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Los secretos de Pan

Summary:

A propósito del reto de escritura de octubre (Kiktober) hice una serie de one-shot de mis parejas favoritas de saint seiya con temática bastante subida de tono.
Puede ser algo abrupto, ya que es la primera obra que publico aquí, pero espero que la disfruten.

Esta pequeña colección de historias fue publicada originalmente en Wattpad, al publicarla aquí se hicieron ligeras modificaciones a algunos capítulos.

Chapter 1: Leather and látex.

Chapter Text

 

Había llegado a casa algo tarde con aquella caja de zapatos bajo el brazo, el moreno alzó una fina ceja en su dirección mientras esté le ofrecía el regalo con una sonrisa que no permitía a nadie saber sus perversas intenciones.

 

— ¿Qué es?

— Algo divertido— dijo encogiéndose de hombros antes de ir hacia el comedero dónde su deliciosa cena le esperaba escucho al español seguirlo aun con la mirada sobre la extraña caja, sin saber muy bien qué hacer con esta— ¿por qué no la abres?

—Tengo mis razones para sospechar— amaba lo suspicaz que era el moreno, se sentó haciendo una seña para que el menor saciará su curiosidad, un suspiro de parte de aquellos finos labios y el listón rojo fue desatado, noto con satisfacción el horror en el rostro de su novio—¿Qué significa esto?

—Bonito ¿no?

—Sísifo…

— Lo vi en un exhibidor y pensé en ti de inmediato, el negro siempre te ha sentado bien— se levantó acercándose al moreno para ver como sus orejas se enrojecían— ¿por qué no lo modelas para mí?

 

Saco con deleite un guante de látex negro poniéndolo delante del rostro de su pareja que no pudo evitar estremecerse medio por lo que escuchaba, medio por la sonrisa divertida del griego, sabía que no importaba la locura que le pidiera el rubio él nunca le diría que No.

 

 

Las botas de tacón estilizaban las musculosas y largas piernas del extranjero, el sonido de los tacones contra la madera del suelo le enviaba un maravilloso escalofrío por la espalda.

 

—Precioso

— Es incómodo

— Si te vieras a ti mismo sabrías que vale la pena— los ojos fieros del amante parecían no estar de acuerdo a lo que sonriendo para aligerar el ambiente— déjame verte mejor

 

Se puso de pie de su mullida cama y camino hacia El Cid, admirando cada centímetro de su piel expuesta: sus pálidos hombros, ese pecho amplio, los muslos horribles de alabastro, que está noche llenaría de marcas a conciencia, y el plato principal unos. Glúteos firmes que ocultaban un tesoro entre sus montañas.

 

Se puso detrás de él sosteniendo las cuerdas del corsé que era lo único que cubría el cuerpo prístino de su pareja de años.

 

— mmmm… está algo flojo— desato los cordeles con cuidado notando como la piel del moreno se erizaba ante sus manos frías— toma aire

— ¿como? — el moreno gira la cabeza para escucharle mejor, mientras el tiraba con todas sus fuerzas de las cintas del corsé, el pobre hombre casi se va hacia atrás sosteniéndose apenas del borde de la cama para evitar caer, el látex se presiona con fuerza contra sus costillas, sintió que si la prenda no cedía sus costillas lo harian.

— perfecto— Sísifo sonriendo mientras se deleitaba de la cintura que se le hacía a su novio— realza tu figura

— es demasiado ajustado

— pero te queda de maravilla

 

Sostuvo la diminuta cintura para acercar al menor hacia el besando su cuello con calma mientras frotaba su naciente erección contra los muslos desnudos del contrario, tomo las manos del novio que yacían a sus costados inertes y las hizo pasar por su propio pecho con calma.

 

— ¿cómo se siente? — el moreno cerro los ojos mientras ladeaba la cabeza para que el rubio tuviera más espacio para maniobrar con su boca, deslizó las pálidas manos contra sus pezones oscuros— tómalos y pellízcalos como yo lo haría

 

Vio al menor tragar saliva antes de acatar la orden, mientras que el menor se ocupaba de su pecho sus manos bajaron a las caderas del contrario sujetándolas con fuerza.

 

— cierra las piernas— paso su palpitante falo entre sus muslos, sintiendo los músculos del otro alrededor de todo su ser— todas esas sentadillas valen la pena, pasa tus manos más abajo, más lento, quiero que puedas sentirlo incluso a través de la ropa… más… ahora…

 

El pecho de su amante subía y bajaba con desesperación, tenía los ojos perfectamente cerrados mientras profería suaves jadeos pese a que aún no era tocado de forma adecuado su falo ya estaba erguido y goteante.

 

— ven… vamos a la cama… tus piernas ya tiemblan y no quiero que caigas— beso la mejilla cálida del español antes de trepar en la cama en espera de que el otro le siguiera, miro como el otro trataba de quitarse las botas por lo que le interrumpio— con todo… ya limpiaremos mañana

 

El Cid trago saliva mientras gateaba hacia el con la cara roja y los ojos oscurecidos por el deseo, se acomodó a horcajadas sobre él, mientras el mayor sostenía su falo como presentando su sacrificio para el voraz agujero del moreno. La inserción fue como siempre, lenta, a si le gustaba al español era paciente y le gustaba sentir cada pequeño cambio en sus entrañas, pero Sísifo hoy no tenía ganas de cederle el control, había algo de picardía bajo sus ojos azules cuando tomo los muslos del moreno y tiro de ellos un poco hacia delante haciéndolo caer sobre su erección.

 

Caliente, húmedo y un poco rugoso, la sensación era maravillosa mientras el moreno trataba de recuperar un poco su postura de manera infructuosa pues el griego se acomodo para tomar los bollos redondos y moverlos a voluntad, arriba y abajo, golpeando por suerte o inercia el dulce punto dentro de su amante.

 

— mastúrbate ahora

 

La sensación del látex contra el glande hinchado hinchado de El Cid pronto le hizo proferir una sarta de gemidos y jadeos que no hacían mas que excitar a Sísifo, cada nuevo embiste era más poderoso y frenético perdiendo el ritmo en su golpeteo carne contra carne.

Sintió los dedos del español aferrarse a su cabello para buscar su boca de forma hambrienta mientras su miembro golpeaba sus vientres y el del rubio su interior.

 

Un tirón demasiado fuerte de la melena rubia y la cabeza del moreno se fue hacia atrás mientras sus músculos se tensaban como alcanzados por un rayo y luego se relajaban al punto de que parecía estar a punto de desmayarse, siendo sostenido por el rubio que evito que cayera de la cama al abrazarlo.

 

— mi amor… estás bien

— no puedo respirar— gimió contra su hombro y Sísifo empezó a deshacer los cordeles para dejar que sus pulmones se hincharan de aire, dejo unos besos suaves contra la mejilla de su amado sonriéndole con toda la ternura del mundo— eres maravillosa El Cid

— no se va a repetir

— oh…- no pudo evitar que aquella exclamación sonara lastimera, miro los ojos llorosos de su novio en una suerte de suplica muda.

— quiero zapatos más bajos… estos me lastiman

 

Sísifo no pudo sonar triunfante mientras miraba a su amado frotarse el tobillo. Busco sus labios para presionar en ellos un tierno beso antes de tirar del para que se recostara contra su pecho.

 

— la próxima vez te llevará conmigo para que escojas el atuendo, tiene uno de conejo que creo que te iría bien

- No, por dios, Sísifo no- gimió sobre su cuerpo acomodándose para descansar ignorando las manos inquietas del contrario.

Chapter 2: Inflation

Chapter Text

Hermoso.

 

Era la palabra que definía mejor a su pareja, todo el era el epítome de la belleza: cabellos oscuros y largos, rostro de ensueño, una elegancia inimaginable en cada uno de sus movimientos, sea portando su espada o simplemente caminando, era hipnotizante.

 

Y le había escogido como pareja ¡a él!

 

Que era tan contrarió al japonés como el día y la noche, no entendía muy bien que era lo que le gustaba a Izo: si era torpe y burdo, siempre creyó que su amigo debería estar con alguien a su altura y seguramente no le habrían de faltar pretendientes pero el pelinegro insistía a permanecer a su lado.

 

— ¿Pasa algo? — pregunto con voz calma el de tierras lejanas, apoyando la barbilla en el pecho amplio del santo de Tauro para mirarle a la cara.

—Pensaba… ¿Estás seguro que quieres estar conmigo?

—Ox… estoy contigo desde hace años, siempre he sabido dónde quiero estar… y es aquí- señaló ahí donde estaba el corazón del toro dorado- deja de darle más vueltas

— Pero…

— Ox— ordenó el joven mientras se sentaba sobre su abdomen con el entrecejo ligeramente fruncido— me gustas y te amo sobre todas las cosas… mi devoción a ti está a la par de mis deberes como santo ¿Eso no basta?

— Es que…

— Nada…

 

 

El enorme hombre quiso quejarse, pero sabía que sus palabras no llegarían a los oídos del nipón, suspiro un poco sintiéndose derrotado mientras dejaba las manos caer a sus costados extendidas en la hierba a mitad de la noche. La calma del sitio a esas horas de la noche era capaz de hacerles olvidar que eran guerreros de Athena, les recordaba que podían ser humanos con todas esas preocupaciones y placeres mundanos. Paso la mano por la delgada espalda de Izo sintiendo bajo sus dedos un ligero escalofrió.

 

— lo siento

— está bien— susurro moviéndose para tomar su mano pasando los enormes dedos del amable gigante contra su rostro— me gusta que me toques…Ox… estaba pensando, me gustaría que concretamos nuestra relación

 

La dulce confusión en el rostro del enorme santo le enternecía el corazón al espadachín, se sentó sobre el mirándole a la cara.

 

— quiero tener sexo contigo

— ¿he? — los colores subían al rostro del gigante, volviendo sus mejillas dos jugosas granadas cuándo el de cabellos negros paso sus delgadas manos contra sus mejillas con cariño.

— ¿no te gustaría?

— si, claro, pero…

 

Los suaves labios del extranjero acariciaron los suyos.

 

— déjamelo a mí ¿Si? Mañana en tu templo antes de que termine mi guardia— aquellos ojos brillaron como las estrellas sobre sus cabezas antes de que aquel hermoso hombre saltará de su regazo alejándose.

 

 

Cada sonido en su casa lo ponía en alerta, como si estuviera a punto de ser víctima de algún ataque, su corazón latía furioso contra sus oídos y la ansiedad le secaba la boca.

 

Faltaría poco menos de una hora cuando el santo de capricornio apareció en su puerta, la seriedad de sus palabras al pedirle el paso, daban la sensación de que lo ocurrido el día anterior habría caído en el olvido, lo cual le hacía sentir un poco más tranquilo, fue a su encuentro, hablaron unos minutos con naturalidad y luego como era la costumbre le ofreció licor al moreno que sin dudar accedió.

 

Ahí debía llegar todo.

 

Pero mientras él bebía con calma sintió el peso de su pareja contra sus piernas, acomodándose en su regazo deslizando los dedos por la barbilla del mayor sonriéndole con tanto cariño que Ox no lograba articular ninguna palabra.

 

— ¿me invitas a tu habitación?

— Izo— tomo su mano con un suspiro— creo que no es apropiado, no es que no quiera es que… no puedo

— no entiendo— bajo los ojos con descaro hacia la entrepierna del hombre y el santo sintió un escalofrío ante la agudeza de aquellos ojos— a mí me parece que si

 

Las delgadas manos del pelinegro bajaron hasta su entrepierna presionando un poco aquella carne, Ox se mordió el labio al sentir las atenciones que solo se había dado el mismo.

 

— es… no quiero lastimarte

— soy un soldado, Ox. Puedo soportarlo

— no se trata de soportarlo o no, YO NO quiero hacerte daño— el énfasis en sus palabras hizo que los labios del oriental se fruncieran en una mueca indescifrable

—  por qué supones que me harás daño, podríamos sentirnos bien, muy bien— los ojos lujuriosos de Izo le daban a entender que estaba decidido a hacerlo— déjame intentarlo ¿está bien?

 

Ox dudo un poco apretando la boca mientras miraba al joven en su regazo.

 

— Si siento que me duele te lo haré saber y te detendrás— nada, así que Izo continuo bajando la mano hacia el cinto de cuero del santo de Tauro— si no me llevas a la habitación, lo haremos aquí

 

Era mitad sugerencia mitad amenaza, el rubio no tenía opciones tomo el ligero talle de su ahora amante e incluso con la armadura era como levantar una flor, camino hacia la habitación mientras esté sonreía de la forma más encantadora posible.

 

Por suerte, había limpiado la recamara privada con el fin de dar una buena impresión, una parte de él anhelaba demasiado aquello, poniendo al moreno en la cama con cuidado mientras esté se desprendía de las ropas sagradas primero y luego de la camisa.

 

Ox se apartó para verle, se sentía incómodo ante la seguridad de quién se desvestía sin miramientos delante de él. Mirándole solo cuando estaba absolutamente desnudo sonriéndole mientras se ponía de pie sobre el colchón para quedar a la altura de su rostro.

 

— ¿quieres que te guíe? — tomo la mano del hombre para ponerla en su cintura, una zona que antes había tenido el deleite de rodear, pero con mucha más ropa de por medio— aquí… toca a placer

 

Sus labios se unieron, Ox dudo un poco en pasar las manos por la piel suave delineando con calma las costillas del entusiasta joven sin perder las caricias de su lengua, ignoro todo lo que pudo el ir y venir de las manos del japonés por su ropa hasta que los hábiles dedos le despojaron de su cinturón sin detenerse su hambriento beso.

 

— Ox…— se abrazó a él pegando su pecho contra su cara, el toro no supo muy bien que hacer en ese momento mientras Izo le desenredaba el cabello con los dedos— estaré bien

 

Dijo con una voz aterciopelada que le invitaba a tomar entre sus labios los pezones erectos del japonés que no dudo en jadear con fuerza, Ox tuvo la necesidad de apartarse pero el pelinegro no le dejo instándolo a continuar mientras tomaba una de sus manos y la guiaba hacia su trasero.

 

— vamos… hazme sentir bien

 

El escalofrío que causaba la voz entrecortada del espadachín le excitaba de sobremanera, sentía su falo temblar bajo su pantalón. Lamió con cuidado los erectos botones mientras sus manos amasaban los dos perfectos glúteos, los gemidos de Izo le guiaban en sus exploraciones sobre la piel del moreno, pasando los gruesos dígitos por su espalda apretando suavemente haciendo que la erección del joven palpitara.

 

— ven

 

Izo se apartó un poco mostrando la roja cabeza de su pene como una invitación, se agachó para tomar de entre su ropa un frasco de olor suave y consistencia parecida al aceite.

 

— ¿qué harás?

— te voy a enseñar lo que tienes que hacer— dijo mientras ponía una de sus piernas sobre el hombro del toro, que no dudo en tomar su cintura para evitar que este callera— puedes sacarlo

 

Ox siguió la mirada de la cabra hacia su entrepierna, la delicadeza que le había atribuido era una máscara de la que se había despojado en el momento en que estaban solos. Una risita ante de que el moreno empezará a tocarse con absoluto descaro, pasando los dedos por su falo aferrándose a su base para subir y bajar con un ligero movimiento circular en la punta, su entrecejo se fruncía un poco mientras se mordía el labio. El pene de Ox se alzó un poco más, mostrando una carpa que Izo miro con orgullo mientras llevaba su mano un poco más allá de sus testículos para meter uno de sus dedos en su entrada, escupiendo un gemido que casi hace que al rubio se le saliera el corazón.

 

— vamos… bájate los pantalones…

— Izo…

— te quiero…— otro dedo moviéndose dentro— no puedo ser el único que la pasé bien… déjame verte aún que sea

 

Ox dudo un momento sus ojos se cerraron mientras se despojaba con una mano de sus pantalones y escuchaba una exclamación de sorpresa de los labios del otro, sintió como el pie de la cabra se alejaba mientras que él no era capaz de verlo a la cara, se sentía avergonzado temía ver el horror en el rostro de su novio.

 

— es… increíble— la cama rechino, creyó que se habría bajado de esta, por lo que cuando sintió aquellas manos de acero sobre su falo estuvo a punto de gritar.

— Izo

— eres enorme— dijo mientras pasaba los ojos por aquel pedazo de carne, le sonrió cuando sus ojos subieron a su rostro y se puso a cuatro para poder alcanzarlo con su boca primero dio una ligera lamida antes de rodearlo con sus manos y empezar el conocido movimiento, mientras la lengua tibia inspeccionaba todo su glande

— Izo no…

— necesito que me prepares, toma ponlo en tus dedos— le dio el frasquito con una sonrisa sin soltarle del todo— no tengas miedo ¿Esta bien?

 

Ox dudo, pero la visión que tenía delante de él, suponía que valdría la pena, paso la mano por sus glúteos antes de poner la sustancia en sus dedos hasta que estuvieran completamente resbalosos, metió un dedo con lentitud a modo de prueba escuchado un gruñido bajo. Aquel bonito agujero se aferraba a él impidiéndole cualquier movimiento, su corazón latía con fuerza cuando lo saco y su amante se quejó un poco, los bordes parecían anhelar recuperar de lo que se le había prohibido.

 

Ox tomo aire mientras sentía la lengua del otro viajar de su punta hasta su tronco, metió su dedo de nuevo y empujó un poco hacia arriba haciendo que el otro gimiera a medio beso, lo saco y metió durante un tiempo hasta que su pareja empezó a temblar, pero ellos lo sabían: un dedo no bastaba. Los ojos oscuros de su novio le concedieron un permiso que su ocupada boca no le cedía, tomo aire antes de introducir otro dedo sintiendo como la carne parecía luchar contra la inserción, estuvo a punto de abandonar la empresa pero Izo no se lo permitió.

 

— lento… mételo poco a poco

 

Le miro sufrir un poco con la inserción deteniendo sus caricias para concentrarse en los gruesos dedos que se abrían paso en su delicado canal, cuando Ox metió la primera falange creyó que bastaba, que estaría bien con solo tener la boca del otro.

 

— continúa

 

Ox dudo, el agujero ya temblaba lo suficiente y él no quería forzarlo más allá de lo que estaba permitido.

 

— no —había sido suficiente, no quería herirlo por mucho que el otro le dijera que estaba bien, era su pareja debía cuidarlo y no lastimarlo.

— Ox— Izo se iba a quejar, pero el rubio se alejó de el— espera Ox

— iré a darme una ducha fría

— espera

— dijiste que me dirías cuánto tuvieras suficiente, yo también, y esto es suficiente para mi

 

El oriental se detuvo en seco ante sus palabras.

 

— perdón…

 

Ox se giró para verle se veía honestamente arrepentido, el toro se acercó para abrazarle con cariño, protegiéndolo en su amplio pecho.

 

— puedo hacerlo con solo un dedo

— pero… yo quiero tenerte dentro

— te duelen los dedos… esto

— por favor… enserio te diré si me lastimas te deseo…

 

Ox no parecía seguro y sus ojos buscaban una forma de huir de aquella propuesta, pero los ojos anhelantes de su amado lo estaban persuadiendo, si fuera más pequeño aún que fuera un poco no hubiese dudado en hacer suyo al hermoso hombre.

 

— está bien

 

Suspiro mientras se dejaba guiar hasta la cama, recostándose, le dejaría ser el quien escogiera el ritmo de las cosas y cuando detenerlas así, creía evitar herir a su amado. Trepando sobre el Izo hacía honor a su signo una maravillosa cabra que conquistaba la cima con orgullo poniéndose en cuclillas sobre el guiando la inmensidad de su miembro a su estrecho canal, se miraron a los ojos y un brillo de cariño entre ellos que hizo que el pelinegro le sonriera antes de llevar la cabeza hacia el bajando con dificultad.

 

Ox aguanto la respiración mientras sentía como aquellas paredes luchaban para albergarle dentro, tomo su cintura para que no callera, incluso si el amante no lo decía lo sentía temblar sobre él, pero seguía bajando con mucho cuidado la inserción se hacía un poco más sencilla hasta que estuvo a la mitad Izo jadeaba por el esfuerzo, el sudor le bajaba por la frente mientras mantenía los ojos cerrados tomando largas respiraciones para forzarlo más.

 

— así está bien… puedo sentirte… no necesitas ir más adentro— tomo la cintura prometiéndose que no le debería descender ni un centímetro más, lo levanto con sus manos como si este fuera una pluma sacando su falo tal vez demasiado a prisa pues las uñas del oriental se clavaron en sus muñecas— lo siento

 

El vacío era más incómodo ahora, Izo le hizo una seña con su cabeza para que volviera a meterse dentro, Ox trago saliva mientras lo hacía bajar contra su mástil y el pelinegro se mordió el labio y cerró los ojos, tuvo la necesidad de disculparse, pero la cabra hizo un ademan de moverse hacia arriba haciendo que Ox le ayudará deteniéndose justo antes de sacar la punta.

 

— otra vez…

 

La voz del moreno parecía un poco estrangulada y sin embargo el toro dorado le escucho, una y otra vez hasta que los labios del décimo custodio se abrieron para soltar enloquecidos gemidos de placer mientras que la verga de su amante se abría paso más y más adentro sin que ninguno de los dos se diera cuenta, golpeando todos los puntos sensibles de Izo cuyo miembro ya goteaba líquido pre seminal sin ser tocado, las paredes se contraían a su alrededor mientras las lágrimas del oriental emergían de los bordes de sus ojos y su cabello caía sobre su frente.

 

Ox pensó que era lo más maravilloso que había visto y mientras que la cabeza del moreno se inclinaba hacia atrás en un ronco gemido de liberación, el otro le siguió sin dudarlo clavándolo tan en el fondo que las piernas del amante se crisparon por completo a la par que era llenado de su compañero.

 

— es mucho…

 

Murmuro con voz agitada el japonés mientras pasaba los dedos por su hinchado vientre, las mejillas de Ox estaban rojas como granadas, no se atrevía a extraer su flácido pene de las entrañas del amado.

 

— me pregunto si lo sientes— presionó el vientre haciendo una mueca al hacerlo.

— ¡Izo!

— estoy bien— apoyo su cabeza contra el pecho del mayor con una sonrisa en la boca, apoyando la cabeza entre los pechos de aquel hombre— fue maravilloso, espero que se repita… Ox

 

El gran santo se sonrojo ante el descaro de su amante, pero que iba a hacer si encontraba maravilloso aquel rasgo del espadachín.

Chapter 3: Hate Sex

Chapter Text

Odiaba esa sonrisa bobalicona en su rostro, esos cabellos ensortijados y la tez curtida por pasar horas bajo el sol en el club de equitación, que lo jodan a él y a todos lo de su tipo.

 

De hecho por qué no joderlo el mismo, aprovecharse del estado de embriaguez del señorito perfección me causaba un cosquilleo de satisfacción mientras tomaba su mano callosa llevándolo escaleras arriba, su habitación estaba en el segundo piso  y esperaba que estuviera vacía si no pues tendría que hacerlo con público, si era Angelo siempre podía pedirle que grabara la cara de Aioros para la prosperidad, era vil de mi parte, pero realmente verle en la fiesta me había amargado tanto la velada que no podía evitarlo, aún que los varios shots que había tomado abajo también contribuían a mi poca noción de la moralidad o el recato.

 

Empuje al mayor hacia el cuarto, vacío, mire como el griego trastabillaba un poco entre risas mientras yo cerraba la puerta.

 

— ah… los dormitorios de tercero me traen tantos recuerdos— su voz era cantarina, se arrojó a mi cama sin preguntar nada frotando su cara contra la almohada— huele a shampoo…

— solo quítate la ropa

— ¿Sin juego previo? — el castaño parpadeo con lentitud, sus ojos de aguamarina me miraban sorprendidos, extendió una mano hacia mí para llamarme a mi propia cama, pensé con fastidio que tendría que limpiarlo todo o de ser posible quemar hasta el colchón.

 

Camine hacia la cama tirando de su hombro para colocarlo boca arriba, me sonrió de forma condescendiente y tuve una necesidad intensa de quitarle la sonrisa de un puñetazo, sin embargo, la idea de destrozarlo de otra manera era más tentadora, tome aire deshaciendo los botones de la camisa color salmón del mayor mientras esté tarareaba de forma distraída.

 

Irritante.

 

Sentí la mano de Aioros tirando de mi cuello hacia su rostro, retrocedí con malestar apoyando mis manos en su pecho.

 

— tampoco sin besos ¿He?

— quédate quieto— ordene mientras abría la camisa y pasaba los labios por el pecho bronceado, mordiendo más que besando, una queja de parte de mi "superior" me hizo sonreír

— no te caigo bien— no le respondí, mordí uno de sus pezones, el contrario gimió cuando los dientes dañaron la carne, un deleite sádico bajo por mi vientre. Pase la mano por la entrepierna acariciando de forma brusca el pene vestido del chico del cuadro de honor un murmullo de anhelo salió de la boca de Aioros— Shura ¿Verdad?

 

Gruño contra su cálida piel, mi boca salto hacia el otro pezón mientras atendía el húmedo guijarro abandonado con mis dedos, tire y retorcí aquella protuberancia como si deseara arrancarla.

 

— auch— su queja sonó medio a burla a mis oídos, tome aire apartándome un poco mientras el hombre pasaba los dedos por debajo de mi camisa, no me la quitaría me negaba a desnudarme para el aun que pusiera esa cara de cachorro que tanto le había servido para ganarse a todo el mundo, el no caería en sus juegos— me gusta tu nombre

— claro que si— escupí con desprecio, bajo la cremallera del hombre para meterse en su ropa interior tocándole directamente, Aioros no dudo en bajar sus pantalones, su miembro erguido parecía estar a punto de tocar su vientre, estremeciéndose cuando lo rodee con mi mano apretando con fuerza la base para arrastrar mi palma hacia la enrojecida punta, el abogado se retorció un poco acomodándose sobre sus antebrazos para mirar lo que hacía con una mueca de incomodidad.

— ¿no tienes lubricante?

— no

 

Los dedos de aquel hombre apresaron mi muñeca llevándose mi mano, pese a mis intentos de apartarme debí aceptar, de mala gana, que no podía soltarme, sentía como su lengua pasaba sobre mi palma deslizándose lascivamente entre mis dedos antes de engullir dos con un sonido obsceno, maldije que Angelo hubiera salido eso quedaría bien en cámara.

 

— continua- dijo una vez que mi mano estaba llena de baba, dándome una descarada palmadita en el culo para poner sus manos bajo su cabeza con satisfacción.

 

Me mordí el labio para no escupir una serie de insultos que amenazaban con asfixiarme, baje la mirada hacia el erguido falo del mayor algo más largo de lo que imaginaba y lleno de venas azuladas en su hinchada superficie, pase un dedo en la uretra y Aioros gimió, así que no dude en rodear la superficie con la mano húmeda a la par que mi otra mano acariciaba sus testículos sopesando su peso en mis dedos antes de deslizarse más, hasta el agujero en el que metí dos de mis dígitos salivados de forma bastante violenta. Escuche un gruñido mientras que aquel hombre me apartaba y se incorporaba en la cama con los ojos brillando, está vez no pude ocultar mi sonrisa ante el pánico del moreno, eso era lo que quería por lo que enganche mis dígitos en su interior.

 

— sácalos…

 

Moví los dedos y Aioros gruño antes de tomar de nuevo mi mano está vez luche un poco más empujándole con mi otro brazo, grabé error, su mano se aferró al cuello de mi camisa y tiro de esta con fuerza haciéndome perder el equilibrio cayendo de costado en el colchón, unos centímetros extras y hubiese rodado al suelo, el entrenador de caballos se puso sobre mi costado sosteniendo mis manos sobre mi cabeza.

 

— creo que estás cometiendo un error— le mire mal a lo que el mayor se apresuró a continuar negando con la cabeza— el que va tener algo dentro suyo está noche, eres tú

 

Deslizo su nariz por mi cuello tomando mis muñecas con una sola mano mientras que con la otra desabrochaba mi pantalón, sentí un estremecimiento cuando la mano se metió entre mis piernas pasando de mi pene para ir directo a mi entrada, pataleé bajo su peso pero nada, un grueso dedo se metió en mí y gemí

 

— necesito mi otra mano, permíteme— el dedo abandono mi interior, sentí como el cinturón se deslizaba de mi pantalón con rapidez dejando una sensación de calor por la fricción, el cuero contra mi muñeca me alerto aún más mientras trataba de apártame, apretó con fuerza contra mi otro brazo dejándome inmóvil— suéltame

 

Trate de golpearlo, pero él se apartó poniéndome boca abajo con un movimiento, sentía como el corazón me latía con fuerza, trague saliva cuando mis pantalones fueron bajados de un tirón junto a la ropa interior y algo húmedo se presionaba contra mi entrada, no podía verlo, pero era más grueso que el digito de antes.

 

— ni se te ocurra

— sin besos y sin juego previo ¿No? — lo sentí empujarse contra mí, la sensación de presión me aterrada sentí la cabeza hundirse en mis entrañas, todo la calma y la ira que contenía me abandono.

— hay lubricante en la mesa de noche

— mmmm…

— por favor…— tarareó contra mi oído en señal de afirmación estirándose para sacar aquel riendo un poco mientras me mostraba una bolsita negra dónde había una bala vibradora— no revises mis…

— oh tiene batería— se rio mientras lo prendía divertido pasando el juguete por mi entrada, cerré los ojos mientras esperaba que lo metiera, pero nada, Aioros lo apagó antes de abrir el frasquito de lubricante derramando un poco en la cama— upps lo siento

 

Podía imaginarlo sonreír como un idiota, apreté la almohada entre mis dedos antes de sentir la frialdad viscosa de la sustancia en mi trasero, cerré los ojos y Aioros presionó sus dedos con cuidado tarareando cuando sus atenciones iban bien encaminadas.

 

— aquí es— sus dedos se engancharon en una zona que ni siquiera yo habia llegado con mis dedos, ahogue mis jadeos contra la almohada, esto me lo iba a pagar muy caro- shhhh… calma.. todo estará bien pequeño

 

Sus dedos me abandonaron mientras pasaba sus manos pegajosas por mi cabello ensuciándolo con lubricante ¿Cómo es que todo se había torcido así? Aioros levanto mis caderas para introducirse con solo un estoque, no tuve tiempo ni de tomar aire ante la invasión pues tan rápido como entro salió, aferrándose a mis glúteos para examinar cómo me habría ante él, la vergüenza afloraba a mi pecho, aunque no tuve tiempo para pensar en ello, Aioros era implacable golpeando mi interior con el prefecto ritmo, mordí la tela a mi alcance para no darle el gusto de hacerme gemir. Cerré los ojos tratando de pensar en algo desagradable, en tareas o en lo odioso que era aquel quien lo estaba jodiendo por atrás.

 

Aquel hilo de pensamiento fue cortado cuando sentí una vibración conocida contra mi pene, abrí los ojos tratando de medio incorporarme, pero aquella mano me devolvió a mi sitio.

 

— esa posición es difícil— le escuché gruñir mientras sostenía mis caderas más alto golpeado con mayor ímpetu hasta que abrí la boca y un fuerte gemido hizo que Aioros se detuviera con el pene hundido en mis entrañas.

— oh… por Diooooooos…— un fuerte embiste me hizo gritar, si había creído que hasta ese momento Aioros había sido duro ahora, ahora empezaba a creer que no era humano. El placer se acumulaba cálidamente en mi vientre, de mi boca no salian mas que palabras inconexas y ruidosos gemidos— no… no… me voy… Aioros para

 

Tomo mi hombro levantándome para apoderarse de mi pene sin perder uno solo de sus estoques, su mano callosa rodeo el eje y con solo tres tirones mi conciencia se volvió tan blanca como lo que goteaba hasta las sábanas.

 

 

Abrí los ojos con pesadez, escucho el rumor de algo moverse al otro lado pensó que Angelo había vuelto y volvió a cerrar los ojos un par de minutos, la oscuridad le recordó lo ocurrido en la fiesta y abrió los ojos de nuevo poniéndome de pie con terror, sintiendo un fuerte dolor en mi trasero que me hizo volver a la cama mirando el cuerpo del jinete en ropa interior con las mantas en la mano.

 

— ¿Estas bien? — fruncí el entrecejo ante los ojos aguamarina que me miraba con compasión— lo siento, Shura… limpiare y me iré

— yo puedo hacerlo, no necesito tu ayuda

— si claro— dejo las sábanas a un lado y empezó a vestirse bajo mi mirada de desagrado— Enserio me odias ¿Te hice algo?

— …— entrecerré los ojos cuando el mayor le miro con su camisa en la mano— no lo recuerdas… cuando entre fui con los de primero a ver los establos… había un caballo negro…

— oh… ¿Ashura?— le mire con insistencia, sentía que la cara me ardía de rabia mientras el seguía teniendo ese gesto de cachorro inocente.

— me preguntaste mi nombre, para poder ponérselo a esa bestia— apreté los puños con malestar— un caballo, una yegua para empeorar las cosas, fue tan humillante… todos se rieron… yo

 

La risa del moreno me crispo los nervios, mi cuerpo temblaba ante esa reacción.

 

— ok, lo acepto, fue estúpido

— ¿Estúpido? ¿Te parece estúpido humillarme así?

— no, no nada de eso— levanto las manos en señal de paz—  todos me miraron entre en pánico y ja… fue lo primero que se me ocurrió como excusa

— ¿Excusa?

— Para conseguir tu nombre, quería invitarte a salir, pero después de eso me rehuiste como la peste, eras— se encogió de hombros y negó con la cabeza— eres bonito, completamente mi tipo, quería…invitarte a salir ¿Y eso?

 

Parpadeo incrédulo de sus palabras, Aioros espero algo más con los ojos fijos en él.

 

— ¿Eres imbécil?

— en ocasiones, creo— se rio un poco, él no podía salir de su estupor— yo… si no me odias tanto ahora… quieres… ir a comer algo ¿Mañana?

— lo repito ¿Eres imbécil? Largo de aquí— me puse de pie empujándole por la puerta— mi clase termina a las 3

— eso es un si

— hay una parfait nuevo que quiero probar— su entrecejo estaba fruncido— tu pagas

 

Azoté la puerta con tal fuerza que temí romperla.

Chapter 4: Teratophilia

Chapter Text

Odiseo se había atado al palo mayor de su embarcación para no caer en el hechizo de las sirenas, pero él no corrió con la misma suerte.

 

Sus ojos se abren una última vez mientras ve aquella figura perdiéndose en la oscuridad del océano, no puede aguantar la respiración por más tiempo y su boca se abre condenándolo a la muerte.

 

...

 

Aquel pequeño centro de investigación había llamado a la universidad ofreciéndose a ayudarle con su tesis, había estado los últimos dos años investigando sobre una forma en la de reactivar algunas áreas del cerebro, estudiando los procesos de regeneración de algunas criaturas marinas, por lo que la oportunidad de hacer pasantías en un centro de vida marina era como si el destino le sonriera. Si bien tendría que mudarse a la isla de Quíos por una temporada este le parecía un coste bajo para su investigación aún que le dolía saber que no vería a su pequeño sobrino por un par de meses después de todo los niños crecían demasiado rápido y no quería perderse nada de Regulus más cuando la salud de su hermano era precaria.

 

— me llamarán si pasa algo— no era una pregunta, era una afirmación— y si no pasa también ¿Verdad?

 

Arkhes le sonrió negando con la cabeza por sus preocupaciones, Sísifo se había vuelto esa clase de persona que miraba primero por los demás que por sí mismo.

 

— podría buscar un lugar más cercano, aún puedo cancelar... no iré

— perderás el avión— Ilias le callo antes de poder concretar sus ideas, se miraron un momento los ojos del mayor parecían tan calmados y al mismo tiempo autoritarios ordenándole que se marchara.

 

— estaremos bien, te llamaremos dos veces a la semana... una por teléfono y la otra por videollamada— Arkhes se detuvo justo en dónde debían separarse— Regulus querrá ver tu cara ¿Verdad?

 

El bebé dormía plácidamente en los brazos de su padre.

 

— solo serán seis meses— a Sísifo se le encogía el corazón al ver aquel rostro redondo de mejillas rosadas— los extrañaré

— nosotros también— Arkhes sonrió mientras le abrazaba con cariño, lo quería tanto como si fuera su propio hermano— llámanos cuando llegues

 

Ilias le dio una manta para el vuelo, dandole unas palmadas en el hombro antes de que tuvieran que separarse de verdad, eso basto para que el pecho del joven rubio se inflamara por el deber de hacer algo bien con aquella tesis y poder volver pronto a su casa.

 

...

 

El vuelo de avión no fue muy largó, durmió gran parte del camino esperando que su llegada a media noche no fuese tan molesta. El instituto le había proporcionado una habitación en un hostal cercano a las instalaciones con una increíble vista al mar y a no más de veinte minutos de los bares y demás lugares de entretenimiento de la isla, sin embargo, Sísifo no podría darse el lujo de tomar descansos, el tiempo que no estuviera en el laboratorio lo usaría para avanzar en su tesis.

 

Como prometió llamo en cuanto estuvo instalado, demasiado cansado para mantener una larga charla por lo que una vez que la llamada terminó cayó profundamente dormido en la cama sin siquiera quitarse la ropa de viaje o sacar nada de la maleta.

 

Su alarma sonó antes de las cinco de la mañana se apresuró a asearse mientras trataba de sacar aquella somnolencia de su sistema bajo el agua fría de la ducha.

 

Café y un bocadillo antes de salir hacia aquel enorme edificio de color blanco puro, se adentró por los pasillos siguiendo a una joven secretaria que lo llevo con el directo que le había solicitado

 

— doctor Saggita que gusto conocerlo

— buenos días, señor director— dijo con una sonrisa mientras estrechaba la mano del anciano, siguiendo de forma calma una charla sin importancia sobre el viaje y sus familias antes de ir directo al grano.

— estoy muy interesado por sus estudios ¿Qué lo llevo a relacionar las funciones cerebrales de mamíferos acuáticos con humanos?

— no es un secreto para nadie que las habilidades comunicativas y de vivir en sociedad de alguna de la fauna marina se parece a la de un humano

— habilidades comunicativas— hizo un sonido de entender mientras entrelazaba los dedos— ¿Y la restauración de redes neuronales?

— bueno... parece que muchos peces son capaces de vivir sin parte de sus cuerpos, pensé en la posibilidad de que el cerebro restauré el daño

— hay una diferencia entre una aleta y la cabeza, doctor

— pero por algo se tiene que empezar... creo que las personas aún tienen mucho que aprender del mundo que nos rodea

 

Una sonrisa en los labios del doctor le hizo saber que aquella entrevista había terminado bien

 

— me agrada, pensar fuera de la caja es importante para este trabajo... venga conmigo— le siguió hacia un elevador notando como el hombre presionaba unos botones mientras bajaban a una parte restringida dado que se necesitaba de una tarjeta— alguna vez escucho que sabes tanto del universo como del fondo del mar

— si...

— creo que el mundo marino aún tiene un par de secretos maravilloso que incluso podrían hacer dudar al más escéptico... Y doctor... está a punto de ver una de esas maravillas

 

La puerta se abrió, un pasillo oscuro le dio la bienvenida y dos altos guardias con armas de fuego le miraban con recelo.

 

— por aquí

 

El director le llamó pasando al lado de los guardias abriendo otra puerta con su pase y un código, el secretismo de todo el asunto empezaba a ponerle más y más nervioso, la luz blanca le lastimo los ojos mientras se adentraban a una enorme habitación con un tanque de agua tan inmenso que Sísifo no sabía a dónde mirar hasta que sus ojos se fijaron en aquel ser.

 

Abrió la boca sin poder respirar ante la criatura que flotaba en el medio como una sombra alejada del cristal. Creyó que estaba soñando, que aquello debía ser un engaño de sus sentidos, se acercó para verle más de cerca para quizás encontrar algo menos humano en aquella silueta.

 

Fue muy rápido, con un movimiento de una enorme cola oscura aquel ser se golpeó con fuerza contra el cristal haciéndole caer hacia atrás al escuchar el golpe de aquel cuerpo contra la pecera, la sangre roja floto desde su nariz esparciéndose en el agua mientras aquellos ojos le miraban con odio.

 

Odio, una emoción tan humana.

 

— está muy irritado, pero no sé preocupé no puede salir— rio el anciano desde atrás apagando las luces, con sorpresa vio aquella cola oscura resplandecer— bioluminiscencia, le explicaré todo ¿Quiere sentarse?

— si por favor

— lo encontraron en las costas turcas, parece que algún cambio en el fondo del mar le hizo ascender, creemos que fue a causa del movimiento de las placas tectónicas— Sísifo pensó en el terremoto de hace varios meses, había sido tan fuerte que todos esperaban un maremoto que nunca llego— dado ciertos acuerdos nos permitieron investigarlo, lamentablemente antes del proceso algunos marineros habían intentado matarle asegurando que era de mal augurio

 

Sísifo miró a la criatura que aún estaba pegada al cristal, su brazo derecho era un muñón y su cola se movía como la de una serpiente.

 

— salvajes... pero pudimos recuperarlo y traerlo aquí, es maravilloso, una criatura salida de un cuento de hadas que hasta ahora creíamos inexistente... por eso le ha traído a usted

— ¿Qué? — el hombre le tomo de los hombros con una sonrisa que a Sísifo le pareció enloquecida— es médico y no solo eso sabe algo de la vida marina... Su hermano es biólogo ¿No?

— si, pero...

— es perfecto, podrá examinarlo a conciencia... confiar en una persona es más sencillo que en dos— le dio unas palmaditas— ahora... usted elige... ¿Quiere trabajar en su tesis aquí?

— pero mi tesis no tiene que ver con

— lo sé, lo sé— le quitó importancia con una mano— no tiene que estar aquí más que un par de horas para examinarlo... y después puede hacer uso de nuestras instalaciones y archivos en el centro ¿Y qué dice?

 

Sísifo dudó, miro de reojo la criatura que se alejaba del vidrio para perderse en el fondo de su pecera, no sabía siquiera que pudiera ser de ayuda, pero había algo dentro de él que le decía que aquello podría cambiarle la vida

 

— trabajaré aquí... seis meses

 

...

 

Tres meses no habían sido más que un parpadeo, los papeles en su escritorio estaban revueltos, pero la tesis avanzaba bien, pronto la terminaría, escucho el chapoteo fuerte al otro lado del estante girándose con una sonrisa.

 

— ¿ya es hora de comer? — pregunto a la criatura a la que había llamado "El Cid" acercándose a los ventiladores que mantenían el agua limpia, la sirena aquella frunció el entrecejo mientras se alejaba a la zona más alejada del estante como lo haría cualquier pez si unos introducían un objeto extraño en el agua, puso algunos litros de somnífero potente en uno de los tubos de aire.

 

El Cid había demostrado ser bastante inteligente, una criatura capaz de identificar patrones aún que aún quedaba en duda si era capaz de entender el idioma humano, dado que siempre les llevaba la contraria y no parecía muy dispuesto a cooperar, no le recriminaban aquello al final era como un prisionero.

 

Quince minutos y la criatura flotaba inerte hacia la superficie, era lo único que podían hacer para alimentarla dado que seguía siendo demasiado peligroso para ellos acercarse sin tenerlo inconsciente. Siempre se sentía un poco mal en arrojar animales destazados al agua, pero entendía que así era la naturaleza aún que había algo perturbador en verlo comer pues su rostro seguía siendo muy humano, alargó los dedos para tocar la fría piel de su brazo hace tiempo que aquello se le había hecho una costumbre sentirlo bajo las yemas enviaban un escalofrío de satisfacción a su cuerpo, como si estuviera haciendo algo que nadie más haría.

 

La sangre empezaba a esparcirse en el agua y él supo que debía apartarse, cerrando la pequeña trampilla para mantenerse a salvo.

 

...

 

El invierno se acercaba apresuradamente y la temperatura comenzaba a descender haciendo que estar en el laboratorio fuese insoportable, incluso con su ropa de invierno aquel clima le resultaba incómodo en más de un sentido, trabajar con la gruesa chamarra era demasiado difícil, tenía la sensación de que derribaría algo en cualquier momento, El Cid parecía aletargado recargado en el cristal con la mirada perdida en algún punto ya no golpeaba contra las paredes de vidrio de su prisión cada que se acercaba, solo le mostraba los colmillos y se alejaba nadando a otra esquina para volver a su estado de enajenación.

 

Un suspiro salió de sus labios mientras enviaba su último borrado de tesis, caminando hacia el estanque, estás seguro de que era de sangre caliente por lo que debería estar bien con aquella temperatura casi glacial, pero quizás no estaba tan cómodo como lo estaría en su ambiente natural, busco el termostato subiendo dos grados el lugar esperando que nadie se diera cuenta y sobre todo que no le hiciera daño.

 

— hay tantas cosas que me viera gustado saber sobre ti, no solo por los secretos que guardan los tuyos sino por tu misma existencia ¿Quién eres? ¿Tienes familia? Yo si la tengo y por ello anhelo volver a su lado como tú seguramente quieres volver a tu hogar

 

Puso su mano en el cristal cerrando los ojos como si con ello pudiera dejar de ver a su prisionero, apagar la culpa del abandono, algo vibró al otro lado de la superficie fría y al abrir los ojos vio el rostro de aquel poniendo su mano medio palmeada ahí donde él tenía puesta la suya.

 

"Volver"

 

Sus labios se movieron y parecía repetir aquella palabra, su corazón se hundió en su pecho.

 

— ¿me entiendes?

 

Se señaló a sí mismo y el otro imitó el gesto antes de nadar alejándose un poco mirándole sobre el hombro para que le siguiera, dando vueltas en círculos con esa poderosa cola creando una estela de burbujas que subían hasta la superficie. Seguramente en un lugar más amplio, en su habita natural aquello debió ser hermoso de ver los destellos de esa cola eran simplemente maravilloso, le entristecía pensar que tendría que pasar el resto de su vida ahí nadando en círculos mientras un montón de hombres en bata le examinarán, dudaba mucho que algún día le dejarán irse.

 

— y si eres el último de tu clase... este será el final

 

De nuevo aquel se acercó al vidrio posando sus manos contra este para mirarle con unos ojos que brillaban como piedras preciosas bajo la estéril luz del laboratorio, un deseo absurdo de zambullirse en las misteriosas aguas se apoderó de su alma camino hacia la escalera.

 

La puerta se abrió y Sísifo salto un poco al escuchar al director del proyecto llamándole. Aquel anciano de ojos de roedor después de admirar de cerca la belleza del moreno le hizo sentir un desagrado hacia la figura que le felicitaba sobre su tesis y su futuro brillante.

 

— pronto tendrás que dejarnos, es una lástima, pero entenderá que no puede decir nada sobre eso

— lo sé, tampoco es que desee que me crean loco— se apartó caminado hacia su escritorio— debo retirarme ahora tengo una llamada de mi director de tesis en una hora y aún debo comer

 

El hombre se hizo a un lado mientras él pasaba a su lado sintiendo aquella mirada en su nunca como una navaja.

 

...

 

El somnífero fue vertido en el estanque, Sísifo le miro flotar hacia arriba mientras él acercaba la carne muerta a la escotilla, había pasado los últimos días soñando con aquella figura fantaseando con la sensación de aquella piel contra la suya con una boca de terciopelo que se presionaba contra sus labios. Abrió la escotilla de metal arrojando la carne mirando cómo está se hundía y luego sintió algo en su muñeca que tiró con fuerza hacia el agua su cabeza golpeó contra el borde mientras se zambullía mirando aquella criatura rodeándolo con ojos brillantes, trato de nadar, pero aquellas fuertes manos le sujetaban bajo la superficie por mucho que él pataleaba tratando de subir de nuevo.

 

La desesperación de los segundos empezaba a agobiarlo, cuando se sintió morir finalmente salió a la superficie, jalo aire mientras miraba a aquel ser con los ojos cerradoss flotar con la cabeza hacia arriba mientras uno de los guardias le sujetaba por la bata tratando de sacarlo.

 

— maldición

 

La ropa estaba impregnada de la sangre que salía de su frente, el hombre le saco mientras seguía maldiciendo al ser mítico.

 

— ¿está usted bien? Por poco y muere Doc.... es realmente un monstruo

— estoy bien— tosió mientras miraba a la criatura, ahí donde su piel había rozado las escamas cosquilleaba— dios...

— deberían deshacerse de él... lo único que trae son tragedias, hace una semana una chica se suicidó aquí mismo... y ha atacado a tantos... incluso le rompió el cuello a mi excompañero

 

Las quejas apenas llegaban a sus oídos, un rumor en la estática que llenaba sus sentidos mientras una voz muy grave le decía: "libérame"

 

— debería ir a la enfermería

 

El soldado le ayudo a salir y la criatura continúo flotando ahí.

 

...

 

Las escamas habían cambiado por completo de color, de un oscuro negro tornasolado ahora eran un azul metálico que dejaba centellas violetas y turquesa por el agua. Sísifo tenía miedo de acercarse de nuevo, siempre esperando unos minutos antes de abrir aquella entrada, no es que tuviera miedo por su vida era el recuerdo de su pequeño sobrino o su hermano enfermo que le impedía hacer alguna locura, ambos podrían llegar a depender de él.

 

Aquella mañana había llegado con los papeles en la mano, solo para ver aquel ser fuera de su estanque, varios asistentes y soldados aferraban al enorme cuerpo con cuerdas que presionaban su piel contra una camilla metalica de más de 2 metros.

 

— doctor— la voz del director le llamo, un tirón de asco se aferró a su estómago y suspiro mientras avanza hacia el hombre con una pregunta en su boca— oh qué bien que está aquí... queríamos su ayuda... Necesitamos sacar algunas muestras de todo...

 

Los soldados salieron y un nervioso biólogo seguía ahí parado con las manos temblorosas al lado del inerte ser que para sorpresa de Sísifo estaba despierto.

 

— ¿quiere que me quedé? — el asistente pregunto, pero todo él parecía querer decir que deseaba irse, por lo que negó con la cabeza y el joven de no más de 25 corrió hacia la puerta.

— ¿está seguro?... aún tengo que hacer papeleo

— le aseguro que estaré bien... será solo rutina— sonrió mientras dejaba sus cosas a un lado antes de acercarse a la "bestia" el director se despidió con una sonrisa obscena dejando el eco de sus pasos en el lugar.

 

Sísifo no se atrevía a acercarse en primera instancia, mirar tan de cerca a aquel hermoso ser era realmente un sueño, acercó su mano hacia su rostro, pero la criatura se removió tratado de apartarse del tacto.

 

— ¿estás incómodo? — dijo alejando su mano mientras busca una de las mangueras para rociar un poco de agua sobre la piel notando como sus músculos se relajaban busco algo con lo que sostener aquella fuente de agua— eso está mejor verdad... seré rápido... no deseo molestarte

 

Le mostró la jeringuilla notando como El Cid se inquietaba como lo haría un pequeño niño al ver un objeto punzante.

 

— mira hacia otro lado— señaló hacia el estanque y cuando él se giró el clavo la aguja en su brazo notando como el ser le miraba como irascible— no es tan malo... no hagas tanto drama, ves... ya terminé

 

Dejo la sangre en una hielera, mientras buscaba algo para rascar un poco la piel de su mano para tomar muestras primero de su parte humana que le era más familiar para después examinar la cola de pescado que suplantaba sus piernas, siempre le parecía maravilloso pasar por aquellas escamas aún que parecían duras había una clase de membrana suave que las recubría haciéndolas lisas y agradables al tacto, no quería hacerle daño por lo que buscaría alguna zona donde estuviera medio desprendida, deslizó los dedos por la parte más baja subiendo lentamente mientras palmeaba la superficie en busca de alguna pequeña muda de tejido subió la vista cuando "El Cid" se removió en la camilla tratando de liberarse, la fuerza de aquel ser hacía eco en la habitación más allá del zumbido del motor del estanque, quería dejarlo ir, pero si no tenía los estudios él se metería en problemas.

 

Siguió ascendiendo hasta que algo suave se sintió más allá de los guantes de látex, la cola de pez se estremeció mientras el movimiento se volvía más y más frenético hasta que las endebles patas de la camilla finalmente cedieron volcando a la criatura al suelo. Apenas tuvo tiempo de retroceder para no hacerse daño con el peso de aquella sirena.

 

Su entrecejo se frunció con malestar, pero de nada serviría quejarse por ese comportamiento pues, aún que le entendiera, parecía poco interesado en sus regaños. Rodeo la camilla volcada mirándole, como esperaba se había hecho daño con el golpe y la sangre escurría por su rostro y seguramente su brazo no estaba en mejor estado.

 

Suspiro mientras tomaba algo para limpiar sus heridas, notando como él hacia un esfuerzo de alejarse aún en el suelo, sostuvo su barbilla con fuerza.

 

— por qué eres tan terco

 

Paso el algodón por la carne abierta, escuchando detrás de la mordaza un siseo que no sabía si se originaba por el dolor o el disgusto.

 

— no te voy a hacer daño

 

Paso los nudillos por la mejilla pálida con cariño y él sigue el gesto antes de mirar hacia la pecera, término de limpiarle y poner una pequeña gasa antes de volver a su trabajo donde lo había dejado notando algo diferente entre las oscuras escamas había algo rosado que llamo su atención quizás se habría herido con la caída pensó mientras miraba la "herida" notando que no había sangre y que la apariencia de esta era muy parecido a los genitales femeninos, con la diferencia de tener un apéndice pequeño sobre la entrada de esta, aparto la mano rápidamente sintiendo las mejillas arderle.

 

— lo siento... te ayudaré

 

Trato con todas sus fuerzas de subir la pesada camilla, aún que se consideraba atlético no había forma de que una sola persona pusiera en pie aquel camastro. Miro a la salida debía pedir ayuda para moverlo, pero de algún modo aquello iría contra el pudor de la sirena por lo que solo quedaba terminar el examen en lo que aquella hendidura se cerraba de nuevo. Miro el rostro del ser notando en sus facciones la vergüenza de verse absolutamente inmovilizado en una situación honestamente precaria.

 

Los minutos pasaron sin que ninguno se moviera, Sísifo tendría que apurarse, pero sus músculos estaban tan tensos que incluso empezaban a doler, quería terminar y huir tan rápido como el biólogo, quizás él muchacho hubiese encontrado interesante la anatomía de la criatura ¿Cómo se reproduciría? ¿Sería ovíparo? ¿O quizás sería algo parecido a un tiburón?

 

Prendió de nuevo la manguera cuando un sonido se ahogó llegó a sus oídos, la abertura no se cerraba y el hombre-pez estaba incómodo, con los ojos cerrados y su puño apretado impotente.

 

— debería terminar rápido...

 

Así podría devolverlo a su estanque para que hiciera lo que viera conveniente ¿Las criaturas como él se masturbaban? Negó con la cabeza en un intento fortuito de alejar aquellos perversos pensamientos mientras tomaba de la punta de la cola una de las escamas la criatura gruño de dolor detrás de la mordaza. Una disculpa murió en sus labios mientras el pequeño montículo dejaba a la vista un pene rosáceo que le hizo ahogarse con su propia saliva y el rostro de aquel dejaba escapar unas lágrimas de ira por sus mejillas que al caer al suelo tintineaban y rodaban en forma de perfectas piedras lechosas como su piel

 

Tomo una mirándolo a la luz.

 

— perlas

 

Miro a la criatura que le devolvió la mirada.

 

— creo que estoy descubriendo más cosas de las que es oportuno saber ¿Verdad? Hasta este momento te habría considerado un ser asexuado

 

Aquellos ojos de amatista brillaban mientras el cabello húmedo se pegaba a sus mejillas delgadas, era injusto lo seductor que era, se arrodilló en el suelo pasando los dedos por sus mejillas quitando algunos mechones que se aferraban a su frente, el ser aparto lo que pudo la vista.

 

— ¿Quieres que te ayude?

 

Los ojos se cerraron mientras hacia una seña de aceptación.

 

— sabía que me entendías

 

Beso su frente sintiendo la humedad de su cuerpo, mientras bajaba sus manos por su costado sintiendo como el moreno se crispaba ante sus caricias y aquel miembro temblaba ansiosamente, extendió sus dedos en su dirección acariciando el blando eje notando como la cabeza del otro se inclinaba a un lado con las mejillas enrojecidas, su mano subió y bajo como si fuera su propio falo el que estuviera siendo atendido, era honestamente mucho mejor saber que le estaba haciendo sentir tan bien, deslizó la lengua sobre la mordaza viendo de reojo el brillo violeta de sus ojos empañados de éxtasis.

 

Subió y bajo deteniéndose en la punta a la par que esparcía besos por toda la piel que podía, bajo por su abdomen dejando una hilera de furtivas caricias de su pecho hasta su ombligo.

 

Ojalá pudiera quitarle aquella mordaza, quería escuchar cualquier sonido de sus labios finos, incluso si fuera una negativa él quería escucharla. Sus manos se alejaron un momento y el cuerpo tenso de la sirena se relajó un momento sostenido por las cuerdas mientras sus branquias se abrían y cerraban.

 

Sísifo se alejó para despojarse de sus propias prendas, arrojo la bata aún lado junto con sus pantalones y ropa interior quedando completamente desnudo bajo la mirada desenfocada de la criatura. Volvió a arrodillarse a su lado, los azulejos estaban fríos, pero no le importaba cuando empezó a frotar su erección contra la del ser mítico cuyo cuerpo enrojecía mientras una sustancia húmeda empezaba a empapar sus genitales: cálido y húmedo hacía que el cuerpo del doctor se sintiera desesperado por llegar pronto sorprendiéndose cuando el cuerpo del ser se crispaba hacia delante liberandose en el pecho del humano.

 

Sísifo se detuvo al mirar aquel apéndice retrasarse de vuelta mientras la criatura le miraba, no con ira o desprecio sino con algo parecido a la curiosidad.

 

— dije que te ayudaría

 

Río, pero el otro endureció los gestos apoyando su cabeza en su hombro mientras volvía a mirar hacia el suelo húmedo, Sísifo no pudo más que suspirar sintiéndose aún demasiado duro, pero sabiendo que aquel no estaba listo para más caricias, bajo la mirada hacia los pliegues aún abiertos deslizó uno de sus dedos en la abertura estaba tan húmeda y suave como sus pequeñas aventuras en la universidad, engancho dos de sus dedos en la rugosa superficie haciendo que el abdomen del moreno cosquilleara de vuelta, le miro de nuevo con asombro.

 

— ¿Se siente bien? — le miro a la cara notando su lenta afirmación, sonrió por su honestidad mientras empezaba a masturbarle de aquella forma notando como cada pico le hacía mecerse al ritmo que él marcaba. Quizás en el agua aquello se sentía mil veces mejor, con el pequeño problema que probablemente intentaría ahogarle de nueva cuenta, saco los dedos que estaban llenos de una sustancia lubricante— meteré mi pene ahora ¿Está bien?

 

Sin respuesta, quizás no entendía la palabra pene, pensó mientras acercaba su falo a la cavidad que le dio la bienvenida, aunque Sísifo había tenido hasta entonces varios encuentros muy satisfactorios aquellos quedaban absolutamente opacados por esta nueva sensación.

 

Era obsceno lo húmedo, tibio y suave que era, parecía querer apresarlo en sus entrañas, el primer contacto amenazaba con hacerle correr, pero de algún modo logro anteponerse a la abrumadora sensación de su interior.

 

Salió hasta que lo único que quedó dentro fue la punta húmeda, la criatura le miro sin entender por qué, se hundió con un solo estoque sintiendo que le abandonaría el alma y un sollozo escapo de sus labios mientras se inclinaba hacia delante, se aferró al borde de la camilla para poder apartarse de nuevo y repetir la operación.

 

Un gemido apagado escapó de aquella boca extraña, le hizo saber que lo estaba haciendo bien, miro su rostro retorciéndose mientras los embistes buscaban repetir ese ritmo que había provocado aquellas sensaciones en la sirena.

 

Escucho las garras arañar el metal de la camilla mientras su ondulante cola buscaba más y más de aquel contacto que tan bien se empezaba a sentir.

 

— mierda

 

Sus estoques perdían ritmo mientras aquel empezaba a buscar su propia satisfacción, un gruñido salió de sus labios mientras se liberaba.

 

...

 

Él nadaba en el estanque mientras él escuchaba a medias el discurso del director sobre la importancia de cuidar al espécimen, mientras decía que desde ese momento habría dos personas en cada nuevo examen, pero él seguía embelesado en los recuerdos de hace unas horas.

 

— no parece estar herido— murmuro el biólogo entre dientes a su lado, él sonrió un poco por el comentario, era muy resistente dos o tres veces se corrió y mientras que él se moría de sueño la criatura seguía nadando en círculos como si acabara de despertar de una agradable siesta.

 

El regaño finalmente terminó y él fue obligado a limpiar el desastre de agua y gasas sucias en el suelo, el silencio de la habitación fue interrumpido por un golpeteo al estanque.

 

— pareces de buen humor El Cid

 

La criatura ladeó la cabeza y él acercó de nuevo su mano notando como el otro le imitaba, una sonrisa se formó en su boca, antes de presionar su boca contra el cristal siendo imitado  por el tritón al otro lado.

 

— lamentablemente eso no se va a repetir

 

El Cid señaló con su dedo la escotilla y luego una señal que parecía significar que viniera, trago saliva mirando hacia otro lado poniendo una alarma de 3 minutos en su celular que si no apagaba sonaría para llamar a los guardias.

 

Abrió la escotilla con cuidado alejándose un poco cuando la criatura salió del agua acercando su rostro a él.

 

— hola...

 

La voz le salió estrangulada y la criatura parpadeó con lentitud y extendió su mano hacia él y Sísifo aguanto la respiración cuando sintió los nudillos en su mejilla, estaba imitando lo que él había hecho, una boca fría se presionó contra su frente y la criatura volvió a sumergirse asustada por la alarma de su móvil.

 

...

 

Una locura, se decía mientras llenaba un pequeño tanque de agua en una suerte de carrito, lo mejor sería dejarlo ir como un hermoso recuerdo para siempre no arriesgarse a perder su trabajo al robarse aquel espécimen, pero es que no quería pensar en que mientras que él disfrutaba de su vida, él otro tendría que pasar el resto de su existencia en un lugar tan pequeño pasando cada mes por una mesa fría mientras alguien más le tocaba.

 

— puede que sea incómodo

 

Dijo mientras acercaba la grúa para sacar al espécimen ya adormecido por la droga, le aseguro mientras le bajaba con cuidado después de eso le llevaría afuera donde una serie de hombres le embarcarían en un navío de rescate animal al que pensaba subir usando de excusa el trabajo de su hermano mayor.

 

Este era su último día en la isla, debía aprovecharlo.

 

Mantuvo la calma mientras el laboratorio le despedía, bebió y comió con cortesía antes de que se retirara hablando sobre sus planes y una "promesa" hecha a su cuñada de grabar el mar. La tarde empezaba a morir ya en el horizonte cuando se detuvieron en medio de aquel violento mar, había un viento que mecía el navío de un lado a otro mientras escuchaba gritos a su alrededor.

 

— ahora liberelo, antes de que el clima empeore

 

Los gritos de sorpresa al ver aquella sombra enorme del tritón alejándose no duró demasiado, se dedicaron una última mirada y luego aquella tormenta simplemente arreció.

 

...

 

Cuando aquella ola se tragó su cuerpo juraba que miro los ojos de amatista recriminándole mientras una voz áspera decía en su cabeza.

 

"Debiste llamar para decir adiós"

 

Antes de que la silueta se alejara, tan ajeno al amante muerto.

Chapter 5: Collaring

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La nueva vida no había lavado los pecados de su corrupta alma, estaba en sus manos reparar el daño pero ¿Cómo restaurar décadas de traición, la vida de una persona o el dolor que esa pérdida había causado? quiso ofrecer su vida como compensación sabiéndose merecedor de una ejecución, pero el nuevo patriarca denegó la petición diciendo que estaba siendo manipulado y que no había culpa en sus acciones, una mentira que pretendía calmar su herido corazón, pidió un castigo ejemplar, prisión o bien que se le despojara de sus prendas doradas pero los ojos del color del mar le miraron con tanta piedad que su corazón se sintió dolido sabiéndose impropio de tales gestos.

 

— Shura de capricornio— la voz del castaño era calmada, escuchó como sus telas susurraban mientras se acercaba a él, su mano pesada se colocó sobre su hombro sintió el calor de su cosmos aliviando la ansiedad que se apoderaba de el— no es tu culpa y no puedo permitir que hagas algo tan irresponsable como atentar contra la vida que nos ha dado Athena

 

Shura se mordió el labio mientras cerraba los ojos, el no haría algo tan ridículo como suicidarse solo quería enmendar los males que causó.

 

"Sangre por sangre"

 

Quería estar en paz pues desde que había despertado, todas las veces que lo hizo, la culpa le carcomía hasta arrinconarlo a este punto. Cuando Aioros fue puesto como Papa supo que era el quien debía decidir sobre su destino, pero ahora parecía que estaba condenado a vivir con la culpa.

 

— lo merezco

— no lo mereces, si quieres redención entonces haz las cosas mejor a partir de ahora— su voz le recordaba a su tierna infancia, sonaba a un regaño sin terminar de serlo, tocando las fibras más sensibles del décimo custodio que sintió que las lágrimas se aglomeraban en los bordes de sus ojos— tienes mi perdón, Shura… pero si eso no te basta, si te crees merecedor de represalias entonces… quiero que me sirvas hasta que tú espíritu este en calma

 

 

Aioros no había planeado que las cosas resultarán así, el español se había puesto a su absoluta disposición desde entonces era todo: caballero, secretario, asistente y sirviente. Su devoción era tan abrumadora que a veces le hacía sentir incómodo, aún que verlo revolotear de aquí para allá en la oficina le daba cierto alivió pues por lo menos centrado en esas pequeñas tareas no parecía pensar en el pasado. Pero aquella actitud sumisa empezaba a molestar a los demás habitantes del santuario, los santos de oro parecían comprender las motivaciones del peliverde y pasaban de el con pequeñas burlas amistosas, pero el resto de soldados o asistentes le miraban con mayor recelo que antes.

 

"Perro del Papa" el mote empezó a flotar en los rincones del santuario incluso las doncellas de Athena empezaban a murmurar cuando venían al santo de capricornio en la sala del patriarca esperando cualquier solicitud, claro que le molestaba, Aioros veía como apretaba los labios con fuerza hasta que estos se ponían blancos al escuchar los susurros. Pero no dijo nada e incluso si intento callar aquellas ofensas estás no terminaron de extinguirse y no lo harían hasta que el menor dejara de comportarse "como un cachorrito que pretendía agradar" pero si era absolutamente honesto esa parte más noble e infantil del joven le resultaba tan enternecedora como si el niño que había cuidado durante tantos años aún siguiera ahí, le gustaba pensar que las cosas no habían cambiado de todo y que no se había perdido de demasiado.

 

— ¿qué es eso? — pregunto mientras el menor apretaba con fuerza un pequeño paquete entre sus dedos con irá.

— solo es basura lo tirare— la voz del menor sonaba estrangulada por el coraje. Viéndolo de cerca parecía un regalo, se acercó extendiendo la mano para que le dejara ver la caja, hubo duda en su mirada antes de que le entregará el objeto, en una etiqueta se leía el nombre del ibérico y era sin duda algo reciente.

— puedo abrirlo— el menor se encogió de hombros mientras que el gran patriarca abría la caja soltando una exclamación divertida al ver su contenido— un collar de perro…

— es una estúpida broma… lo tirare

— mmmm… — lo tomo en sus manos divertido, era suave por dentro y de un negro muy brillante que le hizo reírse— creo que te queda

— ¿Disculpe?

— ¿puedes ponértelo? — silencio los ojos verdes estaban muy fijos en el con la boca ligeramente abierta. Extendió las manos temblorosas hacia la pieza de piel por un momento el castaño creyó que lo tiraría al suelo y se alejaría molesto para no volver jamás, poniendo fin a aquella dinámica de advenedizo que había tomado el joven.

 

Con sus dedos delgados abrió el collar, esto era una locura pensó mientras lo ponía en su cuello, le quedaba algo ajustado, miro al castaño rebuscar en el paquete hasta sacar una correa del mismo color con una sonrisa realmente divertida cuando sus ojos se encontraron con los suyos.

 

— te queda bien

— ¿Qué significa eso?

— que te queda bien, por qué no te quitas la armadura— la sugerencia le tenso un poco, pero acato la orden sin decir nada, su cloth tomo forma de reposo a su lado mientras el castaño se acercaba para poner la correa en el collar— es lindo

— …

— ¿estás incómodo?

— tengo un collar en el cuello y… me estás tratando como un perro

— nada de eso Shura— tiro juguetonamente de la correa mientras se sentaba en su silla de la oficina— eres más bien un pequeño cachorro

— …— el entrecejo del ibérico se fruncía, notaba como el malestar se hacía presente en cada uno de sus gestos mientras que se acercaba silenciosamente hacia el— es… ¿Divertido?

— no sé si divertido sea la palabra— parecía pensar en algo con una sonrisa honestamente tonta en su cara— digamos que es algo más sensual

 

Shura se puso rígido al escuchar aquellas palabras, la sorpresa se hizo presente en cada pequeño gesto del menor, el griego no soltó la correa, pero por primera vez en meses el peliverde se negó a acudir a su pequeño llamado, finalmente había encontrado el límite del menor.

 

— perdone… ¿qué?

— quizás tenga que ver con qué morí joven… sabes y esto me parece algo erótico— quería hacerle reír por su inapropiado comentario, aunque mencionar su deceso quizás había sido la peor forma de hacerlo, podía notar como los ojos verdes se nublaban de dolor, quiso apresurarse a decir algo para calmar un poco al joven, pero antes de que abriera la boca este se arrodillo en el suelo y se acercó gateando a el— ¿Shura? ¿que haces?

— ¿te gusta esta clase de cosas? — se escurrió ente sus piernas arrodillándose ante el tocando su rodilla con su mejilla— supongo que ver no basta

— Shura…

— dime qué quieres que haga— Aioros se estremeció al sentir los dedos fríos del menor contra su pantorrilla desnuda— debo reparar el

— no— se puso de pie apartándole un poco— no voy a dejar que te humilles así ¿Esto está bien para ti? ¿Ofrecer tu cuerpo por algo que pasó hace años?

— es lo mínimo que puedo hacer— su voz era mecánica, Aioros encontraban aquellos gestos reprobables, ese no era el Shura que crio: el de ojos brillantes y noble corazon. Sintió la calidez de aquellos dedos contra sus piernas subiendo de nuevo sin mirarle, tomo la correa entre sus dedos y tiro de esta hacia arriba haciendo que el ibérico elevara los ojos llorosos.

— ¿Te parece que eso está bien? — le vio negar con la cabeza abriendo la boca para respirar mejor— ¿Que yo quiero eso?

 

De nuevo una negativa y el aflojó el agarre dejándole sentarse en el suelo mientras el mismo se arrodillaba ante él.

 

— Shura…— paso sus dedos por su mejilla con cariño— no me debes nada, menos aún tu cuerpo

— claro que te lo debo, te lo debo todo— las palabras se atropellaban en sus labios mientras sentía ganas de llorar— te arruine la vida… debiste disfrutar de tantas cosas… te arrebate todo…

— ¿Y por ello vas a entregarte a mí? — se mordió el labio— no seas idiota… no lo aceptare, sexo de compensación, ten un poco de dignidad Shura

— no queda nada de eso— el peliverde desvío la vista— yo… lo perdí junto a mi honor… soy solo tu perro…

 

El sonido del golpe no se hizo esperar, el menor ladeó la cabeza mientras el escozor se extendía por su mejilla, la bofetada le tomó por sorpresa. Los ojos aqua del mayor se abrieron tan sorprendiendo como el herido, jadeo un poco mientras se arrodillaba frente a el

 

— lo siento Shura lo siento tanto— sus dedos tomaron su barbilla para ver su rostro de alabastro, la mejilla estaba roja y había sangre en su labio que se había roto por el impacto, sin pensarlo mucho beso la cara del joven que parecía un poco en shock por el atentado— perdóname… no quise, enserio lo siento…

 

El peliverde puso su mano sobre los hombros apartándole suavemente, le miro a los ojos sonriéndole para hacerle saber que estaba bien, aún que era claro que no era el caso.

 

— Shura… te suplicó que no vuelvas a decir eso— tomo sus manos besándolas con cuidado— no eres un perro, no eres culpable de nada

— lo soy, sabes que lo soy— su voz era un susurro, paso sus manos por su cabello castaño mientras acortaba la distancia entre sus bocas lamiendo los jugosos labios del griego que se sobresaltó— deja de ignorar lo obvio… y haz algo

 

Ahora era el castaño quien no sabía cómo reaccionar, dejo caer las manos inertes a sus costados con los ojos muy abiertos por el contacto del menor que solo se apartó un poco sin levantarse. Aioros se levantó un poco de forma mecánica sentándose en su silla mirando al frente mientras pensaba un poco en el contactó impúdico del moreno, cuando el de ojos verdes trato de ir a su encuentro a gatas el detuvo su avance con un gesto.

 

— quédate ahí

 

Silencio, tomo un largo suspiró mientras miraba sin concentrarse los papeles sobre el escritorio, aún le picaba la piel ahí donde la suave lengua del santo había tocado, se estremecía un poco cuando su mente imagino aquella calidez en otra parte de su cuerpo.

 

— Shura… sal— gruño sin mirarle, escucho como se ponía en pie parándose a su lado un momento, su figura atlética se adivinaba bajo la ropa, cintura pequeña y piernas largas demasiado bonito.

— ¿Estas molesto?

— no, nunca podría molestarme contigo— y era verdad tenía esa mirada de cachorro triste, no quedaba nada del viejo brillo del joven a quien entreno— nunca lo he estado… pero, pareces tan dispuesto a todo por…

— por ti— suspiro mirando hacia la puerta, pero no salió, ni siquiera se movió— cuando te vi de vuelta, estaba tan feliz y tan asustado, me prometí que te daría todo… que haría cuánto quisieras, cualquier cosa para pagar mis pecados

— Shura eso…

— si me vieras pedido matarme lo hubiera hecho, pero tú corazón es amable— se arrodillo a su lado, tomando su mano para poner la correa en sus manos— quiero estar a tu absoluta voluntad en todos los sentidos de la palabra

 

Aioros abrió la boca con asombro, no sabía si eso era una declaración de otro tipo, pero los ojos de su querido compañero no se despegaban de los suyos, apretó el cuero y tiro de este con fuerza haciéndole acercarse unir su boca con la del peliverde, se sorprendió lo bien que encajaban juntos. La boca entre abierta del menor le dejaba explorar la cavidad húmeda deleitándose con los sonidos de satisfacción que salían de aquellos finos labios.

 

— Shura— dijo mientras sus manos pasaban por la melena oscura, sus ojos brillaron con cariño— puedo… ¿tenerte?

 

El joven afirmó con la cabeza, sus mejillas estaban ligeramente coloreadas por un rubor que lo hacía ver más encantador. Busco de nuevo su boca tirando del collar para atraerlo más obligándole a ponerse en su regazo, los dedos del castaño exploraron por debajo de la ropa pasando las yemas por el abdomen sensible del décimo custodio, un nuevo jadeo se hizo presente mientras el calor de los besos empezaba a ascender con cierta desesperación.

 

— ponte contra el escritorio— dijo con voz ronca el griego mientras, alzaba la camisa del caballero de capricornio dejando a la vista su torso de porcelana— ¿o es demasiado?

 

 

Silencioso como era Shura se puso de pie, ordenó los papeles a un lado para no tirarlos y hacerlos un desastre, Aioros le miro con detenimiento mientras se sacaba la ropa sin miramientos recostando su pecho contra la madera del inmueble, el nuevo patriarca tuvo que aguantar la respiración al ver la desnudez de la espada del santuario había crecido tanto y tan bien en su ausencia, se puso de pie para tocar los dos redondos glúteos del ibérico sus grandes manos tomaron la carne suave abriéndola y amasandola hasta que un jadeo salió de la boca del peliverde.

 

— podría darse prisa… su ilustrísima— su voz no era más alta que un susurro, cargada de cierta ansiedad mientras sus ojos se clavaban en la puerta.

— está bien… estaba admirando la hermosa criatura en la que te has convertido— se apartó para levantar su túnica y sacar su erección de sus pantalones, noto como el menor se aferró a los bordes del escritorio, quizás era demasiado— no tienes que hacerlo…

— estoy bien…— la boca del castaño se abrió para reclamar, pero una mirada sobre el hombro del menor le hizo callar cualquier cosa— prosigue

 

El patriarca abrió uno de los cajones del escrito sacando una pequeña botella de aceite aromático, vertió una modesta cantidad sobre su miembro y el resto entre los montes de su indefensa cabra. Tomo aire tratando de ignorar lo tenso que estaba el menor mientras el presionaba la punta contra la entrada del décimo custodio empujó con cuidado sorprendiéndose de lo fácil que se abrían aquellas puertas, anormalmente fácil.

 

— Shura— le llamo deteniéndose a medio camino— puedo preguntar… ¿Has hecho esto antes?

— yo…no…— dudaba— usualmente… no, no importa…

 

La divagación de su asistente le hizo fruncir el entrecejo.

 

— ¿No eres virgen? — el silencio que guardo le dio una respuesta, tomo aire por la nariz sujetando con fuerza la correa de aquel chico, se hundió hasta el fondo haciendo que Shura saltará un poco por el repentino acelerón— ¿Cuando fue?

— yo…— Aioros salió de su interior y volví entrar con tal poder que sintió como su cadera golpeó contra la madera— Aioros… no es

— responde— tiro de la correa mientras volvía a moverse con fuerza.

— a los 15… a los 15… lo siento… Aioros… lo siento

 

Su voz estaba tan cargada de culpa, pero no podía ser su culpa el solo era un niño el que lo había "corrompido" era el causante, sí él hubiese estado ahí hubiera protegido al joven santo.

 

— ¿quién fue?

— no lo sé… era un hombre cualquiera— Shura trato de moverse para evitar otro embistes violento, los ojos del mayor centellearon inconformes con aquella respuesta— estaba ebrio y me había quedado sin dinero en algún lugar de Italia y…

— ¡Shura!

— fue una estupidez, lo sé… me arrepiento, me arrepentí cada vez

— ¿Cada vez? — otra vez silencio, Aioros no pudo evitar fruncir el entrecejo— ¿Qué hiciste? ¿Qué significa eso de cada vez?

— Aioros— la voz de Shura sonaba suplicante, sus ojos verdes pedían que dejara de preguntar. El patriarca cerro los ojos tomando largas inhalaciones para calmarse un poco, morirse había sido un error su hermano había tenido que cargar una culpa que no le correspondía, dejo sola a su diosa y ahora hizo que su mejor amigo, la personas a la que cuido como otro hermano y a quien quería con toda su alma se metiera en quien sabe que vicios— Aioros…

 

El castaño sabía que no era su culpa, era solo un niño herido, él era solo una víctima más de aquello. Pero estaba muy enojado por qué aquellas palabras demostraban que había tenido más de un desliz.

 

— no lo volverás a repetir

— cla… claro que n…— un fuerte estoque le hizo atragantarse con su lengua, ni siquiera pudo reaccionar cuando el castaño empezó a golpear su interior con tal fuerza que pronto su boca no hizo más que soltar obscenos sonidos que parecían irritar más al mayor quien tiró de la cuerda obligándole a hacer el cuerpo hacia atrás para no ahogarse, las lágrimas le salían de los ojos tratando de apagar el fuego se sus mejillas se papel.

— ahora— gruño el patriarca contra su oído deslizando su mano libre hacia el falo del joven— eres solo para mi ¿Entendido?

 

Shura balbuceo algo que no sonó como una afirmación, el movimiento frenético de sus entrañas y la falta de aire le empezaban a marear, su interior se contraía y sentía que pronto perdería el conocimiento.

 

— por favor… me voy a…— Aioros presionó su uretra con más fuerza de la necesaria haciendo que el joven sollozara con los dedos blancos de la fuerza que ponía en aferrarse en aquel tablón que no hacía más que hundirlo— por favor… arde, Aioros

— dilo

— te pertenezco… por favor

— bien… ahora ladra

 

Shura obedeció sin más, su cuerpo estaba temblando, aquel rostro enrojecido y desastroso le complacía a Aioros, era como un recuerdo de que el menor seguía siendo el mismo niño de siempre, soltó el falo hinchado para centrarse en sus embistes hasta que pudo saltar al abismo, el placer le nublo la conciencia mientras se dejaba caer sobre la espalda de su adorado compañero.

 

 

 

Shura lucía aquel collar bajo la armadura lo sabía pues apenas podía ver como sobresalía un poco de aquel entre el ropaje dorado, de igual modo la mayoría de los moretones y arañazos quedaban ocultos a la vista de los demás, pero no así la ligera cojera de su adorable cabra.

 

— tengo una sorpresa para ti— dijo con voz cantarina el castaño y el peliverde se sobresaltó, en los dos meses que llevaban "jugando al perro y al amo" Shura había aprendido que esas sorpresas usualmente lo dejaban temblando. Pero se acercó con cautela al escritorio notando el pequeño paquete en las manos del patriarca— lo mandé a hacer… fue un poco complicado pedirlo, pero… creo que es lindo

 

Shura tomo la caja entre sus dedos, era igual que la del collar envuelta en papel marrón y con un sencillo listón. La abrió con cuidado como si lo que hubiera adentro pudiera matarlo, tomo aire antes de sacar la tapa para encontrar otro collar de un tono rojo que tenía grabado hojas de olivo y una placa dorada que decía su nombre.

 

— no sería bueno que mi novio usara un collar que yo no le di— sonrió un poco mientras daba palmadas a su rodilla para que fuera a sentarse ahí, obediente como era Shura lo hizo, sintiendo como aquellos dedos le quitaban el anterior adorno para cambiarlo— hice que grabarán el otro lado de la placa…

 

Shura giro el objeto dorado para notar la pequeña frase:

 

"De Aioros"

 

— por qué eres solo mío… Shura

 

Un beso en el cuello y el menor fue invadido por un escalofrió.

Chapter 6: Chastity/Dudcon

Chapter Text

El Cid había entregado su vida a Dios para escapar de la tentación de la carne, para evitarle la deshonra a su familia decidió renunciar a si mismo convirtiéndose en un fiel discípulo del señor, creyó que de aquella forma podría escapar de su propia depravación y salvaría su alma inmortal de las llamas del infierno.

 

 

Se sostuvo del borde de la piedra para no ir directo al suelo, sus piernas temblaban un poco mientras miraba los ojos azules de su atacante, era la mirada más hermosa que había visto pese a la malicia que flotaba en sus pupilas, un trueno resonó en todo el lugar y las luces de la estancia se apagaron sumiéndolos a ambos en la oscuridad.

 

"Quizás es el mismo demonio"

 

Se aferró a la cruz que colgaba en su cuello sin apartar la vista de la silueta apenas iluminada por las velas del altar, era tan hermoso y aterrador como un ángel.

 

— hijo mío… no tienes que hacerlo… hay comida y refugio aquí— su voz temblaba, El Cid quien siempre había sido estoico ahora tenía problemas para abrir la boca.

 

Aquel intruso parecía divertido por aquellos tartamudeos, soltó una suave risa y el joven párroco sintió como si todo hubiera pasado, se relajó irguiéndose tanto como podía acomodando su túnica.

 

— te preparare la ducha y algo de ropa

 

Se giró para ir a sus aposentos, pero el destello que miro a sus pies le congelo en su sitio, aquel estallido en sus oídos no había sido causado por la tormenta le miro con el brazo aún extendido en su dirección con aquella arma brillando en sus manos.

 

— no se mueva padre— el eco de sus pasos apenas era registrados por el cerebro turbado del sacerdote, apenas pudo reaccionar cuando sintió el cañón de la pistola contra su cuello— mmm… ¿Cuántos años tienes?

  • ...

— responde

— 26…

— muy joven— el arma bajo hasta su vientre y la mano izquierda del "ángel" se posó en su barbilla haciéndole girar el rostro— muy guapo para estar en un convento

— seminario

— seminario— rectifico con una sonrisa, sus ojos se arrugaron ligeramente con aquella sonrisa, la pistola bajo un poco más hasta ponerse en su bajo vientre— y dime… es cierto que en esos lugares… los chicos bonitos como tú… bueno son el aliviado de otros padres

— ¡eso es…— sintió la presión del arma contra sus genitales, la ceja del castaño se alzó— nunca me pasó eso…

 

Su corazón ya latía demasiado a prisa, la lluvia golpeaba con fuerza los ventanales de la iglesia, la tormenta era tan violenta que le quedaba claro que nadie le escucharía gritar o bien nadie vendría a su rescate. El cañón volvió a presionar su intimidad moviéndose arriba y abajo con brusquedad.

 

 

— he estado huyendo desde hace meses— el extraño le susurro al oído volviendo a subir el arma al cuello del joven Padre— casi todas mis necesidades básicas han sido cubiertas hasta este momento, pero… no he podido saciarme del todo…no puedo dejar rastros de ningún tipo

 

La mano izquierda de su invitado atrapó su entrepierna sin recato, haciéndole saltar sorprendido.

 

— nada mal muchacho— El Cid sintió como aquella palma magullaba su creciente erección, sus mejillas ardieron y trato de apartarse, pero la pistola se apretó con tal fuerza en su garganta que no puedo evitar toser— quería solo pasar la noche aquí, pero cuando me abriste la puerta pensé… bueno a ningún Padre le gustaría difundir que fue sodomizado ¿Es así como lo dicen ustedes?

— ¿Pero qué dice? — ignoro el peligro de la pistola y se apartó con los ojos muy abiertos poniéndose el altar entre ellos mientras buscaba un escape. Trato de correr hacia su pequeño cuarto ahí había una salida de emergencias, bajaría por el barranco si era necesario, pero no podía permitirse tal vejación, solo dio dos pasos antes de aquel brazo le atrapara por la túnica y le estampara la cara contra la madera con tal fuerza que la nariz comenzó a sangrar sin remedio.

— shhh… no te alteres— dijo el hombre sin soltar su cabeza mientras se coloca sobre el levantando la tela blanca de su túnica— tenía la esperanza de que no usarás nada debajo hubiera sido muy sexy

 

El Cid trato un momento en salir de debajo de aquel cuerpo, pero la diferencia de fuerza le parecía abismal, cerró los ojos con fuerza mientras sentía una mano ajena bajarle los pantalones, el aire frío les beso los glúteos expuestos para este momento ya se sentía absolutamente humillado y aterrado por partes iguales.

 

— seré bueno contigo, Padre— dijo el extraño mientras masajeaba sus glúteos— si prometes no intentar huir esto se volverá la mejor experiencia de tu "santa vida" te haré tocar el paraíso de verdad

 

Una risa suave como el viento le lleno los oídos mientras la mano en su cabeza se retiraba.

 

— siéntate en el escritorio

 

El Cid se levantó lentamente cuando el rubio le dio el espacio suficiente, se miraron a los ojos un momento, la mano del invitado no deseado hizo una seña para que se diera prisa pero el moreno estaba petrificado en su sitio.

 

— es un lugar santo… es la piedra consagrada, yo no…

— sube ahora— el rubio no estaba molesto pero la orden resonó en cada parte de su cuerpo, se apoyó lentamente en el altar sentándose sobre este apenas como si no quisiera manchar el lugar con su cuerpo— te vas a caer

 

El intruso le tomo de los muslos y lo subió por completo, mirándole desde su posición con una sonrisa socarrona mientras acercaba su boca a los labios sellados del hombre de fe que solo podía ponerse rígido ante el tacto lascivo de aquel hombre cuyas manos vagaron por debajo de la sotana, pellizcando los muslos lechosos de aquel santo que se quejó por el maltrato. El rubio le sonrió mientras se metía entre sus piernas subiendo su ropa hasta su cintura haciendo que el moreno se revolviera ante la cercanía de sus cuerpos.

 

— debería detenerme ¿Señor? — dijo el hombre besándole el cuello, una mano callosa se aferró a su eje erecto y empezó a masajear arriba a abajo mientras mordisqueaba la piel expuesta— parece que una parte de ti no quiere ¿Te gusta esto?

— no

— mentir es pecado

— no miento— estaba usando todo su autocontrol para que su voz no temblara ante las caricias del mayor, pero la risa de aquel se burló deteniéndose en la enrojecida cabeza del pequeño santo, El Cid se mordió el labio para no responder la provocación.

— cuando me abriste la puerta hubo algo, un destello en tu mirada— la mano volvió a subir y bajar muy lentamente— eres gay… y… te gusto que un hombre, mojado y tembloroso apareciera en tu puerta por la noche cuando nadie más podía saberlo

 

Los ojos oscuros del párroco se abrieron como sorprendidos, las palabras que habían salido de aquella boca le producían más pánico que toda la situación vivida, tantos años dedicados para alejarse de los vicios, de mantenerse en la senda correcta para caer ahora en la mayor de las tentaciones.

 

— yo no

— pensaste en tratarme muy bien

— era caridad… mi deber es darle…

— quizás te ibas a masturbar en tu habitación— le interrumpió— te estoy ayudando un poco

 

Las palabras del moreno se atascaron en su garganta mientras se intentaba convencer que era mentira, aún que sabía que sus bajos instintos habían despertado al ver aquella camisa mojada pegándose al pecho amplio dejando a la vista dos oscuros pezones, se inclinó hacia delante mientras que las caricias del extraño se intensificaban acumulando el calor en su vientre bajo, un grito grabé se escapó de sus labios cuando su esencia se derramó sobre la mano del invasor.

 

El Cid no era capaz de levantar la cabeza, le picaban los ojos por la desesperación ¿Que había hecho? Enfrente del gran salvador. Un empujón le impidió revolcarse en su culpa sintió como su espalda golpeaba la superficie y el tintineo de la copa para consagrar vino al caer.

 

— por favor…

— shhhh…— sintió las manos de aquel tentador en sus mejillas, su boca demandándole un beso mientras deslizaba la lengua por su paladar con una calma tortuosa— estarás bien

 

Sus ojos azules le miraban con insistencia, el rubor en las pálidas mejillas empezaba a calentar hasta su pecho y quizás más abajo, durante un minuto parecía que todo había quedado en quietud, la lluvia parecía adormecer su cuerpo y llevarlo a las tierras de la inconciencia, mañana podrá decir que todo fue una pesadilla, se permitió cerrar los ojos un momento tratando de abandonarse por completo, pero algo le devolvió a la realidad algo grande y grueso trataba de forzar las entradas del infierno empujándose con violencia en el diminuto umbral del Sodoma que trataba de cerrarle el camino.

 

— no… para…

 

Las manos del rubio tiraban de sus caderas hacia él, empujando la cabeza de aquel monstro por la cavidad, El Cid tuvo la sensación de estar partiéndose en dos, una lagrima se deslizo por su mejilla mientras el falo se adentraba más hasta que logro llenarlo por completo, estirado ante lo indecible. El rubio se quedó quieto un momento deteniéndose por lo ajustado que estaba su interior, gruño mientras le miraba a los ojos.

 

— por favor… me duele

— pasará— se alejó con cuidado y El Cid sintió el vacío con alivio para luego sentir a la bestia empezar un saqueo violento contra su ciudadela, una, dos, tres veces golpeando un punto hasta ese momento desconocido en su interior, el entrar y salir de aquel falo le hacía temblar pero como había dicho el dolor pronto fue opacado por un cosquilleo placentero que le obligó a aferrarse al mantel de seda debajo suyo, mientras sus ojos se alzaban al techo y la boca se le abría para empezar a gritar de placer.

 

Los dedos magullaban sus caderas, podía sentir las uñas clavarse en su piel, pero no había posibilidad de quejarse mientras el rubio buscaba su placer, golpeando con un ritmo frenético su ser, hasta que el veneno blanco de aquella serpiente se derramo en su interior, fue solo entonces cuando el atacante alzo los ojos para deleitarse con el desastre tembloroso en que había convertido al hermoso sacerdote.

 

— acabas de tener un orgasmo seco— busco su boca para besarle, tirando apenas del labio inferior del contrario— felicidades

 

El Padre tembló cuando se retiró, disfrutando de como su esperma se deslizaba por la abertura del moreno, tomo su mano tirando de el para hacerlo bajar de aquel mueble haciendo que este callera de rodillas a su lado.

 

— voy a enseñarte más cosas… solo espera.

 

A El cid la cabeza le daba tantas vueltas, incapaz de concentrarse en la culpa que afloraba en su pecho o la excitación que le hormigueaba bajo la piel, cerró los ojos y abrió la boca como si estuviera a punto de recibir el cuerpo de cristo.

 

 

 

Habían pasado ya dos años desde que su fe había caído, desde que su alma se corrompió y perdió toda su integridad, como había dicho el hombre no dijo nada de aquel "atraco" tampoco abandonado la iglesia, podría decirse que nada cambio en apariencia, pero para El Cid el mundo había dado una vuelta completa, la culpa y la amargura se notaban en sus facciones, la gente aun que le trataba con respecto se mantenía lejos de él pues era más una sombra que un hombre de Dios.

 

— ave María purísima

— sin pecado concebida— dijo una voz al otro lado del confeccionaría, le parecía familiar y extraña a partes iguales, miro en dirección a la rejilla e imagino una sonrisa en el rostro del extraño— Padre he de confesar que he pecado, que he guardado en mi pecho una carga durante años, hace tiempo un buen hombre me abrió la puertas de su casa, yo estaba buscando un lugar donde refugiarme y en ese momento solo deseaba comida y una cama donde dormir, pero cuando entre vi al más hermosos de los jóvenes dándome la bienvenida, era todo inmaculado, un platillo extranjero al que no pude resistirme… lo folle por todos lados, toda la noche…

— eso es un pecado muy grave…—Trato de ignorar el pinchazo en su entrepierna ante esa confesión.

  • Lo sé, pero fue maravilloso, le desflore el culo, lo hizo completamente mío… temblaba y gemía, me rogaba con los ojos que le llenara las entrañas con semen— suspiro como si el solo recuerdo le supusiera un disfrute mientras que el padre se removía incomodo en el diminuto confesionario— me dolió abandonarlo en ese horrible lugar, padre, pero hoy he venido por él, voy a tomar sus inmaculados orificios y hare que yo sea el único ser al que le ruegue…

 

La puerta del cubículo se abrió con fuerza, El Cid deseo retroceder cuando aquellos ojos azules se clavaron en él, una pequeña sonrisa afloro en el rostro bronceado todo lo malvadamente encantadora que podía.

 

— hola… Santo padre ¿me extraño?

 

El rubio se metió en la cabina sin importarle que alguien viniese a ver a su pecador de sotana.

Chapter 7: Stuck in wall

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Le empezaba a doler el cuello, la espalda e incluso sentía que sus muñecas comenzarían a sangrar mientras eran apresada por aquella trampa de madera ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Dos o tres horas? Si tendría que pasar la noche en esa incómoda posición iba a estar en problemas.

La puerta a sus espaldas se abrió y se cerró, el silencio de la sala era abrumador, espero que aquella persona se presentará o si quiera tosiera ante el fétido hedor de aquella inmunda celda.

 

— sé que estás ahí— dijo Shura con voz grave, no podía moverse y aquel punto donde se encontraba aquella persona estaba muy lejos de su área visual— ¿Qué es lo que pasa?

— te metiste con la persona menos indicada— dijo alguien con una voz calma a sus espaldas mientras se acercaba con pasos lentos, el eco de sus pisadas ponía más nervioso a Shura que su comentario— está furioso… no bastara con que regreses lo que te robaste

— igual no pensaba devolverlo— acepto, de haber podido se viera encogido de hombros poco le importaba la ira de ese proxeneta pues estaba realmente complacido por hacer que detuviera su hedonista vida para llamar a las autoridades, aún que le hubieran atrapado sonrió— fue un buen botín… podría costear un par de meses en el extranjero, ya sabe buenos vinos, buena compañía… tengo una idea… por qué no me suelta y le doy un poco de mi dinero por las molestias

— no es tu dinero— corto el hombre parándose delante de él, cabellos castaño y ojos como el mar le observaron con desprecio— además si te suelto lo volverás a hacer

 

Si, lo haría. De algo tenía que vivir pues el pan no era gratis y ya era demasiado mayor para pedir limosnas en la calle, además ese pervertido ganaba dinero usando a jóvenes tan desdichadas como el, era justo tomar lo que era para los suyos.

 

— debes recibir un castigo— la voz de aquel castaño le hizo levantar la mirada, sus ojos verdes fijos en los azules del oficial— él quiere que te corte las manos

— ¿Lo harás?

— la ley estipula que lo haga

— entonces por lo menos podré sacarlas de aquí— la idea le horrorizada, que eran un par de monedas para el proxeneta, nada, para él sus hábiles manos le daban de comer, quiso escupir, pero se mantuvo estoico y burlón

— me parece excesivo pero la otra opción es abominable

— ¿me dieron opciones? — silencio, algo peor que perder las manos quizás sería la guillotina— ¿cuál es la otra opción?

— que le pagues con trabajo… vendrá más tarde a revisar si le convienes— la forma en que el castaño decía las palabras le daba a entender que sería vendido para la satisfacción de hombres y mujeres, frunció el entrecejo ante aquella alternativa, había visto a los ojos a aquellas desgraciadas que anhelaban la muerte en esas habitaciones con olor a sudor rancio y perfume barato

— ¿tú qué opinas?

— me parece excesivo

— creo que algo más que un par de monedas— meneo el culo divertido, aun sabiendo que su vida corría peligro— de hecho, creo que vale mi libertad ¿No quiere intentarlo señor?

 

Aquel hombre se puso a cuclillas para verle a la cara, sus cejas estaban fruncidas creando una hermosa arruga entre ellas, sus ojos centellaban bajo la poca luz de la celda y sus labios estaban apretados.

 

— ¿Es un juego para ti?

— es mi vida— aclaro con dureza— por qué no… me estrenas, si crees que valgo la pena… me liberas y yo haré lo que quieras…

— dejaras de robar

— si el castigo es bueno

— eres realmente un vicioso — había indignación en sus palabras, pero los ojos del moreno se fijaron en el bulto en sus pantalones, estaba a punto de conseguir su libertad

— solo… si voy a ser obligado a copular con alguien por qué no elegir a mi primer "cliente"

 

Las mejillas del castaño estaban rojas

 

— tu escoge… de cualquier modo no puedo moverme— los ojos del peliverde brillaban con malicia, tenía confianza en que aquel hombre se acobardaría o que encontrará aquella acción tan reprobable como era.

 

Le miro alejarse un poco, caminar hacia la puerta y abrirla, espero su salida, pero tras despedir al otro guardia el castaño volvió a cerrar la puerta está vez con llave y camino hacia el soltando un fuerte suspiro mientras se acercaba a él por la espalda.

 

— ¿Estás seguro de esto? — el pelinegro apenas afirmó con desinterés antes de escuchar el susurrar de tela al ser retirada, no era la suya por lo que suponía que solo había una opción.

— no pienso ser mutilado, si alguien más lo va a usar por qué no acostumbrarme de una vez— la amargura de sus palabras se filtraba como veneno

— entiendo— sus manos bajaron la tela degastada de sus pantalones con cuidado, la piel de aquel ladrón era la más blanca que había visto en su vida, aún que tenía uno que otro moretón aquí y allá era casi inmaculada, deslizó el áspero tacto entre sus piernas escuchando un gruñido de la boca del preso, aguanto la respiración mientras separaba con las dos manos los glúteos pequeños de aquel hombre notando la rosada abertura, el receptáculo de las pasiones más obscenas a partir de aquel momento

— y bien… la apreciación termino ¿Va a hacer algo?

— eres un poco hablador— gruño aquel oficial desde atrás deslizando uno de sus dedos por su entrada haciendo que Shura apretara los puños, incómodo por el invasor que entraba y salía a cierto ritmo, apreciando las instalaciones y aflojando los bordes, un nuevo dígito lo dilató en forma de tijera y el pelinegro se removió haciendo sonar los grilletes en sus tobillos— ahora estás más callado ¿Avergonzado? Aún puedes arrepentirte

 

Los dedos salieron y Shura le escucho retroceder, imagino una sonrisa en los labios del castaño una burla a su pobre voluntad, tomo aire antes de hacer una invitación más a aquel hombre de la ley.

 

— no me gusta que jueguen conmigo, ve directo

 

Una suave risa a sus espaldas le hizo fruncir el entrecejo, pasos acercándose mientras algo más grueso se presionaba contra sus entrañas, una inserción lenta le hizo apretar los dientes con fuerza mientras acallaba cualquier queja que pudiera hacer mientras aquella enorme polla le abría el canal de carne hasta que el grosor le hizo soltar un jadeo involuntario. La quietud incómoda del mayor hacia un hueco en su pecho mientras esperaba ansioso algo más.

 

— acaso… es to— un fuerte estoque le hizo temblar las piernas.

— quería ver cuánto tiempo podías mantenerte callado— se burló el castaño sosteniendo sus caderas para poder moverse, Shura no tardó en agradecer el ser sostenido pues pronto sus piernas empezaron a fallarle mientras que su boca dejaba salir los sonidos más obscenos que se mezclaban con el golpeteo de la piel, el miembro del jefe de policía empezaba a arder por el roce constante en el apretado agujero de su prisionero, el calor se acumulaba en su vientre mientras sus frenéticos embistes se volvían erráticos y sentía como las paredes temblaban tratando de darle cabida, mientras el sollozo de placer del pelinegro resonaba en su cabeza como una suerte de coro angelical cuando finalmente se liberó en sus entrañas.

 

 

 

Temblando con los pantalones abajo mientras que el semen caliente de otro bajaba por sus piernas delgadas, su erección ardía sin atención mientras el trataba de recuperarse un poco del atraco a su interior, estaba en la oscuridad esperando que algo pasara no había tenido tiempo de pedir su liberación y ahora se preguntaba si podría soportar ser el juguete de otro hombre, o mujer, sus ojos se cerraron con lentitud escuchando la puerta a sus espaldas rechinar, dos pares de pies se acercaban pesadamente poniendo metal frío sobre sus lastimadas muñecas mientras la madera que sobre su cuello era quitada.

 

— camina— ordenó uno de los guardias mientras le empujaba con desprecio, trastabillo en el asqueroso suelo mientras luchaba por mantenerse en pie, fue arrastrado con brusquedad por los pasillos de la prisión mientras sus ojos se acostumbraban a las luces de las lámparas, hasta llegar a una sala cuyo suelo enrojecido le hizo retroceder.

— espera…yo…— se giró y sus ojos se encontraron con los orbes aqua de aquel oficial que le miraba con piedad— no puedes… se supone que sería… yo…

 

Un hombre mayo de ojos lilas miraba desde atrás, suspirando mientras abría un pequeño libro.

 

— Shura… después de cometer diversos hurtos a lo largo del país, se le condena a pagar con sangre sus crímenes

— regresaré el dinero… lo regresaré… por favor— fue sentado a una silla de madera desgastada y de olor nauseabundo— pagaré

— si tú mano te hace pecar… arráncala y apártala de ti

 

El filo de una navaja le hizo temblar, sus ojos se reflejaban en la pulida superficie enrojecidos y aterrados.

 

— ¿seguro que quiere verlo?— dijo el hombre mayor a aquel proxeneta, el hombre se encogió de hombros como si su cuerpo valiera tan poco para el

— por aquí señor— el castaño lo aparto sacándolo de la sala cuando el arma fue blandida sobre la cabeza del verdugo para caer con fuerza, Shura cerró los ojos de forma inconsciente mientras esperaba el golpe que nunca llego, abrió los ojos y miro al hombre mayor y al castaño que sonreía avergonzado.

— no quiero volver a verte aquí ¿Entendido? — el hombre mayor se acercó para quitarle los grilletes— Aioros encárgate de el

 

El hombre salió mientras Shura aún temblaba, su vida no corría peligro pero no podía evitar sentir la sombra de la muerte sobre él, miro los ojos del hombre.

 

— que…

— después de esa actuación creerá que fuiste castigado— sonrió mientras le ayudaba a ponerse de pie, está vez las rodillas le fallaron por completo y callo sobre el suelo sucio— perdón… no pensaba compartirte después de eso…

— ¿No seré ejecutado?

— no— una risita, Shura le miro mientras el oficial le tomaba en brazos con una sonrisa— te lo he quitado de encima… que tal si me lo agradeces en mi casa…está noche… en mi alcoba

— ¿puedo negarme?

— no realmente

Chapter 8: Master & Slave

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"Comprado"

 

Grito el organizador de la subasta, su voz apenas llegó a los oídos aturdidos del ibérico el rumor de los aplausos le recordó al ensordecedor sonido de las alas de un ave al batirse, miro hacia la deslumbrante luz sobre su cabeza esperando algo que pudiera sacarlo de la precaria situación en la que se encontraba, el subastador hizo alguna broma probablemente a su costa mientras el elevador le hacía bajar con una lentitud abrumadora como si le recordara que acababa de descender al infierno.

 

Aún en aquel almacén oscuro podía ver la irritante luz blanca impregnando su pupila, ya no escuchaba nada más que los sollozos y los suspiros de los desdichados productos, mientras eran llevados de un lado a otro por los asistentes del lugar no sabía exactamente dónde estaba, aún sentía el sabor amargo de la droga en la lengua. Trato de moverse en su pequeña celda en un intento de darle alivio a sus doloridas piernas, el tintineo de las cadenas resonaba como las campanas de la catedral en su tierra natal, aquel ruido habría llamado la atención de alguien pues pronto una luz amarillenta le golpeó el rostro obligándole a detenerse en el acto.

 

— diez del bloque C ¿Verdad?

 

La pregunta no era para él, una voz lejana le confirmó la información y aquel extraño de cara desconocida se acercó hacia la celda abriéndola con un rechinido que hacía doler su confusa cabeza.

 

— sal— ordenó el extrañó

 

Aún que el español estaba ansioso por alejarse de su encierro, sus piernas no se movieron estaban demasiado entumecidas y su cuerpo se sentía aletargado.

 

— no me escuchaste…sal— gruño, mientras acercaba algo frío al costado del pelinegro, la luz blanca de la descarga llegó más rápido que el dolor punzante que aquel taser le produjo, sus músculos se tensaron mientras que el ardor se expandía en su costilla— sal o la próxima será en tu cuello

 

 

La dignidad se había ido, a rastras cual perro se deslizo por la oxidada puerta sintiendo bajo la palma de sus dedos los adoquines del suelo, sus ojos aún miraban una estela inconexa y los grilletes le herían las muñecas mientras el hombre lo guiaba bruscamente hacia la salida.

 

El Cid sabía que no es que estuviera en libertad ahora, solo había cambiado de jaula.

 

 

Pisos pulidos, jarrones de porcelana china, cuadros originales en las paredes y aquellos sillones que tenían más años que cualquiera de los presentes del salón.

 

El tintineo de la cuchara en aquella taza blanca ahogaba el sonido de su propia respiración, el hombre del salón no le miraba solo se concretaba en el té que había traído una doncella pálida de ojos tristes, ese sería su destino a partir de ahora.

 

— ¿cómo te llamas?

 

Ojos azules como el cielo de verano se fijaron en él por primera vez, El Cid le miro largamente era hermoso como las estatuas griegas en las enciclopedias, piel bronceadas por el sol y unos cabellos rubios que se caían perfectamente aquí y allá. No supo cuánto tiempo estuvo en silencio, pero aquel repitió la pregunta con una sonrisa afable en sus labios.

 

— Díaz— su boca delgada se presentó con un nombre que ya no se sentía suyo desde hace tantos años.

— escuche que te llamaban El Cid… ¿Cuál prefieres?

— ¿tengo derecho a elegir? — el rubio rio por aquella pregunta.

— tienes razón… te llamaré Cid… simple y llanamente— bebió un sorbo de té sin apartar los ojos azules de aquel hombre— ¿Que crimen cometiste?

— tráfico

— vaya… apunta a lo grande ¿No? — su sonrisa era un poco incómoda tenía muy buen humor para comprar a una persona en el mercado Negro, le hacía desconfiar— ¿Drogas? ¿Órganos? Sería muy irónica que fueran personas

— armas

— algo bélico… pero no lo suficiente para que te envíen aquí ¿Verdad?

 

El Cid tuvo que darle la razón, había sido por una estupidez, si tan solo no viera metido sus narices y menos aún intentado ser el héroe, ahora estaría en su país comiendo algo delicioso en algún restaurante local mientras escuchaba algún partido de futbol en la televisión. No sé sentía triste, pero había cierto regusto de frustración ante su situación actual.

 

— me contarás…

— ¿Por qué me compro?

 

El hombre dejo la taza en la mesa y se recargo en el asiento con los ojos fijos en el techo en un gesto meditativo, se tomó su tiempo en responder y el moreno creyó que no lo haría que esperaba que él contara su historia, pero entonces habló.

 

— un capricho

 

No entendía aquellas palabras, sus ojos parecían buscar en su rostro alguna pista que le revelara sus motivos ocultos.

 

— ¿Trabajaré en la cocina… en el servicio?

— te pediré apoyar en eso— se encogió de hombros como si fuera algo sin importancia— pero tú prioridad será velar por mi relajación, serás mi válvula de escape… tu cara me dice que no me doy a entender, los hombres como tú prefieren las cosas sin rodeos ¿Verdad?  voy a tener sexo contigo…

 

¿Sexo? La palabra resonó en su cabeza dejando detrás suyo un eterno pitido en el interior de su oído, por un momento olvidó como respirar ante aquellas palabras quería adelantarse golpearlo como si aquella solo mención insultara todo lo sagrado en el mundo

 

— que… ¿Qué pasa si me niego?

 

Le miro encogerse de hombros, recuperó su taza y bebió de ella con calma ignorado el reto en aquella pregunta, para el comprador no era nada más que un berrinche pasajero confiaba en que aquel hombre sería sensato.

 

— no creerás que esperaba que aceptarás de buenas a primeras, sé que el orgullo nos hace creer que somos dignos de respeto incluso si ya no valemos de nada para la sociedad, pero te lo diré ahora… dejemos las cosas claras para evitar mal entendidos… puedes negarte

 

El Cid le miro negar con la cabeza con una sonrisa en los labios mientras se ponía en pie, su traje era alisado por sus manos mientras caminaba hacia el criminal con una calma que resultaba abrumadora, se tensó cuando una mano sostuvo la suya poniéndola frente a su cara.

 

— tienes diez dedos en las manos y diez en los pies, dos orejas, una lengua… dos manos y dos pies… muchas oportunidades ¿Verdad?

 

Quiso apartar la mano, pero el rubio le sujeto con dureza, tenía un agarre sorprendentemente fuerte que le impedía retroceder.

 

— si eso falla… puedo ir detrás de los niños que decidiste salvar

 

Por primera vez en su breve entrevista aquellos ojos violetas vacilaron presas del pánico, su mano fue soltada y su brazo callo sin fuerza a su costado, el comprador sonrió ante el gesto de sorpresa.

 

— me llamo Sísifo por cierto… aún que deberás llamarme señor a partir de ahora ¿Soy claro?

— si…

— ¿sí que?…

— si señor…

— bien por aquí— una de las manos del rubio se colocó en su espalda baja y le empujo sin encontrar resistencia guiándole por los pasillos hacia una de las puertas— te mostraré tu habitación

 

 

 

Se sentó en la cama como quien fuera el rey del mundo, piernas cruzadas y ojos vivaces que le ponían más nervioso que la colección de dildos y demás parafernalia sexual sobre los muebles de caoba oscura, pese a las cuerdas parecía que se había asegurado que el lugar fuera "seguro" ningún lugar para colgarse, sin espejos a la vista para cortar sus muñecas, pese a los látigos y velas dudaba mucho que hubiera ahí algo que pudiera usar como arma.

 

— ven

 

La voz calma del rubio le distrajo de su breve exploración visual, camino hacia el pensando en que quizás sus manos bastarían para acabar con esto incluso antes de que comenzará.

 

Un taser largo como para ganado se colocó sobre su cuello cuando trato de inclinarse sobre él.

 

— de rodillas

 

Los dedos del comprador juguetearon en el botón, para dejarle en claro que lo haría, El Cid retrocedió lentamente deslizándose hacia abajo hasta que quedó de rodillas como si fuera a empezar a orar frente a la cama entre las piernas del otro.

 

— empezaremos con algo sencillo, hasta que te acostumbres ¿Está bien?

 

Con su mano izquierda bajo su cremallera, era una invitación que El Cid quiso rechazar sintió su ceja temblar por la irritante propuesta, aquello complació al joven de ojos azules estiro su mano para acariciarle morbosamente el rostro, pasando el pulgar por sus labios presionándolos hasta que se hizo un acceso, sintiendo como los dientes del contrario se cerraban con fuerza y su entrecejo se fruncía.

 

Un suspiro salió de su boca mientras se ponía en pie, El Cid no dudo en imitarle cuanto tuvo la oportunidad mirando hacia la puerta: si lograba escapar de aquella habitación ¿Podría salir de la casa? Había visto varios guardaespaldas a lo largo del pasillo, también estaba la gran reja que le separaba del exterior y el hecho de que no sabía dónde estaba exactamente. Un tirón del cabello lo hizo moverse hacia el rubio con una queja en los labios, algo se presionó contra su boca mientras que aquel le pedía que abriera grande, lucho un poco entre los brazos del hombre solo para darse cuenta de que era más fuerte que él, no sabía si atribuírselo a los calmantes que le administraban o las semanas en cautiverio, finalmente aquello fue colocado en su boca: un aro de metal que se clavaban en su paladar evitándole cerrar los labios, sintió la correa presionarse contra su nuca.

 

— perfecto, aún que no creí usarlo tan pronto

 

Su mano volvió a tirar de él hacia la cama está vez empujándole contra el colchón, Sísifo no dudo en ponerse contra el pecho vestido observando el rostro de aquel español, desde que había visto su rostro en el catálogo supo que los quería, aún que nunca antes había comprado a alguien con esa finalidad los rasgos de aquel le habían cautivado y no se podía permitir que callera en manos de cualquier otro.

 

Se bajó un poco el pantalón y saco de su interior su hinchado falo, los aterrados ojos del menor le hacían sentir un cosquilleo de culpa, El Cid trato de quitarlo de encima pero el peso contra sus costillas le hacían imposible salir de debajo más cuando aquel tomo un puñado de cabello para evitar que se moviera demasiado.

 

La cabeza se perdía en la boca abierta, rozo su paladar mientras se empujaba más contra su garganta disfrutando de su calidez, del murmullo de ahogó que hacía el pelinegro cuando empezó a embestir su boca. Sísifo no quería hacerle daño por lo que sus movimientos fueron lentos sosteniendo la cabeza ahí donde sentía más placer ignorando las arcadas que contraían la delicada garganta del pelinegro. El calor se acumulaba cuando miraba aquel hermoso rostro destrozado: la saliva caía por la comisura de sus labios haciendo que todo fuera más húmedo y resbaladizo, aquellas oscuras pestañas estaban plagadas de lágrimas mientras las manos del moreno se sostenían de sus muslos encajando las uñas en estos en un intento, más bien inútil, de detener sus avances.

 

El gusto amargo del semen le lleno la boca, mientras aquel miembro se encajaba muy adentro en su cavidad, sentía el vello púbico hacerle cosquillas en la nariz, sus ojos se cerraron con fuerza mientras sentía como el espeso líquido descendía por su garganta.

 

Finalmente, se le permitió alejar la cabeza, tosió mientras miraba hacia un lado dejando que los restos de aquella sustancia sé vaciaran en la cama. Las manos de aquel hombre le quitaron la correa dejando que la dolorida quijada se cerrará a medias. Si tuviera fuerzas le hubiera maldecido, pero se sentía tan mareado, le miro de reojo apartarse cuando alguien llamo a su puerta.

 

Rumores de palabras en un idioma que no reconocía del todo llegaron a sus oídos mientras hacia un esfuerzo por ponerse en pie, se sentó sobre la cama sintiéndose asqueado antes de que el rubio cerrará la puerta de nuevo soltando un suspiro de fastidio.

 

— tengo que dejarte un momento…

 

Se acercó a el besándole la frente perlada de sudor, el gesto cariñoso fue repulsivo y deseo apartarlo, pero aquel rubio le empujó de vuelta a la cama tomando bruscamente sus manos para esposarlo a la cama, sonriéndole descaradamente ante su desesperación.

 

— tendrás que acostumbrarte…

 

 …

 

 

Sin poder, sin voluntad, con los restos de su dignidad ocultos bajo la cama El Cid sentía las piernas temblarle mientras que el pene de su "amo" golpeaba su próstata, su traicionero falo se pegaba a su vientre rogando por atención de forma vergonzosa. Oculto el rostro en la almohada mientras acallaba cualquier indicio de placer de su dueño, un golpe demasiado certero le hizo gemir contra la mullida superficie arañó sus brazos bajo está para huir del placentero golpeteo en su interior, su vista se empaño de lágrimas cuando su semen fue descargado contra las sábanas blancas tan manchadas a estas alturas.

 

— buen chico… déjame ver

 

Sin salir de su interior Sísifo le coloco de costado sosteniendo una de aquellas piernas en alto y sin detener su ataque a la ya destruida ciudadela del ibérico, su mano se deslizo por su vientre hasta el falo del que tiró haciendo que el extranjero gimiera de dolor por el trato brusco a su agotado miembro.

 

— para… para…

— ya casi espera un poco

 

Sus manos le sujetaron mientras empujaba su ser contra la cálida entrada del moreno que estaba fuera de sí con los labios tan apretados que empezaban a ponerse blancos, la liberación del otro le hizo estremecerse mientras era llenado hasta el límite. Sus piernas cayeron y la respiración agitada del rubio le acaricio la nuca mientras un brazo le sujetaba por la cintura atrayéndole dejando una serie de besos contra sus hombros.

 

— veamos algo en la tele

— no tengo ganas— murmuro él moreno cerrando los ojos, pero el rubio le ignoro por completo dejando que el zumbido de algún juego de fútbol llenara la habitación. No podía irse, en los tres meses que llevaba ahí no se le había permitido abandonar la habitación, por lo que tomo la almohada tapando su rostro en espera de que el sueño llegara.

— eres un gruñón

 

Se burló el rubio subiendo el volumen.

 

"… Un increíble debut para el jugador número 22, del colegio de Atenas, es el segundo gol que mete en este partido Lacaille Puppa es un joven de Cataluña España que…"

 

El Cid levanto la cabeza para ver aquel rostro pecoso en pantalla corriendo por el campo con una polera blanca y azul, no podía ser, le había dejado atrás hace años como es que.

 

— tienen talento y tú tienes buen ojo para ello— un brazo se deslizó por su hombro, atrayéndole, sus labios se posaron contra su oído y empezó a murmurar— Tsubaki ya entro en la universidad, es aterrador lo listo que es, un genio… Pakia es un poco más modesto, pero su corazón es tan dulce pese a que le pago todo el insiste en retribuirme… hace servicio social en un comedor comunitario…y Rusk… bueno aún es muy pequeño pero tiene ojo para las bellas artes…

— ¿Los cuatro están aquí?

— si, los traje poco después que a ti— un beso en la frente, El Cid sabía que aquel gesto y halagos no eran tan nobles sabía cómo funcionaban los rehenes, Sísifo acaricio su mejilla girando su rostro para que le mirara— si eres bueno y obediente… podría invitarlos a cenar… podrías charlar con ellos

 

Sintió que algo se atoraba en su cuello, una sensación de peligro, doloroso como un cuchillo sin filo con el que le cortarían el cuello, miro de reojo el juego en la televisión tratando de pensar que aquello era inevitable que por lo menos aquellos niños deberían disfrutar de una mejor vida, algo que el no tuvo del todo, que no le importaba demasiado si era a costa de él.

 

— sí, mi señor…

Chapter 9: Lactation

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Su ansiedad iba en aumento con el paso de las horas, el llanto que resonaba en cada esquina de la habitación le estaba poniendo más y más nervioso, no sabía si el estado de sus nervios era a causa de que el bebé no dejara de llorar, o bien, los días en vela tratando de calmarlo en vano.

Lo meció contra su pecho tratando de meter otro biberón en sus labios aun sabiendo lo inútil que era, las pequeñas manitas trataban de apartar el pequeño chupón para seguir con sus berridos, que aún deseara negarlo se notaban cada vez más débiles, había pasado solo una semana desde que dio a luz a su segundo hijo, estaba agotado, desde el momento en que salieron del hospital pasaron por cada leche en polvo del país, e incluso del continente, buscando con desesperación algo que su pequeño "petirrojo" pudiera beber, pero el paso de los días dejaba al descubierto lo infructuoso de la empresa, incluso cuando el pequeño aceptaba de mala gana algo de alimento pronto lo terminaba regurgitando, la desesperación empezaban a acumularse en el corazón del pelinegro.

Una mano se posó en su rodilla haciéndole saltar un poco en la incómoda silla del consultorio, se giró para ver los azules ojos de su esposo que le sonrió para calmar su agobiada alma.

— va a estar bien…

El susurro no termino de llegar a sus oídos cuando la voz alegre del pediatra les llamo, Sísifo fue el primero en levantarse llamando a Tsubaki quien jugaba con unos bloques en el suelo de la sala de espera, el pequeño moreno de tres años corrió para tomar la mano de su padre mientras él se ponía en pie para seguirles con Lacaille sollozando ahora por el agotamiento.

— no creí verlos tan pronto ¿Qué pasa? — Hasgard ni siquiera espero a que la puerta se cerrará para hacer la pregunta haciendo un gesto para que se sentarán— ¿Tsubaki o…

— Lacaille— Sísifo dijo mientras deslizaba un pequeño papel con los datos del bebé cotejados por el hospital— no ha querido comer nada desde que salimos del hospital

— eso fue hace una semana— Hasgard leyó y El Cid sintió que debieron venir antes, pero había creído que podrían encontrar el producto y no debería ser necesario— vamos a pesarlo

El enorme hombre se puso en pie, mostrando una pequeña báscula para que el pequeño fuera puesto ahí.

— sin mantas— El Cid lo saco de las prendas con cuidado notando el entrecejo fruncido del doctor al ver al pequeño incluso antes de ver los números— la ropa le queda muy grande ya

— sí, no sabemos que hacer— Sísifo respondió pues El Cid estaba mucho más callado de lo que usualmente estaría.

— lo usual es que durante las primeras semanas el bebé aumente casi el doble de su peso, especialmente el hijo de un doncel que ya son naturalmente pequeños— hizo un sonido de desagrado y apunto algo en un cuaderno antes de tomar al diminuto niño y entregarlo a su "madre"— ha perdido un kilo

Lo sabía, cada vez que lo cargaba lo sentía más liviano que la última vez, pero escucharlo de labios de otra persona lo hacía peor, sus rodillas se doblaron y de no haber sido por su esposo habría caído sin remedio, un kilo para un pequeño como el suyo era una tragedia, Sísifo le ayudo a sentarse mientras el miraba la cara del menor.

— dicen que probaron con todas las leches del mercado

— si— Sísifo levanto más la voz de lo que pretendía, el pequeño se puso a berrear con dificultad haciendo que ambos padres se mordieran los labios— incluso pedí algunas al extranjero… nada, no las quiere, todas le caen mal

— ¿incluso la leche "materna"?

Sísifo abrió la boca, pero no dijo nada, sus ojos cayeron en el pálido rostro del español que parecía un poco ido, la verdad era que ignoraba si su esposo lo había intentado en algún momento.

— ¿El Cid?

— no lo he amamantado— murmuro el moreno mientras volvía los ojos al bebé que parecía golpear el aire con sus manitas.

Un suspiro de exasperación salió de la boca del peliplata.

— hay alguna razón ¿No estás lactando? ¿Te duele? — negó con la cabeza lentamente.

— me incómoda— la respuesta sonaba aún más ridícula en voz alta— no sé cómo hacerlo, los donceles son aún muy… yo… nunca lo hice con Tsubaki… a él, no le hizo daño la leche nunca… es tan tonto, lo sé… me disculpo, lo haré

— bien— Hasgard hizo una seña con la mano mientras se cruzaba de brazos

— ¿Aquí? — las mejillas del moreno se tiñeron de rubí de inmediato.

— perdón… hay una cortina allá, puedes tratarlo

— ¿necesitas ayuda? — Sísifo no espero respuesta le acompaño cuidando cada uno de los pasos del pelinegro, parándose a unos metros cuando este se sentó en el borde de la camilla y desabrocho su camisa.

— perdón Sísifo… todo esto fue por mi culpa— se quieto uno de los parches que usaba para no empapar sus camisas, acerco con cuidado al bebe contra su sensible pecho, sintió su respiración delicada contra la piel y no pudo evitar pensar que era demasiado tarde, habría matado a su hijo por mera negligencia, miro la dulce pelusa roja que era el cabello de su hijo y pensó en lo poco que había disfrutado de él, solo había sido una semana.

Un ligero pellizco le arranco de esa oscura línea de pensamiento, miro aquellos labios de terciopelo enganchados a su pezón con avidez, sentía como succionaba con fuerza, arañando con sus manitas su pecho como si deseara exprimir de él la última gota de elixir.

— ¿funcionó?

La sensación era extraña pero no pensó mucho en ello, relajo los hombros y alzó la vista para dedicarle una sonrisa al mayor, una risa se escapó de la boca de su esposo que le miro aliviado.

— parece que está muy hambriento— Sísifo se acercó para mirar al bebé alimentarse, le acaricio las mejillas empapadas al moreno que cerró los ojos cuando sintió aquella boca contra su frente.

— lamento haberlo puesto en peligro, Sísifo— sus ojos oscuros estaban fijos en el mayor que solo negó con la cabeza— debí…intentar esto

— no te preocupes…— un beso en los labios, como si con ello pudieran comprenderse a la perfección, siempre había bastado un beso entre ellos incluso en los peores momentos— ¿Cómo te sientes?

— aliviado… cansado…— acepto en un murmuro, dedicándole una nueva mirada a su bebe cuyas mejillas parecían llenarse de leche— estoy seguro de que será un niño grande y bastante fuerte

— estará bien nutrido— un beso en la frente mientras escuchaba a Hasgard entretener a Tsubaki al otro lado para que no fuera con sus padres.

Lacaille bebió hasta quedar satisfecho, por primera vez desde que había venido al mundo había dormido con el estómago lleno para alegría de ambos padres.

— habrá que llevar registro sobre el peso de Lacaille, además de ver si está obteniendo todos los nutrientes si no tendré que darle suero aparte para complementar, entonces, le agendo para la siguiente semana ¿Alguna pregunta?

— no hay forma de darle leche en polvo como suplemento…— El Cid le miro incomodo— tengo que volver a hacer teletrabajo la siguiente semana y…

— ¿no puedes estar todo el tiempo con él?

El pelinegro se sentía incómodo por aquella pregunta, quizás no debería pensar en aquel tema después de todo lo que había pasado, se sentía como el peor padre del mundo y sin embargo ya había faltado por dos meses a su trabajo y de seguir alargando su ausencia podría arriesgarse a un despido.

— entiendo…— el pediatra se levantó buscando algo en uno de los estantes de arriba— aquí esta

Le mostró un pequeño aparato, pequeño y con una apariencia de cristal que habia visto en algunos comerciales de maternidad, su entrecejo se frunció al tomarlo entre sus manos para examinarlo.

— esto es…

— un extractor de leche, es una buena opción para cuando estás muy ocupado, como médico recomiendo el alimentarlo directamente pues ayuda a bajar los niveles de estrés del bebé y del progenitor, pero dado que eres un hombre ocupado… aquí tienes…

— gracias— suspiro, aquellas palabras dejaban en evidencia la poca gracia que le hacía al peliplata sus preguntas por lo que decidió callar por completo.

— Hasgard gracias— Sísifo se levantó para estrechar la mano de su amigo, con una sonrisa radiante era como si le hubieran quitado un peso de encima.

— no hay de que… llámame si necesitas cualquier otra cosa, sabes que para ti y tu familia siempre estoy disponible

Las despedidas fueron rápidas pues aún había trabajo que hacer, Sísifo suspiro ruidosamente cuando estuvieron en el auto, sus ojos fijos en el frente mientras El Cid se aferraba al cinturón.

— debimos pensarlo antes…

— lo siento

— no estoy enojado, ni mucho menos culpándote— sonrió un poco, pero parecía que no era del todo cierto— ¿Por qué no lo hicimos?

— por qué no quería pensarlo— acepto con algo de pena, deslizando su mano sobre el antebrazo de su compañero para calmarlo o quizás para calmarse así mismo, entrelazaron sus dedos y el llevo la mano de su amado a su boca para besar sus nudillos— si soy honesto, no me gusta mucho la idea, ser un doncel es… me refiero no debería ser un problema hacer vida normal… pero el procrear... no me importa tener hijos contigo… pero el embarazo es incómodo, la gente hace muchas preguntas, el parto es doloroso… la cesárea todo… pensar que todavía queda algo más por hacer, algo que hará que la gente te mire mal… es problemático…

— ¿y que harás?

— lo que tengo que hacer… alimentar a mi hijo, además solo serán unos meses hasta que pueda darle sólidos

 

 

Habían pasado dos semanas, Cuando Sísifo volvió a casa ese viernes por la noche su pecho se calentó al ver como El Cid ayudaba con su tarea al joven pelinegro mientras mecía a su pequeño pelirrojo en su silla, aquellas mejillas pálidas que había heredado del doncel ahora tenían un sano rubor que le hacía hormiguear el pecho, sabiéndolo a salvó y cómodo en su sitio.

— estoy en casa— susurro mientras dejaba el saco a un lado y Tsubaki iba a saludarle mientras hacia una seña de silencio con la mano.

— está durmiendo

— ya veo…hay que ser muy… silenciosos— cargo al pequeño en manos que no pudo evitar gritar y reír por la sorpresa mientras El Cid les miraba mal desde su sitio levantándose para llevar la mecedora del bebé a otro sitio.

Esto era lo que Sísifo siempre había soñado: una familia que fuera su refugio después de un largo día, las risas y aquella calidez del ambiente le relajaba a niveles inimaginables, casi olvidado por completo cualquier problema.

— Tsubaki… métete a duchar en lo que preparo la cena

— ¿estarás bien por tu cuenta? — pregunto Sísifo mientras bajaba al pequeño que afirmó con la cabeza mientras corría hacia el baño— ¿Está todo bien? ¿Te ves cansado?

— estoy bien…— camino hacia la cocina siendo seguido por el rubio

— podemos pedir la cena… por qué no te relajas un poco en la cama

— no estoy cansado

— ¿entonces?

— está escurriendo…— murmuro y el rubio le miro sin entenderlo— la leche, no para de salir incluso cuando no estoy amamantando, es muy… me tuve que cambiar de camisa tres veces… los parches no duran nada

— ¿Te molesta?

— claro que me molesta— El Cid era quizás la persona más tranquila que conocía, su personalidad rozaba la apatía para la mayoría de las personas, pero este era El Cid con el que Sísifo tenía el placer de compartir su vida, el que se quejaba entre dientes sin alzar la voz y apretando los puños en señal de desesperación.

— deberíamos llamar a Hasgard

— no quiero que lo sepa

— bueno entonces llamaremos a tu obstetra— dijo mientras miraba los ojos huidizos de su amado— ¿qué pasa?

— ¿podrías revisarme?

Sísifo tenía claro que El Cid aún no se sentía cómodo con la idea de amamantar más aún que la gente lo supiera dado que muchos aún ignoraban que él era un doncel, también tenía claro otra cosa, no podía siquiera pensar en la idea de sus pezones goteando manjares lácteos sin tener una erección.

— por favor…

— sabes que no es mi área… haré una cita para mañana— el entrecejo del moreno se frunció, pero no dijo nada girándose con malestar para hacer la comida— El Cid… hay médicos que pueden darte algo más que una sola revisión

Nada, no se giró, miro su espalda unos minutos, inquieto de aquel malestar que llenaba su cuerpo.

— por favor… El Cid, no me hagas esto

— mañana lo hablamos

— podemos hablarlo ahora

— mañana

La frialdad de aquel pequeño berrinche era tan dolorosa, suspiro mientras miraba hacia la habitación del baño y luego al moreno.

— está bien… pero no podré decir mucho— tomo su antebrazo— vamos a la habitación

El Cid le siguió tan manso como siempre, sus pasos eran silenciosos detrás suyo de hecho le sorprendió un poco notar como la puerta se cerraba sin pensarlo hecho que desconcertó al rubio.

— lo siento, la costumbre

— no te preocupes

Murmuro cuando le vio deshacerse de la camisa negra que llevaba, cada botón que era desprendido hacia que su miembro palpitara bajo sus pantalones, la boca se le secaba a medida que más partes de ese pálido torso quedaba a la vista, la prenda estaba abierta y unos parches de color piel se aferraban a su pecho cubriendo los pezones de melocotón que tantas noches de desvelos se podían adjudicar. Sísifo se mordió el labio mientras desprendía con manos temblorosas el parche bajo la mirada inquisidora del pelinegro que parecía aguantar la respiración, el parche sin duda estaba pesado y húmedo trago saliva obligándose a hablar.

— cua…— aclaro su garganta para apartarse— ¿cuándo fue la última vez que los cambiaste?

— hace poco más de una hora

— eso es muy poco— quito el otro rápidamente para no ver los botones rosados, pero al hacerlo tan bruscamente El Cid se quejó— lo siento

— está bien…

— ma… mañana…

— ¿no palparas para ver qué pasa?

— El Cid no es mi especialidad, desde mi perspectiva es hasta natural

— natural— Los oscuros ojos se fijaron en aquel pezón que había Sido tratado con más brusquedad mientras alguna gotita blanca descendía— no sé si sea el caso

— quizás… haya exceso de leche

— Lacaille come bastante

— también duerme bastante, a veces ambas al mismo tiempo— se miraron a los ojos y rieron por lo bajo ante aquel comentario— El Cid…

La mano del moreno se deslizo por la mejilla del mayor juntando sus bocas con ternura antes de retroceder un poco para mirar la boca entre abierta de su esposo, deseoso, con un ligero rubor en su pálido rostro, Sísifo se adelantó para tirar de él y besarle con desesperación mientras sus manos subían de su cadera a sus costados arrancando suspiros y ligeros temblores del menor.

— Tsubaki no tarda en salir del baño y la cena…

— pidamos pizza— beso su cuello mientras aspiraba ese aroma dulzón que despedía su cuerpo, mordisqueo su clavícula enviando una ligera corriente de placer por la espalda del pelinegro— ¿está bien?

— si…

Amaba cuando esa mirada de acero se derretía y brillaba candorosa por la lujuria, aparto la camisa a un lado mientras llenaba su cuerpo de pequeños besos, El Cid no era una princesa de la almohada, siempre estaba un poco dispuesto a tomar cartas en el asunto cuando lo deseaba, y era claro que en esos momentos lo hacía, sus manos se aferraron al cinturón del contrario deshaciendo con habilidad la hebilla.

— hueles a hospital— gruño con la voz ronca mientras exigía un beso, todo lenguas y dientes, la mano caliente del moreno se deslizo dentro de su ropa interior acariciando su eje con calma bajo la prenda, se sentía derretirse bajo sus dedos jadeando con deleite ante las hábiles caricias de su amado cerrando los ojos y haciendo la cabeza hacia atrás mientras sentía los ásperos dedos de su esposo contra su sensible glande. No había dudas aquel hermoso extranjero lo tendría comiendo de la palma de su mano si así lo deseara.

— yo…vengo del hospital— trato de sonreír mientras era atendido por su esposo, sus ojos se clavaron en ese pecho que subía y bajaba rítmicamente mientras unas cuantas gotas bajaban por si esternón, trago saliva antes de pasar la áspera lengua por el torso recogiendo los lácteos que salían de esta, El Cid se estremeció cuando aquella boca se enganchó a uno de sus pezones y succionaba, su cuerpo se retorció tratando de alejarse del tacto, inclinando su torso hacia atrás.

— Sísifo… no…

Un ligero mordisco de parte del griego hizo que gimiera aferrando su mano libre a los hombros mientras su cuerpo temblaba.

— deberías probarlo— acercó sus labios para besarle pasando en el proceso el contenido de su boca, el moreno se crispo mientras era empujando contra la puerta sintiendo la erección contra su entrepierna vestida— sabe cómo a vainilla, es tan dulce ¿Qué te parece?

El moreno gimió entre el beso cuando sintió el pellizco a sus hinchados botones, sus ojos estaban empañados de lágrimas confusas por lo que Sísifo no perdió el tiempo sosteniendo sus muslos para que sintiera los estragos que producía su estado, era tan hermoso y vulnerable, temblando contra su cuerpo mientras se mordía el labio para no gemir demasiado fuerte.

Alejo el rostro para hundirse en su pecho y volver a beber de aquel dulce elixir, mientras uno de sus dedos se perdía entre los muslos del pelinegro, introduciéndose en su estrecho canal con una facilidad que era envidiable.

— Sísifo no… los niños están

— shhh… seré rápido lo prometo— separó sus labios para pasar la lengua por la protuberancia haciendo que el moreno se aferrara con más fuerzas— podrías cuidar de mi mientras con tus manos, yo… me encargo de esto

El sonrojo en las mejillas del moreno era tan agradable que Sísifo no pudo evitar sonreír, quería decirle lo embelesado que estaba por su cuerpo, lo mucho que le adoraba, lo perfecto que era como hombre, como doncel como esposo y todo aquello, pero su lengua estaba entorpecida por el deseo.

La mano del menor bajo sus pantalones antes de empezar a darle la atención que le requería, sus dedos finos le tocaban de una manera maravillosa poniendo presión en el lugar correcto, sin duda aquellas manos eran prodigiosas, empujándole con cada tirón a los lugares más inhóspitos del placer no podía ser el único que lo disfrutara introdujo otro dedo empujándose más adentro mientras su lengua dibujaba círculos definiendo las aureolas sintiendo el dulce sabor de su esposo.

Un gemido llegó a sus oídos anunciando que había llegado al lugar correcto en el interior del pelinegro cuyo agarre se volvió más fuerte deteniéndose en la base, era maravilloso ver como esas largas pestañas negras revoloteaban mientras su cuerpo se tensaba de placer, con la boca abierta aspirando con fuerza mientras su pecho subía y bajaba era sin duda maravilloso tanto que no pudo evitar atacar su cuerpo con voracidad, jugando con sus pezones hinchados o con ese agujero que tanto gustaba empalar, sin duda aquel español tenía un poder especial para borrar de su mundo cualquier cosa que no fueran ellos dos.

La cabeza se hizo hacia atrás con desesperación, sus ojos cerrados con fuerza mientras su interior se contraía sobre los dedos del mayor, con las piernas temblorosas El Cid se deslizo al suelo apoyando la espalda contra la puerta, la cara enrojecida y la respiración agitada como si hubiese corrido un maratón. Sísifo se aferró a su propia erección agitando su mano con desesperación su carga blanquecina manchando el hermoso rostro de su pareja.

— Sísifo…

— creo que me deje llevar lo siento— un suspiro de parte del pelinegro le hizo saber que si estaba enojado por lo menos no haría nada, le ayudo a ponerse de pie guiándolo hacia el baño de la recamara viéndolo como se despojaba de sus pantalones y bóxer con malestar pues se habría corrido sobre la tela— pero enserio eres delicioso… espero probarte de nuevo esta noche… ¿Qué dices?

Las mejillas seguían rojas, mientras abría el agua de la ducha para entrar en ella.

— eres un pervertido— balbuceo bajo el agua mientras se lavaba el cabello— por cierto, mi pizza con solo queso

— lo sé… — sonrió mientras cerraba la puerta escuchando el suave sollozo de Lacaille exigiendo su parte de la cena, parecía que entre ambos pronto el exceso de leche no sería un problema para su esposo, saco al bebe de su cuna arrullándole con cariño mientras soñaba con la posibilidad de tener un tercer bebe que mantuviera su fuente láctica fluyendo adictivamente, rio, sabía que El Cid no aceptaría, pero nada le costaba soñar.

Sonrió mientras besaba la frente de su pequeño llevándolo a la habitación para que comiera parte del festín.

Chapter 10: Praise Kink

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— el traje te queda muy bien

Shura dejo de pelear con los gemelos para mirar a su novio sentado en una de las camas, tenía una ceja alzada en un gesto de burla y los labios curvados con sorna.

— gracias… ahora ponte la corbata…

Los ojos oliva se giraron con fastidio como si le hubiera dicho algo para fastidiarlo el nunca aceptaba de buena gana los halagos y siempre le paraba los pies al castaño cuando esté se ponía meloso, eran "amigos" desde hace años y Shura siempre fue demasiado "formal" con él.

— ¿enserio tengo que ponérmela? — Aioros no disfrutaba demasiado usar aquel adorno en su cuello, de hecho, lo odiaba siempre se sentía estrangulado cuando la fina tela le rodeaba el cuello, se levantó con la prenda en la mano buscando una excusa para tirarla por algún sitio— además hace calor

— la señorita Kido te invito personalmente, es tu mayor inversora— su voz era mecánica mientras seguía a Aioros con la mirada extendió la mano para que le diera la corbata de color rojo sangre— y el restaurante tendrá aire acondicionado

Un suspiro salió de la boca del griego mientras entregaba su prenda al menor, que se acercó para ponerle sobre su cuello haciendo nudos con calma delante de él. Aioros no podía quejarse con aquel cuerpo tan pegado al suyo, la cercanía le permitía ver aquel hermoso rostro de porcelana, sus rasgos eran viriles pero delicados: labios en forma de arco de cupido, ojos como los árboles en verano, y esas largas pestañas que tanto le enloquecían.

Acercó su boca para besarlo, pero Shura retrocedió un paso negando con la cabeza.

— ahora no

Sus manos volvieron a su corbata para atarla quizás con demasiado ímpetu para el gusto del mayor que se quejó por el movimiento brusco, Shura se disculpó en voz baja tratando de alejarse de su lado, pero Aioros puso sus manos en su definido trasero atrayéndole más a él quedando pecho contra pecho.

— Aioros…

— no te dejaré ir hasta que me des un beso— con sus manos podía sujetar los dos redondos glúteos del menor que se removió un poco cuando sintió una caricia traviesa en su entrada burlona, el joven se estremeció y sus mejillas se colorearon de rosa ante el descaro del castaño que sonrió sabiendo que ya no le bastaría un beso— dios eres la cosa más hermosa del mundo

— Aioros por favor

— todo tu es una obra de arte— acercó su boca a la del contrario— una escultura hecha por los dioses, pero tú carne es suave y cálida…

Acarició la mejilla del menor con su nariz antes de concentrarse en su oreja, un suave tirón al lóbulo y la boca del peliverde se abrió para dejar salir el sonido más dulce que sus oídos habían tenido el gusto de escuchar.

— por favor… tienes que parar…

— no me pidas eso, solo...— sujeto la corbata del menor tirando hacia si mientras retrocedía hasta la cama— déjame adorarte

— Aioros— su nombre fue pronunciando medio en suspiro por el español cuando sus bocas se unieron en un beso lento, el castaño le conocía demasiado bien sabía cómo derribar las barreras que ponía el ibérico, como meterse en su cabeza para que hiciera lo que él quería y Shura era débil por lo menos con el— se nos hará tarde

Los hermosos ojos de olivo parecían angustiados, quería continuar, pero tenía un deber con sus inversores, trato de alejarse lentamente de su objeto de deseo, pero las manos fuertes del castaño le retuvieron en su sitio sonriéndole apenas para calmar su agitado corazón, beso sus labios una vez más ahora con más ternura que antes deslizando una de sus manos por su mejilla.

— diez minutos… lo prometo

Un beso rápido en sus labios y Aioros ya se deshacía del cinturón del peliverde que miro de reojo el reloj sobre la mesa de noche no muy convencido

— amor mío… si no te concentras en mi me sentiré mal, quiero que durante estos minutos solo puedas pensar en mi— levanto el borde de su camisa dejando a la vista un abdomen delgado y blanco— por qué yo pienso en ti todo el tiempo…

Aioros no dudo en arrodillarse delante suyo, pasando los labios por la carne expuesta, sintiendo cuando su boca producía un espasmo en el joven.

— siéntate por favor

Shura obedeció, sentándose con las piernas abiertas delante de él, invitándole seductoramente a que hiciera con él lo que se proponía, incluso cuando su cara se había coloreado de rojo y sus ojos le rehuían avergonzado.

— eres tan bonito, Shura… tienes la cara más hermosa del mundo, pero tus ojos son la mejor parte… son simplemente hermosos, y esas largas pestañas…— sus manos subieron por sus costados haciendo que la espalda de su amado se arqueara de placer— me encanta que cuando llegas al orgasmo parecían revolotear como hermosas mariposas oscuras… casi tanto como los sonidos deliciosos que haces

Un gemido se atoro en la garganta de Shura cuando los dedos de Aioros alcanzaron sus botones, las caricias se volvían más bruscas hasta que Shura empezó a sollozar con los pezones erguidos bajo la camisa de algodón, los pequeños montecillos le daban una apariencia sensual e inocente por partes iguales. Bajo los pantalones del menor por sus pálidas piernas hasta que estos cayeron por sus tobillos mientras el sujetaba los maravillosos pilares del ibérico para llenando sus muslos de besos y una que otra mordida en la blanda carne.

— nos quedamos sin tiempo… no juegues— su voz salía entrecortada, Aioros levanto la vista para ver el ligero ceño del menor que le parecía más un puchero que una amenaza real.

— bonito— dijo mientras pasaba los dedos por la parte interna de sus muslos jugando con el borde de los ajustados bóxer de su amante— sabes que es lo que más amo de ti, esas bonitas expresiones que pones cuando estás disfrutando de lo que te hago

Aioros bajo la tela que había mantenido prisionero el falo del menor, su boca descendió hasta su rosácea cabeza llenando su eje con besos y lamidas largas que empujaron a Shura en apretar las sábanas entre sus dedos como si con ello pudiera evitar caer en la locura que aquellos labios siempre producían. La forma en que su boca apresaba su miembro y se movía succionando, lo empujaba a aún placer innombrable, gimió cuando Aioros le dio especialmente atención a la cabeza dejando un sonido de sorber que subió por su columna haciendo que su cuerpo se inclinarse hacia delante mientras empujaba la cabeza del castaño más hacia su erección. Aioros no se quejó por la invasión de hecho estaba listo, lamio con su cálida lengua el tronco a la par que sus dedos masajeaban los testículos del joven.

Debía moverse, tomo las temblorosas manos del menor entrelazando sus dedos mientras marcaba un ritmo conocido con su cabeza mientras la delicada voz de su amado se rompía a medida que llegaba al orgasmo, la espesa esencia le lleno el paladar bajando difícilmente por su garganta mientras alejaba sus labios dejando el flácido miembro de su amante posarse entre sus piernas, le mostró la boca al joven que no hizo más que sonrojarse antes de tragaba el líquido.

— eres delicioso

— No hagas eso

— te gusta— beso sus labios con cuidado— y a mí me gusta hacerte feliz

Paso la mano por su cabello despeinándolo un poco mientras besaba su boca de nuevo notando el sonrojo del menor.

— ve a enjuagarte la boca, ya vamos tarde

— Shura, eres muy difícil— suspiro mientras se alejaba hacia el pequeño baño— además a Saori no le importara esperar

— claro que le importa… que excusa pondrás a la demora

— le diré que estaba intentando que la criatura más hermosa del mundo me concediera un beso

Las mejillas del joven ardieron mientras se acomoda los pantalones, camino hacia el castaño para besarle la boca.

— no le digas cosas vergonzosas…

— bueno estaba con mi novio

— no traigas a tu novio al trabajo

— es que no me gusta estar sin el… lo amo

— yo también te amo, pero arréglate…— le miro de reojo— y no olvides la corbata

 

Chapter 11: Sensory deprivation

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Lo peor era la incertidumbre.

Aguante la respiración mientras esperaba algún avance de Aioros, esperar era terrible me hacía tan consciente del latido desbocado de mi corazón, de mi respiración irregular y el ligero temblor de mis dedos. Sentía su mirada sobre mí, podía imaginar esos hermosos ojos verdes deslizándose sobre mi cuerpo desnudo deteniéndose aquí y allá mientras yo intentaba quedarme tan quieto como fuera posible.

Aguardando.

Tragué saliva mientras escuché el rumor de tela moviéndose, no sabía si era su ropa, las sábanas o bien el viento moviendo alguna cortina para burlarse de mí. La cama se hundió un poco y el calor de su cuerpo se posiciono sobre mí, sentí su aliento caliente sobre mi rostro y esos labios generosos sobre mi frente.

— estás temblando

— estamos en noviembre, hace frío

Una risita llegó a mis oídos mientras él me besaba las mejillas con especial cariño sus dedos bajaban por mi pecho.

— no te preocupes… en un momento estarás sudando…

— ¿está es tu charla sucia? — quise reír, pero la carcajada se ahogó en mi garganta cuando los dedos empezaron a tamborilear sobre mi abdomen, era una sensación agradable que me recordaba lo cerca que estaba de mi intimidad, me gustaría ver su rostro, sus acciones aún que con aquella cinta en los ojos no se estaba tan mal podría disfrutar con todos mis sentidos sus caricias, apreciar la forma en que sus dedos viajaban por mis muslos aferrándose a mi como si fuera un salvavidas— necesito más

— ¿Mas?

— tócame más…— luche por separar mis piernas aferrando mis pies a los bordes para que el me mirara, agradecí ser incapaz de ver la reacción de Aioros por qué estaba seguro que si ponía una cara de sorpresa o peor de complicidad me moriría de vergüenza.

Gemí, los labios suaves de mi novio se aferraron a una parte sensible en mi cadera, su cálida lengua se deslizo por mi coxis haciendo que me retorciera con un puñado de sabanas apretados con fuerza en mis manos.  Sentía la frialdad que dejaba el abandono de esos labios en mi piel, me había hecho adicto a su cercanía a sus atenciones al grado de que ahora un par de centímetros de separación me parecían insoportables, levante las caderas del suave colchón anhelando la cercanía que volvía nuestros cuerpos uno solo. Quería más de Aioros: de su boca hambrienta, de su carne caliente, de su pene palpitante dentro de mí, le llamé con la voz más quejumbrosa que tenía.

Que importaba si lo que salía de mi boca no era digno de un guerrero de mi estatus, cuando estábamos en esa cama ambos se despojaban de nuestras armaduras y los títulos, nos volvíamos solo amantes que anhelaban la cercanía de un gran amor.

Escucho el clip de la botella de lubricante, aguanto la respiración mientras mi novio vertía el frío líquido sobre mi erguido miembro dejando que goteara más abajo, tuve que morderme los labios cuando la sustancia bordeó mi entrada.

Las manos de Aioros eran grandes podían rodear mi virilidad sin problemas, pero eran tan delicadas en su tacto que podrían llevarme al borde de la locura con dos dedos, los mismos dos dedos que se abrían paso en mis entrañas en forma de tijera con un ímpetu que reducían mi capacidad de habla a una serie de gemidos, jadeos, gruñidos y sollozos sin sincronía alguna.

Los dedos me dejaron suelto y su mano se parto de mi eje haciéndome suplicar brevemente antes de sentir su agarre en mi tobillo mientras me arrastraba hacia el borde de la cama, con la mitad del cuerpo en el aire y los pies cuidadosamente puestos sobre sus hombros, ya sabía lo que venía, la forma en que su nudosa cabeza se presionaba contra la entrada me encantaba, forzándose lentamente entre mis piernas mientras yo me atendía a mí mismo con una mano.

Mi interior se estiraba para darle cabida, sentía el corazón en los oídos mientras terminaba la inserción, escuché mi nombre entre sus jadeos mientras tomaba mis caderas para mantenerme en mi sitio y empezar aquellos rítmicos movimientos que aumentaban la presión en los lugares justos para que mi oscuridad se llenará de luces blancas. Mi mano aumento la velocidad de las caricias me sentía tan al final del precipicio que no pude evitar quejarme cuando el aparto mi mano para entrelazar sus dedos con los míos.

No podía quejarme su cuerpo se movía de forma irresistible y las lágrimas empezaban a acumularse en aquella banda, no podía más, con la cabeza hacia atrás y la espalda arqueada me deje llevar por la sensación abrumadora de un orgasmo que emergía desde la punta de mi pene hasta mi entrada sensible.

Aioros también se vino poco tiempo después, pero yo estaba tan mareado que me sentía como si hubiera abandonado mi cuerpo. Sentí su pesado cuerpo sobre mi, la respiración caliente haciéndome cosquillas en el cuello.

— dios eres maravilloso— sus manos apartaron la cinta frunciendo el ceño un poco— aún que me gusta más ver tus ojos…

 

 

Chapter 12: Somnofilia

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El Cid dormía poco, habían compartido un pequeño piso en sus años de universidad y aquel hombre parecía siempre demasiado ocupado para dormir, no era extraño encontrarlo estudiando a la mitad de la madrugada: con los libros dispersos a su alrededor y el café frio en la mesa de noche, en un principio no se inmiscuyo demasiado al final de cuentas aquel extranjero era algo así como el mejor compañero que había tenido: disciplinado, silencioso y aterradoramente puntual, que más daba que de vez en cuando la luz que se filtraba desde debajo de su puerta le despertara cuando sentía que el departamento era prácticamente suyo, en aquel entonces el hombre se limitaba a estudiar, trabajar y limpiar mostrando nulo interés en los placeres de la juventud, nada de fiestas o líos de faldas, pese a ser bastante atractivo incluso a pesar de esa mirada de asesino que solía poner, después se enteraría que eran por las migrañas, en los meses que habían pasado juntos poca atención le prestaría al moreno hasta que una noche de octubre descubrió lo buen amante que podía ser.

Una aventura de una noche que cambio toda su perspectiva hacia el español, empezó a prestarle más atención a su personalidad calmada y atenta, a esa forma en la que cerraba los ojos e inhalaba con la cabeza inclinada hacia un lado cuando trataba de recordar algo, era adorable, y supo que le quería, le tomo meses convencer a El Cid de aceptar nuevos avances: tomarse de la mano, besarse los labios o acurrucarse en la cama del otro fueron premios por los que se esforzó tanto como por sus materias, y que disfruto más que las buenas notas en sus calificaciones.

Le dolió abandonar su departamento cuando empezó a hacer sus pasantías en el hospital de su hermano, las pocas horas que pasaban juntos eran caóticas: había veces en que se abandonan al desenfreno de la carne, otras en que se limitaban a dormitar uno al lado del otro, o la peor, discutir presas de la estresante vida académica-profesional de ambos. Sin embargo, no perdió la esperanza de que cuando ambos se graduaron las cosas mejorarían, que su querido español se relajaría un poco y disfrutarían de la compañía del otro, pero se equivocó, en cuanto el moreno tuvo el título en sus manos comenzó a trabajar como un poseído para finales de aquel año sus interacciones se limitaban a una corta video llamada a la semana y Sísifo empezaba a hacerse a la idea de que su relación estaba llegando a su final.

- Sísifo- llamo el joven médico con un aire severo, el rubio se tensó al escuchar su nombre y se mordió el labio mientras miraba los ojos violetas de su novio- hay… algo de lo que quería hablar contigo

- ¿sí? - su voz salió como un hilo, se ocultó detrás de una copa de vino para que el moreno no se enterara de que sus labios temblaban.

- Logre comprar un departamento- sus manos se entrelazaban sobre la mesa- he decidido que no voy a volver a España… por eso… -sus ojos se cerraron e inhalo mientras recordaba alguna cosa, un discurso ensayado que había olvidado, Sísifo bajo la copa a la mesa curioso de saber que en algún momento su pareja se propusiera volver a su patria- quería proponerte… que volviéramos a vivir juntos…

- ¿Cómo?

- El departamento está a media hora del hospital de tu familia… podría… ser cómodo…- sus ojos le rehuían por lo que una risita se escapó de su boca mientras miraba al estoico hombre temblar. Sísifo sintió como si le hubieran quitado una piedra de encima, su pecho se inflamo de alegría y tomo las manos de su pareja.

- ¿estabas trabajando para esto? - el moreno hizo un gesto afirmativo mientras que el acortaba la distancia sobre la mesa acercando su boca hacia el- ¿Por qué no me dijiste? Pude ayudar…

- Quería que fuera una sorpresa

- Me vieras ahorrado tantas cosas- acaricio su mejilla con sus nudillos y le beso- me muero por despertar a tu lado como antes…

Aunque dijo eso, el sueño de poder besarle en la cama resulto una ilusión, un par de semanas bastaron para que se diera cuenta de que el moreno no solo estaba sobrecargado de trabajo, si no que tenía fuertes episodios de insomnio.

 

-Me preocupa que no duermas lo suficiente- murmuro mientras pasaba los dedos por el cabello oscuro de quien descansaba la cabeza en su regazo, sus ojos estaban fijos en la televisión y la luz le iluminaba el rostro dejando en evidencia las oscuras ojeras- si es el trabajo en el hospital general puedo decirle a Ilias que…

- Estoy bien con el trabajo ahí- murmuro mientras se sentaba en el sillón, se le notaba cansado- solo… no he podido dormir

- ¿algo te molesta?

-No, estoy perfectamente bien- le beso con ternura tirando de el para que se recargara en su hombro.

- Eso es mentira, sabes que la falta de sueño es mala para tu salud, tus defensas bajan y no solo eso puede causar daños irreversibles en tu cerebro… sin mencionar que odio esas ojeras

- Siempre he tenido ojeras.

- Quizás por eso no me arroje a ti al primer vistazo- se rio besando su hombro- prométeme que trataras de descansar

- Lo prometo- murmuro y coloco un dulce beso contra sus sienes, pero no lo cumplió.

 

Sísifo no entendió muy bien las palabras que salían del auricular de su teléfono, tuvo que pedir que se lo repitieran varias veces para que las palabras tuvieran sentido para el “hospital general” “accidente” “El Cid” ni siquiera tomo sus cosas al salir de su consultorio, se disculpó a prisa con una enfermera antes de cruzar la entrada principal tan rápido como le permitían sus piernas hasta el auto, estaba temblando cuando tomo el volante y le tomo varios intentos meter la llave en el interruptor, tomo una larga bocanada de aire antes de quitar el freno de mano y dirigirse a la clínica de su novio con el corazón latiéndole en los oídos, nunca había maldecido tanto la luz roja de los semáforos, los atascos o a los demás conductores como esa vez. Estaciono el auto a prisas y cuando cruzo la puerta del hospital general de Atenas empezó la carrera hacia el área de urgencias, no le importo las quejas del personal solo tenía una cosa en mente: reunirse con El Cid.

Estaba sentado sobre la camilla aturdido, con la camisa blanca empapada de sangre, sus miradas se encontraron y fue como si algo dentro del moreno hiciera clic, abrió la boca noto como intento decir algo, pero la voz no salió. Por un momento Sísifo no supe que hacer, su cabeza daba vueltas mientras miraba la ropa sucia, los moretones y rasguños, estaba mortificado por aquella visión pero aliviado de que su novio estuviera “bien” corto la distancia entre ellos de dos zancadas y le tomo de las mejillas para que le mirara, ignoro la mueca de malestar mientras presionaba su boca contra los labios rotos de su pareja, se apartó deslizando los dedos por todo su rostro notando las puntadas recientes en la raíz de su cabello, definiendo cada una de sus heridas y haciendo anotaciones mentales sobre cómo tratarlo hasta que llego a su brazo derecho: roto.

- Estoy bien, no fu tan grave- El Cid hablo con calma al ver como los orbes azules se empañaban por las lágrimas- es una lesión menor, la otra persona alcanzo a frenar…

- ¿Qué es lo que ocurrió? - le interrumpió mientras miraba el brazo hinchado del menor.

- Pise el acelerador por accidente- su mirada violeta bajo hasta sus zapatos, un descuidado así no era común en el, Sísifo frunció el entrecejo, sabía que había más y espero en silencio a que el otro confesara- creo, que me quede dormido…

Debió suponer que algo así pasaría, que en algún momento la falta de sueño le cobraría factura al menor, esperaba que aquello fuera solo un inconveniente: como quedarse dormido en un día laboral o bien caer inconsciente en algún sitio cómodo en su hogar, debió impedir que condujera en su estado o más aun obligarle a tomarse unas vacaciones y desactivar las alarmas para que durmiera adecuadamente, ponerse más estricto, ayudarle, cuidarle... Se sentó a su lado sintiéndose culpable por su estado.

- Sísifo… lamento

- Shh…- tomo su mano intacta mientras miraba el ir y venir de las enfermeras- te tienen que hacer una radiografía completa

- Fue solo…

- Pudiste golpearte la cabeza o tener otra fractura que no sepas- suspiro mientras le miraba- déjame encargarme de esto… por favor… tienes que descansar

Sí El Cid tenia quejas no las dijo, se apoyó en su hombro pero aparto la cabeza ante el movimiento.

- ¿estás bien?

- Es solo el golpe…

 

….

 

Descansar no parecía ser algo con lo que el español se sintiera cómodo, incluso con el yeso en el brazo Sísifo se lo encontró haciendo la cena, limpiado o alguna otra actividad que, a su parecer, como médico o como novio, no debería estar haciendo, parecía que aquel hombre solo se sentía bien cuando estaba “siendo útil” y que por muchas quejas que hiciera el rubio el menor no le escucharía. Su único consuelo fue que las pastillas para dormir hacían efecto, a los minutos de tomarlas el moreno empezaba a ponerse somnoliento y se iba irremediablemente a dormir, no lograba recordar cuando fue la última vez que su pareja paso toda la noche a su lado en la cama, acurrucado entre las sabanas con los labios entre abiertos y una expresión tranquila que le calentaba el corazón.

Ahora era el quien no podía dormir, pasaba horas admirando la belleza pálida de su "bello durmiente" pensaba en las historias de princesas inconscientes despertando con un beso y se reía al comparar a su dedicada pareja con aquellas frágiles doncellas. Paso sus manos por sus mejillas de alabastro, por su cuello de cisne bajando hasta llegar a sus estrechas caderas para subir de vuelta ahora bajo el pijama a cuadros de su "príncipe" sonrió cuando esté frunció el ceño, quizás sus manos estaban frías, pero no le importo pronto se calentarían por la piel del ibérico, que hermoso rostro tenía el menor, beso su boca pensando en lo divertido que sería despertarlo con un gesto tan "cursi" pero el mundo de los sueños no le dejo salir con aquellos pequeños gestos por lo que se puso un poco travieso masajeando el culo de su pareja que se removió un poco acercándose más a él.

- me encantas- parece que aquellas palabras si llegaron a el por qué una pequeña sonrisa tiró de sus labios. Beso sus mejillas alejándose un momento para ir a atenderse al baño ante de traspasar aquella línea.

Sísifo amaba a El Cid, lo amaba tanto que no quería hacer algo en contra de su voluntad además esperaba que al día siguiente podría convencer al menor de hacer algo divertido antes de ir a trabajar, aunque con el yeso el menor estaría mas indispuesto de lo usual per estaba seguro de que podría convencerlo con las caricias adecuadas, se imaginó al menor poniéndose rojo bajo suyo y sonrió a su reflejo mientras masajeaba su falo erguido hasta sacar el veneno de su sistema.

 

 

Su fractura se había curado y aun que El Cid trataba de no abusar de los somníferos los usaba dos o tres veces a la semana, y cuando aquella pasaba el rubio era incapaz de resistirse, se le había hecho una mala costumbre manosear a su pareja antes de ir a dormir, ahora se había vuelto un poco más audaz desnudándolo a conciencia, disfrutando de su inerte cuerpo a voluntad como si fuera un muñeco sexual.

Paso la lengua por su boca mientras su mano se deslizaba por el abdomen desnudo, acariciando la fina capa de vello público que mostraba el camino hacia su intimidad igual de durmiente que su bonito príncipe, con manos expertas empezó a masturbarle con dedicación. Cuando El Cid dormía su recogimiento desaparecía, gemía sin ningún problema entre la almohada mientras dejaba que su cuerpo fuera moldeado por las manos expertas del rubio.

 

 

Sueños húmedos, dolor muscular por exceso de ejercicio, cansancio o incluso un efecto secundario. Su adorado compañero no sospechaba de las secciones lujuriosas que el llevaba a cabo a su costa por las noches. Sísifo era como aquel niño que se regocijaba por salir librado de sus maldades "infantiles" sonreía alegremente cada que su novio tomaba aquellas píldoras y se recostaba a su lado para rodear su cuerpo con sus manos hasta que el joven médico se iba de viaje al mundo de los sueños.

Esa noche encendió la calefacción para que al sacar todas esas mantas y ropas de encima de su pareja está no se resfriara. Admiro a la luz tenue de unas velas la figura pálida en las sábanas de carmín que habían colocado, su cuerpo era maravilloso atlético y bien formado.

Paso sus manos por su pantorrilla imaginando los cientos de fotógrafos que darían lo que fuera por tenerlo de modelo y lo feliz que era de que nadie excepto él podría ver en toda su gloria a aquella criatura.

Abrió sus piernas con cuidado, separando sus muslos mientras miraba su pene inerte dándole la bienvenida al paraíso en la tierra, quería llenar su cuerpo de marcas pero no quería ser tan imprudente como para que su pequeña diversión nocturna terminará.

Con boca hambrienta atrapó el falo de su novio, estaba aún blando, pero eso cambiaría con un par de succiones y lamidas en el lugar correcto, un jadeo entre sueños le inspiro haciendo que su boca se moviera como sabía le encantaba a su príncipe encantado, busco a tientas sobre las sábanas el pequeño frasco de lubricante para poner un poco en sus dedos y tocarle con calma. Un dedo se deslizo en su agujero para tantear el terreno de su anheló tirando adentro y afuera para imitar los embistes de los que sería presa en un poco más de tiempo.

La boca del soñante se abrió como lo hacían sus entrañas para él, libidinosos sonidos salían de su garganta mientras Sísifo sentía el hormigueo de la anticipación bajo los pantalones, su dedo hizo un agradable sonido de chapoteo cuando salió y noto la forma en que el anillo de su amado se cerraba alrededor del aire en busca de un invasor para capturar, una trampa de la que él nunca había logrado escapar cuando se metió en ella hace ya años atrás, se apartó para besar su pecho ahí donde su corazón latía con frenesí ¿Qué clase de sueño obsceno tendría el moreno? Sonrió al imaginar que sería con él, haciéndole lo mismo que en ese momento, alineo sus caderas se hundió en su interior.

Fue lento y difícil pues no había puesto suficiente lubricante, la queja de su amante no se hizo esperar y el temor de verle abrir los ojos por el malestar le aterrorizaba se detuvo en seco, con la mitad de su falo hundido en las entrañas en espera de que el malestar se detuviera. Los minutos pasaron desdichadamente para el cuyo pene palpitaba en la cálida envoltura de su pareja, un ligero movimiento de caderas le empujó de un golpe hasta el fondo sintiendo un respingón de parte del español, pero no abrió los ojos, no se movió más que para quejarse con la cabeza hacia atrás.

Se balanceo con calma, apoyándose en sus manos para no caer sobre su cuerpo, la fricción era exquisita le encantaba cada pequeño borde de aquel delicado canal, su ritmo aumento mientras buscaba la boca abierta para llenarla de besos, el eco de sus pieles chocando inundó la habitación y Sísifo se sentía morir por aquella acción. Quería colonizar cada parte del territorio ibérico, invadirlo, cada centímetro de piel sería suya con o sin el permiso del moreno que empezaba a balbucear su nombre de la forma más dulce entre sus sueños más profanos.

Aquello le excitaba sus caderas se movían con desesperación, mientras el maldecía por lo bien que se sentía el ano de su pareja, un gruñido murió en su garganta cuando se corría y sus ojos se encontraron con los orbes violetas.

- qué carajo…

El Cid debería estar enojado, furioso sin más, pero los somníferos aún estaban en su sistema y estaba demasiado turbado para siquiera apartarlo mientras sus entrañas se llenaban de esperma. Se quedaron con la vista fija el uno en el otro, la respiración del rubio era agitada mientras que el pánico se abría paso a través del deseo.

- El Cid… yo… lo siento… dios mío… no debí

- ¿Por qué estás? ¿Por qué estoy?

- lo siento… es que… -no tenía una excusa y el moreno lo sabía, fruncía el entrecejo mientras su mano le empujaba para que se apartara de el— te lo puedo explicar

- sabes que esto es considerado violación ¿Verdad?

Si, si lo sabía, sus mejillas ardieron de pena no por el crimen si no porque se sentía tan culpable de haberle hecho aquello a su novio, a la persona que más amaba en el mundo, a quien debía proteger y cuidar. El español se esforzó para arrastrar su desnudes fuera de la cama, sus miembros estaban rígidos y su cabeza le daba vueltas cuando se puso en pie Sísifo fue a su ayuda para que no callera al suelo.

- te ayudo…

- necesito limpiarme

- yo lo haré

- no, quédate- ambos permanecieron quietos en medio de la habitación, Sísifo sufría por la frialdad— lo hablaremos más tarde…necesito tiempo para pensar

Verle alejarse era honestamente doloroso, tenía razones para estar furioso por aquel abuso y no tenía manera de justificar sus acciones, había disfrutado del cuerpo de su pareja sin su consentimiento y eso era imperdonable, se dejó caer en la cama con los ojos llorosos por el miedo ¿Que pasaba si cuando salía decidía que ya no quería estar a su lado? Que ya no podía confiar en él o siquiera dormir cerca suyo.

 

 

Su rostro estaba pegado al respaldo del sofá, había tomado su almohada y una manta con la que cubrirse aquella noche, el departamento era de El Cid si alguien tendría que irse sería él lo mejor era poner distancia ahora para evitarle una pelea al ibérico que seguro aún sufría los efectos de aquellas pastillas y debía levantarse temprano para ir a trabajar.

- Sísifo…

Se sobresaltó al sentir su mano sobre su brazo llamando su atención.

- vuelve a la cama… vamos a hablar

- mañana, Cid

El moreno se sentó en el suelo, esperando que el mayor le mirara.

- no puedes hacer esto

- lo sé, lo siento…

- ¿te gustó más cuando duermo? Se honesto

- no, claro que no- se giró sobresaltado, las pálidas mejillas de su pareja brillaban en la oscuridad con una luz propia- creo que, eres tan capaz en tu día a día, todo lo haces por tu cuenta y lo haces tan bien… incluso el sexo… si algo no te gusta me lo dices de inmediato, amo eso de ti, pero… cuando duermes estás tan indefenso…

-¡dios Sísifo escúchate!

- lo sé- se mordió el labio, estaba tan mal había pánico en las pupilas violetas- deberíamos… darnos un tiempo

Los puños del joven médico se cerraron, su pecho se hincho con aquella noticia.

- no quiero que terminemos- el aire salió de sus pulmones, se desinfló frente a él con los ojos fijos en el suelo- pero no quiero que lo vuelvas a hacer… eso… puedes prometerme, que no volverás a… a… meterme nada en el culo mientras duermo…

- lo… lo prometo

- tomarás una pequeña dosis de mis pastillas… - se puso de pie para caminar hacia la cocina, ya no se tambaleaba, pero parecía caminar con cierto malestar, Sísifo creyó que era por la poca lubricación que uso- ve a la cama… llevaré algo de agua…

- estás seguro

necesito consultarlo con la almohada


 

Chapter 13: Size Difference

Chapter Text

Ox no podía apartar la vista de aquel esbelto cuerpo, había algo mágico en los movimientos de aquel moreno en medio del escenario, ni siquiera podía ver a la desdichada protagonista pues toda su atención se centraba en aquel implacable villano de traje oscuro que movía los brazos como si fueran dos poderosas alas de ébano, una parte de él esperaba que alzara el vuelo como un ángel, o un demonio, para asombro de la audiencia.

Abrió la boca soltando un jadeo cuando cubrió a Odette con su cuerpo arrastrándole fuera del escenario para que su hija tomara el lugar de esta en aquel baile.

— le gusta nuestro ballet embajador— el enorme hombre se sobresaltó ante la sonrisa divertida de un hombre de traje gris que le miraba mientras a sus espaldas se llevaba a cabo la gran pelea entre el príncipe Sigfrido y el hechicero Von Rothbart por la joven.

— es maravilloso— la forma en que la joven se movía de un brazo a otro hasta que el villano clavaba un cuchillo en el enamorado para verle caer mientras se llevaba en brazos a la dama le sobresalto, sus pasos largos y flexibles parecían apoderarse de todo el lugar como si le perteneciera— como se llama la compañía… debería llevarles flores

Una sonrisa suave apareció en el rostro del hombre mientras se acercaba al borde.

— se llama Atenea company… también la orquesta es de ellos, puedo presentarle a los bailarines si lo desea

— no quiero importunarlos

— nada de eso, ellos estarán encantados y el director también, más que si solo envía flores

Ox sonrió un poco mientras se fijaba en aquel hombre de negro haciendo una reverencia al final de la función, era más elegante que cualquiera de sus compañeros como si estuviera a un nivel diferente de aquellos vestidos de blanco.

Ox no podía dejar de mirarlo de reojo, alejado del resto del grupo con sus brazos cruzados sobre su pecho mientras aquellos oscuros ojos se clavaban en el ruidoso grupo de bailarines, se había desatado la coleta que ataca su cabello que ahora caía como una cascada oscura sobre sus delgados hombros, era mucho más increíble de cerca.

—¿Qué le pareció la función señor? — dijo la prima ballerina con una sonrisa de autosuficiencia, tenía unos ojos rapaces que desentonaban con su rostro de muñeca, aquello ponía nervioso a Ox que solo atino a felicitarlos por su trabajo aún que buscaba una forma de escapar de los cisnes sin ser demasiado grosero. Por suerte el diplomático a su lado sabía cómo guiar los reflectores hacia él y no tardó demasiado en acaparar la atención dando muestras monetarias de afecto.

— son un montón de lamebotas— murmuro el hechicero mientras se alejaba a uno de los espejos para quitarse el maquillaje de los ojos. Su voz era grave y cortante como una fría navaja que le hizo detenerse a medio camino hacia él.

— ¿no… no te agradan tus compañeros?

El bailarín le miro de arriba abajo, antes de volver sus ojos al espejo para encogerse de hombros.

— no lo hacen

No había duda en su voz, era todo firmeza y seguridad, no era solo una afirmación parecía también acusar con aquella frase al resto de la compañía. Se quitó el resto del maquillaje para ponerse en pie mientras se hacía una coleta baja mirándole con aquellos ojos intensos.

— pero tranquilo… son buenos en la cama y no les importará que seas inglés

Sus mejillas ardieron mientras aquel hombre se paseaba a su lado sin mirarle siquiera, sus palabras le hirieron en su orgullo mientras la puerta se cerraba.

— ignóralo… es un presumido— murmuro Odette mientras tomaba su brazo para llevarlo con el resto, el presidente parecía estar feliz bebiendo con elegancia una copa de vino mientras charlaba calmadamente sobre el ballet.

Si Ox fuera honesto no le interesaba demasiado aquellos espectáculos, el teatro estaba bien y de vez en cuando había disfrutado de una ópera, pero el ballet era incomprensible, solo un montón de personas moviéndose de un lado para otro sin decir nada dejando que los presentes interpretarán cada uno de sus movimientos, simplemente era un espectáculo al que nunca le había encontrado el gusto, al menos hasta ese día. Se despidió con un gesto de los pequeños cisnes cuyas risas recordaban a los cascabeles, incluso sin los trajes blancos a Ox les recordaban a los gatos siameses, todos insulsamente parecidos, salió de los camarotes buscando la salida más cercana, el chófer ya debería de estar esperándolo para llevarlo al hotel y odiaría que tuviera que perder más de su noche a causa suya.

Aquella salida de emergencias le llevo a un pequeño callejón, la luz anaranjada de un viejo farol le daba a todo el lugar un ambiente enfermizo y nostálgico, el frío aire de la noche le mordía la nariz y las orejas mientras un distintivo aroma a tabaco flotaba a su alrededor como una suerte de perfume. Sus ojos giraron en busca de la salida de aquel tétrico lugar, pero sus ojos se hallaron con aquel hechicero que le miraba como esperando algo.

— ¿por aquí puedo ir a la calle principal?

— ah…— sacudió la cabeza mientras sacaba el cigarrillo de sus labios— si vas por aquí te llevará a la esquina con la calle principal

— gracias— sonrió mientras daba unos cuantos pasos hacia el lugar indicado, parándose un momento antes de verle con la misma sonrisa— creo que estuviste maravilloso… mucho mejor que Odette

Aquel hombre sonrió negando con la cabeza como si lo que estuviera diciendo fuese una broma o quizás algo demasiado obvio. El inglés siguió su camino, el eco de sus pasos resonaban en las paredes de ladrillo mientras esos ojillos oscuros se clavaban en él, si habría una razón para aficionarse al ballet seguramente sería aquel moreno de ojos rasgados.

 

 

Los asuntos del estado le hacían ir de un lado a otro en la ciudad de las luces, incluso durante el desayuno tenía que leer y revisar nuevos acuerdos o en el mejor de los casos beber una taza de café mientras corría hacia su siguiente compromiso. Por ello cuando aquella tarde pudo sentarse en uno de los más famosos restaurantes del centro casi sintió que se desmayaría de placer al acomodarse en la silla: sin nadie a quien ver, sin trabajo que hacer o cosas que revisar, se sentía como la gloria después de su semana tan ajetreada.

Aún que la comida era buena, muy buena, se moría por comer una grasosa salchicha en su austero comedor y aquel amargo café que hacía su ayuda de cama en un calmado fin de semana. En eso pensaba mientras miraba el menú de forma distraída antes de que una voz le hablara en el oído.

— el Chèvre Chaud es bueno para comenzar

Se giró al ver los ojos calmos de aquel bailarín que le sonreía mientras se apartaba un poco de su lado.

— buenas tardes embajador

— ah…

— ¿le importa si me siento?

— no adelante

Los delicados movimientos de aquel hombre parecían atraer su mirada como un faro en la penumbra, simplemente parecían saltar chispas de su flexible cuerpo, sonrió un poco al pensar aquello.

— puedo ofrecerte algo para beber— llamo a uno de los camareros con su mano para se acercará— me daría Chèvre Chaud y una copa de Merlot por favor… y para el

— un moka por favor

— ¿nada más?

— dame una tostada con mermelada de zarzamora

Aquel mesero se alejó sin tomar nota mientras el rubio suspiraba agotado.

— le molesta mi compañía

— nada de eso… ha Sido una semana pesada, realmente disfruto tener unas horas libres… ¿Tu? ¿Vienes a comer aquí a menudo?

— solo los jueves— sonrió mientras se encogía de hombros, jugando con una servilleta de papel, sus labios se estiraban de una forma que le tenía encantado— por lo general como en casa

— no hay nada mejor como la comida casera— no puedo evitar alardear de sus bastos conocimientos en alimentos y sabores a lo largo del mundo, aquello podría ser una conversación aburrida para cualquier persona en el trabajo, pero el bailarín parecía honestamente interesado en su palabrería, sus ojos parecían brillar con la luz de aquella lámpara delante de ellos— perdón es una mala costumbre

— es bueno tener pasiones

— pienso que si no fuera político pude ser un chef decente

— mmmm… interesante conclusión, tendrá que demostrarlo embajador…

— Ox… Taurus Ox, no tuve la oportunidad de presentarme correctamente

— Ox… Izou a su servicio— extendió la mano y el gran rubio la estrecho de forma enérgica, haciendo que el otro sonriera— si fuera bueno con los dulces me tendría comiendo de su mano

— un gusto extraño en un bailarín

— la fruta prohibida sabe mejor— dijo con elocuencia el bailarín mientras los platos eran colocados delante de el— una vez a la semana puedo permitirme un par de chocolates, creo…

— no creo que tenga el talento para hacer esos pasteles bonitos en sus pastelerías… pero quizás pueda hacer un biscocho— aquello hizo reír al hombre, una risa suave que sonaba a un encantamiento— ¿eres oriental?

— japonés— suspiro mientras sentía que la mención de su nacionalidad causaba que un centenar de miradas se clavara en su dirección, se encogió de hombros ante los murmullos— tranquilo… llegue aquí antes de que esta locura estallara

— no lo dudo… debe ser incómodo

— lo es… cualquier error puede llevarme a prisión ¿Le importa si fumo?

Negó con la cabeza mientras lo veía prender un cigarrillo con calma.

— ¿Está aquí por "ese problema"?

— no, no, no… llegue antes de la guerra— Ox suspiro mientras tomaba algo de su vino, tratando de no mirar los movimientos de esos labios al dejar escapar el humo.

— lo siento… es su momento de relajarse, no debería hablar de trabajo— sonrió un poco mientras bebía de un vaso de agua mineral antes de tomar un sorbo del café— entonces ¿confía en sus habilidades culinarias?

— claro que sí… algún día podría ofrecerle algo para cenar… ¿Tiene usted alguna habilidad secreta?

— tomaré la invitación para otro momento—se encogió de hombros apagando el cilindro en un cenicero que el mesero había amablemente colocado de su lado— tengo muchas habilidades… por ejemplo puedo tocar el biwa muy bien

— ¿el biwa?

— es un instrumento de cuerda, cuando era niño lo tocaba mientras las chicas bailaban

— una geisha

— exacto… ¿Ha estado en Japón?

— aún no, pero he conocido personas que me han contado maravillas de ese lugar

— es fantástico, debería verlo algún día, en Kioto hay edificios precioso y la comida es deliciosa, tomar algo de buen sake bajo un cerezo es— sus ojos centellaron y sus manos se movían como un niño quien quiere alcanzar aquellos paisajes con sus pequeñas manos, cuando el moreno se dio cuenta de sus gestos carraspeó poniéndose tan recto como podía en su silla— ejem… es maravilloso, espero que tenga la oportunidad

Sus mejillas estaban enrojecidas y Ox sonrió ante el gesto vergonzoso del contrario mientras le seguía preguntando sobre lo que le recomendaba pedir. Las palabras fluyeron, sus sonrisas se hicieron más y más abiertas a medida que los minutos transcurrían mientras el plato era vaciado con lentitud. Uno de sus asistentes se acercó a la mesa para llamar su atención interrumpiendo la diatriba del japonés sobre la diferencia de un kimono y un yukata, que no tenía nada que ver con las batas que los occidentales usaban.

— perdón…

— ¿es hora de volverá a trabajar?

— lamentablemente si— Ox miro al hombre de traje que miraba con cierto recelo al japonés— debo retirarme ahora… pagaré

— no, yo lo hago… no quiero que piense que estoy aquí para que me pague la comida, no soy como el resto de la compañía

— no puedo aceptar

— tendrá que hacerlo, Embajador— levanto su mano de una forma tan delicada que cortaba el aliento a quien lo miraba— si le molesta, tendrá que invitarme unos tragos la siguiente semana

Aquellas palabras fueron una suerte de vino tibio que bajaba por todo su sistema, su cuerpo se sintió flotar durante el resto de la tarde como si estuviera embriagado por su presencia.

 

 

La guerra se sentía como una hoz sobre sus cuellos, los ejércitos apenas se movían mientras los alemanes azotaban el este de Europa moviéndose con mayor eficacia que sus tropas, aquella aparente quietud lo ponía de los nervios.

Constantemente se preguntaba por qué estaba ahí revisando papeles cuando debería estar en su país ayudando a los soldados, a los civiles, a los suyos. La frustración fluía por sus venas podía sentirlo en su paladar amargando sus palabras.

— el mejor Mont-Blanc de París— su voz le sobresalto, le miro un momento como si no entendiera a qué se debía su presencia ahí el moreno ladeo la cabeza como si estuviera tan confundido como el— ¿Ocurre algo?

— no… yo…

— el jueves pasado me llevaste una botella de Sake… hoy te devuelvo el gesto, pero me niego a traer pudin inglés a una mesa donde esté yo

Sus palabras le hicieron sonreír, parecía tan ajeno al desastre que ocurrió que era como una brisa que se llevaba aquella peste que llamaban guerra.

— gracias, lo probaré— tomo el pequeño paquete para abrirlo con cuidado la golosina se veía muy bien y podía ver los astutos ojos del japonés esperando atrapar una reacción de maravilla ante aquel dulce— el sake debió ser bueno

— el mejor que he tomado

En seis meses comiendo juntos habían charlado de tantas cosas que a Ox le sorprendía que nunca se quedarán sin tema de conversación, Izou parecía serio pero sus palabras siempre eran amenas y respetuosas o por lo menos con él ya que con otros se volvía casi antipático, le había visitado en algunas funciones encontrando su actuación cada vez más maravillosa.

— Izou…estoy pensando en volver…

— mmmm…

— volver a Inglaterra

— oh— el tenedor en sus manos bajo a la mesa y sus ojos oscuros se clavaron en él, hubo un intento de sonrisa que no terminaba de encajar con aquellos ojos cristalinos— ¿Cuando?

— no lo sé… tengo que arreglar unas cosas y ver qué tienen un remplazo… lo siento, Izou

— Está bien, los embajadores tienen que viajar de vez en cuándo es… es parte del trabajo ¿No? — su lengua era rápida, estaba tratando con todas sus fuerzas que su voz no se atorara en su garganta— además es tu hogar y… yo…

— ¿me extrañarás? — en cuanto aquella pregunta salió de su boca quiso retractarse, los ojos negros se abrieron con asombro y las mejillas del inglés empezaban a arder como una saeta, quería arrepentirse pero había perdido el habla mientras que aquel hombre se levantaba de su asiento como propulsado por un resorte y le daba la espalda para marcharse— ¡Izou!

Se puso de pie tan rápido como pudo, pero su enorme cuerpo le hizo chocar con la mesa, volcando las tazas y casi echando a perder el obsequio del joven oriental que salvó apenas del café frio. Cuando quiso buscarlo ya lo había perdido por completo de vista, sus ojos recorrieron la calle en busca de su figura, pero no hubo suerte y a diferencia suya aquel bailarín sabía moverse entre los callejones de la hermosa ciudad.

Toda la tarde pensó en aquel accidente, buscando una excusa para sus desatinadas palabras, una justificación para soltarlas en aquel momento algo menos burdo que una broma inglesa de mal sabor como los dulces, sonrió ante aquello, pero aún que le costará aceptarlo le había dolido aquella reacción, aquel correr de piernas de gacela cuando sus sentimientos fueron más rápidos que la razón.

— señor alguien le manda un regalo— la secretaria le dejó una caja de macarons en el escritorio junto a una nota— si necesita algo dígame de inmediato

— gracias, puedes marcharte

Suspiro mientras miraba el blanco cartón de aquel obsequio, la nota era corta, pero tenía una forma de escribir muy mecánica como si hubiese sido hecho por una máquina y no por una mano.

"Lamento mi reacción, no hay papel y tinta suficiente para disculparme, espero que puedas aceptar esto.

Me gustaría que nos viéramos atrás del teatro después de la función.

Atentamente tuyo, Izou"

El alivio anido en su pecho, saber que el otro no estaba indignado y más aún que estaba dispuesto a retomar su relación como hasta ese momento le reconfortaba. No quería despedirse de esa manera de su compañero de hace meses, la única persona con la que no tenía que comportarse como un diplomático si no como una persona común y corriente. Llego temprano al punto de encuentro aún escuchaba la música del último acto mientras esperaba a que la puerta se abriera, la ansiedad que producían esas trompetas y violines parecían armonizar con sus sentimientos, miro nerviosamente a su alrededor mientras esperaba la hora casi sobresaltándose cuando los aplausos llegaron como el viento a sus oídos, se acomodó el traje girándose hacia la puerta aún faltarían unos minutos antes de que el saliera con su traje de civil.

Se llevó la mano al pecho cuando la puerta se abrió y el moreno salía aún con las zapatillas puestas y el sudor bajando lentamente por su cuello.

— Ox— lo llamo saltando los escalones mientras se acomodaba el bolso al hombro con los ojos brillando ante la luz amarillenta, el aire era cálido aquella velada aún que soplaba de vez en cuando una agradable brisa— yo…

Su voz dudo y su cuerpo se detuvo a medio camino hacia él, dio un paso en su dirección y le vio inflar el pecho llenándose de aquel aire vicioso de la ciudad del arte.

— tienes razón…

— ¿Sobre qué?

— te extrañaré… no lo había pensado hasta esta tarde…me refiero en la posibilidad de que te fueras a ir en algún momento, la verdad he disfrutado tanto nuestras tardes… cada una de ellas y, me dolerá ya no tenerte aquí… hace tiempo que no hablaba de mi país sin sentirme juzgado, que la gente no miraba mal mi forma de ser… que no me sentía tan… querido

— Izou…

— espero no estar malinterpretándolo… pero ¿hay una posibilidad aún que sea minúscula, de que usted me quiera?

— ¿Yo? — la sorpresa en su voz hizo que el oriental retrocediera— ah… cielos santos… si, puede ser que… me guste, es una locura, pero desde el momento en que te vi… me pareciste… hechizante

El moreno se sonrió por aquella palabra, sus mejillas estaban rojas y el calor en aquel lúgubre lugar empezaba a subir. Izou se acercó a él, sus flexibles brazos se aferraron al musculoso cuello para atraer los gruesos labios del inglés. El sabor a tabaco se mezcló con el dulzor de aquellos macarons dejando un regusto tan agradable que cuando se apartó un centímetro los brazos del rubio se aferraron a la minúscula cintura para atraerlo más a él pegando su delgado cuerpo contra él.

— mi auto está al otro lado de la calle… ven…

— finalmente me harás la cena

— espero que estés hambriento— rio ante la suspicacia del joven al que coloco con cuidado en el suelo tomando el bolso de este para llevarlo el mismo— me hice con una buena receta de algo llamado "mochi" podría hacer el intento, pero tendrás que guiarme un poco…

— déjamelo a mí— una sonrisa apareció en sus labios, tan honesta como la de un niño mientras ambos avanzaban bajo las luces anaranjadas de las calles hasta el auto negro.

 

 

Izou balanceaba los pies mientras miraba al mayor preparar la carne, la camisa blanca del inglés parecía estar a punto de estallar mientras se movía con destreza en la cocina, los ojos oscuros no podían apartarse de la forma en que trataba aquel trozo de carne masajeándolo para que la sal y las especias cubrieran de forma uniforme el rojizo trozo de res.

— después de esto agregamos algo de romero y aceite de oliva para después meterlo al horno— Izou se sobresaltó por la amable voz del hombre mientras ataba algunas cuerdas delgadas sobre la carne, sacando una olorosa ramita para pasarlo por su nariz haciendo que el siguiera sus dedos aromáticos, sus ojos se encontraron un momento y el oriental sonrió antes de llevarse la copa de vino a sus labios.

— eres bueno en esto

— aún no lo has probado…

— estoy seguro de lo que digo…

Miro como aquel enorme hombre metía la carne al horno para pelar algunas papas poniéndolas en una cacerola con agua y algunas hierbas que olían de forma deliciosa.

— esperemos que esto esté… mientras hagamos algo de esos Mochis

— necesitamos harina de arroz

— tengo un poco

Lo vio sacar los ingredientes junto a una botella de licor de arroz que le hizo sonreír.

— será un trabajo pesado, espero que esos músculos no sean de adorno— se ató el cabello en un chongo mientras se acomodaba la ropa dejando a la vista parte de su antebrazo— necesitaremos un cuenco…

Vertió la harina con calma mientras el rubio le miraba detenidamente como hacia una mezcla pegajosa.

— necesito más harina— Ox vertió un poco mientras el moreno seguía batiendo la mezcla con las manos, apenas se dio cuenta cuando el más alto se colocó detrás de él ofreciéndose a encargarse de la tarea mientas el moreno tomaba el cuenco con una sonrisa.

El aroma a comida, el calor en la cocina y el aliento del inglés detrás de su oreja cada que hacía algún comentario sobre la cocina hacia que su cuerpo se relajara por completo: era confortable. Sus ojos distraídos delinearon las venas en los brazos del hombre que se hinchaban a medida que unificaba los ingredientes.

— usualmente esto se hace con un mazo y con dos personas

— lo estamos haciendo mal entonces

— no… bueno no lo sabemos hasta qué los comamos… con que los rellenamos

— ¿chocolate?

— usualmente se usan alubias dulces… pero me gusta más tu sugerencia— deslizó los dedos por los brazos del inglés con lentitud sintiendo bajo sus dedos como el pulso del rubio se aceleraba— hagámoslo así… algo de ambos… si sale bien… te enseñare algo bueno

Se paró de puntitas para besar la barbilla mientras escapaba de sus brazos. Los sabores se aglomeraban en su boca, el aroma que salía de su plato mientras el diplomático servía dos pequeños shots de aquel licor le llenaba el cuerpo de una expectativa, se veía bien y lo que era más había presenciado la dedicación que había puesto el otro para con aquella cena.

— se ve bien…

— nada mal para un inglés ¿No?

— aún no cantes victoria— dijo ante la amable sonrisa del rubio mientras cortaba un trozo de carne, estaba honestamente deliciosos y aquellos sabores resaltaban con el licor— nada mal

Izou sonrió ante el extraño nerviosismo del inglés que parecía esperar una palabra de aquel, era tan honesto con él por lo que no dudo en complacerlo

— si algún día te aburres de ser embajador… podrías abrir un restaurante

— quizás… irías a comer todos los días

— solo los jueves por la tarde— recargo su mejilla en su mano sonriéndole con descaro— por qué planeo cenar aquí contigo

— ¡es una promesa!

El optimismo en su voz le hizo cosquillas en su pecho, aquellos ojos brillaban de forma que desarmaron al joven bailarín que tuvo que hacer un gran esfuerzo para concentrarse en su comida. Verle comer era tan increíble como verlo cocinar, sus labios gruesos moviéndose con recato mientras su plato se vaciaba no dejaba de pensar en el deleite que le despertaban aquellos pequeños placeres de la vida.

— cuando…— trago saliva, limpiándose la boca— cuánto piensas irte

— en un par de semanas…

La alegría de aquel momento se derrumbó como una suerte de torre de naipes, el enorme hombre suspiro mirando a su acompañante.

— ¿Te gustaría venir conmigo?

— ¿Que?

— si Londres no te gusta, podemos irnos a la campiña, tengo una propiedad en un pequeño pueblo donde podríamos pasar los días— tendió su mano sobre la mesa esperando que el moreno la tomara, pero este solo podía verlo con pánico— entiendo… es un cambio muy brusco

— lo siento

— no tienes que disculparte— el embajador forzó una sonrisa— es imprudente de mi parte proponerte que renuncies a todo de esa manera

— siempre he escuchado de bailarinas que se encaprichan con algún noble, que se van ilusionadas con ellos y vuelven destrozadas si es que regresan…

— ¿crees que te dejaría a tu suerte?

— no… no quiero creer eso, pero he visto cosas Ox, que nadie más podría imaginar… los bailarines son un juguete nuevo y lujosos del que usualmente se aburren rápidamente.

— yo no lo haría, nunca… como aburrirse de alguien como tú, tan lleno de historias… y cuando se terminen tus historias haremos nuevas… el campo puede ser algo aburrido viajaremos por el mundo, iremos al nuevo mundo…

— Ox

La mano de aquel hombre tomó la suya antes de que su nombre terminara de salir de sus labios, los ojos llenos de ilusión de aquel hombre le abrumaron.

— no te abandonaré… Inglaterra, no, el mundo entero será un nuevo hogar para los dos

La garganta se le seco ante aquellas palabras, su visión se volvió borrosa y su garganta se cerraba mientras aquella cálida mano le sujetaba tan firmemente, por primera vez en su vida sus músculos entrenados temblaron.

— terminaré la temporada… juro que cuando las funciones se acaben… iré contigo… cuando la guerra termine te llevaré a Kioto… te encantará… — sus labios temblaban, beso sus manos mientras unas lágrimas calientes miraban las manos de aquel hombre— lo juro por mi honor que te seguiré.

Ox paso los dedos por su mejilla, limpiando las lágrimas que bordeaban sus hermosos ojos, se acercó para besar tiernamente sus labios y su frente.

— te esperaré

Izou se sonrió ante aquella promesa, tallándose con sus manos sus ojos llorosos apartando las saladas gotas de estos, se sentía ridículo por aquel desenfreno de emoción y se limitó a tomar su mano durante el resto de la cena quejándose un poco mientras el rubio se alejaba por los Mochis.

— esto me emociona un poco

— es la primera vez que lo hago, no seas muy duro conmigo— el delgado oriental tomo entre sus dedos la golosina para llevárselo a la boca con una expresión de satisfacción al sentir el potente sabor del chocolate invadirle el paladar— es delicioso

— ¿Lo es? — Ox comió lentamente su parte del postre sonriendo por el sabor, era nuevo para él, pero estaba de algún modo delicioso— es bueno… creo que al final si puedo hacer postres

— lo tienes todo— sonrió divertido mientras se alzaba sobre la mesa para besar su boca, lamiendo un poco de chocolate que había quedado adherido a su mejilla— si me dejas comer otro… me tendrás a mi

Las mejillas de ambos se colorearon como la grana, sus gestos parecían cubrir cualquier necesidad de juego previo un beso bastó para que su ternura los consumiera.

 

 

Las delgadas piernas del japonés se enredaban en su cintura mientras sus dedos se aferraban a los mechones cortos del enorme rubio que se comía la boca de aquel hermoso hombre, sus manos sostenían su cadera para mantenerlo tan cerca como sus cuerpos se lo permitieran. Sus lenguas se retorcían una contra la otra como dos serpientes amándose mientras Ox le llevaba hasta sus aposentos.

Izou era delgado, ligero y flexible, su cuerpo perfecto se retorcía sobre las sábanas blancas mientras sus dedos expertos sé deshacían de los botones de su camisa dejando su cuerpo expuesto para el hombre encima suyo, aquel no perdió el tiempo para llenar aquel pecho de besos deleitándose de los gemidos altos de aquella joya oriental. Aquellas delicadas manos se aferraron a su cinturón tirando de este con torpeza mientras se retorcía ante la ávida lengua del amable gigante que amenazaba con llevarlo al cielo con solo aquellas atenciones, el sonido tintineante se la hebilla le hizo reírse victorioso mientras sus ojos se encontraban con aquellos orbes de oro.

Sus pechos subían y bajaban, animados por la gran pasión del hombre, se sonrieron un momento antes de que Izou hiciera el primer movimiento, se sentó sobre la cama apartando sus pantalones con una patada. Su desnudez era asombrosa, Ox pensó en que debería contratar a un pintor para inmortalizar la belleza de aquel hombre, aquel que con una mirada parecía rogarle que se despojara de sus prendas como él lo había hecho. El embajador no era tan elegante como el joven, sus ropas tardaron en abandonar su cuerpo y lo que será peor no se sentía seguro de su desnudes como el otro que le miro de arriba a abajo con una sonrisa honestamente lasciva.

— asombroso… tan viril como imaginé— se acercó a gatas sobre el colchón acercándose para besarle, sus dedos delgados se aferraron a su eje para masajear su erección, su tacto era glorioso invitando a mover sus caderas en busca de más de aquellas caricias— incluso pesa

— Izou…

— tócame…— susurro aquella petición contra sus labios, su aliento era cálido y había un ligero olor a licor y chocolate que causaba que un hormigueo subiera por el cuerpo del enorme inglés.

Ox trago saliva, el miembro de Izou era considerablemente más pequeño que el suyo, podía verlo de reojo alzarse con su cabeza roja en su dirección, tomo aire antes de sostenerlo entre sus dedos subiendo y bajando sobre el tronco suave de su virilidad.

Una maldición salió de la boca fina del oriental que oculto su rostro en su hombro entre un gemido de placer mientras aquel líquido salía de su miembro llenando sus manos de una sustancia blanquecina y pegajosa que llenaba su pecho de orgullo.

— lo siento… no quería terminar tan rápido— Izou presionó su boca contra los hombros del enorme hombre sus ojos se cerraron mientras aspiraba los rastros de la colonia del inglés, sus manos temblorosas eran incapaces de seguir el ritmo, necesitaba controlarse, pero se sentía tan cómodo y adormecido en ese momento

— está bien… yo me encargaré de esto— beso sus sienes mientras lo empujaba hacia la cama para que se recostara, las manos del bailarín se aferraron a su brazo, pero tirar de el sin demasiada suerte— descansa… Izou…

— no… puedo, puedo complacerte aquí— abrió las piernas sus mejillas estaban ardiendo y su corazón zumbaba en los oídos— ¿Estoy siendo vulgar?

— un poco— la risa nerviosa brotó de su boca como un chispazo— no tienes que hacerlo

— quiero hacerlo… por favor…

El inglés le miro temeroso mientras se acomodaba sobre él, cuidando de no aplastar su frágil cuerpo con su inmenso peso, trago saliva mientras guiaba su venudo ser a aquel agujero. Presionó su glande con cuidado empujando lentamente su inmensidad por la diminuta fisura del moreno que se aferró a las sábanas mientras era penetrado por aquella bestia, los bordes de su agujero se aferraban al mástil de las pasiones del inglés, Izou gimió dolorosamente mientras su cabeza se iba hacia atrás.

— Izou— le llamo deteniendo su invasión, los ojos llorosos del oriental le buscaron aturdido— ¿Estás bien?

— si… si…— sus nudillos se ponían blancos mientras se aferraba a la tela blanca, su voz estaba afectaba y temblorosa— continúa

— no quiero lastimarte

— estaré bien… ves ya tengo la mitad dentro— llevo sus manos a su vientre abultado por la cabeza dentro suya, sus ojos estaban llorosos por lo que Ox empezó a salir con lentitud causando un jadeo incómodo en el otro al sentir el vacío— puedo soportarlo no es nada

— si lo es—se sentó a su lado colocándose a su lado para después sostener su talle y sentarlo a horcajadas sobre el— confiaré en tus piernas… sé que son fuertes

— lo son— las mejillas brillaban como dos hermosas velas, Ox no pudo evitar pasar los dedos por aquel rostro antes de dejar un suave beso que muto en algo más, el moreno paso sus dedos por el pecho bajando con calma hasta el tronco grueso falo del embajador deleitándose por el sonido ahogado que produjo su tacto, sus manos le guiaron confiadamente hacia su interior ya abierto.

La inserción fue lenta, sus paredes se tensaban mientras bajaba sobre él, si miraba abajo podía ver su vientre hinchándose por aquel invasor, pero cuando intento tomar más de aquel, las manos grandes de su amante se interpusieron.

— hasta aquí… no dejaré que te lastimes…

Las pestañas húmedas de Izou revolotearon mirando al hombre que ponía su bienestar sobre el placer que pudiera causarle, aquello calentaba su cuerpo de una manera que ningún amante lo había hecho hasta ese momento.

— tenía razón…— paso los dedos por la corta melena del gigante— eres especial

Izou suspiro antes de moverse en círculos, sus caderas se mecían de una forma sensual mientras sus delgados dedos se aferraban a los amplios hombros de su amante. Cada que se movía el enorme pene de su amante tocaba su próstata, antes de lo que pudiera imaginar sus movimientos se volvieron más frenéticos ya no era solo buscar la liberación del inglés si no poder disfrutar de su segundo orgasmo, la voz jadeante del rubio se mezclaba con los ecos de sus gemidos, sus uñas se clavaban en la carne mientras que sentía que podría comenzar a sollozar por aquellas atenciones.

La humedad, el calor y la fricción le estremecían de tal manera que de no ser por los brazos fuertes de Ox, y su propia voluntad igual de inamovible, probablemente se hubiese empalado a sí mismo. Sus miembros temblaban a la par que su interior se llenaba de esperma calientes y el mismo vertía su placer sobre el vientre del contrario. Izou era incapaz de concentrarse su cabeza le daba vueltas y sus miembros habían perdido toda su fuerza lo último que recordó es mecerse hacia un lado y nada.

 

Ox le había limpiado y arropado cariñosamente para después recostarse a su lado sin mayores pretensiones que disfrutar de su compañía, el calor que emanaban sus cuerpos era tan grato que durante unas horas la guerra se detuvo en sus corazones y el mundo parecía un lugar mucho más maravilloso.

 

 

Aquellos odiosos rayos de sol se las habían arreglado para filtrarse por las gruesas cortinas y darles directamente en la cara, las punzadas brillantes hacían que le doliera la cabeza como si fuera a explotar pues no estaba para nada dispuesto a levantarse tan temprano aquel sábado. Ox se giró buscando acurrucarse más tiempo con su nuevo amante por lo que el hueco frío a su lado lo desconcertó, uso toda su fuerza de voluntad para abrir uno de sus ojos y buscar algo del bailarín en su cama, nada.

Se levantó perezosamente y agudizo el oído esperando escuchar el rumor de pasos o algún sonido que le advirtiera de su presencia en la casa, de nuevo nada.

A estas alturas su mente empezaba a debatirse entre la paranoia de habérselo imaginando todo y el vulgar racionamiento de que se habría marchado para ir a ensayar o lo que sea que hagan los bailarines a las siete de la mañana. Arrastro los pies hacia el baño buscando en las baldosas algún rastro de aquel con nefastos resultados mientras se arreglaba para tomar el desayuno se dio cuenta de algo en la mesa de noches una carta que decía su nombre.

Ox sonrió imaginando que ahí estaría la excusa de su ausencia pues reconocía la letra del otro aún que está estuviera deformada quizás por la rapidez con la que fue escrita, esperaba hallar en sus líneas alguna propuesta para más tarde.

 

Me gustaría que está carta estuviera llena de buenas palabras, de halagos amorosos o de cualquier cosa que pudiera calentar tu espíritu y aliviar tu corazón.

Ox, has demostrado ser un honrado caballero inglés y por ello quiero ser honesto contigo, mis intenciones no han sido nobles, he ayudado a los enemigos de tu nación: trafique con la información que tan desinteresadamente me ofreciste, traicione tu confianza y me forcé en tu vida con oscuras intenciones.

Está confesión debería bastar para que me ejecuten, tú y está nación me abrieron las puertas a su vida y lo único que he hecho fue aprovecharme de su confianza, ayer mientras dormía en tus brazos mi conciencia despertó y me di cuenta que no podía seguir así.  

Dentro de unos días el ejército alemán bombardeara las fuerzas aéreas franceses, si aún puedes confiar en mí toma por ciertas estás palabras y resguarda a la fuerza aérea de este país que tanto me ha dado.  

Ox, no pediré un perdón por qué no lo merezco, estás son mis últimas palabras:

Fui muy feliz a tu lado y quiero pensar en ti como mi gran amor.  

Adiós, noble inglés.  

Tuyo por siempre Izou.

 

 

Releyó la carta tantas veces que las letras se grabaron en sus pupilas, sentía un hueco en el estómago el amor se convertía en irá y la ira en tristeza con cada nuevo repaso. No podía ser que su amigo, su amante de una noche, fuese un vil traidor. Quería convencerse de que era una broma que quizás aquella era la forma en que el moreno ponía distancia pero no tendría sentido pues aquello lo pondría en una situación mil veces más comprometedora que ser quien rechazo a un noble.

Tendría que pensar en qué hacer con aquella información, mover los aviones era un gasto menor si aquellas palabras eran verdad, tuvo que cambiarse a prisa para verse con los altos mandos y llevarle acabó sin que el otro ejercito lo supiera.

El desayuno no supo a nada, tuvo cuidado de no decir quién le dio aquella información y cuando finalmente movieron sus aviones aquel periódico llegó a sus manos.

En las páginas se veía la foto de aquel hechicero, con sus rasgos exóticos resaltados por el maquillaje y los brazos listos para alzar vuelo como un cuervo o el mismo cisne negro.

 

"Atentado en el teatro X"

 

Su garganta se hizo un nudo, las lágrimas ya afloraban en sus ojos las sentía empapar las pestañas mientras sus pasos temblorosos lo llevaban de nuevo hacia el auto.

— llévame al teatro

Ordenó con un hilo de voz, mientras trataba de leer aquellas pequeñas líneas que narraban la dolorosa muerte de quién tan breve y apasionadamente había amado. Su sangre se derramó en el escenario donde le miro por primera vez, sus hermosos movimientos habían sido detenidos por una bala que perforó su abdomen, y aún que se vistió de villano había algo en su alma que recordaban más a aquel cisne que perdido su amor se suicida bajo la luz de una luna falsa.

El auto se detuvo enfrente del edificio, no tuvo el valor de salir del vehículo pues no había nada de su amado ya ahí, solo miro con tristeza la fachada y aún hombre alto y de cabellos oscuros fumando calmadamente mientras miraba la puerta cerrada de aquel lugar.

— mañana traerán una ópera— dijo aquel fumador acercándose al vehículo, sus ojos eran oscuros y sonreía de forma despreocupada— parece que en estos tiempos el mundo no se detendrá por un traidor ¿Verdad?

El hombre tiro la colilla al suelo aplastándolo con sus zapatos lustrados, Ox escucho la detonación antes de ver el cañón dirigirse hacia él, el auto arrancó a prisa mientras el dolor empezaba abrirse paso y la sangre empezaba a bajar por sus sienes.

 

 

 

Ox nunca supo el nombre de aquel asesino, pero estaba seguro de que él había matado al hechicero oriental, su hechicero oriental, abandono Francia aquella misma tarde y cuando su avión llegó a Inglaterra lo hizo junto con la noticia de que aquel café donde se reunieron por primera vez había sucumbido por el bombardeo de los alemanes.

De su amado japonés, solo quedó un recorte que guardó toda su vida en la billetera y un par de notas que guardo celosamente como la memoria de los días que fue intensamente feliz.

Chapter 14: Orgasm Denial

Chapter Text

Inclusive en aquel lugar de guerreros, de mitos y de templos tan antiguos como el mundo, el tiempo siguió su eterno andar.

Lo notaba en los desgastados peldaños de su templó, en la hierba que había comenzado a comerse algún pilar, inclusive el aire que entraba en sus nuevos pulmones se sentía diferente. Su cuerpo había cambiado por gracia divina pero su alma permanecía en el ayer, en un mundo que no sería más por mucho que él lo quisiera. Nuevos santos resguardaban las doce casas ahora y aún que alguno compartía aún los rasgos juveniles que conoció, la mayoría eran completos extraños: su amigo y compañero no era más que una sombra triste en géminis, los niños que había ayudado a entrenar habían crecido algunos retorciéndose por el camino al que él los abandonó, incluso le costaba reconocer a su hermano pequeño en aquel santo de leo.

Todo era diferente.

Todo menos él.

O al menos eso quería creer, que aún que el reflejo al otro lado del espejo le resultará extraño el seguía siendo el mismo joven de catorce años que había dado su vida para salvar a su diosa y que sin dudar lo volvería a hacer. Quería retomar su vida dónde la dejo: entrenar y volver a sus labores en el noveno templo, pasar tiempo con su hermano, quizás entrenar el mismo al joven Seiya para que algún día tomara su lugar como santo de Sagitario, deseaba recuperar aquellos años perdidos, borrar su muerte de la historia trágica del santuario, si él podía seguir siendo el mismo creía que las cosas de algún modo se acomodarían tarde o temprano.

Con Atena, el papá y su regreso quizás todo el daño podría ser revertido, para ello debía seguir siendo la figura intachable que tras la revelación del falso patriarca todos habían elevado a la de un mártir y un héroe.

Sus pretensiones se desmoronaron ante sus ojos cuando lo tuvo a EL de frente, el silencio de su templo se volvió tan asfixiante que no le quedó más que abrir la boca para llenar sus pulmones de aire antes de ahogarse, su cuerpo estaba tan tenso que sus extremidades empezaban a doler y podía sentir a Sagitario gritarle que se mantuviera a salvó de aquel asesino.

Asesino.

No había sido su culpa, se trataba de convencer mientras miraba los ojos vacíos del hombre buscando alguna razón para detener aquella voz interna que le decía que acabará con él antes de que fuera demasiado tarde.

Antes de repetir los errores.

— necesito pasar

Su voz era impersonal, sus ojos de olivo se desviaron hacia el pasillo del santuario, Aioros se hizo a un lado dejando que aquel hombre se arrastrara a su lado como un alma en pena.

Todo había sido perdonado por Atena, por él, pero por qué su cuerpo exigía lanzar un ataque a esa espalda que se alejaba, por qué tenía la sensación de que no estaría cómodo hasta que aquel santo volviera a las oscuras tierras de la muerte.

— eres patético

— disculpa

— hablaba conmigo mismo, sigue tu camino capricornio

Silencio, podía sentir su presencia incluso si no usaba cosmos y aquello lo ponía cada vez peor, se giró para verle a la cara ¿Qué había de mal con aquel? Había sido controlado por Saga, no había tenido culpa mayor que creer una mentira, además, él no le guardaba rencor al de géminis incluso le consideraba su amigo aun, entonces por qué no podía soportar la presencia del peliverde.

— puedes marcharte

Se obligó a desviar la vista de aquel rostro, no podía soportar la visión de aquel joven que alguna vez quiso tanto y ahora se revolviera el estómago en su presencia.

— con permiso

El hombre hizo una inclinación antes de continuar su camino dejando detrás de si la amargura de un rencor que el noveno custodia ni siquiera era capaz de aceptar en sí mismo. El miedo y la ira que hasta entonces habían sido completamente ajenas a él parecían emerger en su corrupta alma nutridas únicamente por la presencia del espadachín en el santuario.

¿Cómo purgar todos esos males de su cuerpo? Quizás si su alma hubiese madurado sería capaz de perdonar a su asesino, no, era imposible perdonar algo como aquello. había noches que se despertaba agitado con la sensación de que aquel filo se cernía sobre él, recordaba claramente la sensación de la carne abriéndose ante aquella espada, el olor de la sangre que llenaba sus fosas nasales y aquel sentimiento que en su desesperación apenas había tenido tiempo de identificar ahora podía llamar, decepción.

De todas las personas en el santuario, de todos los caballeros que en esos momentos portaba alguna armadura, a él le había creído incapaz de darle la espalda, pensaba que el pequeño español sería el único que le escucharía.

Era su deber.

No tenía idea.

No es su culpa, fue Saga.

Pero Saga no había convivido con el de la forma en que el ibérico lo hizo, no habían compartido comida, juegos y entrenamientos. Aún que Saga era su amigo, aquel era más que eso: era su familia y le había abandonado cuando más lo necesito.

Apretó los puños mientras se mordía el labio sintiendo como la desesperación le subía por la garganta y le inundaba los ojos.

Lo odiaba tanto.

Estúpidamente creyó que si mantenía la distancia el suficiente tiempo aquellos sentimientos terminarían por perder fuerza y volvería a ser el de siempre. Era difícil dado que eran vecinos y de vez en cuándo se encontraban cuando la cabra bajaba o cuando el subía, la tensión en el aire cuando ambos estaban juntos no pasaba inadvertida, pero nadie hizo ningún comentario, confiaban que Aioros le perdonara como lo hizo con los otros traidores sin embargo el tiempo siguió pasando y lo inevitable paso.

Aioros no supo muy bien cómo pasó, fue como si una luz muy brillante le cegara durante unos segundos y luego aquella explosión de cosmos que le hacía cosquillas en las puntas de los dedos. Alzó la vista para verle a la cara, sus ojos estaban abiertos por la sorpresa y sus labios temblaban mientras la sangre se acumulaba en su boca dejando aquel sabor metálico en su paladar, el que ya había conocido.

— lo siento— la armadura de capricornio parecía llorar cuando Shura le obligó a abandonar su cuerpo mientras se ponía de rodillas ante el con la voz hecha un delgado hilo— adelante… por favor, termina con esto

Las manos del héroe temblaban, no escuchaba las palabras del otro era como si todo estuviera cubierto de la más oscura penumbra y sentía que la única forma de iluminar su camino era con un ataque.

El pinchazo en su hombro detuvo el letal golpe que se dirigía a la cabeza de la cabra, retrocedió por el dolor mientras que unos pasos se apresuraban hacia ellos. Entre todo ese dolor pudo divisar la cabellera azulada del santo de escorpio que no dudo en ponerse entre ambos.

— ¿Qué carajos pasa aquí?

— yo…— no sabía cómo responder, le miro desorientado el dolor le mantenía apenas centrado en aquellas dos figuras, la sangre que emergía del costado del santo de capricornio le hizo darse cuenta de la locura que había hecho— por Atena… yo… lo siento solo

— ¡Aioros! — la voz del patriarca resonó en el templo haciéndolo temblar, podía sentir aquellos ojos fijos en él, culpándolo— ¿Qué significa todo esto? Has atacado a uno de tus compañeros sin su armadura

— no…— el peliverde hizo un esfuerzo tembloroso por tenerse en pie— pido disculpas su ilustrísima… yo… yo le he provocado, no he medido mis acciones y este es el resultado

Shion no le creyó, sus ojos seguían clavados en el santo de Sagitario que aguantaba la respiración mientras aquel herido seguía tratando de llamar la atención del Papa hasta que finalmente se aferró a la túnica con la respiración agitada clamando por qué escuchará sus mentiras. Aquella osadía podía costarle muy caro, la amenaza directa a la mano derecha de Atena era un acto de insurrección y sería castigado, pero el sabio se limitó a poner su dedo entre las cejas del moreno que cayó a sus pies con un ruido sordo.

Por suerte aquello solo había terminado con dos costillas rotas de la que cualquier santo con un poco de tiempo, y la bendición de Atena, podría sanar. Pero el incidente corrió como pólvora por todo el santuario, la mayoría consideraba justo lo que el castaño había hecho, pero para parte de los santos aquello había hecho caer de gracia al griego, especialmente a aquellos que había seguido a Saga que ahora le rehuían temiendo una represalia como aquella.

La situación era insostenible, había llegado al punto de no retorno, y si aquello se volvía a repetir no dudaba de que la vida del español corriera mayor peligro.

Por eso había ido hasta ahí, ignorando las órdenes del patriarca de alejarse se había escabullido en la casa de la cabra dorada.

Sus pasos hacían eco en las vacías paredes mientras se adentraba en las salas privadas del templo, miro el pequeño altar que el décimo custodio le había hecho a su deidad notando las marchitas flores que adornaban los jarrones, pensó que los descuidos de sus ofrendas se debían que ahora mismo el guardián no sería capaz de levantarse de su cama. Aioria le había mencionado el mal estado en que se encontraba como si el león oliera la debilidad de una presa.

Siguió su camino, buscando en las habitaciones vacías rastros de aquel peliverde mientras agudizaba sus oídos para no ser atrapado en un lugar que tenía absolutamente prohibido entrar, no quería que alguna doncella o peor algún compañero le descubriera en la intimidad de su vecino

— ¿Quién está ahí?

La voz era firme y resonaba en el lugar como empujada por el cosmos mismo, tomó aire antes de caminar hacia el origen de aquella voz.

— soy Aioros de Sagitario…

— …

— he venido…— se quedó en el umbral mirando la habitación del herido, tan vacía que apenas podría decir que estaba habitada— he venido a disculparme

— no hay nada que amerite tus disculpas

— casi te mato

— ¡me lo merezco! — su grito resonó en el pecho del castaño, acallando su culpa y paralizándolo en su sitio con los ojos bien abiertos fijos en la figura en el lecho que ni siquiera se dignaba a mirarle— sangre por sangre, es lo justo

Aquellas palabras no pretendían ser un consuelo para el castaño, eran las conclusiones a las que había llegado el español por propia cuenta, un discurso flagelante que le estaba consumiendo en su propia cama sin que nadie se diera cuenta apenas.

— yo… entregaría mi vida a cambio de la tuya si tuviera la oportunidad— giró la cabeza mientras abría la boca dejando escapar un suspiro tembloroso, Aioros no le había visto a la cara realmente en los últimos meses ¿Era así de delgado? No, en dos meses el santo de capricornio se había deteriorado, como si el peso de trece años hubiera caído sobre el en un parpadeo.

El primer paso fue dado sin pensar, quería creer que aquellas sombras en el rostro del menor no eran más que las llamas de la vela bailando en su rostro, otro paso y cuando finalmente estuvo a un metro de distancia se detuvo, se observaron mutuamente y el herido hizo un ademán por sentarse en la cama cosa que el griego detuvo colocando su mano en su hombro y empujándole con fuerza contra el colchón, si dolió el moreno no se quejó.

Sus ojos verdes estaban opacados desde que volvió a la vida, pero aquel rostro delgado no lo había notado hace semanas, la forma en que sus mejillas se habían hundido y aquellas oscuras ojeras que se habían adueñado de sus ojos eran atroces, había sido un niño fresco y aún que algo tímido siempre de sonrisa fácil. Debería sentirse triste por el pero no podía, una parte de él se alegraba tanto de verlo en ese estado de sufrimiento, sabía que debía hacerse aún lado y dejar que alguien más le ayudara. Intento apartarse, pero una mano sostuvo su muñeca haciendo que un escalofrío subiera por su espalda, sus manos delgadas y frías le recordaban a aquellos espectros en el mundo de los muertos arrastrándole a la oscuridad.

— puedes quedarte un poco

— no

— por favor… no tienes que estar cerca… hay… hay una silla— su cabeza señaló al objeto en una esquina y luego miro al castaño soltándolo lentamente— prometo que será solo una vez…

Aioros dudo un momento, pero finalmente termino acercando la silla a la puerta en caso de que tuviera que salir.

— gracias

Su rostro no se apartó de él, se sentía como una presa delante de un depredador que saltaría a su cuello en cualquier momento. Pero sus ojos se cerraron con lentitud por el agotamiento a los pocos minutos, no sabía muy bien si había logrado conciliar el sueño o simplemente se habría desmayado, Aioros se sorprendió en pensar que aquel había olvidado tan rápidamente la afrenta contra su vida y el, en su lugar, seguía arrastrándolo por tantos años.

Aún que un intento de asesinato y un asesinato eran cosas completamente diferentes.

Se levantó de su silla sin hacer ruido salió de aquella habitación y aquella casa, pensando que no quería volver ahí por un largo tiempo.

Los gritos desesperados de una asistente le despertaron muy temprano en la madrugada, la chica lloraba mientras se refugiaba en sus brazos balbuceando algo mientras señalaba hacia arriba de las escaleras.

— el señor Shura… el señor… el… está…

Sus sollozos le impedían completar cualquier oración, sus piernas temblorosas dejaron caer su cuerpo mientras ella se aferraba a él.

— por favor… tiene que ayudarnos

Sus súplicas callaron cuando el empezó el ascenso, subió las escaleras que separaban sus casas en un abrir y cerrar de ojos, ni siquiera sabía que encontraría en el lugar.

Su voz resonó en el templo, pero nadie le respondió el silenció era más abrumador que la noche anterior, había algo malsano en el aire que le erizaba la piel, avanzo por los mismos pasillos hasta el umbral que la noche anterior apenas fue capaz de cruzar, está vez no hubo duda en sus movimientos empujó la puerta mientras se precipitada al interior paralizando en medio de la habitación.

Su corazón paro en cuanto sus ojos cayeron en aquel rostro libido que apenas podía mirarlo entre las largas pestañas, el aire le faltaba al ver como la vida de su compañero de armas se vertía en la sábana blanca, el olor metálico de la sangre y aquella expresión de dolor en el rostro joven le daba a entender que no tenía mucho tiempo.

No podía descender hasta la enfermería de los aprendices, aún que sabía primero auxilios aquello requeriría más que unas vendas, además no sabía cuánto tiempo aquel llevaba desangrándose en su cama por lo que podría tener solo un par de minutos. Se mordió el labio mientras se acercaba para auxiliarlo sostuvo la herida con alguna tela para retardar la pérdida de sangre.

— Aioros…

Estaba tan débil que apenas podía abrir la boca, tendría que cruzar las 2 casas lo más rápido que pudiera, lo saco de aquellas sábanas corrompidas y lo cargo en sus brazos para comenzar a ascender con aquel hombre colocando su cabeza contra su pecho, evito mirarle temiendo que los recuerdos le atacarían en el peor momento, por lo menos debería llevarlo a Acuario, Camus tal vez podría relevarlo o quizás Afrodita ellos eran amigos, los había visto hablar antes y entrenar juntos cuando eran más pequeños.

— por favor… déjame

El primer templo vacío, nadie acudió a su encuentro, el segundo por suerte si estaba ocupado pero Afrodita no pudo hacer más que guiarlo por el camino y acompañarlo mientras preguntaba qué había pasado o insultaba al peliverde cuando se dio cuenta de lo que había hecho, pero si era honesto Aioros estaba seguro que el peliverde se había desmayado antes de que los improperios salieran de la boca del decimosegundo santo, podía sentir aún su cosmos y aquella respiración débil que calentaba su pecho como una vela moribunda: tibio y frágil, un pajarillo que quizás en busca de su libertad habría chocado contra una ventana con catastróficas consecuencias.

— ¿por qué ahora?

¿Lo tenía planeado desde antes? ¿Lo causó el con su visita?

El patriarca ingreso en la sala por los llamados de Afrodita parándose en seco al ver el estado del décimo custodió, lo llevaron a una de las alcobas a lado del gran salón colocándolo en una cama. mientras Shion se hacía cargo de detener la hemorragia ellos miraban todo desde alguna esquina antes de ser corridos.

— es un imbécil…— el hermoso sueco balbuceo mientras bajaban— tú también lo eres

Le miro sin entender sus palabras.

— si, si… sé que tienes tus razones para serlo… el acabo con tu vida, eso no ser perdona ¿Verdad?— su respiración estaba temblorosa, realmente temía por el moreno, le quería demasiado y lo notaba en como apretaba sus puños con frustración— sabe que lo odias, pero sabes, de todos nosotros el único que no quería hacerte daño fue el… y aún no quiero hacerlo, por qué te adora… te dio tu espacio y ahora… ja… hizo esto para que no mancharas tus inmaculadas manos, ya sabes siempre haciendo el trabajo sucio por los demás … pero escúchame bien Sagitario

Se detuvo en la puerta de su templo con los ojos celestes fijos en los suyos.

— juro que si algo le pasa a Shura… te enviaré con él al infierno, de cualquier modo yo ya soy un traidor así que… a mí no me temblara la mano como a ti

Su brazo se extendió elegantemente mostrando el camino que el castaño debía seguir.

Por fortuna el santo de capricornio sobrevivió, Atena misma había intervenido en su recuperación y la voz se había esparciendo por todo el santuario, la vergüenza de aquel acto mermo más al cansado español que ya no salía para nada de su templo aún que por órdenes del mismo patriarca tenía prohibido estar solo: Afrodita, Death Mask, Camus e incluso su propio hermano se rotaban la custodia de su compañero temiendo otro intento, que Aioros había descubierto esa noche que no era la primera vez que se hacía daño, por lo que no podía ser su culpa, mientras lo cargaba noto que los delgados brazos del ibérico estaban llenos de cicatrices que no eran propias de un entrenamiento.

— ¿Cómo está? — pregunto a su hermano aquella tarde mientras esté se dejaba caer en la silla cansado, encogiéndose de hombros ante su pregunta— ¿sabías que hacía eso?

— no éramos tan cercanos— se masajeo las sienes— pero igual nadie lo sabía… es un cobarde

— ¿crees que fue mi culpa?

— no, tiene lo que se merece Aioros

— quizás, pero… desde que volví el estar cerca de él me enferma, lo odiaba, pero… ahora, no estoy tan seguro, siento lastima por el… podría intentarlo de nuevo y morir— si la chica hubiera subido a Acuario probablemente la cabra hubiese muerto y no estaba seguro ahora de que aquello le haría sentir mejor— ¿crees que debería verlo?

— honestamente, no, él no se merece tus preocupaciones

— Aioria estuve a punto de matarlo… le debo una disculpa…— podría ser su última oportunidad para sacarlo de su sistema, de perdonarlo realmente de recuperar un poco de su naturaleza que había mutado desde que había vuelto.

— es lo que él quiere…

— nuestra diosa no desea eso, ella nos necesita aquí guiando a las nuevas generaciones… capricornio no puede ser abandonado de esta manera

— preferiría que lo fuera

— mientes— sonrió mientras miraba la tasa de café en medio de la mesa— si fuera así no irías a cuidar de el

— si tengo que escoger entre él y tú… sabes lo que haré

Sonrió por el fuego en la mirada del joven león.

— no quiero que escojas… la próxima vez que tengas que ir a su templo no subas, yo lo haré

— Aioros, no te dejare solo con el

— lo necesito Aioria

La mirada firme del mayor de los hermanos hizo que el alma ardiendo del santo de leo tuviera que retroceder un poco, había algo en los severos ojos del centauro que le hacían saber que sin importar cuánto se opusiera el castaño haría cuánto le pareciera.

— estaré aquí si me necesitas

Era ya algo tarde cuando Aioria llegó a templó dos días después, en sus manos una bolsa llena de víveres para su hermano y para aquella desorientada cabra, su hermano está vez no llevaba su armadura si hacia algo estúpido prefería que estuvieran en similares condiciones.

— aún estoy en contra de esto— dejo las bolsas en la mesa mirándole de reojo, Aioros le sonrió de forma tranquilizadora pasando una mano sobre su hombro para después alejarse lentamente para tomar aquello que debía llevar.

— lo sé, pero debo hacerlo… me marchó, volveré antes del amanecer

Capricornio olía a flores aquella noche, producto del visitante anterior, el olor se mezclaba con el aire helado de la noche mientras se acercaba a una de las habitaciones con la luz encendida.

— hay comida sobre la mesa— la voz del décimo se escuchó apática, mientras aquel hombre le daba la espalda con una camisa blanca y holgada que le llegaba hasta debajo del muslo mientras lavaba sus platos— me daré una ducha y me iré a la cama

Aioros dejo la bolsa aún lado en la barra, mientras se sentaba a la mesa sintiendo el corazón latiéndole en los oídos, se fijó en las vendas en sus brazos y recordó cuando el mismo cambiaba los vendajes de un joven cuyo asentó español resultaba enternecedor al hablar griego.

— ¿ha cerrado? — el peliverde se giró asustado por la voz, sus ojos de olivo le miraban a la par que se pegaba al mueble, sus labios abiertos mientras que ocultaba la mano herida de forma involuntaria, como aquel niño que ya no existía— tu herida

— ¿Qué haces aquí?

— cambie de lugar con Aioria… ¿Ya curo?

— si…está cerrada— su mano derecha paso por la venda, se esforzó por darse la vuelta para continuar con los platos que habían quedado a medio lavar, para evitar mirarle a la cara— ¿Por qué estás aquí?

— te debo una disculpa

— no me debes nada, ya te lo había dicho esto…además… esto me lo hice solo…

— ¿Por qué lo hiciste?

— ¿por qué me ayudaste?

— no iba a dejar que te desangraras— eso no tenía sentido había lanzado un ataque a traición hacia él, le había roto varias costillas orillándole quizás a aquella locura quién sabe si de no ser por Shion y Milo hubiese acabado con él, sus labios temblaron mientras se acercaba—  Capricornio… no es digno de un guerrero atentar contra su vida

— no soy nadie que puedas considerar digno— dijo mientras se apartaba, cerrando la llave mientras secaba sus manos en sus pantalones— si no estás aquí para acabar con esto

Sus ojos finalmente se encontraron con los suyos, entre los sombríos rasgos de la cabra noto una pizca de dolor que apenas se ocultaba entre sus ojos vidriosos.

— márchate por favor

— no puedo hacerlo… nada cambiará si sigo huyendo de ti, para ninguno de los dos— miro la silueta al lado del lavado, ya no se veía tan enfermo, pero si terriblemente triste— no si tú también huyes de mi

— ¿entonces qué quieres que hagamos?

— quiero que hablemos sobre eso

— sobre cómo te mate, Aioros— tomo aire aferrándose a las vendas— nada de lo diga cambiará lo que hice, Aioros ambos sabemos que lo único que nos liberará de esto es la muerte, mi muerte

— ¿por qué estás tan seguro?

— por qué no soy idiota Aioros, se cómo me miras, como huyes de mi ni siquiera puedes decir mi nombre… aquel ataque dejó claro tus verdaderos deseos y esto— levanto su brazo vendado— los míos

— te mataras

— Aioros vete por favor, no necesitas esto

— no voy a dejar que lo hagas, Shu… Shura

Dos gruesas lágrimas cayeron por las pálidas mejillas del moreno, habían estado acumulándose por tanto tiempo y hoy finalmente se habían desbordado.

— no es necesario que sientas culpa, esto… me lo busque yo mismo, solo tienes que mirar a otro lado y mañana desapareceré de tu vida para siempre… el único culpable soy yo

— no lo eres ¿Te parece bien que tengas que pagar tu por lo que hizo alguien más? — alguien más había dañado su relación para siempre había sido Saga, o Arles o aquella oscuridad en el alma del santo de géminis, lo sabía pero insistía en desquitarse con él, acercó su mano a aquel rostro y la respiración de la cabra se cortó como si apresara su garganta— no es tu culpa, no te culpo por ello… no te odio… solo me das miedo…

El menor cerro los ojos, la presión de aquel lento parpadeo vertió un par de lágrimas más que mojaron la palma de su mano, el santo de Capricornio se mordió los labios mientras su cuerpo temblaba y Aioros no sabía aún si aquellas palabras le dolían más o menos, pero al verlo así temblando como una hoja de otoño pensó en lo frágil que era aquel hombre ahora y que de todas las personas en el santuario este probablemente sería el último en levantarle la mano.

— no podemos seguir así— junto su frente con la suya, respirando con calma— quiero perdonarte, necesito hacerlo Shu…

— no lo merezco

— quizás no… pero no quiero que por ello te mueras

— estará bien si muero en tus manos ¿Entonces? — se apartó acariciando apenas los brazos musculosos de su compañero— estoy dispuesto a ello Aioros

Se puso delante de él con los brazos abiertos, tan indefenso como lo estuvo el griego hace tantos años atrás, el delegado cuerpo de su vecino parecía decir en sus gestos que aquella era la única forma de que esa trágica historia llegará a su fin.

— por favor te lo suplico… Aioros, termina con esto

Le miro largamente esperando encontrar una excusa para no arrojar contra aquel hombre todo su miedo y rencor, miro en el santo de Capricornio a un animal herido clamando por su muerte después de una incesante enfermedad.

— Aioros… gracias por esto…

¿Qué más podía hacer? se mordió el labio mientras soltaba una flecha en su dirección con el corazón en la garganta, escuchó un quejido de los labios finos del español.

La flecha había caído a sus pies, justo en aquella diminuta sombra que se formaba como un charco negro a los pies del guardián de aquel templo. Nunca hubiese caído en una técnica como esa en el campo de batalla, pero en esta ocasión estaba tan dispuesto a recibir aquel proyectil, sus ojos se elevaron hasta su rostro esperando una explicación.

Aioros se acercó a él pasando los dedos por sus mejillas pálidas a sabiendas que este no se podía mover de su sitio.

— Aioros

— creo que… no puedo hacerlo

Los ojos del español se cerraron, estaba absolutamente derrotado en una batalla que llevaba años perdiendo, que cuándo creía estar apuntó de encontrar un poco de alivio se precipitaba hacia el barranco de nuevo.

Unos labios se colocaron en su frente con cariño, el nudo en su garganta era asfixiante no se atrevía a abrir los ojos temiendo que la frustración fuera más de lo que estaba dispuesto a soportar.

— en momentos como estos— Aioros paso los dedos callosos por su cuello— todo parece como antes… te acuerdas cuando te peleabas con Death mask y el patriarca los regañaba, siempre te ponías tan rígido para evitar temblar

Ese niño aún estaba enterrado ahí entre toda es culpa, aplastado por las malas decisiones más allá del asesinato que se vio forzado a cometer a tan corta edad.

— ahora estás temblando ante mi… estabas tan seguro de merecer un castigó hace unos minutos

— Aioros esto no es…

— no lo es… pero… no quiero matarte… cometí un error, pero me niego hacerlo de vuelta y tampoco tú lo harás…pero si insistes en ser castigado— sostuvo la barbilla del menor entre sus dedos obligándole a mover su rostro hacia el para ver aquellos ojos sorprendidos— Shura… has crecido bastante ¿Verdad?

Presionó su boca contra los labios de aquel, los ojos del menor se abrieron mientras Aioros se forzaba su lengua dentro de la del menor, acaricio su paladar con lentitud, sintiendo como el otro temblaba más allá de su técnica.

Se apartó dejando un fino hilo de saliva uniendo sus bocas mientras las mejillas pálidas se le ponían rojas, la sorpresa y la vergüenza en aquellas facciones le hizo sentir un hormigueo de satisfacción que negaría toda su vida.

— Aioros… no…

— ¿Lo odias? — pregunto a su oído, sus manos delinearon su cintura forzándolo en su dirección.

— no es eso

— ¿entonces? — mordisqueo su lóbulo tirando suavemente de este causando que el otro se quejara por el trato brusco— ¿puedo seguir?

No espero que el otro respondiera o se quejara por su atrevimiento, sosteniendo aquel rostro presiono su boca contra la del ibérico, mordió sus labios y le beso hasta que sintió que su boca se entumía, que la saliva que llenaba su paladar era más del contrario que propia.

Se apartó pasando los dedos por el cuello delgado del español, sentía su pulso agitado y la forma en que pasaba saliva con dificultad por su pequeña sesión de besos. Le sonrió divertido presionando un poco su manzana de Adán para sentir cada pequeño suspiro de esa boca que le miraba con los ojos turbados.

— quitaré la flecha y llevaremos esto a tu dormitorio… ¿Está bien?

Probablemente no lo estaba, Aioros tenía la sensación de que cuando aplastara aquella flecha tendría el filo de la espada en su cuello, pero si eso pasaba está vez se defendería tendrían un combate, uno de verdad, y uno de ellos se libraría de esto finalmente.

Shura puso distancia en cuanto fue liberado, sus manos en su boca mientras sus ojos se fijaban en el como un animal asustado que estaba listo para salir corriendo en cualquier momento. No pelearía, Aioros lo supo cuando desvió la mirada al suelo, el residente del décimo templo le guio hasta su habitación sin decir ni una palabra con la mano cubriendo su cuello y sus dedos temblando a la par que pensaba en lo que iba a ocurrir a continuación.

— no sé muy bien que pretendes Aioros…

— yo tampoco lo sé, solo se siente inapropiado hacerlo delante del altar a nuestra diosa

Shura ni siquiera se había percatado de aquel detalle sus sentidos habían estado tan centrados en los besos insidiosos de su vecino para siquiera tomar en cuenta aquellos detalles. Era reprochable lo bajo que había caído y lo peor es que cuando se trataba de su ex-amigo estaba dispuesto a arrastrarse más en el fango. Empujo la puerta para adentrarse en su austera recamara dejando que el castaño se metiera en su intimidad como antes, las sábanas y el colchón habían sido cambiadas por lo que se adelantó para ir ahí sentándose en espera de que el otro dijera o hiciera algo.

Aioros por su lado no perdió el tiempo en las indagaciones de si sus acciones estaban bien o mal, cuando besaba al de cabellos oscuros se empoderaba un poco, en dos zancadas cruzó el espacio que le separaba del ibérico y lo empujó hacia la cama colocándose delante de él para sacarle el aliento a besos y quizás otra cosa.

 …

Había recostado su pálida desnudes contra las mantas ya algo revueltas, su pecho subía y bajaba con cierto frenesí, el español sentía ya un nudo en su estómago y le miraba entre las pestañas empapadas, sus labios enrojecidos dejaban escapar suspiros cada que la mano caliente del griego acariciaba su carne, más abajo Aioros vio el mástil rígido cuya cabeza hinchada rogaba por atención pero más allá de ello se maravillaba de los hermosos pilares que eran sus piernas, abiertas todo lo que podían, a modo de invitación, eran como el arco del triunfo dándole la bienvenida a la ciudad prohibida.

Gloriosa sería la entrada del griego en la tierra del ibérico, acomodado sobre el como una amenaza latente el castaño le dedicó una última sonrisa antes de presionar su cabeza contra el estrecho canal de su compañero, los bordes del umbral se resistieron un momento, pero terminaron por ceder ante la fuerza del ataque un grito de dolor y los dedos del pálido hombre se aferraron a las mantas en busca consuelo. Aioros no pensó demasiado en las pequeñas muestras de malestar del contrario estaba absolutamente abrumado por la sensación aterciopelada que le daba cobijo a sus más bajos instintos, un suspiro escapo de su boca cuando estuvo complemento dentro del templo de aquel hombre que aún sin acostumbrarse a su invitado pronto tendría que lidiar con sus embistes, el griego no era tan cruel como para empezar con violencia por lo que se limitó a moverse con calma, marcando el mismo vaivén de una ola que hacía gemir de placer a capricornio cuando su cabeza tocaba aquella cresta en el interior del más joven.

Aumentó la velocidad sintiendo como si una ola de calor se expandiera por su vientre subiendo por sus extremidades y acumulándose en su herramienta hundida, se mordió el labio concentrando sus embistes en el pelinegro que maldecía mientras arqueaba la espalda.

— oh no, aún no es el momento— con un gruñido sostuvo el falo erguido de aquel cabrito enloquecido, presiono la uretra evitando que sus fluidos salieran de esta— no puedes ir sin mi…

Busco su boca fundiéndose en un beso profundo mientras se sacaba aquella diadema de los cabellos, la cinta roja fue atada con fuerza a la longitud del moreno causando alguna mueca de dolor.

— te queda bien— tiro de su labio inferior arrancando un nuevo gemido de su boca, Shura se sentía incómodo, se removía bajo de el sin tratar de escapar, pero haciendo que su posición le llevará un poco más lejos de el— a donde crees que vas

Tiro de sus piernas con brusquedad, aferrando sus dedos a los pilares de alabastro para abrirlos para él, Shura era muy flexible y aquello le encantaba sus piernas cedían a sus empujes, podía hacer palanca con ella para moverse rápidamente buscando un placer que nunca había llegado a sentir y aquellos gestos en el rostro de su vecino hacían mucho mejor todo aquello.

Su asesino temblaba y lloraba mientras él lo follaba sin miramientos.

— me gustas Shura…

— Aioros

Sostuvo con rudeza su pierna derecha para tirar de ella y hundirse tan adentro que podía verse sobresalir ante su delgadez. Sus ataques perdieron su ritmo, pero no su potencia mientras se dejaba arrastrar en un orgasmo que presionó hasta el límite a su compañero que grito sin pudor hasta que su interior estuvo completamente cubierto con el semen.

— me duele… déjame… por favor

— ¿crees que lo mereces Shura? — le miro entre la bruma de deseo saliendo de el para ver de primera mano el desastre que había hecho. Sus ojos se alzaron a ese rostro plagado de lágrimas que le daban una respuesta— entiendes ¿Verdad?

Dijo alejándose para besar su frente y acomodarse a sus espaldas en su cama, estaba cansado, bostezo contra su oído dibujado con los dedos las cicatrices del menor propias y ajenas.

— solíamos dormir juntos cuando Aioria tenía pesadillas

— Aioros… por favor déjame…

— pasará… puedes devolvérmelo mañana— arrastró la manta para cubrirlos— duerme Shura

— pero… necesito

— no… no puedes…

— Aioros… yo…

— podemos superarlo— dijo abrazándole contra sí, su pecho presionado contra la espalda del español— mañana todo cambiara, solo tenemos que esperar… y permanecer tan juntos como ahora

Al final una espada no sería un problema siempre que permaneciera dentro de su funda.

Chapter 15: Temperature play

Chapter Text

A El Cid le gustaban las actividades físicas, especialmente aquellas que implicaban salir de la ciudad y adentrarse en la naturaleza, no quedaba claro si era el olor fresco de la hierba o la amplitud del cielo de la que uno es más consiente cuando las luces de la ciudad se lo comen todo, cuando el moreno corría por laderas o subía alguna montaña todo su cuerpo se relajaba e incluso era más frecuente ver esas pequeñas sonrisas que se filtraban en el viento y que clase de novio no se sentiría la feliz por lo que haga feliz a su pareja.

Aún que Sísifo era más del tipo hogareño, de esos que pasan sus días libres en casa con una cerveza y algún libro en su regazo, no dudaba en acompañar a su pareja de excursión de vez en cuando, pero siempre había sido como ser arrastrado a una aventura que le dejaría los músculos hechos polvo, y nunca antes él había tomado la iniciativa.

— ¿un viaje? — la noticia parecía intrigarle, su taza de chocolate caliente se detuvo a centímetros de sus labios, sus oscuros ojos se fijaron en su novio quien sonreía completamente emocionado.

— será solo un fin de semana, Ilias me dijo que puedes obtener una excelente vista desde la cima

— no lo dudo— su taza finalmente bajo— pero tendremos que quedarnos en la intemperie, es invierno ¿Estarás bien con eso?

— El Cid no soy tan delicado, mi hermano me llevaba cuando era más pequeño junto con mis amigos —puso su mano sobre la mesa esperando que el otro la tomara— el cielo en invierno debe ser maravilloso, además iremos bien abrigados y es una ruta marcada, en esas condiciones incluso yo puedo seguirte el ritmo

— lo sé…— suspiro mientras unía su mano con la de su pareja dedicándole una pequeña sonrisa que dejaba en claro que no estaba seguro de aceptar— déjame pensarlo ¿sí? Ahora debo volver al trabajo…

Se puso de pie bebiendo rápidamente lo que quedaba en su taza y se acercaba al rubio para despedirse con un beso con sabor a chocolate y canela que hacía que el corazón del griego se calentará de sobremanera.

— hoy pago yo… envíame los detalles del viaje

— ¿nos veremos esta noche? — pregunto mientras se giraba para verle en la caja, el otro levanto el teléfono para dar a entender que todo dependería del tiempo, que le llamara después.

Dos meses de investigación y planeación llegaban a su fin, había pedido ayuda a su familia y amigos para escoger el lugar ideal, aquel que sería su lugar para siempre, el comienzo de una vida juntos cuando lo pensaba su corazón empezaba a latir con furia y una sonrisa se forzaba en sus labios agradecía que la bufanda tapara sus facciones.

Todo sería perfecto: una subida hasta aquel claro donde verían las estrellas y tomarían algo caliente mientras se acurrucaban juntos, se harian cariñosos halagos en voz baja y cuando El Cid estuviera lo suficientemente ruborizado en sus brazos le haría la pregunta. Podía imaginar la forma en que sus ojos brillarían, la forma en que sus manos temblorosas serían incapaz de colocar el símbolo de su amor, sería el final de años de incesante coqueteo y juego previo, el tan ansiado siguiente paso.

La puerta se abrió y cerró con fuerza cuando El Cid se deslizo en el asiento del copiloto frotándose los brazos con sus manos enguantados.

— no hay forma— tomo su termo de café caliente llevándoselo a los labios— el camino está cerrado

— pero… ¿por qué?

— un deslizamiento de tierra— un nuevo sorbo, Sísifo sentía que las lágrimas de frustración se acumulaban en sus ojos— hay un hotel cerca si damos la vuelta en el siguiente desvío… ¿Paso algo?

— n… no… solo… es una lástima…

— quizás podríamos hacer parte del sendero mañana, no está todo perdió

— pero el campamento— se quejó el rubio, su pareja puso su mano en su hombro sobando su brazo abrigado con una sonrisa

— habrá otros más

No quería que ese campamento fuera uno más, pero no podía decirle bajo la cabeza mientras afirmaba con la cabeza y desviaba su camino mientras su pareja trataba de consolarlo con una ruta alterna para el día siguiente sin saber que cada comentario le hundía más en la desesperación.

El hotel era muy bonito, rústico y con un toque hogareño que era lo que le gustaba al rubio, seguramente El Cid había investigado en caso de emergencias, abrió la puerta para salir del vehículo, sus pies se hundieron en la nieve mientras el bajaba su maleta.

— iré a registrarnos ¿Está bien?

— sí, fumare un cigarrillo

— no te quedes mucho tiempo fuera… es muy frío— dijo mientras se echaba a la espalda su equipaje y el de su pareja dejando dentro del vehículo la casa de acampar— te espero dentro

Sísifo debía calmar sus emociones, la terrible sensación de saber que todos sus planes habían caído en desgracia por alguna burla de la madre naturaleza, debió siquiera pensar en un plan B para no poner todas sus esperanzas en lo que ahora se sentía como una torre de naipes. Aspiro de su cigarro sintiendo el humo llenarle los pulmones, adormeciendo su ansiedad mientras veía el paisaje blanco que le rodeaba, el aire frío le mordía las mejillas y las manos desnudas.

La nicotina y la nieve que se acumulaba en sus hombros y cabello finalmente le calmaron lo suficiente como para adentrarse en el hotel: el calor que despedía el lugar era agradable, el aire olía a cedro y la gente charlaba con calma en algunas mesas cercanas a las enormes ventanas que iba directo a los bosques.

— disculpe… cuál es la habitación de El Cid de Vivar

— su acompañante supongo ¿me podría dar su nombre?

— claro, Sísifo Saggita

— está bien— reviso su libro antes de darle una de las llaves—firme aquí... habitación 10, subiendo la escalera es la primera de la derecha

Agradeció en voz baja antes de subir por las escaleras indicadas dejando detrás las voces suaves del primer piso donde todos parecían mil veces más alegres que él, debía calmarse y pensar en lo bueno que era pasar tiempo con su novio. Giró la perilla mientras se adentraba en la cómoda habitación donde su español ya le esperaba con la calefacción encendida y una sonrisa aún más acogedora.

— ¿Estás bien?

— perdón… No era mi intención preocuparte— sonrió mientras avanzaba hacia el con una pequeña sonrisa en los labios, El Cid extendió su mano hacia el para llevarlo a uno de los pequeños sillones que había en una esquina cerca de una ventana— ¿estás cómodo?

— estás cosas pasan de vez en cuando, la naturaleza es impredecible— le beso la frente mientras le empujaba a su asiento pidiendo su abrigo— me gusta, es bastante cómodo y tenemos una bonita vista del bosque, ya pedí la cena, me daré una ducha en lo que llega

— claro…— tomo el menú mientras el moreno se alejaba al cubículo del baño.

— pedí vino y unas cervezas

— sí, gracias— parpadeo mirando su silueta en la puerta— justo lo que necesito

— lo sé— una última sonrisa antes de desaparecer en la puerta—cámbiate la ropa o vas a pescar un resfriado

Verle bastaba para que las sombras se dispersaran, el calor que manaba de su cuerpo apoyado en su costado, el olor de su shampoo y esa sensación de escalofrió que sacudía su cuerpo cuando sus ojos se encontraban simplemente le habían sentir demasiado bien.

La comida caliente ayudo a contribuir a su estado de ánimo, con el estómago lleno y la mente flotando en una nube de ebriedad, estaba más dispuesto a disfrutar de una noche con quién sería en un futuro su esposo aún que el aún no lo sabía. Paso su mano por debajo de la camisa oscura del moreno que se retorció un poco por el frío tacto de las manos heladas del rubio que tiraba de el para que se sentara en su regazo, acortando más la distancia casi nula de sus cuerpos.

— deberíamos aprovechar que estamos aquí

— ajá— El Cid sonrió con su copa de vino presionada contra sus labios, bebió con tal elegancia que verlo era suficiente para nublarle el juicio.

— eres tan bonito

— creo que eso debería decirlo yo— El Cid tomo la lata a medio beber del castaño y lentamente la dejo en la mesa mientras el seguía consumiendo su preciado licor— tienes este hermoso cabello rizado, unos ojos preciosos y… unos labios que realmente me vuelven loco

Sus bocas se rozaron un momento sin terminar de unirse en tan preciado beso, Sísifo aguanto la respiración mientras miraba la boca delgada de su pareja tan a su alcance, pero al mismo tiempo lejos de sí.

— ¿solo eso?

— ¿Quieres más?

— puedes darme más— acercó el rostro para fundirse, pero el moreno se alejó para beber de su copa en un acto de rebeldía que hizo sonreír al rubio— ¿Estás tan ebrio que te parece bien jugar conmigo?

— quien sabe

Sísifo negó con la cabeza mientras se estiraba por su cerveza, su mano izquierda aún se posaba bajo la camisa del más joven quien parecía acostumbrarse a la sensación de la piel ahora tibia. Fue un movimiento rápido, no había lugar para la duda cuando subió la tela holgada y coloco el frío cilindro contra la columna del moreno que se retorció en su regazo teniendo que escoger entre cuidar el vino o cuidarse a sí mismo.

— Sísifo— regaño mientras se sostenía de sus hombros con todo el licor vertido sobre su camisa y parte de sus pantalones.

— eso te enseñara— beso su boca con descaro— a no jugar conmigo así…

— debo cambiarme

— no es necesario… planeo que pronto lo único que tengas sobre ti sea yo

El Cid se rio por sus palabras dejando su copa a un lado y tomando la cerveza en su lugar para darle un largo trago y luego besar con furia aquellos perfectos labios que llevaban media tarde tentándolo. El licor se deslizaba por la comisura de los labios mientras que sus lenguas se enredaban una alrededor de la otra, los delgados dedos del español tiraban de los perfectos risos y las manos más traviesas de Sísifo alzaban la tela con descaro para deshacerse la camisa del contrario.

— no sé qué me pasa cuando estoy contigo— jadeo El Cid cuando se tuvo que apartar para que su camisa saliera por su cabeza dejándole total expuesto— siempre termino dejándome llevar

— ¿eso es malo? — un nuevo beso les dejo sin aliento mientras lo pegaba más a el— a mí me gusta

— nunca dije que a mí no— un beso corto y El Cid ponía todas sus atenciones en los botones de la camisa del contrario— Sísifo… me gustas mucho

— sabes que te amo

— y yo a ti

Se sonrieron con las mejillas enrojecidas, ambos se sentían un poco como dos adolescentes y de algún modo era agradable saber que aquello que siempre había anidado en sus pechos no había cambiado en todos esos años. Y esperaba que siguiera igual por mucho tiempo más, sus labios volvieron a encontrarse nuevamente está vez de forma muy lenta. Sísifo paso su mano por su mejilla mientras se separaba con calma para mirar los hermosos ojos de su novio, aquella mirada de acero se ablandecía cuando le miraba, el cariño incesante que albergaba aquel pecho era reconfortante: sin duda quería pasar el resto de su vida a su lado.

Las manos del griego atraparon su cintura, lo acerco más sin perder ni una sola oportunidad para besar sus delicados labios, El Cid no opuso resistencia mientras se dejaba llevar por aquellas muestras de cariño apenas gimiendo cuando los dedos hábiles del mayor se deslizaban sobre uno de sus pezones.

— estas helado— murmuro el de cabellos oscuros mientras se acomodaba de mejor manera quedando a horcajadas en su regazo.

— no soy bueno con el frío, lo siento— su mano se deslizo por su espalda haciendo que el otro se tensara incomodo— tu tampoco pareces disfrutarlo

— el frío está bien… tus manos frías tocándome… no sé si me convencen

Sísifo rio ante aquel comentario, quien diría que alguien tan "resistente" podría ser tan quisquilloso con la temperatura, sus dedos siguieron tocando la carne tibia sin detener sus besos, se deleitaba en las muecas que hacia el contrario cuando sus dedos tocaban una parte que aún no se había acostumbrado a la frialdad de sus manos.

La forma en que El Cid relajaba los hombros le hizo saber que estaría muy cerca de tener una noche bastante afable, sonrió mientras su novio se frotaba contra el con los ojos cerrados y los labios abiertos dejando escapar sus sonidos más obscenos, como no tener pensamientos malvados cuando aquella hermosa criatura se acariciaba contra sus piernas.

Estiró una mano hasta la bandeja del vino, sintió el hielo quemarle la punta de los dedos mientras tomaba en sus manos un pequeño cubo de hielo sin perder de vista la hermosa actuación del extranjero.

El Cid se precipitó hacia delante para huir de la sensación, su torso se pegó más a él entre quejas y una maldición en su lengua natal, aquella reacción fue tan maravilloso que Sísifo no aparto la mano hizo que aquel cubo de hielo bajara por su columna haciéndole gemir cuando llegó a la espalda baja presionándose hasta que solo quedará agua que cubría sus músculos.

— eso fue muy lindo

— Sísifo— el gruñido del español le hacía saber que él no compartía esa idea. Que podía hacer cuando se sentía tan inusualmente travieso, sin dudarlo el rubio se puso en pie sosteniendo sus muslos para llevarlo en esa posición hacia la cama.

Sísifo era fuerte, pero no tenía la resistencia de su contraparte, un par de pasos y estaba más cerca de caer que de dejar suavemente al menor en su lecho, El Cid se rio cuando sintió el peso del mayor, paso los dedos por sus mejillas.

— fue una pésima idea dejar el gimnasio

— calla— un beso demandante impidió otra burla de El Cid que se dedicó en los siguientes minutos a retorcerse bajo el cuerpo de su amante, gimiendo apenas cuando el rubio le dejaba espacio para respirar

— no… no olvides los condones

— lo siento no traje— lo cual había sido un error, Sintió las manos cálidas del español guiando su mirada hacia él.

— en mi maleta, en la bolsa del interior hay un paquete, lo compre antes de venir— un beso suave contra sus labios y el moreno se alejó para acomodarse mejor en la cama— rápido… no quiero perder el ritmo que llevamos

Sísifo se quedó anonadado de la calma con la que hablaba su pareja, susurrando con una voz ronca cargada de un deseo que le hacía nudo el estómago, no quería apartarse de él deseaba dejarse llevar con aquel calor que se expandía por su cuerpo. Tomo aire para obligarse a poner distancia, sonrió mientras el ibérico se despojaba de aquel pantalón sin mirarle.

— eres un provocador— murmuró para sí mismo, mientras se alejaba para tomar los preservativos que le había indicado el moreno, podía sentir su mirada aguda en la espalda mientras rebuscaba en las pequeñas bolsas hasta dar con aquella cajita— es mejor que estés listo

Se giró para verle en toda su gloria, piel de alabastro finamente moldeado cada musculo bien definido, trabajado y embellecido de formas inimaginables, Sísifo sonrió sin dudar mientras miraba como el moreno colocaba una almohada en su espalda baja.

— puedes subir un poco más la calefacción

— no sabía que eras tan delicado con el frío

— no me gusta estar desnudo cuando hace frío

— delicado— dijo a modo de burla

— puedo vestirme de vuelta

— solo estoy jugando

Levanto las manos mientras iba hacia el calefactor mirando la cubeta de hielos a su alcancé, una pequeña travesura se deslizo en su mente y sin pensarlo lleno un vaso con aquellos pequeños cubos.

— ¿a 30 está bien?

— supongo

Volvió mientras ocultaba el vaso en su ropa, acercándose al moreno de nuevo.

— ¿olvidamos algo más? ¿Lubricante? ¿Agua? ¿Cerrar la puerta?

El Cid negó con la cabeza, sus brazos atraparon el cuello de su amado para atraerlo y besarle, una risita escapó de ambas bocas mientras Sísifo se deshacía de su pantalón necesitaba un poco de alivio en esos momentos, pronto sintió como las manos de su novio bajaban para ayudarle, dedos ágiles le liberaron de aquella pudorosa prisión sin dudarlo ni un minuto el español sostuvo su eje entre sus manos comenzado sus caricias dejando que Sísifo se dedicara a disfrutar.

El Cid no le quitaba los ojos de encima, el violeta de sus orbes se fundía en el azul cielo de los ojos del griego que parecía empeñado en comérselo vivo. Un grito salió de los labios delgados del moreno cuándo aquellos hielos fueron vertidos sin piedad sobre su abdomen, todo su cuerpo se contrajo por el frío que hasta era difícil respirar.

— maldita sea

Sísifo sostuvo sus muñecas con fuerza, obligándole a permanecer en la cama mientras el moreno trataba de rehuir el contactó frio.

— es solo hielo— dijo buscando su boca, pero el moreno giro la cabeza, claramente enojado— dios, El Cid, te he visto zambullirte en el mar en pleno diciembre

— Sísifo quítate de encima— empezaba a sentir como el hielo empezaba a quemarle, hizo un intento de patearlo, pero desde la posición en la que estaba era demasiado complicado, su novio le obligó a subir los brazos hasta que pudo sostenerlos con una sola mano.

— mira es solo agua congelada— tomo uno de los cubos para subirlo por el esternón blanco del otro, El Cid aguanto la respiración mientras que aquel pedazo de hielo se acercaba a sus pezones que se erguían incómodamente— se derretirá solo espera

— Sísifo— un gemido escapo de sus labios cuando el rubio empezó a hacer círculos alrededor de su aureola con el cubo helado, su estómago se contrajo incomodo mientras sentía pequeñas punzadas de dolor en su pecho— está helado… para…

Se sentía como si el frío se extendiera por debajo de su piel, como pequeños aguijones que se abrían paso bajo su torso entumecido, Sísifo insistía en tocarle con aquellos hielos dibujando en su piel líneas húmedas mientas El Cid cerraba los ojos incómodo tratando de acostumbrarse a aquel ir y venir de caricias heladas, su respiración se empezaba a regular igual que su erección que descendía, la calma aparente no se podría mantener por mucho tiempo cuando el gringo estaba cerca y menos cuando su espíritu travieso salía a flote con tal ímpetu.

Unos minutos de descuidó, de calma aparente, sería la perdición del moreno que se agarró a las sábanas sin aliento cuando Sísifo deslizó uno de los hielos por su glande haciéndole soltar un grito sordo, sus ojos oscuros se fijaron en el rostro del hermoso hombre entre sus piernas que le dedicaba una de esas sonrisas que parecía decirle "voy a joderte, y no tienes forma de evitarlo" sus ojos se abrieron con sorpresa cuando el hombre se metió aquel hielo a los labios y con esa sonrisa que hacía que el mundo interior de El Cid ardiera engullo su falo.

La sensación fue abrumadora, el calor y el frío pronto le tuvieron viendo estrellas, cuando el pequeño cubo de hielo se derretía Sísifo buscaba con los dedos un remplazo sin perder una sola succión del falo de su novio que no pudo evitar doblarse de placer aferrándose a sus rizos mientras su cuerpo se tensaba al borde del abismo.

Sísifo se apartó para ver su trabajo, los ojos empañados de lágrimas del moreno le decían que iba por buen camino.

— espera aquí… traeré más

— no… no más…— extendió su mano hacia el para que la sostuviera— hagamos lo de siempre… por favor…

El vaso estaba lleno de nuevo, el griego había tirado de su pareja hasta el borde de la cama dejando sus miembros inferiores fuera del colchón mientras él se arrodillaba entre las poderosas piernas para llenaras de besos y caricias. Pasó el primer hielo por su pantorrilla subiendo con lentitud, podía sentir la mirada ansiosa de su novio más allá, sus muslos temblaron cuando la frialdad llegó a la parte trasera de su rodilla, todo él se estremeció y Sísifo tuvo la sensación de que de no ser por su soporte el moreno se hubiera desplomado en el suelo.

Subió más deteniéndose para dejar pellizcos y mordidas en alguna zona específica en los muslos, su falo erecto se emocionada al ver las marcas rojas en sus muslos, quería follarselo pero también quería descubrir que tan lejos podía llegar con sus juegos previos. Muy lejos, era la repuesta, cuando terminó sus muslos pálidos estaban llenos de marcas rojizas que en unos días serían moretones, beso con especial cariño su cadera dedicándole una mirada a su novio que parecía perdido en sus gestos, sus manos estaban aferradas a las sábanas y su cuerpo tan tenso que daba la sensación de que se rompería.

— Sísifo… por favor

— ya terminó— sonrió mientras tocaba los bordes sueltos que tanto conocía, vio el deseo inflar el pecho de su amante y sus ojos cerrarse con deleite cuando su índice se adentró en el moviéndose hacia el punto exacto que causó que El Cid se mordiera el labio y se pusiera de puntitas.

— maldición ahí…

— lo sé— apreso su falo con su mano libre mientras empezaba a besarle el vientre dejando que su cálida lengua que se sentía como un alivio en la piel erizaba del pelinegro. Sísifo conocía todos los secretos de aquel cuerpo, sabía qué hacer para tenerlo temblando y ahora estaba seguro de que El Cid no le pondría trabas a experimentar más.

— Sísifo… te necesito… a…— un grito de sorpresa cuando otro dedo se abrió paso en su estreches— a… adentro… maldita sea… Sísifo

Los dedos le dejaron cuando el líquido pre seminal empezó a emanar de su falo, los músculos se relajaron un momento mientras esperaba la siguiente inserción, los ojos de amatista se cerraron mientras intentaba calmar su respiración, Sísifo miro como el moreno los abrió cuando aquella superficie fría beso su entrada.

— no

— es solo agua— empujó un poco más y El Cid le miro aterrado— estarás bien, confía en mi

Un beso en la boca del menor y el rubio no tuvo piedad en lo más mínimo mientras empujaba del todo aquel hielo en sus entrañas, la mirada de pánico del moreno era deliciosa Sísifo no perdió el tiempo pues su erección ardía como el infierno: la sensación no tenía nombre.

Suaves paredes le rodeaban, cálidas y húmedas mientras su punta sentía el cubo de hielo abriéndole paso como un escudo, su novio gemía con las uñas clavadas en sus hombros mientras los embistes se volvían más profundos y violentos, mientras ambos sentían como una punzada de placer le invadía el vientre con fuerza crispando los sensibles músculos de su abdomen Sísifo no perdía ninguno movimiento de muñeca para llevar a su compañero hasta los límites, un ruidoso orgasmo lo apreso por completo mientras aquel líquido frío de mezclaba con el cálido calor de sus pasiones.

El cuerpo de Sísifo se dejó caer sobre el moreno que respiraba con dificultad mientras se dejaba abrazar por el primero.

— olvidaste ponerte el condón

— sí, lo siento…

Beso su frente, si había más reclamos El Cid no los hizo, adormecido por el esfuerzo o las emociones de aquella velada se acomodó en los brazos bronceados del mayor durmiendo con calma a su lado.

Sísifo se removió al sentir aquel ardor contra su pecho, sentía como si un hierro ardiente se prisionera en su piel, abrió los ojos en la penumbra de la noche escuchando la respiración agitada del moreno a su lado.

— ¿El Cid?

Tomo su hombro notando el calor emanar de él, un calor anormal, su brazo se extendió para buscar el interruptor de una lámpara, miro el rostro incómodo se su novio y paso las manos por sus mejillas enrojecidas.

— ¿mmmmmm?...

— El Cid tienes fiebre

— mmm— sus ojos se abrieron apenas, un escalofrío le recorrió la espalda y se cubrió más pese a la fiebre

— iré a conseguir algo de medicina espera aquí

— es media noche Sísifo— murmuro con la voz cascada.

— alguien tendrá que estar en recepción— paso sus manos por su cabello— ya regreso.

Apuro sus pasos por las escaleras hacia la ligera luz de la recepción, una joven de cabellos sueltos jugaba con su teléfono en la oscuridad y apenas levanto los ojos para verle.

— disculpe… hay alguna farmacia cerca… ¿necesito algo de paracetamol o ibuprofeno?

— no… la más cercana está a quince minutos…pero con la nevada las calles estarán cerradas hasta mañana a las cinco— la joven le miro, los ojos azules de Sísifo parecían desesperados— pero creo que tenemos alguna en el botiquín… deme unos minutos, voy a necesitar que firme

— si no hay problema

Una vez con las pequeñas pastillas volvió a la habitación, El Cid había vuelto a caer dormido o inconsciente, se acercó a la pequeña estufa para calentar agua pensando en que quizás eso fue por el estúpido juego con los hielos. La tetera silbo y el moreno casi salta de la cama a causa del agudo ruido.

— lo siento… te preparo un té, ya casi esta— sirvió el líquido en una de las tazas que habían traído para acampar mientras su compañero se acomodaba en la cama cubriendo su desnudez con los gruesos cobertores— te pasaré un abrigo… lo siento esto fue mi culpa.

Le ofreció la taza abrazando el enorme bulto de mantas en las que se había convertido su novio. El Cid coloco su cabeza contra su hombro mientras soplaba el líquido, encogiéndose hombros.

— había tenido síntomas desde hace varios días…

— ¿Como? ¿Por qué no me dijiste?

— estabas emocionado por el viaje— sonrió mientras miraba el lugar— no quería arruinar la incursión

— dios que viéramos hecho si te ponías así en medio de la nada

El moreno se encogió de hombros, mientras Sísifo bufaba por la situación.

— por lo menos debiste decirme

— lo cancelarias

— claro que si — gimió mientras el joven de cabellos oscuros se bebía el té— y no te viera hecho eso…

— te vieras detenido por completo, sin mencionar que te preocuparías demasiado— otro sorbo de té— solo es un resfriado

— estás literalmente más caliente que la tetera— gruño mientras le miraba— tienes que decirme cuando esto pase… tu bienestar es más importante que una propuesta

Los ojos violetas se clavaron en él, parecía confundido mientras parpadeaba con lentitud, Sísifo abrió la boca igual de sorprendido que su contraparte.

— no, quise decir…. Proyecto… de acampar— sus mejillas ardieron al mismo nivel que las del contrario, lo acababa de arruinar— puedes ignorar eso… no es el momento

— acepto— otro sorbo mientras los ojos volvían a los pies de la cama.

— tengo que pedírtelo en el momento adecuado… tu delirando por fiebre no es lo que yo consideraría apropiado

— la respuesta va seguir siendo la misma con o sin fiebre— se acomodó de vuelta contra el con los ojos cerrados— por qué eso no cambia lo que siento por ti… sin importar nada, te amo Sísifo…

— yo también te amo— paso los dedos por el cabello oscuro, beso sus sienes y sintió la mano del otro en su pecho.

— ¿En la playa?

— sería la primera vez que Regulus va al mar

— ¿no podemos tener un almuerzo?

— claro que no, debe ser especial— el rubio hizo un puchero mientras comía su pay de manzana, El Cid se sobó el entrecejo y aquel destello plateado llamo la atención del rubio que solo pudo sonreír.

— está bien… pero que sea en el hotel, no quiero que el viento se lleve todo— el pelinegro miro de nuevo los folletos mientras tomaba su café con calma, había tantas cosas que revisar y planear para el gran día— ¿pasa algo?

— no, solo pensaba— extendió su mano para que el otro le diera la mano, aquella sortija de plata en unos meses sería cambiada a una dorada— que me muero por verte en un traje blanco

Las mejillas del otro se sonrojaron mientras el hombre frente suyo besaba su mano, justo en aquella sortija que simbolizaba la promesa de una futura vida juntos.

 

 

Chapter 16: Public

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La música resonaba en cada músculo de su ser, la podía sentir recorrer sus venas como si  aquellas notas se mezclaran con su sangre, ahí donde mirara los cuerpos semidesnudos se fundían en movimientos sensuales y esporádicos como si la pista de baile no fuera más que una gran orgía, según le había dicho Ángelo a veces pasaba que todos los presentes se enredaban unos contra otros como una gran máquina de placer para quien estuviera cerca, quizás si se daba la oportunidad él se dejaría llevar por la marejada de caricias hasta hundirse en lo más profundos de aquel abismo del deseo carnal.

— vamos arriba… hay mucha gente aquí y no me puedo mover— Afrodita le había tomado del brazo para tirar de él entre la multitud, caminar era extraño, no estaba seguro de que hubiera un piso bajo sus zapatos pero el seguía avanzando flotando entre los bailarines a su alrededor mientras Afrodita le guiaba hasta una de las escaleras del segundo piso, tropezó un poco en los escalones de metal y sus descuidos casi causaban que el menor casi fuera arrastrado con el— esto es tu culpa Masky… te dije que no se lo dieras

— vamos deja que se divierta de vez en cuando— el de cabellos azules le empujó un poco por la espalda para hacerle avanzar hasta uno de los sillones del segundo piso, las luces teñían todo de un color violeta y magenta que parecían moverse a la par de la música, Afrodita llamo con un gesto a uno de los meseros para que les llevará algo de beber.

— pero tenías que darle ácido… ¡Acido!… por dios…Shura ni siquiera fuma y tú le das ácido

— eres demasiado sobreprotector con el

— no lo soy… pero adivina quién tendrá que llevarlo a casa— el de cabellos celestes encendió uno de sus cigarrillos largos mientras miraba hacia los demás sillones que estaban ocupados por parejas que se mecían amorosamente entre ellos.

— no estoy tan mal— Shura interrumpió tomando la botella de agua que le había dado el mesero— puedo pedir un taxi… o esperar a que se me baje

El agua fría le adormecía la garganta, cerró los ojos disfrutando del ruido de los gemidos que se mezclaban con la música a su alrededor.

— voy a pedirme algo a la barra… necesitan otra cosa— dijo mientras se ponía en pie para caminar hacia la adornada barra de colores blanco que parecía una suerte de faro en el que los ebrios se reunían cuando no podían esperar por un trago, lo cual no era su caso el solo quería estirar las piernas y evitar otro regaño de parte de Afrodita, prefería que DM se hiciera cargo mientras el seguía disfrutando de su noche.

Los cuerpos se presionaban más a medida que se acercaban a la barra, las voces de alzaban en el aire más allá de la música pudiendo una bebida.

— lo siento— dijo alguien después de empujarlo hacia delante, su torso delgado se pegó al mármol blanco mientras intentaba ver de quien venía esa voz— me daría un caballito ¿Y para ti?

Unos intensos ojos de un verde indescifrable le miraban detenidamente, con una sonrisa amplía que mostraba unos dientes perfectos y blancos.

— disculpa…

— ¿te puedo invitar algo de beber? — señalo la selección de botellas más allá de su vista— a modo de disculpa ¿Si quieres?

Los ojos de aceituna de Shura le miraron de arriba abajo, no estaba mal así que encogiéndose de hombros pidió un poco de Whisky.

La petición de aquel hombre le hizo cosquillas contra su oído, tenía ese olor a menta y su calor corporal se sentía vibrar más allá de la ropa que les cubría.

— aquí tienes— otra vez esa sonrisa mientras le entregaba la bebida— Y dime… ¿Vienes solo?

— no… mis amigos están por allá— señaló a los dos peli-azules que ya se besaban en el sillón donde los había dejado, encogiéndose de hombros por el arrebato de pasión— pero supongo que por ahora lo estoy ¿Qué hay de ti?

— podría decirse que lo mismo… perdí a mi amigo entre la multitud…— bebió el caballito sin dudarlo mientras que el otro daba tragos lentos— me vendría bien poder hablar con alguien

— no me interesa nada de rupturas amorosas

— mala experiencia

— si vas a beber tanto como para llorarle a tu ex ve a casa mejor

— no te preocupes… no planeo hacer eso con alguien que estoy invitándole una bebida

— menos mal…— Shura usualmente era un hombre recatado, pero aquellas luces y esos sonidos alrededor, acababan con la poca sensatez que había quedado en su sistema, por lo que pasó sin dudar una mano en su hombro con una calma insidiosa— ¿Y qué planeas?

— eso depende— el fornido hombre acortó su distancia— de cuánto química tengamos supongo

Ese no era el lugar para el cortejo, para las largas charlas de café o las entrevistas rigurosas en las que uno espera encontrar el amor, había coqueto y roces que terminarían antes de que el bar cerrará. El pequeño vaso fue abandonado en una de las mesas mientras el pelinegro se acercaba a su rostro con una pequeña risa aflorando en su garganta.

— parece que eres nuevo en esto ¿Es tu primera vez aquí? — Shura había venido a divertirse.

— mmm… puede ser— un brazo le rodeo la cintura atrayéndole más hasta que sus narices se rozaron suavemente— ¿Y tú?

— lo es…pero yo a diferencia de ti— sus labios estaban tan cerca que Shura podía sentir el roce caliente de su aliento— si conozco las reglas

Sus manos pálidas apretaron el culo del extraño que dio un ligero salto mientras le miraba con el entrecejo fruncido.

— lindo… ¿Haces ejercicio?

— algo…— no podía quedarse atrás ante tal atrevimiento, aún con esas manos ajenas tocándole su rodilla se elevó haciendo presión entre las piernas del extraño, un gemido de sorpresa le hizo sonreír.

No sabían sus nombres y ni siquiera se habían besado, pero sus cuerpos ya se burlaban con descaro el uno del otro

— qué te parece si bailamos un poco— Shura tiro de su mano hacia el piso de abajo, había personas ya desnudas que danzaban con frenesí en la pista de baile.

Su cuerpo era flexible: sus piernas largas y sus caderas parecían mecerse sugerentemente contra el extraño que pasaba una mano aquí y allá mientras le mantenía más cerca lentamente la ropa empezó a parecer demasiado incomoda y la música desentonó con sus anhelos.

El musculoso castaño tiro de él hacia una de las esquinas de aquel bar, atrapándole entre su cuerpo y la pared de ladrillos, un beso hambriento fue la chispa que necesitaba aquel infierno personal. Una lengua suave se abrió paso entre los labios de Shura exigiendo atenciones que el aletargado apéndice apenas podía seguir, la saliva pasaba de una boca a otra, mientras aquellas grandes manos se deslizaban por sobre la camisa del delgado español.

Un gemido escapó de sus labios cuando aquellas manos se deslizaron por su vientre haciendo que la carne cosquilleara ahí donde pasará sus dedos. la rodilla presionaba contra su entrepierna y descaradamente el frotaba su erección contra su cuerpo, había venido aquí para disfrutar de todo sin detenerse a pensar como o con quien por lo que no dudo en tirar de los mechones rizados o bien apretar aquel bulto entre las piernas del extraño.

Un gruñido salió de la carnosa boca ante la brusquedad salvaje de su acompañante, aquello hacia que el calor se acumulara con más fuerza en su abdomen.

— esto se siente bien

— ¿Te gusta?

Una sonrisa fue la única respuesta que el español le dio cuando bajo el cierre de su pantalón, dedos delgados se adentraron en la ropa interior del hombre delineó su forma con la yema de los dedos definiendo cada pequeña vena en su pene. La respiración del hombre se volvía errática, fuerte contra el oído sensible de Shura y era tan divertido ver a alguien más grande que el temblando de placer por un par de caricias traicioneras, frotó el glande con calma presionando la uretra con su pulgar en cada ascenso dejando al castaño temblando en sus manos como una hoja.

— eres adorable— susurro Shura contra su oído lamiendo y mordiendo lo que tenía cerca. Los hermosos ojos de aquel le miraron sus pupilas dilatadas y una sonrisa temblorosos apareció en sus labios, Shura creyó que se dejaría hacer que estaba al borde del precipicio, pero cuando quiso devolver aquella unas manos le sujetaron de la cadera para llevarlo más cerca de él, los dedos se aferraron a los bordes de su pantalón y de un tirón la tela fue tirada hacia abajo dejando expuesto el pálido trasero del joven que miro asombrado.

— eres adorable— se burló el extraño ante la expresión de asombro del delgado compañero, apretó sus glúteos abriéndolos sin miramientos dejando que el aire frío golpeara su entrada de forma burlona, un jadeo escapó de la boca fina del menor mientras un dedo estiraba los bordes jugando con su interior presionando los lugares correctos como todo un experto— ¿Te gusta esto?

El de cabellos de ébano no sabía muy bien cómo responder a aquella pregunta, su boca estaba abierta pero la lengua la sentía hecha un nudo en su boca, un grito murió en su boca cuando aquellas manos le giraron con brusquedad haciendo que su rostro quedará contra la pared, sus manos sosteniendo le apenas para no chocar mientras sentía como aquel falo frotaba su entrada antes de ser empujado rudamente a su interior. El dolor de la intromisión fue rápidamente sustituido por el toque exacto de aquel falo en el sitio correcto, cada embistes hacía cosquillas en su alma, sus piernas temblaban mientras sentía como la fricción aumentaba sus dedos arañando las paredes mientras escuchaba la música y la respiración de las demás personas a su alrededor.

Todos ellos bailaban y se tocaban ajenos al desastre entre sus piernas, se mordió los labios para no dejar escapar algún sonido demasiado fuerte que llamara demasiado la atención. Manos sobre su cadera le mantenían en su lugar mientras sus paredes eran tocados con delicioso frenesí, escucho los gruñidos del hombre detrás de él tan cerca de su oído que su aliento le hacía cosquillas mientras aquellos golpeteos a su próstata se hacían erráticos, pronto terminaría y él no quería quedarse atrás con las entrañas abiertas y una erección dolorosa, su mano se aferró a su propio eje su muñeca se movió imitando con deleite los movimientos del otro.

Las luces, la música, el éxtasis absoluto le estremecían. Una cortina blanca cayó sobre él, le cubrió como una mortaja mientras el caía con una sonrisa deleite en su boca.

 

 

 

Le dolía la cabeza, un pitido insistente le perforada los oídos sentía como si una aguja fuera colocada en su cerebro, quiso apartarlo con su mano como si no fuera más que una molestaba mosca, el tirón de su muñeca le hirió un poco por lo que abrió los ojos para ver el causante del daño.

La luz blanca sobre su cabeza le desconcertó, no era su habitación ni mucho menos, giró hacia donde venía aquel sonido para ver un monitor cardíaco que estaba conectado a él, parpadeo con lentitud tratando de pensar en que es exactamente lo que estaba pasando.

— ¿Que?

— veo que ha despertado— una voz conocida le hizo girarse para ver aquel castaño parado en la puerta, una libreta en mano y aquel unirme azul— le importa si le hago algunas preguntas señor Capri

— ¿Preguntas? ¿Que?

— no se preocupe… será rápido, no pretendo molestarlo demasiado— ¿es usted Shura Capri? ¿Estaba anoche en el bar Zodiac?

— sí, contigo

— ¿me puede decir que sustancias consumió anoche?

— …

— no le estamos acusando de nada

— puedo llamar a mi abogado

— usted es abogado ¿No? — una sonrisa divertida y el oficial le ofreció su móvil— solo queremos saber… por qué ha estado circulando algunas drogas contaminadas con fentanilo y…

— no consumí nada

— ¿y el ataque fue por…?

— sobrestimación

Una sonrisa divertida de parte de aquel castaño y Shura tuvo ganas de golpear esa cara bronceada.

— había mucho ruido, muchas luces… mucho alcohol

— y sexo— se rio mientras los ojos verdes le miraban con irá— tus amigos dijeron que consumista ácido ¿LSD?

— yo no compre nada y no hablaré con usted hasta que llegue mi abogado… señor…

— Aioros… — suspiro mientras se acercaba al moreno apresándolo entre la cama y el— si tiene más información no dude en llamarme… le dejaré mi número con las enfermeras… por si desea algo más

Un guiño hizo que su estómago se hundiera, antes de que aquel hombre saliera de la habitación con alguna suerte de invitación en la boca.

 

 

Chapter 17: Threesome or moresome

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Le había amado, con esa locura que solo las almas silenciosas son capaces, alimentando de pequeños gestos su cariño solo para darse cuenta más tarde de que se había inmolado en todo el ardor de un amor que no iba a ninguna parte.

Habían sido compañeros, amigos y cuando las tensiones de la guerra les asfixiaba amantes.

¿Cuántas veces sus cuerpos se encontraron en esos viajes? ¿Cuántos besos y caricias se dedicaron en la oscuridad? Ni siquiera las había contado, pero se habían grabado en sus memorias como hierro contra la piel, cuando el fracaso de sus misiones presionaba sus espíritus encontró en la compañía de aquel griego la fuerza para seguir adelante, era el sol que todos los días les daba una razón para aferrarse a la esperanza de que ellos y su diosa saldría victoriosa pese a todo.

El sol, sin duda de que el santo de Sagitario lo era, con sus cabellos de oro y esos ojos de cielos despejados era la viva imagen del astro rey. Él se había creído la luna todo este tiempo reflejando su brillo, pero sin su calor, pero había sido ingenuo de su parte suponer que estaba cerca de aquel hombre, ahora que la verdadera luna aparecía en el cielo se daba cuenta que todo este tiempo no fue más que una nube pasajera en el cielo del noveno custodio.

Habrían vuelto a la vida con una promesa de un futuro brillante, su diosa les dio una oportunidad de disfrutar aún que fuera por breve tiempo aquel mundo por el que se habían sacrificado. Había sido tan benévola con todos que ni siquiera les obligó a permanecer en el santuario dejando que muchos de los dorados partieran por el mundo, ellos se quedaron en el santuario deseaba hablar con el, abrazarlo hasta que la diminuta vela de su vida se extinguiera de nuevo.

— ¿estás aquí? Ven únete

Su voz le guiaba por el laberinto de paredes que podía ser el templo de sagitario, el olor a vino llegaba a su nariz junto a las risas de los demás invitados de su sol. Reconocía la voz de Hasgard sin problema riendo a carcajadas e incluso podría decir cuál era la de Defteros pese a solo haberlo visto una vez en su vida pero luego estaba aquella risa helada y recatada que le ponía más nervioso de lo que estaba dispuesto a aceptar.

— El Cid— el primero en llamarlo a la mesa fue el enorme toro que sonreía para ofrecerle una silla a su lado— estoy tan feliz de verte, no hemos tenido la oportunidad de festejar juntos la victoria.

— Hasgard se ha propuesto de brindar con todo el santuario— Sisifo sonrió mientras le servía un tarro de cerveza oscura que miro detenidamente— Asmita aún tiene resaca… así que ve con cuidado

La mano cálida que Sisifo puso en su hombro lo hizo sonreir por lo bajo, había creído que no volvería a sentir su cuerpo nunca más y ahora estaban ahí.

— bueno… creo que nunca nos han presentado, El Cid— una mano pálida fue colocada delante de él, sus ojos subieron hasta el rostro ladino del santo de géminis original— un placer, Aspros… Sisifo me ha hablado un poco de ti… gracias por tu arduo trabajo

Sostuvo la mano con la lentitud de quién se sabe a nada de caer en una trampa, el apretón fue fuerte, la mano del peliazul se aferraba como una garra y había aquel brillo depredador bailando en sus ojos.

— no hay nada que agradecer… era mi deber

— tan serio como siempre… vamos El Cid relájate— la gran mano del toro de oro golpeó su cuerpo casi arrojándole en un descuido hacia delante— escuché que tus alumnos quieren ir al oriente ¿Le acompañaras?

— ¿Te vas? — Sisifo le miro atento.

— aún no lo he decidido…

— deberías… nuestros cuerpos se quedarán sin la bendición de Atena tarde o temprano, yo aún debo entrenar a Teneo un poco más, pero ustedes… bueno no tienen que quedarse

— tus alumnos murieron contigo ¿Verdad? — el poco tacto del mayor de los gemelos le hizo fruncir el entrecejo, Hasgard tosió para apaciguar la tensión del momento— oriente suena bien… espero que se diviertan

No necesito más para saber que aquel hombre le resultaba obsolescente antipático.

No responde, durante lo que parece una eternidad se queda a la deriva en su lugar en la mesa, bebiendo con calma mientras los tres amigos se ponen al día entre ríos de licor, intenta ignorar la forma en que el rubio se acerca al mayor de los gemelos durante la velada y como este pasa el brazo alrededor de su hombro con familiaridad ente risas. La noche es densa cuando los amigos se retiran y él permanece ahí con la mirada velada en su tercer tarro de la noche.

— perdón… sé que no eres mucho de fiestas

— está bien… tenemos motivos para festejar después de todo— se pone de pie recogiendo los restos de la cena de la mesa de madera.

— deja ahí, ya limpio yo mañana

— solo lo pondré todo junto— miente mientras deja los platos en el lavado y Sisifo lo observa desde su sitio con los ojos fijos en su compañero— gracias por invitarme, me retiro entonces, debes estar casado

— creo que siempre me estás cuidando El Cid… gracias, no sé qué haré sin ti en el santuario

— yo aún no he decidido— dijo acercándose a él quedando a su lado en el umbral de aquella cocina.

— debes ir

El rubio coloco su mano en el hombro ancho de la cabra con una sonrisa, había un cariño indescifrable en aquellos orbes y no pudo evitar inclinarse para dejar un beso en aquellos labios de terciopelo.

Sisifo se apartó.

— lo siento… ahora no

— …

— buenas noches El Cid

 

 

Todo parecía extraño, era consciente de la voz de sus compañeros pero no lograba entender lo que le decían, los aplausos y sus sonrisas parecían tan distorsionadas como vistas a través de un extraño espejo, se sentía como el impotente espectador de una catástrofe, sus labios se separaron tratando de sacar aquel dolor que se expandía por su pecho, los ojos le picaban y la siluetas delante de él se distorsionaba por aquella cortina semitransparente que pesaba en sus pestañas, por primera vez en su vida sus manos temblaron.

Su sonrisa brillaba más de lo que nunca lo había hecho ¿qué más podía hacer? Dar un paso hacia atrás y precipitarse en el abismo sin que nadie se diera cuenta de lo que pesaba contra su pecho.

 

 

 

La espada se rompió.

Su brazo no dejaba de temblar mientras miraba a aquel hombre delante suyo, la duda asomaba en sus ojos azules trato de sonreír, pero el gesto le salió mecánico y doloroso.

— te debo una disculpa…— guardo silencio, los ojos oscuros fijos en el rostro bronceado por el sol ignorando la forma nerviosa con la que retorcía sus manos— yo… debo ser la peor persona para ti, lo siento

Nada, apenas es capaz de respirar cuando lo tiene delante parece en una suerte de estado catatónico mientras el rubio le mira piadosamente.

— te hice mucho daño El Cid

Las manos cálidas sostienen los dedos rotos y el español bajo la mirada hacia esas manos que le sostenían amablemente como si fuera algún animalillo frágil.

— y no quería hacerlo, no se… le dije a Aspros que esperara que aún no estaba seguro… pero el espero años por esto y…

— no quiero oírlo— quería apartarse, pero el hombre apreso sus manos con fuerza, parecía aferrarse a el— Sisifo… solo tengo una pregunta ¿Alguna vez me quisiste?

— claro que sí… te sigo queriendo El Cid

— pero no tanto como a el

— eso es lo que no sé— le soltó finalmente, llevo sus manos a la cabeza y meció aquellos risos de oro entre sus dedos mientras caminaba como un animal enjaulado— aún no lo sé… has estado ahí siempre… apoyándome, cuidando de mí, te debo mi vida… yo… simplemente no lo sé aún

Aquellos ojos eran los de siempre, los que se habían hecho tan buenos en ocultar sus aflicciones al mundo. Como una polilla a la llama él se acercó sujetando entre sus manos las muñecas de aquel para que dejara de apresar sus cabellos y le mirara solo a él, durante un momento.

— Sisifo… te amo

Los orbes de zafiro le miraban sorprendido, llenos de lágrimas que no se derramaban mientras que aquel caballero dejaba un beso en sus manos al ser incapaz de poner entre ellas su corazón. Quiso apartarse de él antes de que las llamas le cubrieran, pero el agarre del mayor le detuvo en su sitio y un abrazo le hundió del todo.

— yo también…

 

No había sido idea de Sísifo, lo sabía, aunque estuviera confundido a él no se le hubiese ocurrido tal locura.

Se mordió el labio mientras se sentaba a la mesa con los dos gemelos, los ojos dorados estaban fijos en el mientras que el santo de Sagitario rebuscaba entre las gavetas por un vino especial, Aspros le sonrió con descaro a sabiendas de lo que estaba a punto de pasar y una parte de él se sentía tan ofendido que no dudaría en iniciar una guerra de mil días con aquel sórdido peliazul.

— aquí está— la botella fue colocada en medio de la mesa mientras que el rubio se sentaba a su lado sosteniendo la mano pálida del español que estaba más tentado en romper aquella botella, de preferencia sobre la cabeza de su rival, que de beberla. Una sonrisa basta para convencerlo de que se quedará, no podía dejar a aquel hombre con aquellos dos extraños.

— ya la abro— dijo Aspros mientras hacía que el corcho saliera sin mirar apenas llenando cuatro copas para los presentes— un brindis…

Dudo en elevar su copa junto a los griegos, pero cuando lo hizo la boca de aquel hombre sonrió para decir.

— por el amor

Era un insulto, o por lo menos se sentía como uno, presionó la copa de vidrio contra su boca y trago el licor en un intento de pasar el mal sabor que le dejaba esa expresión en el gemelo. Una mano caliente se deslizo por su muslo apretando los músculos de su pierna para llamar su atención, los ojos azules le miraban suplicantes.

— no tienes que hacerlo si no quieres— murmuró contra su oído, como si fuera una secreta advertencia ¿Estaba preocupado por él? ¿Por sus sentimientos? No si lo estuviera no hubiese dado a pie a una relación con Aspros, entonces tendría que ser su integridad física, en tal caso como podría marcharse y dejarlo en manos de aquellos extraños, sostuvo su mano bajo la mesa para llenarse de valor.

— estoy bien…

Sísifo le sonrió de forma nerviosa, con la timidez dulce de quién se sabe engañado, deslizó su mano libre por la mejilla pálida del español atrayéndole en un beso suave al que no se resistió.

— pararemos en cuanto quieras hacerlo— juntó sus frentes buscando de nuevo esos labios entreabiertos que le dejaron deslizar su intrépida lengua sin resistencia alguna.

— un hermoso cuadro Sísifo

— Aspros… lo arruinas— dijo el mayor mientras mantenía al moreno cerca suyo con los ojos fijos en el a modo de reclamo— vamos a la habitación El Cid

Se puso de pie ofreciendo su mano al extranjero que no dudo en tomarla aún que sus ojos estaban fijos en el hombre de cabellos azules y su sombra, un tirón amable le guio hacia un lugar que conocía muy bien y ahora tendría que compartir con aquellos indeseables.

— mírame— dijo el contra sus labios cuando se detuvieron en el umbral de la puerta, con sus cuerpos presionados y los labios entre abiertos compartiendo un suspiro tembloroso, Sísifo sujetaba su camisa con desesperación y él se aferraba a la cintura del hombre, los orbes de amatista se perdieron por completo en el azul de las pupilas del contrario— me gusta así…

Si supiera que siempre le estaba mirando, que desde el primer momento no puedo apartar los ojos de él, si tan solo hubiese llegado primero a su vida tal vez no estarían en esas circunstancias, él no les habría traicionado ni aun que el mismo Zeus se lo ordenara, lamió su boca atrapando el cuello de sagitario con sus brazos para impedirle alejarse de sus labios, los dedos de Sísifo se deshacían de los botones de su camisa dejando expuesto el pálido pecho de su compañero sin perder ninguno de sus besos húmedos en el proceso de desnudar al español.

Unas manos frías se deslizaron por sus costados erizando la carne blanca mientras le empujaba más hacia el cuerpo del rubio, sentía al extraño tocarle el abdomen subiendo insidiosamente sobre su pecho, tuvo el impulso de apartarlo con un golpe pero su amado sujeto sus brazos en su lugar mientras miraba más allá de su hombro.

— no pude resistirme— susurro el mayor de los gemelos mientras pasaba los labios por el cuello del español besando, mordiendo, la piel.

— ¿Estas bien? — pregunto Sísifo a su oído y aún que no estaba seguro de que la pregunta fuera para el afirmó con la cabeza. Ignorando la odiosa mano que bajaba sobre el borde de sus pantalones tirando del cinturón— Aspros… más despacio

Las manos que le habían sujetado en su lugar ahora apartaban al peliazul con un reclamo en la mirada. El de cabellos oscuros quiso sonreírle con petulancia al invasor, pero no tuvo tiempo para ello su amado griego le guío hacia la cama seguidos de los dos hermanos, un suspiro escapó de sus labios mientras le sentaba en el colchón acomodándose sobre su regazo con los ojos brillando a la luz de las velas empujando sus hombros lentamente hacia atrás obligándole a recostarse con las manos aún sobre su cuerpo vestido.

— debemos ir lento… seré yo primero y si te sientes cómodo… podemos pensar en algo más

No sabía muy bien a qué se refería Sagitario con el ser primero, sintió su boca aterciopelada contra sus labios bajando hasta su barbilla y cuello mientras sus manos expertas le despojaban de sus pantalones y el resto de las prendas que llevaba encima, los ojos azules relucían en la sombra devorando su desnudes mientras colocaba un último beso sobre su pecho.

— eres hermoso— sus palabras atravesaban la piel atrapando en sus sílabas el corazón agitado de capricornio.

Sísifo se apartó un poco para quitarse la camisa mientras se acomodaba a horcajadas contra el vientre trabajado del moreno, se sintieron o por lo menos el rubio lo hizo, colocando su mano derecha sobre su pecho agitado y su mano izquierda se perdió a sus espaldas para sostener el falo del español que jadeo por las caricias de quién se había hecho un experto amante en su carne, sabiendo lo mucho que le gustaba que se detuviera un momento en la cabeza para después descender hasta sus testículos sin piedad.

No pudo evitar gemir con los ojos cerrados, sus labios delgados se abrían para dejar salir melódicos jadeos que Sagitario arrancaba de sus labios rosáceos. El colchón rechino cuando uno de los hermanos se sentó en esta arrancándolo del ensueño que el rubio producía en su ser. Abrió los ojos para verlos besarse a la luz de las velas, miro con desagrado como aquel peliazul pasaba sus dedos por la cadera de su griego arrastrándole a una danza impúdica de lenguas delante de él.

— déjame ayudarte…

La mano de Aspros se deslizó por la muñeca de Sísifo hasta que se unió a sus caricias, podía sentir los dedos largos del santo de géminis deslizarse sobre su miembro arañando la superficie mientras le miraba de reojo sin despegarse de los deliciosos labios del mayor.

— Defteros… acércate— dijo el peliazul tomándose un descanso de los labios hinchados de Sísifo para dejar un camino de besos en su hombro— no puedes solo mirar

La cama volvió a rechinar con el nuevo peso, el menor de los gemelos se acercó a gatas al pequeño grupo presionando su boca contra el otro hombro del seductor sol, la sangre le hervía mientras miraba a su adorado Sísifo ser atacado por aquellos indecentes.

— ¿te estamos poniendo nervioso? — pregunto el traidor con una sonrisa ladina— está bien… te prometo que seremos muy amables

Un escalofrío recorrió su espalda cuando su mano se cerró alrededor de su base, el agarre en su inyectado pene fue doloroso, pero no tanto como aquel áspero beso que le dio el peliazul de tez de leche, su lengua larga se forzó dentro de sus labios con su mano aferrada a su cabello para que no se alzara.

— maldito— gruño cuando los dientes blancos del ibérico rasgaron su labio con demasiada fuerza apartándose para cubrirse la boca

— ¡Aspros! ¿Estás bien? — la voz de Sísifo estaba llena de preocupación cuando fue en si ayuda, apartándose de la cama para ver la herida sin siquiera prestar atención al amante abandonado, hubo murmullos de su parte mientras el ibérico se sentaba en la cama con el sabor metálico de la sangre del otro— solo aléjate de su boca está bien…El Cid

Una mano piadosa se colocó sobre su mejilla, los hermosos ojos del santo de Sagitario le miraban con una intensa ternura mientras que posaba sus labios en la boca sin exigir más que una suave presión que aliviará su sobresaltado corazón.

— eres mejor que eso— murmuro él rubio mientras se apartaba para despojarse del resto de sus prendas, su hermoso cuerpo quedo expuestos como un banquete para los hambrientos, la precisa forma de su cuerpo dejaba sin aliento al moreno que no se cansan de admirar su desnudez perfecta— ponte a cuatro… por mi

Dudo durante una eternidad, sus ojos se fijaron confusos en el mayor, su cuerpo estaba rígido en la cama mientras una parte de él no era capaz de entender la petición del rubio. Su boca se abrió en un jadeo cuando unas manos de fuego le sujetaron de los costados para ponerlo boca abajo, ni siquiera se removió ante el peso del menor de los gemelos, su mano grande presionaba sus costillas hacia abajo. Respirar era difícil pero más que eso su cuerpo estaba tan tenso que sentía que cualquier movimiento le desgarraría los músculos, no podía hacer más que quedarse ahí con la cara contra el colchón y los miembros inertes.

Cerro los ojos mientras sentí una mano deslizarse por su espalda, tan despacito que parecía contar las vértebras de su columna hasta que llegó a su espalda baja, se mordió el labio cuando aquellas manos callosas apretaron con brusquedad sus glúteos apartándolos con la furia de dos garras de hierro que pretendían arrancarle la carne, no dejo que ningún sonido saliera de su boca pese a la brusquedad que creía propia del mayor de los peliazules.

— se nota que le has dado uso… Sísifo— una risita desagradable le hundía el estómago ante la humillación que vertía aquel hombre en sus oídos, apretó los puños sobre las sábanas blancas de Sísifo ahogando una maldición en sus labios.

Un dedo experto acaricio los bordes usados de su entrada, con el cuidado de un amante metió con calma la punta como quien prueba la seguridad de un camino con un pie, aguanto la respiración mientras aquel se hundía en sus entrañas probando la elasticidad de su interior presionando abajo y arriba hasta que un gemido escapó de sus labios.

— ¿Lo disfrutas? — la burla del peliazul le hizo gruñir como un animal herido, de haber podido levantar la cabeza hubiese mostrado los dientes como un salvaje.

— Todo estará bien, El Cid… relájate, no quiero lastimarte— Sísifo depósito un beso sobre su hombro mientras empezaba a follarlo con la mano sus movimientos toscos presionaban su próstata solo perdiendo el ritmo cuando aquel peliazul intervenía.

— ¿puedes joderlo ya? Quiero ver cómo lo haces— Aspros dejo un beso muy lento en los labios del mayor mientras sus manos frías viajaban desde sus pechos hasta su cuello atrayéndolo más.

— El Cid… ¿Estás listo?

No respondió, el silencio floto en el aire mientras aquellos dedos le abandonaban dejando su entrada abierta para una segunda invasión que no estaba del todo dispuesto para recibir ¿Podía marcharse ahora? No, no sin Sísifo ¿Podría convencerlo de que se fueran? Los ojos azules miraban al santo de géminis con tal afecto que El Cid sabía que la respuesta era no.

— solo vete— dijo el menor de los gemelos contra su oído, casi se había olvidado por completo de el de no ser por la mano que aún le mantenía en la cama.

— estoy listo— dijo sin duda escuchando a aquella sombra chasquear los labios con fastidio.

Sintió aquella rozada cabeza presionar contra su entrada, empujándose hacia delante mientras él se abría por completo para darle cabida al poderoso falo de su amante, dolía, siempre dolía al principio, pero lo soporto pues ya había probado en sus miles de encuentros, Sísifo se sujetó de su cadera elevándola un poco para poder meter más de su miembro en la pequeña cavidad.

— joder— gruño el rubio contra su cuello, su respiración agotada mientras esperaba que el ibérico le diera el visto bueno para moverse— te sientes tan bien, siempre… tan bien

Dijo mientras dejaba un firmamento de besos en su espalda, eran esos momentos en los que se sentía verdaderamente enamorado del rubio, de esa forma que le hacía sentir cuidado con toda la delicadeza de un amante suspiro de placer antes de sentir como aquel falo se movía hacia afuera con particular violencia haciéndoles gemir a los dos.

Los ojos de amatista trataron de girarse, pero el embiste poderoso le hizo sentir que su coxis se iba a convertir en polvo, dolió y por la queja de aquellos hermosos labios supo que el otro también había sufrido aquel arrebato.

— shh… no pasa nada— Aspros susurro contra el oído del rubio mientras besaba su cuello sus manos, más bien garras para el español, estaban aferradas a la delicada carne de aquel sol manteniéndolo en su sitio hundido hasta la empuñadura en el culo de su vecino.

Le tomo tiempo entender que estaba pasando, los embistes eran demasiado rudos para ser de Sísifo, pero no tenía duda era el quien estaba dentro suyo, pero no el que marcaba el ritmo. Aspros se había unido a ellos de una forma tosca, había metido su asqueroso falo entre las piernas del noble griego mientras esté a su vez le hacía el amor al décimo guardián, cada embiste que daba el peliazul empujaba torpemente el falo de Sísifo en el interior de su antiguo amante, era tan repulsivo aquel traidor para el que su cosmos afilado se acumulaba en su espada oxidada pensando que quizás podría dar un último corte antes de que fuera desechada.

Los gemidos de Sísifo resonaban en su cabeza, alto y claro, causaban un cosquilleo en el estómago del menor.

— si no vas a usar esa boca para gemir cómo una puta… Defteros puede darle un buen uso— ordenó Aspros con la voz rasposa, no sabía si aquello era para él o para el menor de los gemelos, la duda fue resulta cuando los fuertes dedos de este último le sujetaron por la mandíbula, la presión era tal que sentía que los huesos se le iban a romper si no abría la boca— buen chico, por qué no lo felicitas Sísifo

El mencionado gimió mientras se mecía entre los dos cuerpos, sus labios suaves se inclinaron para murmurar dulces palabras entrecortadas al oído del ibérico dejando besos suaves en la parte de atrás de su oreja mientras su boca recibía el monstruoso falo del moreno en su boca.

No era la primera vez que había hecho una felación, en ocasiones había usado su boca para relajar al rubio mientras esté trabajaba en su escritorio. Ahora era diferente, el hinchado miembro forzaba la dolorida quijada del español metiéndose descuidadamente hasta rozar su garganta, la sensación de ahogo y las náuseas no se hicieron esperar, ahí donde Sísifo había confiado en el para marcar el ritmo el menor de los hermanos hacia cuánto quisiera con él.

Trato de apartarse, empujó con su mano la cadera del gemelo mientras los otros dos amantes seguían disfrutando de sus caricias y de los arrebatos de placer que les producía el extranjero, los dedos de Defteros se aferraron a su cabello tirando hacia atrás para liberar su erección de la suave boca.

— me detendré si dices que te irás, ahora— era una amenaza, pero no sé sentía como tal en los ojos de oro vio lo que parecía piedad. Sus labios temblaron, pero la respuesta era clara.

— me quedo

Defteros frunció el entrecejo y tomando el rostro libido del español se hundió hasta la empuñadura en su boca, embistiéndole con tal violencia que el hombre sintió que le dislocaría la quijada sus uñas se encajaron en su vientre en un intento inútil de defenderse del asedio, araño la carne hasta hacerla sangrar, pero el gemelo no le dejo ir sin importar los gorgoteos que causaba o bien las lágrimas que se deslizaban por las mejillas rojas.

En este punto ya le faltaba el aire, apenas era consciente del bombeo contra su entrada el olor salubre del vello púbico contra su nariz, los gemidos parecían resonar como tambores mientras los movimientos, las luces anaranjadas de la vela relucían con tal fuerza mientras sentía aquel sabor amargo, aquel calor viscoso, llenarle los sentidos enviarlo a un mundo tan brillante que le recordaba a la muerte.

 

 

El aire frío golpeaba su rostro aplacando la fiebre que lo aquejaba, abrió los ojos abrumados por las nieblas de la inconciencia y miro el manto nocturno que cubría el santuario apenas deslavándose por los primeros rayos del sol. Sentía el suave trote de quién lo llevaba a cuestas hacia su propio templo los brazos desnudos le sostenían con una delicadeza que nadie podría asociar a la salvaje figura que se movía con el amanecer.

— puedes bajarme— dijo haciendo que los orbes de ámbar se clavaran en el deteniendo su ascenso en las escaleras para acatar su petición con cuidado.

Sintió un escalofrío cuando sus pies desnudos tocaron la piedra húmeda con el roció matutino, aferró los dedos a la manta que le cubría mientras el otro se apartaba un paso esperando quizás que este se fuera corriendo como lo haría un animal recién liberado. Quedaron en silencio largamente hasta que los labios generosos de aquella sombra se abrieron para hacer aquella pregunta:

— ¿Estás bien con todo esto?

— ¿A qué te refieres? — dijo mirándole un segundo antes de que sus ojos cayeran sobre la casa de su vecino escalones abajo

— ¿Enserio vale la pena arriesgar tanto por él?

— ¿por Sísifo? ya di mi vida por él una vez…

— era tu deber, sabías que era necesario para la guerra, era importante para la victoria de los nuestros… ahora es diferente…

— sí, lo es… pero aún que la situación cambie, mis sentimientos no lo han hecho

— pero los de él si

Los ojos violetas se clavaron en él, Defteros noto en la penumbra el malestar que causaban sus palabras, tomo aire sintiéndose un poco mal por derramar hiel en un hombre que hasta entonces había demostrado no merecer esos ultrajes, era necesario se repitió mientras tomaba aire para dar la última puñalada a un corazón herido.

— sí Sísifo te amara no te hubiese dejado hacer lo de esta noche

— el solo— debía estar confundido, habían experimentado la muerte no hace más de dos semanas y en el aire aún flotaba la certeza de que podrían derrumbarse en cualquier momento, eran demasiadas cosas para un hombre tan bueno como el arquero que siempre sobrepensaba las cosas, quizás ver a Aspros de vuelta después de tantos años hizo que confundiera nostalgia con amor— hay que darle tiempo

— tiempo es lo que no tenemos— gruño el gigante mirándole largamente— él no te escogerá, capricornio

— ¿Disculpa?

— él no te eligiera sobre Aspros, y lo sabes… hazte un favor a ti mismo y aléjate lo más que puedas— dio unos pasos hacia el templo del Centauro deteniéndose sólo un momento para mirar al pálido hombre, el rocío le empapaba los ojos de azafrán mientras el pecho orgulloso de quien fuera la espada del santuario temblaba— el oriente, puede ser maravilloso… mucha suerte, espero que vivas lo suficiente para olvidar, El Cid.

Chapter 18: Body modification

Chapter Text

Sexy, fue lo primero que pensó Aioros cuando lo miro por primera vez, tenía un rostro precioso, pálido y delgado con unos cabellos negros que resaltaban la fiereza de sus ojos se olivó, pero lo mejor eran sus labios, delgados y de un rubor sano que invitaba a las más obscenas pasiones.

— ¿Está bien con eso?

Su voz era áspera y dejaba un regusto amargo en el fondo de su boca. Parpadeo rápidamente como deshaciéndose del ensueño que le invadía el cuerpo.

— perdón… puede repetirme… me distraje— un suspiro salió de aquellos labios mientras dejaba a un lado su libreta y sus lentes— lo siento.

— necesito saber que está absolutamente convencido de hacerse este tatuaje

— lo estoy

— entonces le explicaré de nuevo, hoy haremos parte del tatuaje, empezaremos con el lado derecho haciendo las siluetas de las alas desde su omóplato hasta sus hombros

— si

— será un trabajo tardado…

— ajá… tranquilo no es mi primer tatuaje— sonrió, estaba animado, su ex tatuador se había tomado unas largas vacaciones, pero antes de partir le había recomendado el trabajo de aquel joven y aún que al principio estaba dudoso cuando viendo su trabajo se encontró con una foto del atractivo hombre no dudo en acudir a hacerse el tatuaje.

— pero es el más grande que te has hecho

— lo es… pero lo resistiré, confía en mí

La absurda solicitud del mayor hizo que el tatuador alzara una de esas finas cejas con incredulidad.

— bien… una pregunta ¿Has consumido alcohol, alguna droga o medicamento?

— no a todo

— te pondré anestesia local… si gustas quitarte la camisa y recostarte hay un biom…bo

Aioros no espero a que terminará de hablar para sacarse la camisa, en un intento frugal de que el otro encontrará atractivo el cuerpo del que estaba orgulloso.

— bueno recuéstate aquí… preparare las cosas

Aquel hombre de cabellos de ébano se alejó por unas puertas dejando a la vista aquella increíble silueta que su ropa entallada le permitía a cualquiera apreciar.

¿Cómo era que Saga nunca le había hablado de semejante belleza? Era todo lo que Aioros le gustaba, bonito, pero sin ser femenino, alto y los suficientemente delgado.

Se acomodó en la camilla mirando distraídamente el trabajo del tatuador, hermosos diseños que parecían obras de arte que para el deberían estar en algún museo.

— ¿estás listo?

— completamente— tarareo mientras el hombre pasaba un algodón para limpiarle la piel, antes de colocar la plantilla— ¿De dónde conoces a Saga?

— el me hizo mi primer tatuaje…— dijo con calma— me gusta su trabajo

— es bueno en lo que hace

— Lastima lo de su año sabático ¿Por qué no lo esperaste?

— ya tenía planeado esto desde hace años… él me dijo que viniera contigo y viera tu trabajo— sonrió mientras sentía el tacto suave de aquel antes de que la aguja empezará a perforar su piel— dijo que eras talentoso y que tenías una mano ligera

— tendré que agradecerle sus palabras.

Aún que sus frases eran concisas para el castaño era claro que aquel no estaba dispuesto a seguir hablando.

— ¿alguna vez has dejado un trabajo a medias?

— ¿Te estas arrepintiendo?

— no, solo quería saber si lo has hecho

— nunca

— ni siquiera cuando ellos dicen algo que no te agrada

— estoy acostumbrado a que me maldigan, es solo el dolor hablando, sin rencores

— ya veo… ¿y si alguno te coqueteara? — el moreno no parecía realmente turbado por el comentario, guardó silencio durante un momento antes de pasar el paño para ver de mejor manera las líneas— ¿no lo correrías?

— no

— que bien, sería una lástima tener que esperar meses a Saga— se rio y el moreno alejo la aguja por el movimiento de hombros— seré directo ¿Quieres ir a beber algo más tarde?

— mi agenda está llena está semana— continuo sin preocuparse demasiado, Aioros sintió el rechazo como un golpe en el estómago— pero si quieres puedo darte una mamada…

— ja…— el amargo sarcasmo fue como sal en la herida— preferiría invitarte un trago primero

Durante lo que parecía una eternidad lo único que se escuchaba era el zumbido incesante de la pequeña máquina, Aioros cerró los ojos tragándose el rechazo pensando en todos los motivos por los que aquel joven le había rechazado.

— ¿Eres Hetero?

— no

— ¿Novio?

— no

— ¿no sales con clientes?

— meg— el sonido resultó divertido mientras el tatuador pasaba una toalla en la herida— quieres saber por qué te rechace…

— supongo…

Su aliento cálido hizo cosquillas en la oreja de Aioros, su piel se erizaba ante la cercanía podía imaginarlo lamerse los labios antes de soltar sus razones.

— ¿no sabes siquiera como me llamo?

Aioros sintió que su cuerpo se tensaba cuando el pálido hombre se alejó de el para continuar con su trabajo. Era verdad, en sus páginas e incluso sus redes no aparecía su nombre y aún que Saga se lo dijo él lo olvido por completo.

— tu nombre…

— correcto… entonces te ofrezco lo que quieres sin que tengas que fingir que te intereso…una mamada…podrías devolverme el favor…quizás

— lo siento, puedes parar— otra vez las agujas se detuvieron dejándole incorporarse para poder verlo de frente, una sonrisa llena de ironía le dio la bienvenida— no era mi intención que lo que dijera se malinterpretara… eres sin duda muy atractivo, pero estoy seguro que tu cuerpo no es lo único que tienes para ofrecer… debes ser una persona increíble…

Los ojos honestos de Aioros se encontraron con los orbes suspicaces del pelinegro que parecía un poco divertido por la seriedad de sus palabras.

— me darías tu nombre

— solo vuélvete a recostar— dijo soltando un suspiro— apenas estamos empezando y tú no dejas de interrumpir…

Aioros se acomodó derrotado, tal vez por esto Saga no se lo había presentado, el peliazul seguramente habría visto venir la torpeza del castaño delante de un rostro atractivo. La aguja volvió a penetrar su piel hundiéndole en un silencio que le permitía reflexionar sobre sus actos.

— me llamo Shura… por cierto

Sentía que sus oídos le habían jugado una mala pasada, deseo voltearse para saber si realmente aquellas palabras habían salido de su boca.

— ¿Shura? Es… bonito, no necesitas un nickname con ese nombre— sonrió mientras cerraba los ojos dejando que el hombre continuará— ¿estás libre la siguiente semana?

— no lo sé, tendría que revisar

— perfecto… ¿Eres más de bares o de restaurantes?

— de cafeterías…

— eso es muy inocente

— podría meterme bajo la mesa, la gente no se dará cuenta

— si insistes voy a creer que realmente te gusta dar orales

Una pequeña risa que sonaron a campanillas para Aioros.

 

 

Sentía la espalda entumida, probablemente estaría roja por un tiempo, pero estaba bien, conocía el proceso y dejo que el tatuador se encargará de los cuidados previos mientras él leía el contrato con los cuidados que debía llevar a cabo en casa.

— ¿Entonces qué día tienes libre?

— dame un minuto— suspiro antes de alejarse hacia una pequeña libreta dónde hojeo rápidamente antes de mirarle a los ojos— miércoles por la tarde ¿Está bien?

— ¿paso por ti aquí?

— a las 6…

— es perfecto para mí— sonrió mientras se acomodaba la camisa, acortó la distancia hasta que lo único que lo separaba del menor era un suspiro— nos vemos el miércoles Shura

Juraría que cuando se apartó el pelinegro soltó un suspiro, pero no sé giró para ver si era el fastidia o el anhelo el que lo producía.

 

 

Sin duda era hermoso, con sus piernas envueltas en un pantalón de cuero oscuro que se pegaba a sus delgados músculos y aquel torso apenas cubierto con una camisa negra de tirantes y una camisa de red de maya que le permitía apreciar algunos de los bonitos tatuajes en la pálida piel, había trazos que quedaban absolutamente ocultos y había cosas que saltaban a la vista como dos protuberancias que se adivinaban bajo la tela de la camisa.

— ¿A dónde quieres ir? — pregunto el castaño cuando el joven pelinegro se colocó el cinturón de seguridad.

— hay una cafetería a un par de minutos de aquí— sonrió buscando la dirección en el móvil mientras que Aioros encendía el auto para encaminarse al lugar que el pelinegro había decidido para aquella cita.

Aquella cafetería era calmada, con esa música suave en el fondo mientras que una serie de personas se sentaba en los mullidos sillones y charlaban animadamente, de vez en cuando mirando las reveladoras ropas del pelinegro.

— ¿no quieres mi chaqueta?

— estoy bien… es normal que me miren así— dijo mientras revisaba el menú con una sonrisa parecía un poco feliz de la atención— ¿Que te gustaría tomar?

— un latte está bien

— ok, yo quiero un moka de menta y un parfait de caramelo

Una vez los pedidos hechos el castaño no dudó en bombardear con miles de preguntas a su invitado, quería saberlo todo sobre él, demostrarle que era más que un cuerpo bonito. Las tazas se vaciaron, los postres parecían desfilar aquí y allá sobre la pequeña mesa mientras soltaban carcajadas por lo bajo cuando algún terminaba de contar alguna aventura infantil, eran ya las ocho y en tres horas Aioros había quedado embelesado de aquel moreno, de todo por muy poco que fuera que había descubierto de él.

Para cuándo regresaron al auto sonriéndose como quienes han hecho una travesura, Aioros ya se sentía en las nubes. Un beso en los labios mientras él se ponía el cinturón le hizo saber que sus sentimientos eran totalmente correspondidos y que el pelinegro tenía una sorpresa guardada en aquella talentosa lengua.

— ¿eso es un piercing? — pregunto con los ojos abiertos cuando se separó de esa boca, Shura se rio por su reacción antes de sacarle la lengua dejando a la vista una esfera de metal reposando como una perla— maldita sea eres demasiado sexy

Una risita se cortó en los labios del joven español cuando los dedos de Aioros le atrajeron de vuelta hacia él, sus bocas encajaban a la perfección los labios gruesos del mayor se apoderaban de aquella boca mientras la lengua aguda del pelinegro arrancaba jadeos en aquel beso.

— mierda… debía llevarte a tu casa y…

— ¿Y?

— me prometí no tener sexo contigo hasta la segunda cita

— ¿eres un niño? — se rio el pelinegro mientras su delgada mano bajaba hasta su entrepierna— o quizás no

La mirada lasciva del más joven era más de lo que podía soportar.

— mierda… ¿Cuál es el motel más cercano?

— vamos a mi estudio, no quiero hacerlo en un lugar que no sé si está limpio

Aioros rio antes de comenzar a conducir lo más rápido que le era posible cuando aquella cálida mano aún descansaba en su entrepierna.

 

Aioros fue jalado hacia dentro por aquel pequeño cuerpo, Shura era hábil con sus manos cerrando la puerta con una y con la otra buscando el interruptor. Las manos del griego lo atrajeron hacia él para besar su boca de nuevo, había algo en aquella dulzura que se había impregnado en su boca que encontraba adictiva, sujetando su cintura le atrajo más hacia el frotando su entrepierna mientras tiraba de los labios de terciopelo del pelinegro.

Un gemido de placer se atoro en su pecho mientras las manos del tatuador se enredaban en su cabello.

— eres un descarado…— gruño el pelinegro mientras se alejaba para guiar al castaño hacía un diván colocado en una esquina, Aioros se dejó empujar hacia el mullido mueble sonriendo cuando aquel cuerpo delgado se acomodaba a horcajadas sobre el— quitándote la camisa delante de mi… sabes lo bien que te ves

Un beso violento mientras las uñas de Shura arañaban la camisa luchando con los botones sin desistir de sus besos demandantes.

— eso debería decirlo yo ¿No? — Aioros rio mientras apretaba los glúteos del menor empujándolo un poco más abajo para que supiera lo que causaba— con esas camisas y estos pantalones

Una nalgada de parte del castaño arranco un sonoro gemido de los finos labios españoles, sus ojos de olivo centellearon mientras bajaba su rostro para depositar un corto beso en aquella boca antes de bajar por el cuello del mayor deslizándose lentamente hacia bajo liberando cada vez más de la carne tibia del griego.

Shura no dudo en pasar aquella lengua por entre sus pechos, paseando los dedos por debajo de su camisa hasta los oscuros pezones tirando con descaro de ellos mientras daba besos y mordisco aquí y allá.

Aioros no era ajeno a el sexo, pero aquellos tratos eran nuevos, deliciosos como extraños le sacaban suspiros de satisfacción que llegaron hasta lo más alto cuando una de las manos de aquel hombre bajo por su vientre hasta su entrepierna, apretando la erección del mayor con tal ímpetu que podría ser doloroso.

— ¡Shura!

— ¿qué tal estuvo? — ronroneo el pelinegro apartándose un momento para deshacerse del cinturón del castaño.

— se más amable… o no dudes de que habrá consecuencias

Shura no parecía turbado por la amenaza, de hecho, la sonrisa en sus labios le daba a entender que estaba interesado en aquel "castigo" el cierre del pantalón bajo y Aioros solo pudo aguantar la respiración mientras su compañero jugaba con el borde de su ropa interior antes de bajarla por completo dejando a la vista la magnífica erección de aquel castaño.

Los labios del tatuador se abrieron suavemente, sus ojos estaban fijos en el divino trozo de carne que tenía entre sus dedos, carne suave y firme a su tacto que estaba seguro que podría hacerlo tocar las estrellas. Shura rodeo con su mano la base de aquel falo subiendo primero de forma lenta y luego aumentando la velocidad de sus caricias mientras el castaño gemía con la cabeza hundida en un cojín.

Los rizos castaños caían sobre la almohada de forma grácil, sus mejillas ruborizadas, los ojos brillantes de deseo y aquellos jugosos labios eran todo lo hermoso que podía ser un hombre. Ver su rostro retorcerse de placer enviaba una corriente caliente a Shura que en esos momentos no quería más que intoxicarse del placer de otro, agachándose lo suficiente paso la cálida lengua sobre la superficie de aquel miembro, subiendo hasta el rosado glande y deslizándose en forma circular antes de volver a bajar hasta los testículos del castaño que gruño de placer cuando aquel hombre chupo uno de estos.

— Shura… basta

— ¿te gusta? — el sonido húmedo que causaron esos labios al apartarse fue deliciosa— ¿se siente bien?

— maravilloso— dijo mientras se sentaba a medias para tener una mejor vista de lo que hacía el menor— pero me voy a correr

— hazlo en mi boca entonces

Obsceno, malditamente obsceno y sexy, Aioros le miro cerrar los ojos mientras llenaba su miembro de besos y lamidas desde la base hasta la punta antes de hundirlo en su boca. Aioros se sintió abrumado ante aquella sensación, no es que fuera su primera mamada, pero había algo en aquella forma en la que Shura ahuecaba la boca o aquella perla de metal que se presionaba contra los lugares más sensibles de su miembro lo que era maravilloso, Shura intercambiaba sus labios con sus manos con una habilidad fantástica, uno no echaba de menos ni uno ni el otro cuando aquel besaba o acariciaba alguna zona sensible.

— mierda—dijo Aioros cuando sintió esos labios de vuelta sobre sí mismo, cerrando los ojos. sujeto aquella cabeza mientras se unía a las ondulaciones del contrario, apretando los mechones oscuros contra él, le embistió entre gemidos mientras que el pelinegro se aferraba a las muñecas del otro tratando de apartarse hasta que sintió la descarga del otro en aquella boca— lo siento

Con un gesto Shura le quitó importancia mirando hacia arriba se obligó a tragar, sentándose a su lado para bajar sus propios pantalones.

— pudiste esperar un poco

— es fácil decirlo— se rio el castaño sentándose a su lado quitándose los pantalones— ahora fuera ropa… es mi turno de jugar

Una sonrisa amable basto para que el tatuador se dejará despojar de sus prendas por aquel hombre que una vez lo tuvo desnudo le sentó en su regazo, con la pálida espalda contra su amplio pecho, las manos calientes del castaño exploraron pacientemente aquel cuerpo desnudo.

— si no estuviera tan ansioso de cogerte me gustaría apreciar cada uno de tus tatuajes— paso la mano por una espada que atravesaba su pecho, los detalles de la empuñadura eran preciosos pero la verdad es que estaba más interesado en aquellos pezones atravesados, la visión parecía bastar para despertar su falo— eres preciosos

Un beso colocado amablemente en sus hombros basto para despistar al pelinegro antes de que Aioros tirará de sus pezones, un gruñido escapó de la boca dulce del menor que se aferró al diván con las uñas como lo haría una fiera, y aquel hombre tenía algo de fiera en su cuerpo de porcelana.

— ¿Muy rudo?

— no es justo que tengas esa carita de inocencia— Shura jadeaba ente sus piernas, apoyándose más en el— se amable… son relativamente nuevos

— podemos dejarlo para después— otro beso está vez en su mejilla, no quería lastimarle por lo que si él decía que no jugará rudo con su pecho tendría que hacerlo con otra parte más sensible pero intacta.

El falo de Shura no era el monumento erótico de Aioros, era un pene que podría considerar bonito, con su carne pálida enrojecida perfectamente en la punta. Los dedos del castaño no dudarían en rodearle con el mismo ímpetu que Shura unos minutos atrás, sondeando los gesto del menor mientras pasaba sus dedos por su glande o apretaba la base para hacerle gemir de forma descontrolada, con la cabeza hacia atrás y la espalda curvada aquel falo escupió su veneno en la mano del incitador.

— eso fue maravilloso

— mierda… Aioros— su respiración estaba entrecortada cuando volvieron a besarse, como si fuera una suerte de garra el castaño cerro sus brazos alrededor del menor atrapándole a la par que se dejaban caer en el diván dónde ambos cambian.

— hoy me la pasé muy bien… ¿te gustaría salir otro día?

— si… por qué no

Ambos rieron y jugaron un momento en aquel pedazo de cielo hasta que el sueño les ganó.

 

 

— terminando— dijo Saga pasando el paño por el tobillo de Aioros, antes de apartarse para estirarse un poco delante de él.

— gracias Saga, es perfecto— miro con una sonrisa la pequeña espada que su novio había diseñado para el— ahora sigues tu

Shura se rio al ver al castaño caminar hacia el para darle un beso en la frente ignorando por completo el cansancio de su amigo, o la cara de asco del hermano de este.

— dejemos a Saga descansar un momento… ven siéntate— le hizo un espacio en el sillón donde había estado leyendo— ¿Te dolió?

— no es tan suave como tú… pero no estuvo tan mal— rozo sus labios con los del pelinegro

— te estás ganando que te corra Aioros— gruño Saga antes de dar unas palmaditas en la camilla para el pelinegro— ven…

Un beso rápido en los labios y Shura ya estaba de pie, acomodándose en su lugar para que Saga trabajara sin molestias. Sus ojos verdes se encontraron con los de Aioros y sin dudarlo saco la lengua siendo imitado por el castaño que mostró el piercing que se hizo para su pareja.

Un adelanto de sus planes para más tarde.