daño!

Con una fuerza y determinación que no comprendía, Shun asestó otro golpe en el rostro del espectro, causando que este se enfurezca más y hasta se olvide de la misión por la que había sido invocado. Fuera de sí, lanzó a Seiya sobre Shun, enviando a ambos a golpearse contra un árbol, provocando que queden inconscientes.

-           ¡Seiya! ¡Shun! – gritó Saori, desesperada, mientras corría hasta donde se encontraban ellos.

La joven comenzó a llorar debido al terror que la invadía, sobre todo al ver las heridas sangrantes en los cuerpos de sus amigos. ¿Qué clase de monstruo era el que se encontraba frente a ella? Y más que eso, ¿por qué ella se alteró al escuchar el nombre de Hades?

-           ¿Qué he hecho? ¡Soy un imbécil! – expresó el monstruo, cerrando los ojos con impotencia. – No puedo lastimar el cuerpo de ese chico. ¡El señor Rhadamanthys va a matarme! Tengo que llevármelo de una vez. Nunca creí que perdería tanto tiempo con seres tan débiles.

Raimi comenzó a acercarse hasta el árbol para llevarse a Shun, sin embargo, una terrorífica sensación lo detuvo, la que llegó a erizarle incómodamente su áspera piel.

-           No des un paso más…

-           ¿Qué?

El espectro se quedó de piedra al ver que Saori se había posicionado frente a los jóvenes, y contrario a lo que creía, no la veía nada asustada. La joven mostraba fiereza y determinación en su mirada, incluso enojo. No comprendió por qué, pero comenzó a llenarse de inmenso miedo.

-           ¡Muévete, estúpida! – gritó el espectro, enojado. – Si no lo haces, te tomaré con mis gusanos y te haré gritar de terror, y no hay nada más placentero para mí que escuchar los gritos de dolor de las mujeres.

-           No permitiré que lastimes a ninguno de los dos…

Raimi quedó de piedra al sentir que el terror de él crecía, sobre todo cuando Saori se vio rodeada por un aura dorada, una energía poderosa y enigmática que le durmió la lengua.

-           ¿Qué es este cosmos? ¡Es enorme! Es tan parecido al de… No… No puede ser… ¡Es tan gigantesco como el de un dios!

El espectro sintió satisfacción al haber descubierto el misterio, uno que jamás imaginó encontrarse en su “sencilla” misión.

-           JAAA JAAA JAAAAAA ¡Ya sé quién eres! ¿Cómo no pude darme cuenta antes? – rio el espectro, complacido. – Llevaré tu cabeza ante la diosa Ker y me ganaré la gloria. Hasta puede ser que me asciendan a juez.

Saori miró con extrañeza al espectro, pero de ninguna manera bajó la guardia ante él. Estaba dispuesta a lo que sea para que ni Seiya ni Shun sean lastimados.

-           ¡MUERE, MALDITA!

Un gusano se aproximaba para arrancar la cabeza de Saori, quien ni se inmutó ante su cercana muerte. Sin embargo, un grito desgarrador invadió todo el perturbado ambiente.

-           ¡AAAAAAAARHG!

El cuerpo de Raimi se vio rodeado por incandescentes llamas, causando que sus gritos se vuelvan más aterradores con el paso de los segundos, hasta que su cuerpo desapareció por completo. Sin embargo, el fuego seguía encendido con intensidad sobre sus cenizas.

-           Un gusano no es rival para las terribles llamas del infierno…

Entre las llamas comenzó a materializarse un cuerpo, el dueño de la voz que había llegado a salvar a los tres jóvenes, pero sobre todo, la que causó que la inconsciencia de Shun se desvanezca por completo.

Aun en el suelo, Shun creyó estar soñando ante la imagen frente a él, una que añoraba volver a ver desde hace varios años… Y ahora, por fin, se había vuelto realidad.

-           I… Ikki…

Aun dentro de las llamas, el joven reconoció a la perfección aquellos ojos azules que siempre lo cuidaron.


Las cuerdas del arpa fluían con gracia y nostalgia en la sala de música del castillo Heinstein, siendo Pandora la creadora de su hermosa, pero desgarradora melodía.

- ¿Quién está ahí?

Detuvo su actividad al sentir que alguien se aproximaba, cosa que le sorprendió, pues ella dio instrucciones claras de no ser interrumpida.

- Disculpe la impertinencia, señorita Pandora. – dijo el recién llegado. – Permítame informarle algo muy importante.

Un hombre de la misma edad de Aiacos, se había arrodillado educadamente ante ella. Se trataba de Minos, el último juez del infierno bajo sus órdenes, y al igual que sus pares, compartía la misma antítesis de sus físicos, atractivo, pero letal y maldito. Sus ojos color naranja, cubiertos por lentes, combinaban con su larga y desordenada melena blanca; portaba un traje parecido al de sus pares, pero con un saco negro con patrones de cuadros.

El hombre se encontraba entusiasmado debido a un gran descubrimiento, por lo que no pudo evitar interrumpir a Pandora para compartírselo.

- ¿Qué deseas, Minos? – preguntó Pandora, quien continuó con la melodía de su arpa.

- Quiero decirle que he descubierto dos cosas muy interesantes, por lo que pido su autorización para trasladarme hacia donde se encuentran.

- ¿A qué te refieres?

- No solo he detectado al próximo portador de una de mis estrellas malignas, sino que, en el mismo lugar, he identificado el cosmos casi desarrollado de un caballero sumamente poderoso, el que podría ser muy valioso en nuestro ejército.

- En ese caso, búscalos cuanto antes, pues puedo sentir cada vez más perceptible el cosmos de Athena. – dijo la dama, aun obnubilada en su música. – Si cumples con tu misión antes de que el señor Hades esté entre nosotros, se sentirá muy complacido.

- Lo sé… – manifestó el hombre con satisfacción. – Por eso voy a partir cuanto antes.

- ¿A dónde te vas a dirigir?

- Tanto el futuro espectro, como mi próxima marioneta, se encuentran en la India.

Minos se relamió los labios solo de imaginar lo atrayente de su misión…

Notes:

Hola, estoy de nuevo por aquí.

Estoy bastante inspirada con esta historia, por lo que, hasta ahora, estoy cumpliendo con la publicación de dos capítulos al mes. Espero seguir con este ritmo, y sobre todo seguir contando con su apoyo.

Este capítulo lo considero bastante importante, pues han aparecido personajes claves, como Seiya y los jueces del infierno, sobre todo Rhadamanthys, quien se ha ganado el premio al personaje más amado/odiado por la saga, por su descaro, maldad, fuerza y al mismo tiempo cobardía. Los tres jueces del infierno van a tener mucha relevancia en esta historia, pero él un poco más que los demás, incluso por eso es el mayor y más experimentado de todos.

La personalidad de Seiya está inspirada más o menos en cómo se ha comportado siempre en el anime/manga; un chico algo entrometido, impulsivo y bromista, pero justo y decidido para defender a sus amigos. Es por eso que decidió a ayudar a Saori y a Shun sin “conocerlos”, además, de sentir familiaridad al estar cerca de ellos. De eso se trata la afinidad de almas cuando se conocen desde vidas pasadas. Yo, en mi realidad, creo firmemente en eso.

Adicional a lo indicado, decidí que la profesión de Seiya sería el boxeo, como una referencia al personaje de Ryuji Takane, del manga “Ring ni Kakero”, también obra de Masami Kurumada. Seiya es idéntico a Ryuji, así que considero que le queda bien.

Todos los caballeros (y espectros), de alguna manera, cuentan con un buen estado físico y bases de lucha para poder lidiar con su destino. Hasta en eso Athena intervino. Aunque lo más bonito que ella dio como regalo para todos ellos, es el amor y construir sus relaciones. En cada capítulo entenderán mejor su significado.

Amé relatar la despedida de Shion y Dohko, es una de las escenas, a mi parecer, más tristes de Saint Seiya, y mucho más con la música tan desgarradora que tiene de banda sonora, hasta el día de hoy me hace llorar. En esta historia, le puse mi toque personal al narrar los sueños que tenían cada uno para su próxima vida, pues no todo se iba a limitar a que vuelvan a verse. ¿Adivinan quién es la hija del caballero de Libra? Creo que eso es bastante fácil de saber, pero de todas maneras no falta mucho para que se descubra.

Como ya se dieron cuenta, aunque el fanfic sea dramático, también tendrá sus momentos cómicos. Cada personaje, sea bueno o malo, mostrará lo más relajado y gracioso de su personalidad.

Muchas gracias por leer y comentar. Me hace muy feliz leer cada opinión de mi historia, la que escribo con mucho cariño para ustedes.

Un abrazo,

Artemiss

Chapter 4: Ciclos

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Por primera vez en su vida, el silencio estaba siendo la peor de sus respuestas.

-           Maestro… ¿Por qué ya no me respondes?

Por mucho tiempo, Shaka, joven monje, siempre se sentó a los pies de Chenrezig, Buda, a conversar con él y sentir sus enseñanzas por medio de la misteriosa energía interior que, desde su niñez, sentía crecer dentro de sí; “Chakra”, lo llamó su maestro terrenal, quien no supo explicar la clase a la que pertenecía dicho poder, pero que sintió que eso lo hacía diferente a sus compañeros y el más adecuado para seguir con las prácticas del legendario príncipe Hindú, quien buscaba ayudar a las almas más vulnerables a encontrar la iluminación por medio de la compasión, mas no como un fin individual.

El joven de cabello rubio acomodó con angustia su blanca Kasaya, pues después de muchos años su corazón estaba lleno de dudas. Antes lo habían atormentado sueños o visiones relacionadas con una posible vida pasada, los que logró dejar de lado gracias a la compasión de su líder. Sin embargo, ahora era distinto, pues no solo el silencio de él lo aquejaba, sino también el regreso de aquellas imágenes.

-           Maestro, necesito saber por qué he vuelto a tener esos sueños. – preguntó con calma, pero con el corazón atormentado. – Sirvo a alguien diferente a ti, una vestimenta dorada me representa, mientras mis manos se tiñen de sangre de justicia. ¿Qué mensaje quieres darme con esto?

Las manos del joven, mientras su cuerpo comienza a emanar un aura dorada, pasan a sostener un rosario de cuentas moradas, el que fue heredado por sus padres a la edad de dieciocho años, poco antes de su muerte. No solo conservaba aquel objeto por aprecio a ellos, sino por el origen de su creador.

-           Maestro, según mis padres, con quienes converso por medio de la naturaleza, este rosario fue creado por un ancestro familiar, un caballero de oro llamado Asmita de Virgo. Recuerdo muchas veces haber contemplado su rostro en el cuadro principal de mi antiguo hogar. – dijo, tocando con interés cada una de las cuentas. – Se supone que este objeto tiene la capacidad de erradicar el mal, cosa que aún no he logrado entender.

Shaka habló al silencio, esperando obtener una respuesta… pero nada ocurrió. El aura dorada de su cuerpo siguió incrementándose, hasta causar que de su nariz se asome un hilo de sangre, del que ni se inmutó por estar perdido en sus oraciones.

-           ¿Hasta cuándo seguirás con tu silencio, Maestro? Llevo meses esperando una sola palabra. – preguntó el joven, angustiado y apretando con fuerza el rosario. – He sido fiel a ti por todos estos años. ¿Acaso te molesta mi presencia?

-           ¿No ves en el silencio la respuesta a tu angustia, Shaka?

El joven se dio la vuelta y calmó su energía al escuchar una voz conocida. Ahí notó el hilo de sangre, por lo que lo limpió de inmediato.

-           Maestro Arada… – saludó el joven, aun arrodillado. – Disculpe, no lo sentí venir.

El hombre se sentó frente a su alumno, mostrando una calmada sonrisa, a pesar de que le preocupaba verlo descontrolado por la energía percibida de su cuerpo.

-           Aunque mis ojos no lo vean, sé que tu Chakra está disparado. – dijo el hombre. – Aunque ahora dudo que se llame así, y es por eso que te he interrumpido.

-           No entiendo…

-           Shaka… La razón por la que Chenrezig, nuestro apreciado Buda, no te responde, es porque tu tiempo en este lugar ha terminado.

El joven se quedó de piedra al escuchar semejante respuesta. Por un momento, pensó que había oído mal o que su supuesto “Chakra” seguía alterado, lo que no le permitía digerir la indicación de su maestro.

-           ¿Me está expulsando? – preguntó sereno, aunque por dentro su corazón desbocaba de inquietud y angustia.

-           Así es… Este sitio ya no es para ti. Nunca lo fue. – afirmó el hombre. – Hoy mismo te tienes que marchar.

-           Necesito conocer la razón... – pidió el joven, sobresaltando un poco sus ojos. – ¿Qué mal he cometido para que Buda me rechace? Desde que llegué aquí, no solo he servido a mi prójimo, sino que también me he sacrificado para purificar mi alma. He seguido cada una de sus enseñanzas y caminos.

-           Shaka…

-           ¿Tengo que perfeccionar mis habilidades marciales para ser como él? – preguntó inquieto, sabiendo que no debía interrumpir a su maestro. – ¿Necesito otros mil días de ascetismo? Usted sabe por qué renuncié a eso y estuvo de acuerdo…

-           Tú sabes la respuesta mejor que nadie. – dijo el hombre, cerrando los y recreando recuerdos en su mente. – A los dieciocho años, después de la muerte de tus padres, decidiste abandonar la aristócrata y cómoda vida con la que habías crecido… Tal y como Buda lo hizo.

-           ¿Y acaso eso fue un pecado mortal? – preguntó el joven, ya impaciente debido a su malestar. Supo que hacía mal, pero no pudo evitarlo. – Durante muchos años, mis padres me ocultaron el sufrimiento humano, hasta ese día que escapé de casa a ver las calles y conocí la realidad de este país, pero sobre todo el dolor del Ganges.

-           Tanto te conmocionó el sufrimiento que viste en el río Ganges que decidiste entregar tu vida a servir a los demás. Alimentaste al hambriento, curaste al enfermo, pero sobre todo, ayudaste a alcanzar la iluminación a las almas perturbadas. – dijo el maestro, manteniendo la sonrisa. – Todos lo lograron, menos tú, Shaka. ¿Nunca te has preguntado por qué?

Shaka se quedó de piedra al escuchar esa pregunta, la que no pudo refutar. A pesar de sus años de práctica, de sacrificio, de oraciones, de ayudar a sus semejantes, nunca pudo encontrar la verdadera iluminación en su vida; y él presentía la posible razón.

-           Quizás es porque no he logrado liberarme completamente de mis malos sentimientos. – dijo el joven, avergonzado. – Seré muy compasivo con los más vulnerables, pero no puedo decir lo mismo sobre las almas contaminadas. Actuó con arrogancia y desagrado ante los perversos, e incluso me enfrento a ellos para defender a sus víctimas.

-           Y eso no es algo malo, Shaka, sino que es humano. – dijo el maestro, manteniendo la misma calidez. – Y es con lo más mundano de esta tierra con lo que debes lidiar.

-           Maestro…

-           Chenrezig sabe que, desde que llegaste aquí, te recibí con los brazos abiertos, pero siempre con dudas por esa extraña energía que crece cada día dentro de ti; muy poderosa, pero ajena a nuestras creencias. – dijo el hombre. – Y hoy, por fin, me dio la respuesta. Tu deber no es servirlo a él, sino a todas las personas de este mundo, y eso lo harás apoyando a un líder diferente.

-           ¿A quién?

Shaka comenzó a sentir que todo el camino recorrido estaba dejando de tener sentido. ¿Para qué y por qué se debía su existencia?

-           No lo sé... – respondió apenado. – Lo único que sé es que pronto llegarás a ese ser superior y conocerás la verdadera razón por la que naciste. El sentido de ese escondido poder.

El joven cerró los ojos, intentando contener la confusión y frustración que se estaban apoderando de su alma, las que por más que quiso esconder de su maestro, las percibió. Deseaba no sentir tales emociones terrenales, pero no podía ser de otra manera, pues sentía que tantos años de entrega habían sido en vano.

-           Shaka, no sientas esto como un castigo, sino todo lo contrario.

-           No sé qué decir, maestro…

-           Lamento si esto te causa dolor e impotencia, pero esto es un paso más para tu evolución. Recuerda que el cierre de un ciclo no es el fin, sino el inicio de uno nuevo. – dijo el maestro, aunque apenado por la decisión, sabía que era el camino correcto. – Aplica ese mismo amor y justicia para ayudar a lo que va más allá de tu conocimiento, y aplaca con tu fuerza a las almas endemoniadas que quieran dañar a otros. Estas palabras no son mías, sino de Chenrezig para ti.

El maestro dio una reverencia a su alumno, para después despedirse y salir de la sala.

Shaka, conmocionado, elevó su mirada a la estatua de Buda, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

-           ¿Qué voy a hacer ahora?


Las llamas se levantaban en medio de las cenizas de su enemigo, mientras su creador aparecía entre ellas con una mirada de justicia y salvación.

Saori miró sorprendida al responsable, pero sin duda alguna, Shun era el más impactado, hasta el punto de conseguir fuerzas para ponerse de pie y convencerse de que no estaba soñando.

-           Es él… – dijo Saori, mientras una sonrisa se le dibujaba en el rostro.

Una vez que Shun se convenció de la persona frente a él, sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras comenzaba a caminar de frente.

-           Eres tú… – dijo emocionado, caminando cada vez más rápido.

El hombre vestía una ropa sencilla, camiseta azul, chaqueta negra y pantalón rojo oscuro. Aquel estilo era inconfundible para el joven médico.

-           Disculpa la tardanza, querido hermano.

Shun llegó hasta Ikki y lo abrazó con fuerza para convencerse de que se trataba de él, cosa que corroboró cuando su mente rememoró con nostalgia la protección que siempre sintió con él.

-           Eres tú, Ikki. – dijo Shun, conmovido y emocionado. – Realmente, eres tú…

Los hermanos se separaron, y para sorpresa de Shun, notó unas cuantas lágrimas en el rostro de su hermano, lo que demostraba que también compartía su emoción ante el reencuentro.

-           Así es, Shun. He regresado. – afirmó Ikki, agachando la mirada para esconder su felicidad. – Después de cinco años, he cumplido mi promesa.

-           ¡Ikki! – gritó Saori, corriendo hasta el joven y con lágrimas de alegría. – ¡Qué felicidad volverte a ver!

Ikki abrazó a su amiga con el mismo cariño que tuvo con Shun, causando que él se emocione al presenciar su reencuentro. Sin embargo, a pesar de que su mente estaba consumida por lo que, por muchos años, había esperado, rápidamente comenzó a hacerse preguntas. Su hermano mayor era diferente, se veía demasiado cambiado; era un hecho que su cuerpo estaba más fuerte, pero por dentro se percibía algo más.

-           Estás muy linda, pequeña Saori. – dijo Ikki, acariciando la cabeza de su amiga. – Has crecido bastante en estos años.

-           Ikki, todo esto es tan confuso. – dijo Saori, mirando a su amigo con confusión. – Nos salvaste la vida… ¿pero cómo…?

Ikki detuvo la pregunta de Saori enseñándole su muñeca izquierda, la que estaba cubierta por una pulsera de flores muy conocida por ella.

-           Ikki… – pronunció Saori, mientras sus ojos se humedecían más.

-           Prometimos cuidarnos, ¿no? – preguntó Ikki, esbozando una orgullosa sonrisa. – Yo siempre cumplo con mi palabra, y es por eso que vine hasta aquí.

Shun se perdió, por un instante, en sus emociones y recuerdos de la niñez relacionados con la pulsera, sin embargo, regresó a la realidad al recordar el estado de Seiya, por lo que se acercó para auxiliarlo.

El joven boxeador había comenzado a dar signos de despertar.

-           ¡Seiya! ¿Estás bien? – preguntó el joven, ayudando a levantar a su amigo.

-           ¡Ay! ¡Me duelen todos los huesos! – se quejó el joven. – ¿Entonces no fue un sueño? ¡Ese monstruo espantoso nos atacó!

-           ¡No te muevas! – pidió Shun. – Verifico que no tengas huesos rotos.

Afortunadamente, ninguno de los dos tenía nada roto, solo intenso dolor por los golpes.

Una vez que Seiya dejó de sentirse aturdido, lo primero que hizo fue caminar hasta Saori y tomar su mano, causando que la joven se sonroje ante tal acercamiento, aunque se le hizo agradable. Shun se dio cuenta de tal acción, por lo que contuvo sus ganas de reírse, mientras que Ikki veía todo con confusión.

-           ¿¡Estás bien, Saori!? – preguntó Seiya, alarmado. – ¿Te hizo algo ese maldito gusano?

-           Estoy bien, Seiya. Gracias por preocuparte. – respondió la joven, sonriendo. – Me alegra ver que Shun y tú están bien.

-           Yo... me siento avergonzado por no haberlos defendido más. – confesó el joven, frustrado. – Pero tú lo hiciste… Yo sentí que tú nos cuidaste a Shun y a mí. ¿Qué ocurrió?

Saori se sorprendió al escuchar las palabras de Seiya, pues ella mismo no comprendía aquella determinación que sintió para defender a sus amigos, pero más que eso, esa calidez naciendo desde el fondo de su alma. ¿Se habrá tratado del universo interior del que su madre le contó? No lo entendía, pero lo único que sabía es que no iba a permitir que lastimen a nadie en su presencia.

Saori observó en Seiya una mirada atrapante e inquietante… Deseaba perderse en su esencia para siempre.

-           Seiya… – Saori, al sentirse confundida en sus sentimientos, se soltó del agarre del joven. – Yo no hice nada, fue Ikki quien nos salvó.

-           Seiya, él es Ikki, mi hermano mayor. – presentó Shun.

Seiya miró al recién llegado joven, quien lo observaba con extrema seriedad. Sin embargo, eso no impidió que se saluden educadamente con un apretón de manos. El contacto entre los jóvenes causó entre ellos un choque de energía abismal, como si entre ellos se estuviera dando un reencuentro, a pesar de que era la primera vez que se veían.

-           Yo te he visto en algún lado... – dijo Ikki con desconfianza.

-           Yo… – Seiya comenzó a sentir dudas antes de responder, sin entender por qué. – No… No lo creo.

-           Yo sí… pero no recuerdo dónde. – afirmó Ikki con frialdad, causando algo de miedo al confundido Seiya.

-           Gracias por habernos salvado. – dijo Seiya, sonriendo. – Aunque no entiendo cómo lo hiciste. Ese monstruo se veía poderoso.

La pregunta de Seiya causó que las dudas de Shun y Saori se incrementen, mientras que Ikki se sintió inquieto al no desear dar razones de nada. Él había llegado en el momento justo por una sola razón, cosa que iba a cumplir.

-           Eso no importa... – respondió cerrando los ojos y evadiendo la mirada de Seiya. – Yo también te agradezco por haber intentado defender a Shun y a Saori, a pesar de haber salido herido. Ahora, voy a regresar con ellos a Santorini.

-           ¿Qué? – preguntó la dama, sorprendida. – Pero Ikki, nosotros…

-           Vámonos.  – ordenó implacable. – Ya no hay nada que hacer aquí.

Ikki empujó ligeramente el hombro de Saori y de su hermano para irse con ellos, dejando atrás a Seiya. El joven sintió una ligera molestia al sentirse ignorado.

-           ¡Esperen! – reclamó Seiya, acercándose hasta el grupo.

Con una rapidez intimidante, Ikki se dio la vuelta y miró con enojo a Seiya, y a pesar de que el joven no pudo evitar sentirse asustado por la fiereza del hermano mayor, no retrocedió ni un paso. No comprendía por qué, pero no quería alejarse de sus nuevos amigos, sobre todo de Saori, pues se sentía culpable por no haberla podido defender como era debido y temía que vuelva a correr peligro.

-           Como ya te lo dije, vamos a regresar a Santorini. – repitió Ikki, impaciente. – Ya hiciste tu buena labor, ya te di las gracias, punto.

-           Pero…

-           Por tu bien, sigue con tu camino y no te entrometas más.

Ikki obligó a sus acompañantes a irse con él, mientras que, a sus espaldas, Seiya hervía de enojo.

-           ¿Pero qué se ha creído este tipo? – cuestionó el muchacho con mueca de furia.

Shun y Saori, a medida que avanzaban, se sentían extrañados por el actuar de Ikki. Siempre se caracterizó por ser desconfiado y distante, pero ahora parecía totalmente arisco, y muy en el fondo, con un enorme dolor. Sin duda alguna, muchas cosas habían cambiado en él en esos cinco años de ausencia.

-           No debiste hablarle así, Ikki. – recriminó Saori, volteando el rostro para ver a Seiya por última vez.

-           Al menos me hubieras dejado curarle la herida de su cabeza. – dijo Shun, igual de molesto. – Él nos defendió, hermano…

-           Eso no quita que sea un desconocido. ¿Siguen siendo igual de ingenuos para confiar en la gente? – preguntó Ikki, aún confundido por la horrible nostalgia que Seiya le causaba. – Además, ustedes dos también intimidaron a ese monstruo…

Ikki estaba preocupado al haber presenciado la manifestación de poder en Saori y Shun, pero mucho más por la de su hermano, pues aunque fue por poco tiempo, este mostró un cosmos terrible y gigantesco cuando golpeó al espectro. Temía que eso sea una señal para que se cumpla su más grande miedo, la única razón por la que se fue de casa para someterse al más duro de los entrenamientos físicos y mentales… pero sobre todo, a la más desgarradora de las pérdidas, la que su corazón aún resentía y desangraba.

A ella…. nunca iba a poder olvidarla.

-           Ikki… – habló Saori, sacando al joven de sus tormentosos recuerdos. – Creo que tienes muchas explicaciones que darnos.

-           Así es. – dijo Shun, mirando a su hermano con seriedad y reproche. – Quiero una explicación de todo lo que ha ocurrido contigo, de tu larga ausencia y de ese poder que tienes.

-           Si es así, entonces los tres tenemos cosas que explicar…

Ikki aún no tenía el valor de revelar la verdad, pero sabía que no la podría ocultar por mucho tiempo, mucho más si ya había sido descubierto por el par de jóvenes.

-           Ya habrá tiempo de eso… Ahora lo importante es regresar a casa.

Saori y Shun se miraron con intriga, mientras que Ikki intentaba ordenar sus miedos y desdichas.

Por otra parte, Seiya veía alejarse a los jóvenes, y lo lamentaba casi como si se estuviera despidiendo de amigos tan queridos.

-           No entiendo por qué me siento así… Recién los conozco. – dijo confundido. – Solo espero que no vuelvan a ser atacados.

El joven boxeador decidió dejar su pesar de lado y enfocarse en la verdadera razón de su llegada a Atenas. Encontrar a su hermana era su prioridad, mucho más con la impactante carta que había recibido sobre ella. No solo resentía que se hubiera alejado sin darle explicaciones, sino que se había casado sin haberle informado; ni siquiera imaginaba quién podía ser su esposo, o más importante, el remitente de la extraña nota.

-           Tonta, no sé cómo voy a perdonarte tantas ofensas… – se dijo a sí mismo, molesto.

El muchacho creyó que era mejor tomarse un descanso, por lo que pensó en un sitio en el que pudiera pasar la noche. Fue en ese momento que su cerebro se iluminó, matando, posiblemente, a dos pájaros de un solo tiro.

-           En esta ciudad hay solo un hotel, en el que seguramente Saori y Shun se hospedaron. – expresó emocionado. – No sé cómo, pero quizás ahí encontraré pistas sobre la dirección de ella en Santorini… quiero decir, de ella y Shun.

El joven se sintió como un obsesivo al armar semejante plan para conocer el paradero de la dama, pero todo lo atribuía al miedo de que su vida corriera peligro.

Su alma ardiente deseaba proteger a Saori como si se tratara de una diosa.


Vergüenza y silencio se respiraban en el despacho de Pandora, mientras que uno de los dos jueces luchaba con todas sus fuerzas para no estallar en carcajadas.

-           Fracasaste, Rhadamanthys… – acusó Pandora, mirando al juez de rodillas ante ella, mientras Aiacos se deleitaba con la escena. – No pudiste con... ¿Cómo lo llamaste a Shun?

-           “Un mocoso pacifista y tranquilo”. – agregó Aiacos con intención viperina. – Así lo llamó Rhadamanthys.

-           ¡Cállate, imbécil! – reclamó el juez, enfurecido y avergonzado. – ¡No te metas en esto!

-           ¡Tú eres el imbécil! – expresó Pandora, apuntando su tridente al cuello del juez. – Debería arrancarte la cabeza por tu estupidez, pero para mi maldita suerte, aún te necesito vivo.

-           Pido clemencia, señorita Pandora. – rogó el hombre, flexionando más las rodillas y agachando la mirada. – Raimi era uno de mis mejores espectros, no entiendo cómo pudo ser derrotado.

-           Eso solo significa una cosa... – dijo la muchacha, soltando un suspiro de furia. – Aparte de Libra, es posible que existan más caballeros despertando para proteger a Athena y evitar nuestros planes, y eso sería un problema enorme. ¡Tenemos que reanimar al señor Hades cuanto antes!

-           Señorita Pandora... – llamó Aiacos, poniéndose de pie. – Recuerde lo que le propuse. Y yo, personalmente, me encargaré de todo, solo me llevaré unos cuantos esqueletos.

-           ¡Ve tras ese maldito chico de una vez! – ordenó Pandora, impaciente. – ¡Lo quiero tener en mi poder! ¡YA!

Aiacos, complacido, chasqueó los dedos y en cuestión de segundos su cuerpo se cubrió por su sapuris, mientras que Rhadamanthys se retorcía de furia al haber tenido que darle la razón. Durante todos esos años nunca había fracasado en sus misiones. ¿Por qué ahora era diferente?

-           Yo, Aiacos, el espectro de Garuda de la estrella celeste de la Valentía, estoy listo para cumplir con mi misión. – se presentó el orgulloso guerrero.

El juez espectral dio una reverencia para retirarse, sin embargo, se detuvo al ver que la puerta del despacho de Pandora se abrió con furia, causando que todos los presentes se quedaran paralizados. Sin ningún tipo de aviso, Ker entró a la estancia, caminando con elegancia a medida que la cola de su vestido morado se arrastraba en la alfombra. Con la boca seca, Pandora y Aiacos se arrodillaron ante su presencia, mientras que Rhadamanthys agachó la mirada con más sumisión de la que tenía.

-           Se… Señora Ker… – saludó Pandora, mostrándose calmada, pero con el alma torturándola de terror. – No la esperaba en mi humilde despacho.

-           ¿Y acaso tengo que pedir permiso para venir? – preguntó la diosa, arrogante e irónica.

-           No… de ninguna manera. – corrigió la muchacha. – Su voluntad es lo más importante para nosotros.

-           Pues eso es lo que no se está cumpliendo, Pandora, mi voluntad. – reclamó Ker, tomando asiento en uno de los muebles del despacho y cruzando provocativamente sus piernas. – ¿Dónde está el cuerpo elegido del señor Hades? ¡Estoy ansiosa por tenerlo aquí!

-           Justamente... – Pandora se esforzó para calmarse ante la terrible aura de la deidad. – El juez de Garuda, Aiacos, se dirige a traerlo.

-           Así es, señora Ker. – confirmó el juez, alzando la mirada. – Cumpliré con esta misión, aunque me cueste la vida.

-           Eso espero, pues como dije antes, no toleraré errores. – recordó la fémina. – Siento el cosmos de Athena cada vez más presente, cosa que me preocupa. Sin embargo, eso me ha permitido descubrir algo muy interesante…

-           ¿Se puede saber a qué se refiere? – preguntó la joven.

-           Gracias al ligero despertar del cosmos de Athena, he podido localizar dónde se encuentra ella, pero sobre todo el instrumento más importante de su poder.

-           ¿Acaso se refiere a…? – cuestionó la joven, adivinando los pensamientos de la diosa.

-           Desde la era de los mitos, de alguna manera, cerca de Athena siempre se encuentra Nike, la Diosa de la Victoria. – comentó Ker. – No comprendo las razones por las que esa imbécil decidió nacer del vientre de una humana, pero eso no quita que su legendaria arma se encuentre con ella. Si llega a activar su poder, estaríamos en posible desventaja…

-           ¿Qué es lo que desea que hagamos? – preguntó Pandora.

-           ¿No es obvio, estúpida? – preguntó la diosa con ironía. – ¡Que traigan la estatua de Nike a mis manos para destruirla! ¿Dónde está Minos?

-           Minos se fue a la India a despertar a una de sus estrellas malignas y a un caballero de Athena.

-           ¡Dile que regrese! Quiero que él se encargue de esta misión. – ordenó la deidad.

-           Señora Ker… – Pandora dudó en hablar, pero lo sintió necesario. – Minos está en la cacería de un caballero dorado. ¿Está segura?

-           ¡No me importa! – exclamó enfurecida. – ¿O vas a contradecir mis órdenes?

-           Claro que no…

-           La estrella maligna que va a despertar puede encargarse muy bien de ese caballero. Quiero que Minos haga esto porque… sus hilos son un deleite de tortura. – dijo la diosa, relamiéndose los labios al imaginar el ataque del juez. – Es más que seguro que Nike se encuentra protegida por Athena o por alguien más que, sin duda, no querrá entregarla, así que la técnica de Grifo hará que ese individuo padezca tanto que termine cediendo, pues sus hilos aplacan la voluntad por completo. Convierte en serviles marionetas todo lo que toca.

-           Comprendo, lo llamaré de inmediato…

-           Espero tener en pocas horas buenas noticias. – solicitó Ker. – La llegada del recipiente de Hades y Nike en mi poder.

La diosa colocó sus ojos en Rhadamanthys, quien se puso de pie al sentir que iba a pedirle algo.

-           ¿En qué puedo servirla, mi señora? – preguntó temeroso.

-           Ya sabes… – indicó la mujer, mostrando con gusto su sonrisa. – Envía a tu caballero, a mi pianista favorito, a la sala de música. Las notas de mi violín quieren acompañamiento.

-           ¡De inmediato!

Ker se desvaneció del lugar como una sombra, mientras Pandora intentaba calmar el terrible latir de su pecho por el pavor que la deidad le transmitía. Ahora, más que nunca, debía mantenerse serena, pues su anhelado plan estaba al alcance de sus dedos.

-           Vete, Aiacos.

Garuda no perdió más tiempo y salió del despacho, pero al cerrar la puerta se vio interrumpido por la llegada de una mujer, quien al verlo se acercó a acariciar su rostro y a darle un beso en los labios.

-           Violeta… como siempre sorprendiéndome. – dijo el juez, mirando con morbo a la mujer.

-           Vine a darte suerte… Te estaré esperando esta noche para celebrar hasta cansarnos.

Aiacos lanzó una última mirada a la chica y se perdió entre los pasillos.


-           Shion… ¿Estás bien?

El patriarca aún seguía perdido en los dolorosos pensamientos de su pasado, sin embargo, regresó en sí con el llamado de su amigo. No tenía el valor de contarle toda la tragedia de su vida, pero algo debía compartirle para fortalecer su lazo de confianza.

-           La verdad… Soy divorciado. – respondió seco.

-           Sí llegaste a casarte… – preguntó Dohko, sorprendido.

-           Las cosas no son como piensas… – dijo el hombre, confundiendo a su amigo. – Todo se dio porque mi padre me envió a un internado en Canadá a los dieciséis años, debido a… Qué hice algo que no le gustó.

Shion no quiso recaer en el dolor de recordar más, por lo que calló esa parte de la historia; además, no quería que su amigo lo juzgue. Dohko, con semblante de preocupación en su rostro, siguió escuchando.

-           Una de las condiciones que me puso para salir de ese infierno, fue que me casara con la hija de su socio, ya que con eso obtendría una poderosa alianza económica. – relató el hombre, apenado. – En otras palabras, me vendió al mejor pastor.

-           Yo… Lo siento… No puedo creerlo… – expresó Libra, estupefacto. – ¿Cómo un padre puede casar a su hijo siendo un menor de edad? Arruinarle la vida así. No lo concibo.

-           Mi padre fue un demonio. – continuó el Patriarca su relato, mostrando fastidio en su voz. – Cuando murió mi madre, quien tanto me amó y cuidó, solo se dedicó a ser abusivo conmigo; y yo no era más que un chiquillo vulnerable, aterrado y sin nada en la vida, así que tuve que aceptar su condición para salir del internado.

-           Lástima que no despertaste tu poder antes de tiempo... – bromeó Libra.

A pesar de estar narrando algo tormentoso, el caballero de Aries soltó una carcajada. No había duda de que el sentido de humor de su amigo sabía como sacarlo a flote.

-           Mi “matrimonio” fue una fachada, no pasó nada entre nosotros, ni una amistad. Todo se dio porque el socio de mi padre lo propuso para tapar la “vergüenza” de su hija.

-           ¿Vergüenza?

-           Ella tenía gustos que su padre no aprobaba... – dijo Shion.

-           Entiendo…

-           En fin, ella vivía su vida y yo la mía; nos guardábamos los secretos. – confesó Aries. – Mientras seguía con su prohibido amorío, yo me dediqué a buscar como un loco a…

Shion quedó en silencio, bloqueado por su permanente sufrimiento. Dohko, al verlo perturbado, colocó la mano sobre su hombro para que se calmara.

-           En otro momento me sigues contando…

-           Una cosa más… el divorcio se dio cuando nuestros respectivos padres murieron. – dijo Aries. – Qué los dioses me perdonen, pero solo así encontré alivio y libertad. Ya han pasado tres años de eso.

-           ¿Y a qué te has dedicado? – preguntó Libra, queriendo cambiar de tema.

-           Manejo los múltiples negocios de mi madre, pues la del dinero siempre fue ella y no el arribista de mi progenitor, que solo se casó por interés, a pesar de que ella, lamentablemente, sí lo amó y nunca fue correspondida. – dijo Shion, mientras la rabia lo consumía por dentro. – Con la muerte de ese tipo, quise cerrarlo todo, pero mi mamá siempre cuidó de las familias que dependían de ese trabajo, así que encargué a un apoderado su administración y a mí solo me reporta las novedades.

-           Eso es conveniente en estos momentos…

-           Así es, por eso agradezco tanto a Athena por haber despertado mi verdadera vida, aunque eso no desaparece a la actual. Ahora podré actuar como lo que verdaderamente soy, un guerrero. – dijo Shion, hablando con determinación, pero con un dejo de frustración en su voz. – No tengo familia… No tengo hijos… Así que me entregaré por completo a esta causa.

El patriarca volvió a analizar con detenimiento el pergamino, trazando con sus dedos la forma de los desordenados mapas y constelaciones. Estaba decidido a descifrar el misterio que escondía y el siguiente paso a seguir.

-           ¡Mira, Dohko!

Libra se acercó al viejo papel para entender lo que su compañero quería explicarle.

-           La constelación de Virgo se muestra resplandeciente sobre este lugar… – señaló Shion, viendo con detenimiento el país marcado. – Este sitio es…

-           ¡Es la India! – exclamó Dohko, alarmado. – Eso quiere decir que…

-           El caballero de Virgo ha regresado… Y ahora su vida corre peligro.

-           No… Yo no quiero que le ocurra lo mismo que a mí. – se quejó Libra, atemorizado.

-           Y el caso sería peor, pues tu corrupto despertar no se completó. – dijo Shion. – Sin embargo, si Virgo es capturado, no solo se convertirá en un enemigo invencible, sino que no conocemos la manera de regresarlo a la normalidad.

-           Tengo un plan, Shion... – sugirió Libra. – Trasládame a la India para ayudar al caballero de Virgo, y tú ve a rescatar a Athena.

Aries suspiró con pesar, pues aún no lograba descifrar el paradero de la diosa en el extraño mapa; pero el tiempo seguía corriendo y uno de los dos debía avanzar.

-           Yo me quedaré aquí para intentar localizar a Athena, mientras te teletransportaré a la India para que encuentres al caballero dorado de Virgo. – indicó el hombre. – No puedes fallar en esta misión, Dohko.

-           Como ordene, Gran patriarca. – acató Libra, dando una reverencia.

Aries se colocó frente a su amigo y cerró los ojos para invocar su telequinesis, la que serviría como medio de teletransportación para que llegara a su destino.

En un parpadeo, el caballero dorado de Libra había desaparecido del templo de Delfos.


El ocaso se encontraba cerca de llegar, hora en la que Shaka se había alejado lo suficiente del templo que lo acogió por doce años. Su pecho aún lo apresaba de confusión al no entender los designios del destino, del dios al que sirvió por tanto tiempo, pero su condición solo le obligaba a obedecer y a buscar un nuevo y desconocido camino.

Su paso se detuvo al encontrarse con un árbol de laurel que, para cualquiera, no era más que una simple planta, pero para él tenía un gran significado, pues fue ahí donde tuvo el primer acercamiento con la indulgencia, cuando estuvo a punto de morir.

*.*.*.*.*

Buda se adentró al ascetismo para encontrar la verdad del universo, privándose de placeres mundanos que pudieran beneficiar su cuerpo. Ese mismo concepto fue el que quiso imitar Shaka, un joven de dieciocho años recién cumplidos, el que recientemente había perdido a sus padres y abandonado los lujos de su vida para encontrar un nuevo camino.

-           Queridos padres, por medio de la naturaleza, puedo hablar con ustedes, y por eso no los extraño. – dijo el joven, con los pies lastimados y caminando con dificultad, sosteniendo su cuerpo con un palo de madera. – Sé que no están contentos con mi decisión, pero no puedo sentirme bien cuando hay tanto sufrimiento en este pobre país.

Sin poder soportar más el cansancio, Shaka se arrimó a un árbol de laurel que se encontraba en su camino, el que emanaba un aroma refrescante y cálido. Sentía que iba a morir debido a la inanición y deshidratación que llevaba días cargando, y si iba a hacerlo, al menos esperaba que fuera en la tranquilidad de la sombra de la planta.

-           Soy un atrevido al haber querido imitar a Buda. – dijo Shaka, sintiéndose frustrado, mientras el cansancio lo consumía. – El castigo a mi osadía es morir así, lamentándome por no haber podido alcanzar la iluminación.

El joven cerró los ojos para esperar su fin, sin embargo, comenzó a percibir un dulce aroma, el que pensó que se trataba de una alucinación debido al hambre que lo consumía. Con esfuerzo, abrió los ojos para darse cuenta de que frente a él se encontraba una joven con un plato en las manos.

-           Joven asceta, no serás aceptado por Buda, por nuestro querido Chenrezig, con un pensamiento tan individualista.

Con las pocas fuerzas que le quedaban, Shaka se sentó de rodillas para ver mejor a la mujer, quien lo miraba con compasión y una dulce sonrisa, mientras le ofrecía un plato de arroz bañado con miel.

-           Acepta este plato de comida como símbolo de indulgencia para los demás, más que para ti mismo. Ese es el verdadero significado del sacrificio; amar a los demás sin renunciar a tu humanidad. – dijo la joven con su cálida voz. – Sé cómo Chenrezig y te sentirás más cercano a su iluminación.

Las energías del muchacho regresaron a su cuerpo al perderse en la compasión de la muchacha y en sus encantadores ojos, mientras su corazón asimilaba con fuerza el verdadero enfoque que debía seguir para su ansiado objetivo.

*.*.*.*.*

Recordar ese momento provocó en Shaka una pequeña sonrisa, a pesar de lo consternado que se sentía.

-           Siempre te detienes en el mismo árbol, querido Shaka.

El joven se dio la vuelta al escuchar la conocida voz que lo había sacado de sus recuerdos, la joven que lo había salvado hace doce años de la muerte y le había mostrado el término medio de las necesidades humanas.

-           Sujata… – saludó el joven.

La hindú era una mujer sencilla, vestía con un Sari color morado que la cubría de pies a cabeza, enseñando unos cuantos cabellos castaños.; no por su modestia, su belleza se veía opacada, pues sus ojos verdes combinaban bien con su piel morena clara.

Desde hace años gozaba del privilegio de ser la mejor amiga del recién expulsado monje.

-           Te veo triste, Shaka. – afirmó la joven, preocupada. – ¿Ocurre algo?

Shaka se acercó a la dama y la tomó de las manos, causando que ella se sonroje al tener contacto con él, como siempre le ocurría con solo verlo. Su hermosa amistad floreció con los años, en cada encuentro bajo el árbol de laurel, y en ese tiempo el sentimiento del amor había nacido en su corazón, pero no se atrevía a confesarlo, pues amar a un monje estaba prohibido, pero peor aún, su condición de mujer y campesina la obligaban a no poner sus ojos encima de nadie, pues sin una dote que ofrecer, su destino era quedarse sola. Además, si alguna “autoridad” la veía a solas con un hombre, podía ser deshonrada y castigada.

Las mujeres de la India no gozaban de la misma fortuna e igualdad que el varón.

-           Lo lamento, Sujata. – expresó Shaka, nervioso, soltando las manos de la joven. – No quiero que tengas problemas por mi culpa.

-           Solo mis padres están en la granja, y sabes que ellos aprueban nuestra amistad. No hay nadie más cerca, querido amigo. – dijo la joven, intentando calmar sus emociones. – Pero no evadas el tema, pues noto que algo te sucede.

El joven suspiró con pesar ante lo que iba a confesarle a su amiga, pero más por saber que tendría que separarse de ella.

-           Fui expulsado del templo. – confesó apenado. – Acabo de marcharme de ahí.

Sujata guardó silencio ante la revelación de Shaka, mientras luchaba para no llorar delante de él. No era solo su compañía, sino su protector y confidente. ¿Cómo iba a llevar su aburrida vida si él se iba?

-           ¿Por qué? – preguntó alarmada. – Tu conducta siempre ha sido intachable.

-           Lo único que sé, es que todo fue voluntad de Chenrezig. – dijo el joven, bajando la mirada. – Tengo un nuevo camino que encontrar, y es por eso que me marcho.

-           ¿Vas a dejarme sola?

El muchacho sintió una punzada en el pecho al escuchar el reclamo de su amiga, no solo por su dolor, sino por el de él mismo; sin que ella lo sepa, sus sentimientos eran recíprocos, pero ahora se sentía tan perdido que no sabía qué decisión tomar o qué camino seguir, y no podía arrastrarla a ese viacrucis.

-           Sujata… – pronunció Shaka, aun con los ojos cerrados, aparentemente sereno, pero nervioso. – Ya no soy un monje…

Por su cabeza pasó una idea que, aunque descabellada, la había deseado por muchos años, no solo por darle salvación a ella, sino por el sentir de su corazón.

-           Ahora que no soy monje... ¿Crees que tu padre acepte…?

-           ¿No te cansas de ser amiga del mestizo, Sujata?

Shaka, alarmado, abrió los ojos ante el intruso que se había atrevido a interrumpir su conversación. Si hubiera sido otra persona, quizás lo habría tomado como una señal para que se calle, sin embargo, este no era el caso.

Ante los jóvenes había llegado un hombre de la misma edad de ellos; flaco, piel morena y cabello corto. En el pasado, fue compañero de Shaka en el templo, e incluso llegaron a ser amigos, sin embargo, comenzó a salirse del camino del bien y a llenarse de envidia al ver que él era admirado por el maestro Arada debido a su misterioso poder, motivo por el que fue expulsado. Los errores humanos eran tolerables, pero nunca uno que dañe al prójimo como a sí mismo.

El nombre del joven era Ahimsa, y desde su destierro, se había dedicado a robar las pertenencias de quien se le cruzara. Estaba totalmente descarriado.

-           ¿Por qué siempre tienes que insultar a Shaka, Ahimsa? – reclamó la chica, enojada.

-           No es insulto llamarlo “mestizo”, solo digo la verdad. – dijo el joven, caminando alrededor de la chica, incomodándola. – Su padre, quien fue uno de los más ricos de la India, se casó con una inglesa, así que por eso se ve tan diferente a nosotros.

-           Es más que claro que él no es como tú… – dijo la joven.

-           Ya me enteré de la buena nueva... – dijo Ahimsa, enfocando su mirada en Shaka. – Te expulsaron del templo, así que ahora somos iguales. ¿Qué se siente caer desde tan alto, mestizo?

Shaka miró con serenidad al chico, sin nada que decir. Sujata observó la situación con preocupación, hasta que su amigo se dirigió a ella.

-           Sujata, no es conveniente que te vean a solas con los dos. – dijo Shaka, sonriendo a la muchacha. – Regresa a tu casa, yo aclararé las cosas con Ahimsa.

-           No me has dicho a dónde vas a ir…

-           No lo sé. Quizás regrese a mi antiguo hogar. – respondió el joven. – No te preocupes por eso, pues apenas encuentre mi sitio, te buscaré. Te lo prometo.

-           Ten cuidado, por favor. – dijo la joven. – Que Buda guíe tu camino.

La mujer se retiró con el corazón adolorido al saber que se separaría de su compañero de años, pero lamentablemente no había nada que pudiera hacer en su vulnerable posición.

Ahora que se encontraba solo, Shaka se acercó hasta Ahimsa, mirándolo con firmeza, pero manteniendo la calma.

-           Si mi expulsión causa regocijo a tu alma, me doy por bien servido. – dijo Shaka. – No tengo nada más que decir.

-           No tienes que fingir control y altruismo, pues no olvido el golpe que me diste cuando éramos más jóvenes. – acusó el chico. – No eres más que un lobo vestido de oveja que esconde violencia dentro de tanta nobleza.

-           Recuerdo que intentaste acercarte a Sujata indebidamente, y eso podía perjudicarla ante los ojos de todos, por eso actué así. – dijo el joven. – Eso ya fue hace diez años y ella te concedió el perdón.

-           Yo no necesito el perdón de nadie, pues eso significaría creerme “tan perfecto” como tú. – se quejó el joven. – El maestro tardó demasiado tiempo en bajarte del pedestal, así que espero que ahora dejes de creerte un dios inalcanzable.

Shaka apretó el puño, pero de inmediato se contuvo para no golpear al joven. Ahora su mente debía enfocarse en buscar un nuevo camino, y eso incluía alejarse de lo que pudiera perturbarlo.

-           No eres más que un pobre demonio en decadencia, sometido a la sombra de mis acciones. – dijo Shaka sonriendo con arrogancia. – Tal y como un mono corriendo en círculos en la palma de Buda; básico y primitivo.

Shaka puso frente a Ahimsa el rosario de cuentas moradas, lo que causó que el muchacho retrocediera con desagrado, como si fuera un repelente. Nunca entendió por qué, pero aquel objeto siempre lo incomodó; incluso intentó robarlo alguna vez, pero al tocarlo sintió que sus manos se quemaban con fervor.

-           En honor a nuestra vieja amistad, deseo que encuentres la paz, Ahimsa. – dijo Shaka, dando la espalda al joven. – No vale la pena discutir contigo. Adiós.

-           ¿Me dejas con la palabra en la boca? ¿¡Cómo te a…!?

Shaka se alejó y siguió su camino, dejando a Ahimsa lleno de rabia ante su sentencia, al compararlo con un irracional mono.

-           Maldito… ojalá te mueras en el camino.

-           ¿Para qué desearle la muerte, si tú mismo puedes dársela?

Ahimsa se volteó alarmado al escuchar la extraña voz, pero más se impactó al ver que frente a él estaba un extraño hombre vistiendo una especie de armadura con alas, morada y oscura, como los confines del infierno.

-           Te he buscado por todas partes, Ahimsa. Al fin te encontré…

-           ¿¡QUÉ…!? – el chico balbuceó aterrado, cayendo al suelo. – ¡Un demonio!

-           Bueno, viendo las cosas con objetividad, pues sí, soy un demonio… pero también soy tu salvador.

-           ¿¡Quién eres tú!?

-           Soy Minos, el espectro de Grifo de la estrella celeste de la Nobleza. – saludó el espectro. – Y vengo aquí a hacerte una propuesta que no podrás rechazar… En el nombre de Hades.

Los hilos de Minos se retorcían con gusto ante su nueva marioneta.

Notes:

Hola, espero tengan un buen inicio de semana.

Ya hemos llegado a un capítulo crucial, pues el descubrimiento del destino de todos los involucrados está próximo a revelarse.

Ikki ha llegado por fin, y esto es demasiado importante para la trama porque con él comenzará el tema central de esta historia. He mantenido algo de su personalidad del canon, como esa ligera competencia que tiene con Seiya, pero al mismo tiempo es más noble, aunque como podrán haber leído, ocurrieron cosas en su entrenamiento que cambiaron su vida para siempre, y no es que se haya llenado de odio como le ocurrió originalmente, sino otros hechos que lo afectaron y que su hermano intentará descubrir por más que haya hermetismo de su parte.

También tenemos en la mira a Shaka, uno de mis caballeros favoritos. Quise ser algo creativa con la personalidad de él, haciéndola un poco parecida a la de Shijima de Virgo, pues este caballero es serio, callado, pero al mismo tiempo determinado, decisivo, y hasta emocional, cosa que demostró al defender a Athena, a pesar de que no era la de su época. Me encantó su manera de ser.

A mi criterio personal, Shaka en el anime/manga, aunque tiene un corazón justo y sacrificado, le faltó un poco más de humildad, pues él considera a muchos caballeros aliados como inferiores y es algo ególatra debido a su gran poder, así que quise hacer un pequeño cambio con eso, sobre todo por la rama del budismo en la que lo involucré. Chenrezig o Avalokiteshvara (propuesto por mi querido amigo Js.Leblanc en una de nuestras conversaciones existencialistas) es una de las tantas versiones de Buda, y me gustó este porque busca la iluminación basada en la compasión en los demás, en cambio, la de Siddhartha Gautama (que es la que parece sigue Shaka en el canon), es más individualista. Al igual que Buda, Shaka decidió dejar todas sus riquezas para conocer el sufrimiento humano, pero al mismo tiempo, su cosmos (llamado “Chakra” por su maestro al desconocer el origen de su energía espiritual), lo hace alguien mundano que debe servir a otro líder para salvar a los vulnerables, y es por esa razón que fue expulsado. La verdad, pienso que un seguidor del budismo no debería servir para la guerra, así que esa fue la razón por la que se me ocurrió justificar su separación de la doctrina, a pesar de que seguirá con sus creencias.

También le di un contexto al origen de Shaka, pues creo que nadie puede ver lógico que sea hindú, blanco, rubio y de ojos azules, así que atribuí esos rasgos a la nacionalidad de su difunta madre. Espero que ese detalle haya sido de su agrado.

El maestro terrenal de Shaka también lo tomé inspirándome en “Arada Kamala”, quien fue guía espiritual de Buda.

Otro tema es su “amiga”, Sujata, a quien no le elegí el nombre por gusto. Si conocen sobre la historia de Buda, sabrán que él conoció a una mujer llamada Sujata en uno de sus momentos de ascetismo, donde se estaba muriendo de hambre, hasta que ella llegó y le ofreció un plato de arroz con miel, como símbolo de compasión e indulgencia. Ahí el maestro conoció el “término medio” del camino asceta, donde entendió que no era necesario llegar a extremos para seguir con el camino a la iluminación y que era permitido llevar con moderación las necesidades y placeres mundanos. Si quieren leer más sobre esta leyenda, solo tienen que buscarla en la red como “el regalo de Sujata”. Ella no fue nada amoroso para Buda, pero me pareció bonita la historia y quise adaptarla aquí.

También reciclé algunos personajes de Lost Canvas, como Ahimsa, quien fue amigo/enemigo de Asmita de Virgo en su gaiden, cuando se convirtió en una estrella maligna, y Violeta, quien tuvo una estrecha relación con Aiacos de Garuda.
Como siempre, pienso adaptar estos personajes al contexto de esta historia.

Espero no haber dejado nada pendiente, pero como siempre, saben que pueden preguntar lo que sea.

Muchas gracias por leer.

Artemiss

Chapter 5: Maligno ritual

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Seiya no solo había logrado instalarse en el hotel en el que Saori y Shun se habían hospedado, sino que pudo conseguir la misma habitación de ella. Su “increíble” idea de haberse hecho pasar por su pareja para recuperar un objeto olvidado, resultó exitosa, por lo que se sentía un triunfador.

-           Aún no puedo creer que la encargada del hotel me haya creído. – se dijo a sí mismo, avergonzado, pero al mismo tiempo orgulloso. – Y aunque ella ya no esté, la presencia de Saori se siente en este ambiente… sobre todo su energía.

El joven no podía explicarlo, pero él estaba muy seguro de haber sentido la energía de la dama cuando estuvo inconsciente, la que lo protegió con fuerza y calidez. Cualquier persona normal jamás hubiera creído algo como eso, pero en su caso era diferente, pues no era la primera vez que sentía tal poder, y no solo lo creía por familiaridad.

-           Esa calidez que desprendía Saori la he sentido también en mi hermana. – afirmó confuso. – Sobre todo de pequeño, cuando me defendía y cuidaba.

Su mente comenzó a confundirse por tantos sentimientos, pues no solo tenía que lidiar con la misteriosa desaparición de su hermana, sino con la terrible nostalgia y familiaridad que le transmitía Saori; sus encantos y belleza le atraían terriblemente, pero también sentía un deseo de saber más de ella y perderse en lo más profundo de su conciencia para descubrir sus misterios. Su presencia le hacía sentir asuntos pendientes con ella.

-           Shun e Ikki me causan una sensación parecida a la de Saori. – afirmó Seiya. – ¿Dónde los he visto? Sé que no es la primera vez que hablo con ellos.

La cabeza comenzó a dolerle de tanto sobre pensar, por lo que decidió tomar una ducha y prepararse para dormir. Sin embargo, cuando estuvo a punto de acostarse, notó en el suelo cercano a la cama un extraño objeto.

-           ¿Una pulsera de flores?

Le llamó la atención haber encontrado algo como eso en la vacía habitación, pero más se sorprendió al sentir un aroma conocido en los pétalos.

-           Tiene el aroma de Saori…

No pudo comprenderlo, pero el objeto lo llenaba de paz y tranquilidad, hasta el punto de relajarlo y provocarle sueño. Sin darse cuenta, se quedó dormido con la pulsera entre sus dedos.


El sol se acercaba cada vez más a su próximo descanso, pero la mente de Saori no experimentaba la misma calma. El viaje de regreso a Santorini fue silencioso, no solamente porque no pudo despejar todas las dudas que su corazón tenía con respecto a sus extraños sueños, sino porque su amigo Ikki no dijo ni una sola palabra relacionada con su ausencia.

-           Hija…

Saori, quien se encontraba en la ventana de su sala, salió de sus cavilaciones al escuchar a su madre llamarla. La mujer de ojos azules y cabello castaño, como siempre, la miraba con una cálida sonrisa, pero al mismo tiempo con preocupación.

-           Mamá...

-           ¿Qué tienes, Saori? – preguntó la mujer. – Desde que Shun e Ikki te trajeron a casa, no has dicho nada.

Muchas cosas perturbaban la mente de la muchacha, y no sabía de qué manera explicárselo a su madre, pues quizás no iba a creerle; como lo ocurrido en el santuario de Athena, el haber sido atacados por el espectro o ese poder interior que brotó con furia dentro de ella.

Sin embargo, lo que más le inquietaba era el haberse separado de manera tan abrupta de Seiya, sin tener la oportunidad de hablar más con él o encontrar una manera de volver a verlo. ¿Por qué no podía dejar de pensar en él? Reconocía que le parecía un hombre atractivo, divertido y de buen corazón por haberlos defendido, pero había algo más atrayente que le hacía sentirse unida a él, como si sus almas tuvieran pendientes mutuos.

-           Pude conocer el santuario de Athena, mamá. – confesó Saori, omitiendo el desmayo que tuvo para no preocuparla.

-           ¿En serio? – preguntó la mujer, sorprendida, pero aun así mostrando calma. – ¿Cómo pudiste entrar? Su acceso está prohibido

-           Digamos que encontré la manera… – respondió la muchacha, restando importancia a la pregunta. – Solo pude estar por poco tiempo…

-           ¿Y qué sentiste al verlo?

-           Lo sentí… muy familiar. – expresó la joven, confundida. – Casi tan cálido como esta casa.

La mujer sonrió para camuflar la emoción que las palabras de su hija le causaban, aunque su corazón sintió un remezón ante las miles de ideas que pasaban por su cabeza, pero que sabía debía afrontar.

-           Hubiera deseado que cuentes con más tiempo para investigar más el santuario.

-           Es que pasaron muchas cosas… entre ellas, la inesperada llegada de Ikki. – contestó Saori, recordando con impacto todo lo ocurrido en el día. – Él se empeñó en traernos de regreso y no sé por qué. Nunca lo había visto así.

-           ¿A qué te refieres?

-           Él no es el mismo de antes. – dijo Saori, preocupada. – A pesar de que a Shun y a mí nos cuidó con el mismo afecto, percibí en él un inmenso dolor y dureza. Él siempre ha sido callado y serio, pero ahora lo es mucho más.

-           Imagino que habrá sufrido mucho en el lugar en el que estuvo por estos cinco años.

Saori permaneció en silencio analizando las palabras de su madre, mientras que ella acariciaba su cabeza para que se tranquilizara. Sabía la confusión por la que su hija pasaba, pero también que esta estaba a punto de terminar.

Como madre y protectora, iba a guiar a su amada hija hasta su verdadero camino.

-           ¿Por qué no vas a la casa de Shun e Ikki? – propuso la madre.

-           ¿Ah?

-           Ve, Saori. Estoy segura de que Shun está más confundido que tú al no saber lo que tiene su hermano. – indicó la madre. – Quizás los dos puedan lograr que Ikki cuente lo que le ha pasado.

La chica reflexionó un momento, hasta que decidió seguir la sugerencia de su madre. A decir verdad, sí tenía deseos de ir a ver a su amigo para averiguar todo lo ocurrido, pero temía ser imprudente.

-           Está bien, mamá. – aceptó la dama. – Iré en este momento.

-           Tómate el tiempo que necesites… querida hija.

Saori le dio un abrazo a su madre, para después salir corriendo por la puerta de su casa. La señora soltó un suspiro de alivio, y posteriormente caminó a uno de los muebles de la sala a tomar asiento. Se mantuvo así por largos minutos, hasta que sintió deseos de pronunciar palabra.

-           El mal siempre llegará tarde…

En ese momento, una sombra se formó detrás de la mujer, mientras esta permanecía impávida, sentada en su sillón, con los ojos cerrados y con semblante sereno.

-           ¿Tú eres Alexa? – preguntó el recién llegado.

-           ¿Un juez del inframundo sabe mi nombre? – preguntó la mujer, tranquila.

Una risa hizo eco en la casa, mientras los pasos de la pesada sapuris se trasladaban frente a la mujer, quien alzó la vista al ver a su indeseado visitante.

-           Claro que sé tu nombre, pues yo, Minos de Grifo, como juez del inframundo, descifro las identidades de los humanos con solo verles la cara. – dijo el hombre, sonriendo con malicia. – Sin embargo, tengo que reconocer que eres una mujer poco común.

Alexa se levantó de su asiento para mirar al juez a los ojos, causando que este se incomodara con tal determinación.

-           Vine aquí por órdenes de la diosa Ker, quien me mostró el débil cosmos de Athena para llegar hasta aquí. – dijo el espectro, irónico. – Y me he quedado sorprendido al descubrir que eres su madre biológica. Eres tan protectora que pudiste predecir mi llegada, y por eso le dijiste a tu hija que se fuera. Qué dulce.

-           ¿Qué es lo que quieres? – preguntó la mujer, seria.

-           Donde resuene el cosmos de Athena, se encuentra su arma más poderosa; la diosa de la Victoria, Nike. – dijo Minos, avanzando un paso hasta la mujer. – Y como ella aún ni se imagina su identidad, es obvio saber quién la está custodiando.

Grifo señaló con su dedo el rostro de Alexa, causando que esta presione con fuerza su puño derecho al sentirse impotente. Sin embargo, no mostró ápice de miedo ante él.

-           Entrégame a Nike, mujer. – ordenó Minos.

La dama cerró los ojos y lanzó una pequeña carcajada, causando que la paciencia de Minos empiece a claudicar.

-           ¿Qué te hace pensar que te la voy a entregar?

-           No quiero seguir perdiendo el tiempo. – advirtió el juez. – Tuve que abandonar una misión muy importante, y encargársela a alguien más, para venir hasta acá, así que no acabes con mi poca tolerancia.

Alexa no respondió, solo siguió mirando a Minos con la misma tenacidad, razón por la que el espectro se sintió más escolarizado.

-           ¿No me vas a entregar a Nike? – preguntó serio.

-           Nunca la vas a encontrar…

-           ¿Eso crees?

Minos alzó las manos, y de sus dedos aparecieron hilos de cosmos que se enredaron en el cuello de Alexa. Aun así, ella se mantuvo firme ante el enemigo.

-           Vamos a jugar algo interesante… a la “marioneta necia".


Ya he estado antes en este lugar… tan oscuro y perdido, tal y como me siento en estos momentos. Pensé que mi duro entrenamiento había terminado con estas pesadillas, pero sobre todo el amor de ella, de mi amada.

Esmeralda, hace un año que partiste al paraíso y ya no estás a mi lado. Aun mi corazón no te olvida, pues percibo tu aroma en cada partícula de mi piel, en cada beso y caricia que me regalaste hasta tu último aliento. Mi alma nunca se recuperará del tan horrible dolor de tu ausencia.

¿Por qué he regresado aquí? A pesar del duro camino que tuve que recorrer, Esmeralda, tu luz me ayudó a olvidar estos tormentos y centrarme en mi objetivo, pero ahora han vuelto y no me imagino cómo afrontarlas... No sin ti.

-           ¡Por aquí, Shun!

Me alarmo ante una voz conocida, la que no había escuchado en años, pero que podría reconocer a miles de kilómetros. Cuando me doy la vuelta, descubro de quién se trata.

Veo a la muchacha que conocí hace diez años, la que ayudó a mi hermano a encontrar su preciado collar; Pandora, la hermosa alemana que me miraba con timidez, pero a la que pude sacarle una sonrisa con un simple gesto de amabilidad.

¿Por qué he vuelto a ver a esta mujer? Ya no tiene la apariencia de ese entonces, pero la reconozco a la perfección.

Pandora está con Shun, a quien sostiene de la mano, mientras se adentran al horrible bosque de oscuridad. Sin perder ni un instante, los persigo, pues tengo un mal presentimiento relacionado con uno de mis mayores miedos. Por muchos años, soñé a mi hermano siendo poseído por un dios maligno, razón por la que decidí dejar mi casa y encontrar mi verdadero poder. Gracias a mi maestro, el padre de Esmeralda, puede hacerlo, aunque no de manera completa.

Aun si mi fuerza no está en su cenit, yo defenderé a Shun a costa de mi propia vida. No permitiré que nada invada su pacífico corazón; prometí a mis amados padres cuidarlo y pienso hacerlo, sea como sea.

Corro por el bosque, entrelazándome con las terroríficas sombras de las ramas, hasta que mi camino se detiene por algo extraño e inesperado.

-           ¿Un espejo?

Frente a mí se encuentra un espejo con alas de murciélago, el que refleja mi imagen. Cierro los ojos para recuperar mi aliento, y cuando los abro me encuentro con la escena más espantosa de mi vida.

Veo a mi hermano mirándome, pero con una apariencia totalmente distinta. Su piel tan blanca, casi transparente, sus ojos verdes y sin expresión, pero sobre todo, su cabello rojo, que al poco tiempo se tiñe de negro y maldad.

-           ¿Cómo te atreves a interferir? – me preguntó el reflejo, enojado.

-           Maldito… ¡Suelta a mi hermano!

Rompo el espejo con mi puño, causando que miles de pedazos caigan al suelo. Mi mano destila sangre, pero no me importa, pues si es necesario para alejar a ese ente de nuestras vidas, entregaría mi alma entera para eso.

-           No… Tus heridas.

Espantado, bajo la mirada y encuentro a Pandora de rodillas ante mí, acariciando mi mano y cubriéndola con vendas negras. Sus lágrimas salen sin control, lo que causa que mi corazón se estremezca de dolor al verla en ese estado.

¿Por qué? ¿Por qué esta mujer me provoca tal compasión y afecto?

-           Yo voy a cuidarte a partir de ahora… Mi vida te pertenece.

Ikki se levantó de su cama con la respiración descontrolada, mientras el sudor resbalaba por su frente. Se sentía impotente al ver que las pesadillas que lo mortificaron por años habían regresado, siendo esta última la más horrible.

-           Ikki…

El hombre volteó y vio a su hermano menor parado en su puerta, quien llevaba en sus manos una taza de té. Ikki sonrió, tratando de mostrarse tranquilo ante él.

-           Ya que le dijiste a los sirvientes que no tenías hambre, te traje esta taza de té. – dijo Shun.

-           Gracias, hermano.

Shun entregó a Ikki la taza con el relajante líquido, quien se lo bebió con prisa debido a los nervios que lo perturbaban. El menor notó a la perfección sus reacciones, y estaba pensando la mejor manera de comenzar la conversación sin que su hermano se sienta invadido.

-           Ikki… ¿De verdad has venido para quedarte?

-           Así es, Shun. No voy a volver a irme. – respondió el hombre, sonriendo a su hermano y colocando la mano en su hombro. – A partir de hoy, me quedaré a tu lado.

-           ¿Eso quiere decir que me vas a ayudar con la administración del hospital de mamá y papá?

-           Sí, para eso me preparé. – respondió igual de cálido. – Así que espero que seas el mejor médico de todos. No aceptaré excusas ni mediocridades.

Emocionado, Shun abrazó a Ikki, quien correspondió al afecto. El mayor ya había logrado su objetivo, había perdido a su amada, así que ahora iba a intentar seguir con su vida.

En el momento en el que Shun se separó de su hermano, centró su mirada en algo colgando de su cuello, por lo que lo tomó para verlo.

-           ¿Y esto, Ikki?

Ikki tomó el adorno del collar con los dedos, disimulando su dolor al recordar todo lo que significaba en su vida. Su más preciado tesoro.

-           Es el ave Fénix. – respondió seco.

-           ¿El que renace de las cenizas? – preguntó Shun, muy interesado.

-           Así es. Fue un regalo de…

Ikki enmudeció antes de revelar el origen de su tesoro, pues su corazón aún no se sentía listo para hablar del amor de su vida, Esmeralda.

Shun notó el incómodo silencio de su hermano, pero sobre todo la tristeza de sus ojos, así este los cubriera con aristas. De la misma manera, vio algunos moretones en sus fortalecidos brazos, como signo de los duros días que seguramente le tocó pasar.

-           Hermano, necesito saber dónde estuviste todo este tiempo. – cuestionó el médico, desesperado.

-           Yo…

-           No es necesario que me cuentes todo, puedes tomar el tiempo que necesites. – dijo Shun con una sonrisa. – Pero la única manera en que perdone tu cobarde abandono, es que al menos me digas qué fue de ti.

-           Perdóname, Shun… Te hice sufrir tanto, hermano.

Ikki se sintió culpable ante los reproches de su hermano, por lo que, al menos, iba a despejar su duda más básica.

-           Estuve en Perú, en la isla de la Reina Muerte. – respondió Ikki. – Ahí conocí a un hombre que me enseñó a despertar estos poderes… los que vienen de mi cosmos.

-           ¿Cosmos? – preguntó Shun, sintiéndose extraño al escuchar aquella palabra tan extraña, pero familiar.

-           Desde muy pequeño sentí cosas dentro de mí, así que él me ayudó a identificarlas y a controlarlas.  – continuó el hombre con su relato. – Cuando murieron nuestros padres, juré que siempre te protegería, así que decidí entrenarme por todo este tiempo.

Ikki volvió a silenciarse, pensando en el poderoso cosmos que su hermano había manifestado en la tarde. Tuvo deseos de hablar con él sobre el tema, pero temía preocuparlo. Además, dudaba que él, siendo médico, le creyera.

-           Gracias por pensar en mí. – dijo Shun. – Pero como hermanos debemos cuidarnos los dos, no solo tú a mí. Ya no soy un niño.

-           De todas maneras, quise fortalecer esa parte de mí. – afirmó Ikki. – Ahora soy más apto para cuidar de ti y de Saori.

Shun observó la pulsera de flores en la muñeca de su hermano, recordando aquella promesa tan importante. Sin embargo, aún había dudas con respecto a la dureza y tristeza de su corazón.

-           Yo noto dolor en tu mirada. – afirmó Shun. – ¿Por qué?

-           Yo… No sé de qué hablas. – negó Ikki. – Soy el mismo de siempre, solo estoy cansado. Después de cinco años de arduo entrenamiento, dormir en mi propia cama es un privilegio.

-           No, yo te conozco. – refutó el médico. – Dime… ¿tiene que ver con ese colgante de ave Fénix?

El corazón de Ikki se sobresaltó ante esa pregunta, la que de ninguna manera iba a responder, pues significaba su derrumbe.

-           Tengo mucho sueño, Shun.  – dijo Ikki, deseando evadir el tema. – El té que me trajiste me relajó mucho.

Shun sintió un vacío al ver la negativa de su hermano, pero por respeto a él decidió no insistir.

-           Tranquilo, Ikki. – dijo el joven, sonriendo y alejándose de la cama. – Voy a apagar la luz para que descanses mejor.

-           Gracias. Hasta mañana.

-           Hasta mañana, hermano.

Shun cerró la puerta y caminó hasta una de las ventanas de la casa, tratando de imaginar qué barbaridades le había tocado afrontar a su hermano para que se perciba tan lastimado. A los demás podría engañar, pero a él jamás.

-           Ikki… ¿Qué te apena tanto?

No tuvo oportunidad de analizar su pregunta, pues desde la altura pudo ver la llegada de su amiga. No le sorprendió su acción, pues ella también estaba preocupada por Ikki.

Deseando no hacer esperar a Saori, Shun bajó de inmediato.


Shaka aún seguía su camino, mientras la luna ya se había presentado para brindarle iluminación. Como no iba a llegar a tiempo a su hogar, estaba buscando un hospedaje donde refugiarse, aunque encontrarlo tampoco le importaba mucho, pues dormir a la intemperie había sido repetitivo en su vida gracias a las prácticas del ascetismo.

Durante el trayecto, el expulsado monje se sintió en paz, pero desde hace unos minutos percibía a alguien siguiéndolo, y más que pasos o presencia, sentía una energía turbia.

-           ¿Acaso un demonio me está acosando?

Shaka se dio la vuelta y mostró su rosario de cuentas para protegerse, y aunque aún no descubría su supuesto poder, su corazón le dictaba confiar en la leyenda de Asmita de Virgo. Al mismo tiempo, su “Chakra” emanaba por todo su cuerpo, lo que en él ya se había convertido en algo natural.

-           ¿Qué pasa, Shaka? – preguntó la voz desde la distancia. – ¿Tienes miedo?

El joven reconoció la voz de inmediato, pero la horrible energía que percibía acercándose a él era lo que le preocupaba, pues cada vez se alejaba de la luz y se convertía en oscuridad.

En pocos segundos, su curiosidad fue despejada.

Ante Shaka apareció un demonio; un hombre vistiendo una armadura morada con múltiples brazos detrás de él. Una persona ignorante del tema pensaría que se trataba de una representación del mismo Buda, pero Shaka sabía a la perfección a quien le recordaba.

El legendario demonio que se enfrentó a Chenrezig en una batalla de voluntades.

-           No… No puede ser.

Sin embargo, una vez que la imagen fue despejada por completo, Shaka se dio cuenta de que el rostro del demonio era más que conocido para él. Pensó que se trataba de su imaginación, pero para su horror no fue así.

-           ¿Ahimsa?

-           Así es, mestizo. Entregué mi alma a este espectro para ser uno solo con él. – respondió el recién llegado. – Soy Ahimsa de Atavaka, de la estrella terrestre del Líder.

Shaka abrió los ojos con terror al ver el monstruo en el que se había convertido el joven que alguna vez fue su amigo, el que no siempre fue malo. Ahimsa sonrió con malicia al ver el espantado aspecto de su oponente.

-           ¿Por qué aceptaste a ese demonio, Ahimsa? – preguntó Shaka, aún impactado. – ¿Acaso traicionaste a Chenrezig e hiciste un pacto con Atavaka, su peor enemigo? ¡Eso es herejía!

-           ¡Simplemente, encontré la razón por la que nací! – respondió el hombre, comenzando a llenarse de furia. – Tus estúpidas creencias nunca me sirvieron para nada, pues siempre sentí que afuera me esperaba algo más valioso, algo que me permitiera ser más fuerte y aplastar a los más débiles para ponerlos a mis pies. Hace poco me abrieron los ojos, y encontré mi camino gracias a la bondad del señor Hades.

El nombre de Hades retumbó con fuerza en la perturbada mente de Shaka, mientras imágenes se arremolinaban sin control en su conciencia.

-           ¿Hades? – preguntó sorprendido. – ¿Te refieres al dios del Inframundo griego? Imposible.

-           ¡Él está próximo a despertar! – exclamó Ahimsa, emocionado. – Y como prueba de su bondad, me va a permitir acabar con tu espíritu y tenerte a mi merced.

-           ¿Qué…?

-           Pensaba matarte hasta hace unos minutos, pero quien despertó mi alma de espectro, antes de marcharse, me hizo reflexionar. – expresó el villano. – ¿Por qué eliminar tu cuerpo físico si puedo acabar con tu espíritu? Serás mi esclavo, maldito Shaka. A partir de este momento me sirves a mí y al señor Hades.

Ahimsa hizo uso de sus largos brazos y elevó del cuello a Shaka, quien aún consternado por todo lo que debía procesar, comenzó a toser y a respirar con dificultad.

-           ¿Qué pasó con ese supuesto poder? – preguntó Atavaka, mostrando una sonrisa divertida. – Ahora eres tú el mono que está en mis manos, el que pronto estará arrastrándose en el lodo.

-           Ahimsa… – llamó Shaka, asfixiado. – Suéltame…

-           ¡Silencio, bastardo! – reclamó el espectro. – Las órdenes las doy yo, así que ahora despertarás la oscuridad de tu espíritu.

Una de las manos de Ahimsa apareció una esfera de energía oscura y la comenzó a adentrar en el cuerpo de Shaka, quien lanzó un desgarrador grito y comenzó a retorcerse de dolor al sentir su cuerpo arder, como si se estuviera quemando en las llamas del infierno; al mismo tiempo, más imágenes invadían su mente; él portando una armadura dorada y perdiéndose en una dimensión extraña, o la de su cuerpo siendo destrozado por una cegadora luz de inexplicable origen.

-           ¡MI CABEZA VA A EXPLOTAR! – vociferó Shaka al recibir tantas vivencias de manera tan tortuosa.

-           No te resistas a la corrupción, Shaka. – ordenó Ahimsa. – Despierta como servidor de Hades.

La oscuridad comenzó a tragarse al joven, causando en él enormes deseos de escapar de ella, de angustia, pero todo esfuerzo parecía inútil. Sin embargo, no aceptaba caer tan bajo.

-           No… mi espíritu se siente débil, alejado de mí. – pensó Shaka, sintiendo como todo a su alrededor se oscurecía más. – Yo… yo no soy un ser de la oscuridad. ¡No pertenezco ahí!

En ese momento, el cuerpo de Shaka comenzó a emanar luz dorada, mientras el rosario de cuentas brillaba con la misma intensidad, lo que causó que la mano del espectro se quemara y soltara a su víctima de inmediato.

-           ¡Quema! – gritó Atavaka, aventando a Shaka al piso. – ¿¡Qué demonios fue eso!?

Shaka se esforzaba por levantarse del suelo, mostrando a su rival hilos de sangre saliendo de su boca y cuello debido a sus agresiones. A pesar de la encantadora escena, Ahimsa no se sintió satisfecho, pues su objetivo de causar en el joven su corrupto despertar no había resultado.

-           ¡No servirá de nada que te resistas, mestizo! – reclamó Atavaka. – Yo soy un espectro, muy superior a ti, así que nada podrás hacer contra mí.

Con mucho esfuerzo, Shaka logró ponerse de pie, y en ese momento mostró ante su enemigo su rosario, causando que este lo mire con espanto.

-           Estoy en desventaja, eso es un hecho. – dijo Shaka, limpiando con sus dedos la sangre de su boca. – Pero eso no quita que seas un demonio, y como tal serás expulsado al averno. Y lo haré usando este poderoso rosario.

Atavaka lanzó una esfera de cosmos para atacar a su oponente, seguro de que iba a lograr neutralizarlo. Shaka colocó sus manos en posición de Anjali para tomar su rosario y que este lo proteja de todo mal. Sin entender por qué, se dejó llevar por sus extraños sueños y visiones para ejecutar tal posición.

- Kān.

Para su horror, el espectro recibió de regreso su ataque, el cual lo lanzó hacía unos arbustos. Estaba estupefacto, pues no concebía tal nivel de poder en alguien que aún no había despertado por completo, que ni siquiera tenía idea de su verdadera esencia.

Shaka se sentía impresionado por lo que acababa de hacer, pero no se mostró inseguro ante su enemigo.

- Mientras recite este mantra, nada me perturbará, pues no solo me protegió de tu ataque, sino que devolvió la maldad a dónde pertenece, a ti. – explicó Shaka a Ahimsa. – La vida es un bumerán que te regresará en la misma medida todas tus acciones.

- ¡Cállate! – reclamó el espectro, humillado por su caída. – Estoy harto de tu palabrería. ¡Toma esto!

Atavaka se negaba a usar sus técnicas más poderosas para derrotar a un simple mortal, por lo que repitió su reciente ataque, llenándolo de todas sus malas intenciones. Por otro lado, Shaka preparó su nueva defensa.

 -          ¡Doblégate ante mí!

La esfera estuvo cerca de tocar a su víctima, sin embargo, poco antes de que pudiera lograrlo, una luz dorada detuvo su camino.

-           ¿¡PERO QUÉ…!? – expresó Atavaka, conmocionado.

Shaka vio que frente a él estaba un misterioso escudo dorado, pero cuando la imagen se fue haciendo más clara, tomó la forma de un hombre vestido de una manera muy conocida para él.

-           Una… armadura dorada. – habló Shaka, con los ojos desorbitados.

La luz perdió su brillo, revelando al recién llegado.

-           ¿¡Quién eres tú, imbécil!? – preguntó Ahimsa, fuera de sí. – ¿Cómo osas a intervenir en mi ritual?

-           Soy Dohko, caballero de oro de Libra, y no voy a permitir que corrompas al caballero dorado de Virgo.

La mente de Shaka estalló al escuchar la respuesta de su salvador.

-           Caballero dorado de Virgo… – repitió en su mente.

Atavaka, enfurecido, intentó abalanzarse sobre Dohko, pero este tomó a Shaka del brazo y logró esquivar el ataque.

-           Estás herido... – expresó Libra, preocupado. – Lamento haber llegado tarde.

-           Yo… – Shaka no sabía qué decir ante la perturbación de su mente. – No entiendo nada.

-           Tu cosmos me guio a ti…

-           ¿Mi cosmos? ¿Qué es…?

-           ¡NO HAY TIEMPO PARA CHARLAS! – exclamó Libra, en alerta ante su rival.

Dohko volvió a sacar su escudo para evitar el nuevo ataque de Atavaka, pero estaba decidido a no solo defenderse, sino a acabar con él.

-           ¡No me importa de dónde hayas salido, caballero de quinta! – reclamó Ahimsa. – No puedes interferir en la voluntad del señor Hades.

-           ¿¡No me entendiste!? ¡Toma esto! – gritó Dohko, posicionando su técnica. – ¡LOS CIEN DRAGONES!

La técnica cubrió de lleno a Atavaka, mientras un desgarrador grito perturbaba el ambiente. Dohko sonrió con orgullo ante su triunfo, sin embargo, las nubes producto del ataque, comenzaron a dispersarse.

Para el horror del caballero, Ahimsa de Atavaka estaba intacto.

-           ¿¡Qué!? – preguntó Dohko, impactado. – ¡Está ileso! ¡Imposible!

Shaka, ya recuperado de su trance, vio con horror como Ahimsa seguía de pie, sin un solo rasguño, mientras la sonrisa de su rostro se mostraba satisfecha.

-           Pensé que un verdadero caballero dorado sería un gran adversario para mí, pero no fue así. – se burló el espectro. – Así que ha llegado el momento de que conozcas mi verdadero poder.

Dohko se preparó para el ataque que Ahimsa iba a ejecutar, mientras que Shaka seguía perdido en el conflicto.

-           No servirá de nada que protejas a Shaka con ese estúpido escudo, pues esta técnica los convertirá en muertos vivientes.

-           ¿Qué…? – cuestionó Shaka, aterrado.

-           ¡Veremos quién ataca primero! – amenazó Dohko, abalanzándose a su enemigo.

Libra, una vez más, se disponía a lanzar su poderosa técnica para intentar dañar a Atavaka, sin embargo, este lo impidió mostrando su más temido poder.

– ¡MALÉFICA RUEDA ANTI CELESTIAL!

En ese momento, los cuerpos de Dohko y Shaka se paralizaron, mientras el pánico comenzaba a consumirlos. Ahimsa comenzó a caminar alrededor de ellos, maravillado de ver que no podían mover ni un dedo.

-           Shaka, ¿qué te parece esta técnica? – preguntó Atavaka, irónico. – Se parece a una que quizás recuerdes.

Efectivamente, Shaka sintió extrema familiaridad en dicha técnica, pero a nivel energético no la percibía igual.

-           Mi técnica es una variante de ese poder, pues funciona gracias a la energía de las pobres almas que penan en este mundo… pero con el mismo resultado. – dijo el espectro.

-           ¿Cómo te atreves a usar el dolor de los espíritus errantes para tus bajezas? – preguntó Shaka, enfurecido. – ¡Maldito demonio, no tienes perdón!

-           ¡Ya te dije que el perdón no me importa! – afirmó Ahimsa. – Dentro de este campo, no podrán ni atacar ni defenderse, y bajo mi voluntad comenzarán a perder sus sentidos.

-           No… no puede ser. – expresó Dohko, enfurecido.

-           Libra, vas a pagar por haber intervenido en mi pelea, así que serás la primera víctima.

Atavaka coloca sus manos en postura Namaskara y dirige su mirada a Dohko.

-           ¡Privación del sentido del tacto!

Dohko cayó al suelo sin poder mover ninguna de sus extremidades, mientras se quejaba de furia e impotencia.

-           ¡Señor Dohko! – llamó Shaka, impactado ante el horrible poder de su atacante.

-           Maldición, no puedo moverme. – se quejó el caballero, intentando arrastrarse en el piso.

-           Shaka, tú y tu nuevo amigo hablan demasiado, así que mejor les cortaré la lengua a ambos. – informó Ahimsa, sonriendo con gusto. – ¡Privación del sentido del gusto!

Tanto Shaka como Dohko escupieron sangre ante el ataque, mientras su boca hormigueaba horriblemente, hasta que no pudo percibirse. Atavaka río con gusto ante la patética imagen de sus enemigos, lo que causó la furia del expulsado monje.

Shaka, fuera de sí y aprovechando su aún movilidad, asestó un golpe en la cara a Ahimsa, causando que este se enfurezca y le devuelva la agresión. Aun en el suelo, el joven intentó levantarse, pero su enemigo se adelantó en su agresión y le pisó la cabeza con desmedido odio, enterrándola en la tierra.

-           Aún me sorprende ver que tienes fuerza y osadía para enfrentarme, e incluso herirme. – dijo Atavaka, limpiándose el rastro de sangre de su rostro. – ¿Tanto poder escondes, mestizo?

-           No… no dejaré que te aproveches de quien no puede defenderse. Siempre has tenido esa maldita costumbre. – afirmó Shaka por telepatía, retorciéndose de dolor. – Ya te detuve en el pasado, así que lo haré de nuevo… ¿¡Entendiste!?

-           Ya no soporto verte tan humillado, así que seré compasivo contigo de una buena vez. – se quejó el espectro. – ¡Privación total de los sentidos!

Dohko vio con impotencia como Shaka caía como un cadáver viviente, sin ninguno de sus cinco sentidos. Lo único que primaba en él era la conciencia, la que sería testigo de la venganza del espectro.

-           Shaka, no comprendo cómo pudiste obligarme a llegar al punto de privarte de todos los sentidos. – dijo Ahimsa, sorprendido. – Ahora no eres más que un cuerpo inservible, así que aprovecharé tu inutilidad para corromperte ante los impotentes ojos de este caballero dorado.

Ahimsa comenzó a formar la esfera de oscuridad en su mano, esta vez tomando más tiempo para no volver a equivocarse y que la corrupción resulte exitosa.

Dohko comenzó a elevar su cosmos para encontrar la fuerza que le permitiera impedir la barbarie que Atavaka pretendía, sin embargo, su restricción de movimiento, más las heridas provocadas en la pelea con Shion, no le permitían lograrlo.

-           No… No lo hagas, maldito. – reclamo Dohko en su mente, hundido en la desesperación.

Shaka, totalmente inerte, sabía que su fin estaba cerca, razón por la que el fracaso comenzó a invadir su corazón.

-           Esta vida nunca fue el camino para mí, por eso nunca pude encontrar la iluminación ni al líder a quien servir.

Shaka sintió caer en un vacío sin fondo, eterno, mientras una sensación sedante lo recorría. Como último aliento, llegó a su mente el poema que su padre le recitó minutos antes de trascender, otra invaluable herencia familiar.

.

Las flores retoñan y mueren, las estrellas brillan, pero eventualmente se apagan, todo muere; la tierra, el sol, y hasta algo tan inmenso como este universo, no está excluido...

Comparado con eso, la vida del hombre es tan efímera como un abrir y cerrar de ojos. En ese instante, un hombre nace, ríe, llora, pelea, sufre, regocija, lamenta, odia y ama a otros...

Todo es transitorio y luego caemos en el sueño eterno llamado muerte.

.

-           Estoy muriendo… ¿A dónde iré a parar? ¿Reencarnaré para reparar los errores de esta vida? ¿O desapareceré para siempre entre las partículas del universo?

La oscuridad se iba posicionando más de su camino, mientras los recuerdos de una vida desconocida, pero familiar, seguían llenando su mente como semillas cayendo de flores muertas a la tierra fértil, reiniciando así el ciclo de su vida. Shaka estaba resignando a aceptar su fin para hacerse uno con esa naturaleza.

-           Shaka… Shaka…

El joven sintió un aliento llegar a su vida al escuchar aquella voz, la que por largos meses había esperado. Por un momento creyó que se trataba de un delirio profundo de su agonía.

-           Shaka… Shaka…

Ahora se dio cuenta de que no se trataba de una ilusión, por lo que las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas de manera inmisericorde. Al fin sus plegarias habían sido escuchadas por su más grande divinidad.

-           Maestro Chenrezig, por fin respondes a mis ruegos. ¡Puedo escucharte!

-           Shaka, ahora que está muriendo tu vieja identidad, recibe con humildad el nuevo inicio de tu vida, pues la muerte no es el final, sino el inicio.

Shaka vio como en la oscuridad brillaba un pequeño cúmulo de estrellas, el que iba tomando forma a medida que se acercaba a él. Sintió la enorme necesidad de tocarlo y hacerlo suyo.

-           Esta constelación de estrellas me atrae como el origen de mi vida… al reencuentro con mi energía interior… con mi cosmos.

-           Shaka, que tu cosmos, poder y compasión sirvan para hacer justicia y aplastar al mal. Solo así te convertirás en el hombre más cercano a tu nuevo dios.

-           Yo… Yo… Ya sé quién soy…

La mano de Shaka comenzó a estirarse para alcanzar la constelación, la que mostraba la oración de una virgen.

-           ¿¡Pero cómo…!?

Atavaka se vio obligado a alejarse al ver que el cuerpo de Shaka comenzó a rodearse por una luz cegadora, mientras el poder de su cosmos crecía a niveles agigantados.

-           ¡Imposible! – exclamó Ahimsa, aterrado. – ¡Ese maldito es un muerto viviente! ¡Le quité sus cinco sentidos!

Dohko observó la imagen con alivio, pues otro caballero había escapado de las garras de la oscuridad.

-           Esa armadura dorada es… – habló el espectro, conmocionado.

La luz comenzó a reducir su intensidad, mostrando ante todos la verdadera identidad y cosmos de Shaka, el caballero dorado de Virgo.


Shun y Saori decidieron conversar fuera de la casa, pues el tema de Ikki los preocupaba. Por otra parte, la muchacha se sentía intranquila por motivos que no lograba descifrar.

-           Lamento mucho que Ikki no te quiso decir nada más. – expresó Saori, apenada. – Si fue a entrenar a Sudamérica, tuvo que pasar por varias dificultades.

-           Ikki pretende engañarme, pero sé muy bien que lo que le pasa no es físico, sino emocional. – afirmó el médico, preocupado. – Pero ya lo conoces, no será fácil que me cuente la verdad.

-           Lo mejor es darle tiempo… Te aseguro que pronto será el mismo de antes.

Shun notó que Saori también se veía intranquila, incluso sus manos presentaban ligeros temblores, mientras su respiración se escuchaba un poco entrecortada.

-           ¿Qué te sucede, Saori? – preguntó Shun, serio.

-           Shun, quiero regresar a mi casa… – respondió la dama, ansiosa. – Dejé a mi mamá sola y quiero hacerle compañía. Necesito ir con ella…

-           Está bien… ¿pero por qué estás tan nerviosa?

-           ¡No lo sé! – respondió un poco alterada. – ¡Solo quiero ir a verla!

-           Tranquila, yo te acompaño de regreso.

-           Gracias… – respondió la joven, intentando calmarse. – Disculpa, no sé qué me pasa.

Los jóvenes se disponían a ir a la casa de la muchacha, pero cuando se dieron la vuelta, un espantoso escalofrío les recorrió el cuerpo entero, por lo que, asustados, voltearon a ver de qué se trataba.

Desde la sombra del patio, una figura comenzó a tomar una forma extraña, lo que causó que el miedo los invadiera de peor manera.

-           ¿Qué es eso? – preguntó Saori, temblando.

La imagen comenzó a estructurarse con cada acercamiento, hasta que frente a los jóvenes apareció un ser parecido al que los había atacado en Atenas, pero más terrorífico y abrumador, sobre todo por sus oscuras alas y sus amenazantes garras. Un ave infernal.

-           ¿A dónde van, par de mocosos? – preguntó el recién llegado, sonriendo. – No es educado recibir así a las visitas.

-           Un espectro… – afirmó Shun.

-           Soy más que un espectro, muy superior a ellos. – respondió el villano, dando una falsa reverencia. – Soy Aiacos, el espectro de Garuda de la estrella celeste de la Valentía, y estoy buscando a un joven llamado Shun. ¿Lo conocen?

Shun, a pesar de sentirse asustado, no iba a mentir con respecto a su identidad. Por otra parte, Aiacos se estaba divirtiendo enormemente con el juego que había comenzado.

-           Soy yo. – respondió serio

Sin ninguna clase de consideración, el juez tomó del cuello a Shun y lo levantó del piso, lo que no causó ninguna reacción en el joven, pues sus emociones se petrificaron al estar en las garras del espectro. Saori se mostró alterada ante tan terrible escena.

-           ¿¡Qué es lo que haces!? – cuestionó la chica. – ¡Suelta a Shun!

Aiacos, sin imaginar el origen de Saori, la miró con rechazo, por lo que con su mano libre la agarró del cabello con fuerza, provocándole dolor.

-           Suéltala... – exigió Shun, intentando salir de su inmovilidad. – Déjala ir…

-           Mujer… No estorbes.

Sin nada de pesar, Aiacos lanzó a Saori hacía un árbol cercano, causando que se golpee la cabeza y quede inconsciente. Ante tal horror, Shun comenzó a alterarse, intentando zafarse del agarre de su nuevo agresor.

-           ¡Saori! – gritó espantado.

-           ¿En serio, tú eres el cuerpo elegido por Hades? – preguntó Aiacos, mirando con disgusto a Shun y agarrando el collar de estrellas de cinco picos, el cual despejó sus dudas. – Sí… definitivamente, eres tú.

¿Por qué de nuevo esos seres mencionaban a Hades? Fue lo que se preguntó Shun. En menos de un día, estaba siendo atacado a nombre del mismo ser y no comprendía por qué.

-           Nunca me imaginé que nuestro venerable señor habría elegido a alguien tan débil e insignificante como tú. Provocas menos que lástima. – criticó el juez, mirando de pies a cabezas al joven. – No cabe duda de que Rhadamanthys es un inútil al no haber podido contigo.

-           ¡Suéltame! – exigió el joven, ya con la movilidad recuperada. – No me importa quién seas ni de qué hablas, pero no tienes ningún derecho a atacarnos.

-           Hablas demasiado. ¿Por qué no te callas?

Con la mano libre, el juez se disponía a golpear a Shun para dejarlo inconsciente y llevárselo sin inconvenientes, pero su acción se vio detenida cuando sintió una horrible presión que provocó que su cuerpo saliera volando por los aires y aterrizara con violencia al suelo.

-           ¿¡QUÉ DIABLOS FUE ESO!? – vociferó el juez, mientras su cabeza sangraba y palpitaba de intenso dolor.

Aiacos, luchando para incorporarse de su caída, se preguntó a sí mismo de dónde había provenido ese golpe, pues del joven que pretendía llevarse no podía haber salido jamás.

-           ¿Qué es ese cosmos tan agresivo? – se preguntó impactado, mirando los alrededores. – No puede ser de este inútil mocoso.

-           ¿¡Cómo te atreves a invadir mi casa sin haber sido invitado!? ¿Acaso no tienes modales?

De la sombra del pórtico de la casa, apareció Ikki con su cosmos rodeando la totalidad de su cuerpo, mientras la furia lo consumía desde lo más profundo. Aiacos lo observó con una mezcla de furia y al mismo tiempo sorpresa.

-           ¿Tú fuiste el que me atacó? – preguntó indignado. – ¡Pero si eres un simple humano!

Ikki saltó desde el pórtico hasta colocarse frente a Shun, quien miraba la escena con preocupación, impactado de no poder descifrar las razones de tan extraños fenómenos presentados en su vida. Por otra parte, Aiacos no dejaba de analizar a su nuevo contrincante.

-           ¿Quién eres tú? – preguntó Aiacos, enfurecido. – ¿Cómo puedes tener semejante fuerza sin una armadura? ¿Eres un caballero?

-           ¿Armadura? ¿Caballero? – preguntó Ikki, riendo con ironía. – No sé de qué hablas y no me importa, pero no pienso perdonar que hayas atacado a mi hermano y a nuestra amiga.

-           No me hagas reír… – expresó el juez, acercándose con rapidez a Ikki.

-           ¡Ikki, cuidado! – gritó Shun.

-           ¡Muévete, Shun! – indicó Ikki, tomando del brazo a su hermano y lanzándolo hasta donde estaba Saori inconsciente.

Aiacos pretendía sacar a Ikki de su camino de un solo golpe, pero se impactó al ver como este lo esquivó con gran velocidad y recibió de su parte una patada en el estómago, la que lo dejó sin aire por unos pocos segundos.

-           No… No puede ser.

Garuda no asimilaba aún al rival con el que se estaba enfrentando, tan distinto a los demás, no solo por su agresivo cosmos, sino por su capacidad de luchar sin protección.

-           ¡Ikki! – gritó Shun desde la distancia.

-           ¡Toma a Saori y huye de aquí! – ordenó el joven. – ¡Rápido!

Shun se acercó hasta su amiga para verificar su estado, pero de ninguna manera iba a huir y a dejar a su hermano solo con semejante monstruo.

-           ¡No! ¡No me iré! – exclamó Shun.

Aiacos tronó los dedos y varios esqueletos salieron de la tierra, los que rápidamente se dirigieron hasta donde Shun se encontraba.

-           ¡Shun! – llamó Ikki, alarmado.

-           ¡Tu pelea es conmigo, imbécil! – exclamó Aiacos. – ¡Pagarás caro tu distracción!

Aiacos propinó a Ikki una fuerte patada en su cara, causando que este caiga de manera violenta al suelo. El juez, aun con la agresividad saliendo por los poros, creyó que eso había sido suficiente para acabar con él.

- ¡Esqueletos, no permitan que ese chiquillo escape! ¡Atrápenlo!

- ¡Sí, señor Aiacos!

Los esqueletos estaban próximos a tocar a Shun, sin embargo, el joven se levantó para enfrentarlos, mientras una extraña furia y determinación lo consumían. Al igual que le ocurrió en Atenas, no comprendía el origen de esa fuerza, pero la iba a utilizar para ayudar a su hermano y defender a Saori.

-           Aléjense, demonios… – expresó el joven en voz baja, mientras su cuerpo ardía. – No harán lo que quieran… ¡Desaparezcan!

Un aura rojiza rodeaba el cuerpo de Shun, y en el momento que alzó los brazos, mandó a los esqueletos a volar por los aires, destrozándolos por completo. Aiacos, impactado, se dio la vuelta para conocer el origen de tan abrumador poder, mientras que el joven caía de rodillas al no lograr contener la intensidad de su ataque.

-           ¡No puede ser! – expresó impactado. – ¿De dónde sacó ese inútil semejante cos…?

-           ¡NO TE DISTRAIGAS, AIACOS! – gritó Ikki, apareciendo de espaldas a su oponente, quien apenas se dio la vuelta fue recibido por llamas de fuego.

-           ¡AAAAAARGH! – gritó Aiacos.

Una ráfaga de fuego rodeó al espectro, la que lo aventó a uno de los pilares del lugar. Gracias a su sapuris, Aiacos pudo proteger su cuerpo, mas no ocurrió lo mismo con su cuello, el que quedó con una gran herida a carne viva debido a que su casco había salido disparado.

-           ¡BASTARDO! – gritó furibundo, tocando la futura cicatriz de su cuello. – ¿¡CÓMO TE ATREVES!?

-           ¿Te vas a poner a llorar por un rasguño? – preguntó Ikki, burlón.

Ikki se acercó al juez para aniquilarlo de una vez, mucho más si estaba tras su hermano, quien había vuelto a manifestar su poderoso cosmos.

-           ¡AHORA, LARGO DE NUESTRAS VIDAS! – exclamó el joven, levantando su mano para decapitar al espectro.

Ikki, impactado, se quedó con el brazo en el aire, pues la velocidad de Aiacos le impidió ejecutar su golpe mortal. Se dio la vuelta y encontró al juez con la mirada perdida, inyectada en sangre debido a la ira. Nunca en su vida se había sentido así de humillado, mucho menos por un humano ordinario.

-           Te subestimé, Ikki. – afirmó Aiacos, respirando con furia. – Y en honor a tu extraordinaria fuerza, me obligarás a utilizar todo mi poder.

El cosmos de Aiacos comenzó a acrecentarse, causando que Ikki se pusiera más alerta ante lo que pretendiera hacer. En ese momento, un esqueleto que logró sobrevivir al ataque de Shun, corría hacia él con pedidos de auxilio.

-           ¡Señor Aiacos! – gritó el ente, asustado. – ¡Ese muchacho es demasiado fuerte! Solo usted es capaz de...

El monstruo no terminó su frase, pues con un ligero movimiento de su mano, Garuda lo pulverizó, sin mostrar ápice de compasión. Ikki, a pesar de estar centrado en acabar con su oponente, se impactó de ver la dolorosa y humillante muerte del esqueleto.

-           ¿¡Qué…!? – expresó Ikki, casi sin poder hablar debido al impacto. – ¿Asesinaste a sangre fría a tu propio sirviente? ¿El que confió ciegamente en ti?

-           ¿Y? ¿Crees que eso me importa? – preguntó irónico, consumido por la furia. – Yo no necesito basuras en mi camino, pues no pudieron cumplir con mis órdenes. Además, ellos me temen, por eso me respetan y saben que si fallan serán peor que desecho ante mis ojos.

-           No cabe duda que eres un verdadero demonio. – expresó Ikki, elevando más su cosmos. – Y por esa razón, no me contendré de enviarte de regreso a donde perteneces, al infierno.

-           ¿Estás seguro? – preguntó el juez, soltando una horrible carcajada. – Ya te dije que te daré el honor de probar mi verdadera fuerza.

Con las garras de sus botas, Garuda dibujó una cruz en la tierra, causando que Ikki se confunda ante tal acción, mas no que se distraiga.

-           Esta señal marca tu tumba… – señaló Aiacos. – Y si es que alcanzas a agonizar, verás cómo me llevo al inútil de tu hermano.

-           ¿Por qué quieres llevarte a Shun? – preguntó Ikki, deseando conocer de una vez el origen de sus temores. – ¿Qué es lo que buscan seres tan demoníacos en él?

-           ¡No tengo por qué darte explicaciones! – gritó el juez, enfurecido. – Pero si es tu deseo antes de morir, te lo diré… Porque es la voluntad de Hades, dios del Inframundo, quien reclama el cuerpo de tu hermano para regresar a la vida, y no descansaré hasta cumplir con mi deber.

Ikki solo necesitó esa respuesta para llenarse de ira y encender más su cosmos. De ninguna manera iba a permitir semejante atrocidad.

-           ¡TÚ Y TU MALDITO DIOS PUEDEN PUDRIRSE! – gritó Ikki, acercándose a Aiacos con una esfera de fuego en sus manos.

-           ¡PREPÁRATE A MORIR! – exclamó Aiacos, elevando el cuerpo de Ikki con sus brazos. – ¡ALETEO DE GARUDA!

-           ¡AAAAAAAARGH! – gritó Ikki, mientras su cuerpo ascendía con violencia.

Aiacos observaba con fascinación el cuerpo de Ikki desapareciendo en el firmamento, mientras que Shun veía con horror dicha escena.

-           Hermano…

En pocos segundos, el cuerpo de Ikki cayó con violencia en la cruz que Aiacos había dibujado, sin mostrar señales de movimiento. Shun quedó en trance observando la dolorosa imagen, pero después comenzó a llenarse del fuerte cosmos que dormía en su interior, con la furia e impotencia apoderándose de él.

-           Nunca creí que un gusano como tú me haría perder tanto tiempo. – dijo Aiacos, volteando hacia Shun.

-           Maldito…

-           ¿Pero qué…?

Aiacos, para su horror, no logró predecir el fuerte golpe de cosmos que Shun lanzó sobre él, tan nefasto y arrasante como un tornado. Asimiló lo ocurrido cuando su cuerpo se topó contra uno de los árboles, mientras hilos de sangre salían disparados de su boca.

-           Mataste a mi hermano… – reclamó Shun, impactado y enfurecido. – ¡Acabaré contigo!

El juez no concebía que frente a él se encontraba el elegido de Hades, el humano más puro sobre la tierra, pero con un poder tan grande que casi igualaba al de él. Su rencor y orgullo le reclamaban matar al muchacho, pero entendía que cometer semejante acto sería una blasfemia para su señor.

Aiacos se dio cuenta de que sus planes no salieron como lo esperaba, razón por la que había tomado una radical decisión.

-           ¡Quieto, imbécil! – exclamó enfurecido, lanzando a Shun una esfera de cosmos que lo tumbó en el suelo.

-           Argh... – se quejó Shun, respirando con dificultad.

Aprovechando la vulnerabilidad de su víctima, Aiacos elevó sus brazos para invocar un oscuro hechizo, producto de la determinación que se vio obligado a tomar. Poco a poco, una extraña imagen comenzó a tomar forma de una filosa y legendaria arma.

-           El alma del señor Hades ha dormido en el reflejo de su espada por medio milenio, y está lista para poseerte. – indicó el juez al joven. – Debido a todo lo acontecido en esta absurda pelea, no me dejas más alternativa que iniciar el ritual de renacimiento aquí, en vez de llevarte al castillo. Nada podrá impedir que se cumpla tu destino, Shun. Esta espada te atravesará el corazón sin dañarlo, y con eso tu cuerpo será uno con el alma de Hades.

Hades estaba listo para regresar a la vida.

Por otra parte, y para ignorancia del juez, Ikki comenzó a despertar del letal ataque de su enemigo, y para su horror, vio como la espada se colocaba en dirección a su hermano.

-           No… Shun…

Saori también comenzó a mostrar signos de conciencia al sentir tan pesada energía rodeándolos, sobre todo por el horrible sentimiento de familiaridad que le causaba.

-           Él… él va a regresar… – expresó la joven, abriendo los ojos con dificultad para ver el terrible ritual.

Aiacos sonrió con satisfacción cuando la espada se posicionó en el ángulo correcto, directo al corazón de su recipiente.

-           ¡Regresa a la vida, señor del Inframundo! ¡He aquí tu elegido portador!

En ese momento, Shun alzó la cabeza y observó como la espada se dirigía hacia él, por lo que cerró los ojos como mecanismo de defensa para esperar su final. Sin embargo, los abrió a los pocos segundos al escuchar el espantoso y desgarrador grito de Garuda.

-           ¡NOOOOO! ¡MALDICIÓOOON!

De inmediato, Shun se dio cuenta de que el grito del espectro no fue lo que lo impactó, sino la horripilante imagen frente a sus ojos, una que superaba con creces a la más espantosa de sus pesadillas.

La espada de Hades había traspasado el pecho de su querido hermano mayor.

Notes:

Hola, un gusto estar de nuevo por aquí.

Hemos llegado al tema central de esta historia, la idea principal que me inspiró a escribirla. Como comenté en mi oneshot “Lagunas del pasado”, desde que vi la saga de Hades, por primera vez, hace muchos años, me pregunté cómo habrían sido las cosas si Hades hubiera elegido a Ikki como su portador. Es interesante el tema de que un dios maligno elija como recipiente a alguien de corazón puro como Shun, lo que demuestra sus niveles de descaro y narcisismo. Ahora el giro del destino ha dado un vuelco tremendo y veremos cómo será el comportamiento de todos los relacionados con Hades ante este suceso.

Una parte de esta escena está inspirada en el primer capítulo del anime “Saintia Sho”, y también se relaciona mucho al primero tomo del manga oficial francés “Time Odyssey”. Justo en este manga pueden encontrar la razón por la que Ikki se entrenó en Perú, pues su maestro es de esa nacionalidad y se llama “Jorge”, en honor al peruano con la colección de artículos Saint Seiya más grande del mundo. Aquí, el maestro de Ikki, no era una mala persona al inicio, sino que cambió al ser corrompido por el ataque de manipulación mental del patriarca impostor.

Espero que el enfrentamiento de Shaka e Ikki haya sido de su agrado. Me costó un poco formular dos peleas para un mismo capítulo, sobre todo porque intento hacerlas más emocionales que físicas, que es el recurso que más utilizo para escribir.

Muchas gracias por leer y por cada comentario, lo valoro muchísimo.

Saludos,

Artemiss